Acosta Danza Première:
El acontecimiento danzario del año en Cuba
¡Qué buen arte se disfrutó anoche en el Gran Teatro!
Carlos Acosta y su compañía al final del espectáculo (Foto Ana León)
Le salio competencia en su propia casa al Ballet Nacional de Cuba
Ana León |Desde La Habana, Cuba | Cubanet
Tras su retiro del Royal Ballet de Londres, Carlos Acosta -de 42 años- formó su propia compañía en Cuba y según dijo, aspira a tener en ella un elenco que sea el sueño de cualquier coreógrafo, capaz de desdoblarse en los más diversos estilos, ya sea clásico o contemporáneo.
El anunciado estreno de la compañía Acosta Danza –dirigida por el bailarín Carlos Acosta– sucedió ayer, en la sala García Lorca del Gran Teatro de La Habana. Todas las plazas fueron cubiertas; contando, entre los escasos simples mortales que lograron adquirir una entrada, a muchos personajes y personajillos de la cultura nacional.
De las cinco piezas incluidas en el programa contemporáneo preparado por la compañía, fueron estrenadas cuatro: “Alrededor no hay nada”, “Fauno”, “De punta a cabo” y “Carmen”. La primera es una coreografía de Goyo Montero –sobre poemas de Joaquín Sabina y Vinicius de Moraes– que fuera estrenada en el vigésimo Festival de Ballet de La Habana, en 2006. La ausencia de música, sumada a la espontaneidad de la declamación poética, concentra el poder interpretativo en la habilidad de los danzantes para corporeizar las imágenes generadas a partir del texto. Una obra sin solistas, muy física, cuyo atributo principal es la perfecta sincronía entre los bailarines y la visualidad aportada por el vestuario.
A modo de contraste le siguió “Fauno”, una bellísima coreografía creada por Sidi Larbi Cherkaoui en 2009 para el teatro londinense Sadler´s Wells, en homenaje al centenario de los Ballets Rusos. La obra, creada a partir del “Preludio a la siesta de un fauno” –del músico francés Claude Debussy– con arreglos adicionales de Nitin Sawhney, es un dúo para bailarín y bailarina que encarnan a dos amantes en su estadio más natural. Una obra de exquisita plasticidad, armoniosa en todos sus elementos, desde la excelente música y las luces mesuradas que proveen un entorno íntimo; hasta la voluptuosa interpretación de los amantes. Impecable actuación de Yanelis Godoy y Julio León, dos bailarines que ya pueden ser considerados primerísimas figuras en la compañía de Carlos Acosta.
El más actualizado contexto habanero subió a escena con la obra “De punta a cabo”, una coreografía de Alexis Fernández (Maca) sobre la música de Kike Wolf, Kumar y Omar Sosa, que incluyó una variación electrónica de La Bella Cubana, de José White. Un cuerpo de baile muy ilustrativo de lo que es –en el siglo XXI– la pintoresca isla de Cuba, tiene como telón de fondo el malecón habanero, ese sitio tan resignificado con el transcurso de épocas mejores y peores: el lugar donde confluyen todos los rostros posibles de la Cuba de hoy. Al desenfado del vestuario y la música de la nueva vanguardia, se unen los bailes populares tradicionales, la danza clásica y el baile urbano o callejero: el todo mezclado que caracteriza a la Cuba de hoy. Asimétrica, libre, espontánea, la composición se fragmenta continuamente en escena mientras todos los intérpretes permanecen en acción, dando vida a un cuadro cotidiano de contrastes, anhelos y esperanzas.
Para cerrar la noche, una versión contemporánea de un clásico conocido e idolatrado por el público cubano: “Carmen”. Sobre la novela homónima de Prosper Mérimée y con la música de George Bizet, Carlos Acosta ideó una nueva coreografía de impresionante fuerza y dramatismo, con una escenografía equilibrada que resultó, por sí sola, del agrado de los espectadores.
Muy metida en el papel protagónico, la bailarina Laura Treto dio vida a uno de los personajes más intensos de la historia de la danza. Una interpretación categórica en cuanto a histrionismo y destreza en el arte danzario. Mención aparte a las excelentes actuaciones de Javier Rojas en el papel de Don José y Luis Valle en el de Escamillo. Pero sin dudas, fue el tablado lo que acabó de hacer reventar en vítores al público, que no cesaba de aplaudir. La intervención del cantaor Rafael Amargo le dio un vuelo muy superior –de pura España– a lo que ya se creía inmejorable. ¡Qué buen arte se disfrutó anoche en el Gran Teatro!
No puede faltar la felicitación a los músicos, cuya ejecución fue perfecta durante todo el programa. Como tampoco se puede dejar de mencionar la inmensa satisfacción de ver que, a pesar de tantos artistas magníficos y público culto arrebatados por los éxodos, aún quedan en Cuba excelentes bailarines y un auditorio ‘balletómano’ con toda la competencia crítica para repartir vivas o mueras a cada obra que sube a las tablas del Gran Teatro.
Si alguna queja procede es la falta de diligencia y oficio –por parte de los técnicos implicados– para instalar la pantalla colocada en la calle San José, al costado del Gran Teatro, con el objetivo de transmitir la función a mucho público interesado que no logró adquirir entradas. Una vez cerrada la calle y acomodadas varias filas de sillas (ver foto) fue imposible conectar audio e imagen. Una hora después de haber comenzado la función, el público seguía esperando por la conexión. Algo sintomático en estos tiempos.
De cualquier modo, enhorabuena a Acosta Danza y Carlos Acosta por esta gran proeza. Por haber pasado casi todas las pruebas de fuego –aún falta el programa clásico– y haberse ganado el beneplácito del público cubano. Los mejores augurios para este joven proyecto… y que no se hagan esperar nuevos estrenos.