Miedos con pollo, receta cubana Los agobios pasan a un segundo plano mientras dure lo poco que ofrece el Estado
Libreta de racionamiento, para poder comprar alimentos.
Jorge Olivera Castillo | La Habana, Cuba | Cubanet Si bien la pérdida del miedo a expresarse contra las abusivas políticas gubernamentales denota un salto cuantitativo, aún falta para que tales actitudes alcancen un nivel lo suficientemente crítico.
La mayoría de la población de la Isla prefiere seguir los derroteros de la simulación y el estudio de las formas más efectivas de llegar a Estados Unidos sin visa y con el convencimiento de una existencia menos azarosa, lejos del socialismo, cuyos patrocinadores insisten en mantener a flote con remiendos y maquillajes.
Antes que la protesta pública a pagar con cárcel o macanazos se piensa en la travesía sobre una balsa por el Estrecho de la Florida o en el cruce de fronteras desde cualquier país latinoamericano.
Entre silencios, escapes reales e imaginarios y fugaces regocijos se establecen las pautas de una existencia al límite.
En el inventario de esas alegrías más perecederas que el humo, y que no obstante se disfrutan al máximo frente a los sobresaltos provocados por la miseria, anoto la reciente entrega de las 11 y 16 onzas de pollo per cápita en la carnicería del barrio. Dos envíos, según las disposiciones del Ministerio de Comercio Interior, que coincidieron para la satisfacción de los eternos residentes de las cuarterías y solares que caracterizan la arquitectura del municipio Habana Vieja.
El anuncio determina el alivio del descontento. La gente se concentra en la posibilidad que le ofrece el Estado de degustar el modestísimo pedazo de pollo a precios subsidiados. Los agobios pasan a un segundo plano.
Junto a esto, el temor zoológico a ponerle voz a las insatisfacciones y la convicción de la poca rentabilidad de un acto de esa naturaleza, consiguen la parálisis social que necesita el gobierno para mantenerse en el poder.
Es fácilmente comprobable que el pollo por pescado o de población, según la jerga al uso, se ha convertido en un arma disuasiva que los mandamases usan para lograr sus propósitos.
La reducida asignación cárnica tiene como trasfondo las sanciones económicas que impusieron las autoridades estadounidenses al gobierno cubano, desde 1961.
A pesar de lo fácil que resulta el desmontaje de la coartada, muchos todavía creen en el supuesto vínculo entre la escasez de decenas de productos básicos y el embargo, hace tiempo relegado a un evidente simbolismo.
Al final, nada que indique el fin del régimen dictatorial que estandarizó el racionamiento y la represión por todo el territorio nacional.
“¡Llegó el pollo!”, es más que un aliciente en medio de las penurias. El anuncio desata la euforia en las barriadas y mitiga el resentimiento contra los mentirosos profesionales que el partido único utiliza a sus antojos.
Después de engullir el muslo de pollo en miniatura, mis vecinos aguardan por el próximo envío, como siempre, poniéndole sordina a sus fastidios y a la espera de algún milagro redentor.
Jorge Olivera Castillo
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