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General: El conflicto árabe-israelí visto a través del amor gay en el cine
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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: cubanodelmundo  (Mensaje original) Enviado: 21/04/2016 16:33
Eytan Fox, el conflicto árabe-israelí visto a través del amor
 
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Yossi & Jagger. Imagen:Lama Films .
              Álvaro Corazón Rural - Jot Down
En Israel ser gay significaba ser débil. Y ser débil era algo que, tal y como nos habían educado después del Holocausto, no nos podíamos permitir.

El valor es una constante en el cine. El valor del guerrero, del soldado, del policía; el valor del ladrón, del revolucionario, del libertador; el valor de una abogada para enfrentarse a una multinacional corrupta, incluso el valor para amar al hombre equivocado de una damisela de buena familia y viceversa. Todo se presenta desde el valor o su carencia. Y con los años, conforme se han ido ensanchando los horizontes, un nuevo argumento se ha ido normalizando. El de gais, lesbianas o transgéneros, entre otros, que trataban de sobrevivir en una sociedad enferma. Podríamos llamarlo cine de temática gay y ha logrado, llegado el momento, que cualquier espectador que no tenga la mente castigada encuentre en él respuestas sea cual sea su condición. Ya es universal.

A esa conclusión llegó el director de cine israelí Eytan Fox (Nueva York, 1964) cuando proyectó en Tel Aviv su segundo largometraje Yossi & Jagger en 2002 en una sesión especial solo para militares. Un papelón. La película trata del romance entre dos soldados varones del ejército israelí en la ocupación del sur del Líbano. La unidad está en un puesto fronterizo de montaña y ahí, entre la nieve y largas horas sin hacer nada, transcurre la relación entre estos dos chicos, que llevan su idilio en secreto y disimulan como pueden cuando las mujeres soldados les tiran los tejos. Al acabar el film, un grupo de reclutas se acercó a Eytan Fox. Valor, de lo que hablábamos, es estar ahí delante mientras le pones tu película gay al ejército. Pero no hubo problemas. Los militares le dijeron al director que se habían emocionado con la historia. Hubo una frase en sus felicitaciones que se le quedó grabada al cineasta: «Hemos logrado olvidar que eran homosexuales».

Y eso no ocurrió porque Fox eludiese sutilmente la cuestión sexual en su película. Precisamente la historia se inicia con un polvazo en la nieve de los dos soldados protagonistas tras salir al bosque de la trinchera en «misión de vigilancia». Aparentemente da la impresión de que la película podría tratarse de un ejercicio de provocación envolviendo la causa gay en la bandera de Israel, pero no iban por ahí los tiros. Fox estaba hablando de lo que conocía. Él, como muchos jóvenes de su generación, también estuvo en la guerra del Líbano. Lo que llevó a la pantalla era un ejercicio de honestidad consigo mismo.

Un mes después de que Fox acabara el instituto en 1982, estalló el conflicto en el Líbano y fue llamado a filas, aunque tuvo mucha suerte. Al terminar la instrucción y ser enviado al frente ya se habían acabado los combates más duros. Se libró por pocos días de la primera fase de la guerra en la que se produjeron la mayoría de las víctimas, pero muchos de sus amigos murieron en esa guerra o volvieron heridos y con traumas mentales para el resto de su vida.
 
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Yossi & Jagger. Imagen:Lama Films
Fruto de esa mili atropellada que marcó al director, surgió su primer trabajo cinematográfico. Un mediometraje que ya anticipaba en cierto sentido la historia Yossi & Jagger. Se titulaba After, lo terminó en 1990 y en él contaba una experiencia biográfica. Nos ponemos en contacto con Eytan Fox para que lo explique con sus propias palabras: «Time Off, que así fue llamada After en el mercado internacional, está basada en una experiencia personal, aunque no fue tan extrema como la que mostré en la película. A mí en la instrucción un oficial me trató muy mal. Incluso yo diría que me torturó. Pero luego, en un Sabbath, un fin de semana, en Tel Aviv, salí a tomar algo con mis amigos y me lo encontré en un nightclub. No era un club gay, pero él estaba con otro hombre en una actitud, digamos, muy cercana y cariñosa, tocándose y tal». En la película, difícil de encontrar, un soldado es maltratado por un oficial durante la instrucción antes de ser enviado al Líbano a combatir. En un día en que todo el batallón está de permiso en Jerusalén, el soldado se encuentra al teniente haciendo cruising en un parque público.

El impacto de este primer trabajo le sirvió para poder rodar Shirat Ha´Sirena en 1994. En esta ocasión la acción se situaba en el contexto de la primera guerra del Golfo. Era el romance entre una yupi del mundo de la publicidad y un ingeniero alimentario poco sofisticado mientras Irak bombardeaba Israel con misiles Scud interrumpiendo la vida diaria. La película recaudó más que el resto de la cartelera junta.

Entonces por fin pudo llegar Yossi & Jagger en 2002. Filmada con un presupuesto escaso, la película se convirtió en un éxito instantáneamente. Nadie se lo esperaba y Fox tuvo que hacer rápidamente una copia en 35 mm para poder proyectarla en los cines porque fue incluida en el programa de la Berlinale y Tribeca, el festival fundado por Robert De Niro en Nueva York. Esta vez, al igual que After, la historia también estaba basada en hechos reales, explica el director: «Eran años en los que no podías decir la palabra gay en ninguna parte, especialmente en el ejército ¡el santuario de la masculinidad israelí! Aunque en el ejército, durante la guerra del Líbano, yo tuve un amigo que se lió con un francés, un voluntario de los llamados lone-soldier —voluntarios que no tenían familia en Israel—. Se enamoraron, pero en una batalla alcanzaron al francés y murió en brazos de mi amigo, de su novio. Cuando la familia francesa volvió a Israel a recoger su cuerpo, mi amigo solo le pudo decir a sus padres que su hijo fue un soldado maravilloso. Les pudo contar quién era realmente, porque sus padres no sabían nada de su orientación sexual, pero no pudo, no fue capaz de confesarles que en realidad estaban enamorados. Mi amigo nunca más volvió a levantar cabeza».

El argumento de la película era el de esta experiencia narrado con ligeras variaciones. Ohad Knoller, uno de los actores protagonistas, fue premiado como mejor actor en Tribeca. La cinta empezó a obtener relevancia internacional y en ese momento el Ejército israelí decidió tomar cartas en el asunto. Pero en lugar de quejarse o exigir que se censurase o boicotease una película con ese contenido, optaron por instrumentalizarla. Proyectársela a sus soldados, recuerda Eytan Fox: «Era muy difícil hacer una película sobre el ejército sin su apoyo. Al principio, como sabían que iba a ser considerado homofobia negarse a participar en Yossi & Jagger, pusieron como excusa que los dos protagonistas no eran del mismo rango. Pero como todos mis actores habían hecho la mili, o habían estado involucrados con el Ejército de una manera o de otra, trajeron de su casa los uniformes y al final conseguimos todo el equipo militar que necesitábamos. Como luego la película se hizo muy famosa, propusieron esa proyección para los soldados. La verdad es que muchos se quedaron fuera de la sala. No obstante, durante la sesión, los que estaban en el cine lloraron, pude oír cómo sollozaban y se daban apoyo unos a otros. Eran las fechas de la segunda intifada, un periodo terrible de atentados suicidas, y creo que de una forma un tanto extraña sirvió para que el público se lamentara por nuestras pérdidas».
 
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Yossi. Imagen: Lama Films.
Diez años después, en 2012, con una carrera cinematográfica asentada a raíz de este éxito, Fox rodó la segunda parte del díptico en Yossi. Ahora mostraba cómo se encontraba el protagonista de Yossi & Jagger una década después. Seguía, como el personaje real en quien se inspiraba la historia, hundido. Sin superar la pérdida. En este caso, Fox añadió ingredientes de su cosecha a la historia. Planteo que el personaje aún no había salido del armario en el hospital donde trabajaba. Una idea deliberada para apoyar la causa LGTB en su país: «Para mí, ser gay nunca fue una opción. Me llevó tiempo asumir mi verdadera identidad. Con Yossi quise proyectar esa inseguridad en el personaje, que por el trauma de la muerte de su amante aún seguía en el armario. Mi intención era presentarle esta situación al nuevo mundo, a los soldados jóvenes actuales. Ahora mismo, en nuestra sociedad, la cultura gay está normalizada y ser homosexual ya no tiene por qué ser duro para nadie nunca más. La sociedad israelí ha aceptado que aquí hay diferentes formas de ser un hombre y también de ser un soldado. En la reseña de Yossi que hizo el New York Times, el redactor decía que no creía que la situación de los soldados gais en el ejército israelí fuese tan buena como en nuestra película. De verdad, fui feliz, pero de corazón, al ser consciente de que solamente era cosa suya, de que estaba equivocado, de que no sabía la realidad».

Porque la salida del armario de Eytan Fox no fue un camino de rosas precisamente. Su padre era rabino. Cuando se lo confesó casi se lo carga del disgusto, tuvo que estar bajo tratamiento psicológico. Su padre no aceptaba su orientación sexual y Eytan, por su parte, también se rebelaba contra los estereotipos de lo que se supone que debería ser un homosexual, tanto en su vida personal como en su cine: «En Israel había un director,Amos Guttman, muy influenciado por Rainer Werner Fassbinder. Murió de sida a los treinta y ocho años, en 1993. Su película Nagua (Israel, 1982) fue una de las primeras que fui a ver al Paris Theater, un centro cultural del Tel Aviv muy famoso. Nagua hablaba de sexo en el parque, de cruising. Cuando la vi me sentí intimidado. La verdad es que estaba en lo más profundo del armario todavía, pero me quedé con una imagen de que el cruisingy el sexo de una noche en un aparcamiento era a lo que se reducía toda la cultura homosexual. Y entonces yo no quería serlo. Eso me marcó de tal manea que cuando empecé a hacer películas aún conservaba esa necesidad de mostrar que había otras formas de ser gay. En aquella época creía que era importante hacerlo. Time off se abre con una bandera israelí. Creo que lo que yo quería decir con eso era algo así como que yo también, gay, era parte de esa bandera y de esa cultura. Ahora ya hemos alcanzado tal punto de visibilidad que hay historias gais y personajes gais por todas partes, hay mucho espacio para representar nuestra condición. Mi padre, al final, sí logró aceptar mi sexualidad. Y tengo que subrayar que su vida cambió a mejor. Después de aceptarme, los últimos diez años que vivió, nuestra relación fue maravillosa. Vio todas mis películas, que en realidad no eran otra cosa que una especie de diálogos con él, y los usamos para profundizar en nuestra relación. Llegó a ser mejor padre para mí y para mis hermanos, mejor marido para su segunda mujer y hasta mejor jefe para sus empleados».

Demasiadas banderas de Israel. Llegados a este punto, la causa gay dejó de ser tan determinante para la crítica como la imagen parcial que proyectaban estas películas sobre el conflicto árabe-israelí. Por ejemplo, en el Festival Internacional de Cine Lésbico y Gay de San Francisco, un grupo de manifestantes irrumpió durante la proyección de Yossi & Jagger con pancartas que decían «17 000 civiles palestinos y libaneses murieron a manos de las fuerzas armadas israelíes en el Líbano». Protestaban porque la historia solo se presentaba desde el lado de un bando. Pero en ese momento Eytan Fox ya estaba inmerso en el rodaje de su siguiente y aún más polémica película, Caminar sobre las aguas. Una historia que abordaba los problemas de su país yendo directo al grano. Situaba en un mismo plano, a través de su protagonista, un agente del Mossad, a las atrocidades nazis y las cometidas en nombre de Israel: «Muchos israelíes piensan que comparar la experiencia de los judíos en el Holocausto y la situación de los palestinos en la actualidad es lo peor que puedes hacer. Pero yo creo que sí que es muy importante compararlo porque puede ayudarnos a aprender. Nos puede servir para prevenir tanto sufrimiento. Tenemos que darnos cuenta de las condiciones de vida tan terribles que infligimos a los palestinos y de que eso nos corrompe. Cualquier cosa que nos ayude a cambiar esta situación es importante. Cuando estrené Caminar sobre las aguas esta vez tuve una proyección especial en la Sorbona, en París, que siempre ha sido muy de izquierdas. Los estudiantes crearon una atmósfera muy tensa desde el principio. Lior Ashkenazi, el actor protagonista, se quería ir. La verdad es que nadie nos quería allí. Nos sentimos como que venían a pelear con nosotros, pero después de ver la película todo cambió. Tuvimos todos una charla muy agradable y al final un estudiante me dijo: ‘”Pensaba que en Israel erais todos malas personas, pero después de ver la película me doy cuenta de que las cosas son más complejas, allí también hay buena y mala gente, y personas que luchan por la justicia”».
 
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Caminar sobre las aguas. Imagen: Lama Films.
Caminar sobre las aguas contaba la historia de Eyal, un asesino profesional del Mossad. Vemos en los primeros planos cómo es capaz de matar con eficacia a un hombre delante de su hijo pequeño. Sus superiores lo celebran, le condecoran, pero al volver a casa encuentra que su mujer se ha suicidado. Este suceso y su nueva misión, camelarse a los nietos de un exoficial nazi para dar con su paradero, cambiarán su vida. El nieto con el que entabla más amistad es un homosexual pacifista y liberal, típico alemán de su tiempo, pero también sujeto a contradicciones, como el homófobo agente del Mossad.

En los créditos finales, el director dedica la película a su madre. Su familia antes de ir a Israel en 1968 vivía en Nueva York. Su madre, recuerda, era una mujer «tipo Mad Men». Nunca salía de casa sin estar bien maquillada y sin su bolso. Tanto, que el pequeño Eytan le pedía que fuese a recogerle al colegio un par de calles más lejos porque le daba vergüenza. Las madres de sus amigos, de su barrio, iban mucho más casual a por sus hijos. Sin embargo, en Israel, cuando decidieron trasladarse allí, encontraron un entorno mucho menos cosmopolita todavía. Les costó años encajar y adaptarse. En un principio, como suele ocurrir, su madre se convirtió en «la más israelí de las israelíes», confiesa. Luego entró a trabajar en el Ayuntamiento de Jerusalén, en la planificación urbana, y le asignaron los vecindarios palestinos. Aquello la cambió también a ella. Desde entonces, dedicó su vida a que judíos y musulmanes pudieran convivir. Murió mientras su hijo filmaba Caminar sobre las aguas en Alemania y Eytan quiso incluirla porque ella siempre creyó, explica, que una solución al conflicto árabe-israelí era posible.

Este trabajo volvió a ser muy bien recibido internacionalmente, esta vez sin escraches y boicots de la izquierda. Empezaron a llegar entonces ofertas de Hollywood y Eytan Fox dio un paso decisivo en su carrera al rechazarlas todas. Tomó la determinación de, en el resto de su carrera como cineasta, no perder sus raíces. Entendió, como se dice habitualmente, que para poder ser internacional antes hay que ser local: «No acepté porque me dio miedo perder mi identidad israelí. Suelo usar el ejemplo de Almodóvar para explicarlo. Él está muy circunscrito a España. Si hubiera trabajado en Estados Unidos habría perdido a sus mujeres españolas, su lenguaje, los colores de sus películas. A mí me asustaba perder los ingredientes específicos de mi alma si me iba a trabajar al extranjero. Los productores me contestaron que la comparación no era pertinente, que yo tenía un público muy pequeño de hebreohablantes y que Almodóvar tiene millones de hablantes de español en todo el mundo, pero creo que se puede tener éxito sin contar con Estados Unidos. Siempre he insistido en llevar nuestro pequeño mundo en Israel al resto del planeta desde Israel».
 
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La burbuja. Imagen: Metro Productions.

En 2006, por si al trazar analogías entre los nazis y las políticas contra los palestinos no hubiese metido suficiente el dedo en la yaga, presentó Hu-Buah (La burbuja aka Solos contra el mundo). El argumento planteaba el más difícil todavía en cuestión de tabús. Iba directo al grano: un soldado israelí se enamoraba de un terrorista palestino. El escenario era de los jóvenes urbanitas de Tel Aviv. Un entorno donde se intenta cerrar los ojos ante el conflicto y vivir el carpe diem. Gente que no comulga con los valores tradicionales de Israel, que es odiada por la extrema derecha israelí, pero también por los palestinos radicales. Víctimas por ambos lados, pero inmersos en el confort y el hedonismo.

Eyan Fox quería retratar a estas generaciones que no corresponden al arquetipo que termina generando el relato de los medios de comunicación cuando abordan el conflicto: «Por toda Israel muchos jóvenes escapan a Tel Aviv para huir de la tensión política. Pero de Tel Aviv mucha gente joven también está emigrando al extranjero por el mismo motivo, incluso huyen a Berlín. Con todo, una de las experiencias más importantes para mí cuando rodé Ha-Buah, sobre estas nuevas generaciones pacifistas, fue la reacción de una chica iraní que estudiaba en Inglaterra. Se tropezó con una proyección del film y me escribió por Facebook que durante toda su vida en Irán le habían enseñado que Israel era Satán, pero que después de ver esta historia se dio cuenta de que su educación no podía ser correcta. Había visto que mucha gente como nosotros estaba luchando, moviéndose para acabar con el conflicto y que, evidentemente, nada era o blanco o negro. Fue la reacción más importante a una película mía en toda mi vida. Me pude reafirmar en la idea de que el cine puede cambiar cómo la gente ve el mundo».

Sin embargo, no han faltado críticas a todos los productos culturales LGTB salidos de Israel, subvencionados por el Gobierno, al considerarlos un arma de guerra. Audaz propaganda. Una forma de marcar la frontera entre los valores occidentales, liberales, y la sociedad islámica, homófoba. Eytan reconoce que el fenómeno existe pero confiesa que está fuera de su alcance: «Por supuesto que conozco el término pink washing (lavado rosa). Puede que mi Gobierno esté usando mis películas para cubrir los aspectos negativos de sus políticas, como diciendo “mira qué liberales somos con los gais, qué progresistas, ¿cómo se os ocurre criticarnos?”, pero yo no puedo controlarlo. Como sabes, he mostrado en mi obra las dos caras de nuestra problemática existencia. Pero los fondos del Gobierno para el cine respaldan mis películas tanto como otras que son abiertamente antibélicas y antiocupación. A directores muy críticos con Israel. De modo que tampoco es tan sencillo. Yo jamás he intentado denunciar la homofobia de los países islámicos. Aunque pienso que debe combatirse allá donde exista, me da más miedo colaborar con la islamofobia, un odio que me asusta tanto como la homofobia. No me gusta nada, por ejemplo, lo que pasó hace dos años en Gaza. Es terrible, terrible. Creo que llevará años superar tantas pérdidas humanas. Matar solo lleva a matar más y más. Nuestro Gobierno, especialmente Benjamín Netanyahu, piensa que el conflicto se puede resolver con la guerra y la muerte y creo que está muy equivocado. Nunca en toda la historia ha funcionado. Esos niños cuyas casas han sido destruidas y sus familias asesinadas serán fanáticos asesinos el día de mañana, querrán venganza».
 
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Florentine. Imagen: T. H. Productions.
Amante del cine de Robert Altman, Pedro Almodóvar, los hermanos Dardenne, Gianni Amelio, Stanley Donen, el primer Bertolucci y Billy Wilder, entre muchos otros, el cine de Eytan Fox es de tramas intrincadas, barrocas, y metrajes largos, pero tiene la capacidad de llegar a cualquier tipo de público. Los desenlaces de sus historias, a veces rozando lo inverosímil, los firmaría muy a gusto nuestro Almodóvar. Su trabajo más sobrio y el más destacado sigue siendo el díptico de Yossi & Jagger (2002) y Yossi (2012), que pese a las limitaciones técnicas de la primera parte es una obra esencial del cine mal llamado «del mundo» en este nuevo siglo. Ya saben, películas de los ciento noventa y tres países de este mundo que no son Estados Unidos.

El último trabajo de Eytan Fox ha sido una serie para la televisión pública. El primer beso gay en la pequeña pantalla israelí fue cosa suya cuando codirigía la serie Florentine. Una escena recordada como un acontecimiento histórico de la cultura popular de los noventa en Israel. Y una película, Cupcackes, una comedia sobre un grupo de vecinos que forma un grupo con la intención de ir a Eurovisión. También, el año pasado, en Francia editaron sus primeros cortometrajes en DVD. Sin ninguna duda, su próximo largometraje sobre la situación de su región tendrá rango de ley: «No me gusta alardear de mis logros, pero siento que mis películas han desempeñado un papel muy importante en el cambio de de percepción de la homosexualidad en Israel. Nuestra sociedad ha pasado de ser homófoba a gay friendly. Me siento afortunado de formar parte de una nueva ola de directores israelíes, del grupo formado por mis compañeros de clase de la Tel Aviv University Film School. Ari Folman (Vals con Bahir, Israel 2008) o Hagai Levi (Be´Tipul, Serie de TV de 2005, precursora de In Treatment de HBO). Además de Eran Kolirin (The Band´s visit, Israel 2007) o Shlomi Elkabetz (Shiva, Israel 2008). Nuestras películas son muy diferentes, pero todos andamos en la misma línea y estamos consiguiendo llegar al mundo enviando un mensaje».
            Vía Jot Down
 
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