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General: CUBA, MODO EN ESPERA
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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: cubanodelmundo  (Mensaje original) Enviado: 05/05/2016 20:25
De repente los habitantes de la isla
se encontraron con el Papa, Obama y los Rolling Stones.
 Un aperturismo que observan con una mezcla de ensoñación y escepticismo.
 
habanatristede_noche.jpg (1500×1500)
Cuba, modo en espera
                  POR ANTONI DAIMIEL | EL MUNDO
El look avejentado y la estética de lo detenido representan a Cuba desde hace más de tres décadas. Es el modo ahorro de energía, el piloto rojo constante, lo que Obama, Jagger y los mandos a distancia llamarían stand by. Los críticos más o menos categóricos de la Revolución han manejado durante años el concepto de la espera como espejo de fundamento a sus denuncias, hacia dentro y hacia fuera.

Hay infinidad de ejemplos, como La Habana para un infante difunto de Cabrera Infante, en Alejo Carpentier y su Viaje a la semilla, Rafael Rojas con El arte de la espera o el tema musical El niño, los sueños y el reloj de arena de Carlos Varela. La primera obra literaria cubana de la que se tienen referencias (1608) se titulaba, precisamente, Espejo de paciencia. Y Silvio Rodríguez, actualmente en una larga gira de conciertos por España, escribió a finales de los años 60 uno de sus mejores temas, titulado Ya no te espero, un bello canto a la desilusión, triste y a la vez retador. Silvio saldó variadas interpretaciones sobre a quién iba dirigido el verso con la siguiente explicación: «La escribí en una situación en la que ya no esperaba más».

La espera es una condición genéticamente unida a la insularidad. Un isleño puede esperar lo indecible para marcharse, para justificar su partida o para despenalizar o normalizar su regreso. La acción de quedarse para siempre en cualquier lugar deriva a intolerable, por esa tendencia a naufragar hasta ese anillo de la casualidad, ése que hace tan insoportable la existencia por leve, al más puro estilo Kundera. Lo que queda en la memoria es lo cotidiano, lo que no dice nada, lo repetido, y el cubano es un impenitente y constante buscador de experiencias únicas, precisamente ésas que, para su frustración, suelen acabar almacenadas en el subconsciente o en el olvido.

La vida se lo ha puesto difícil al cubano en esa misión. No obstante su carácter la subyuga y, desde el Cabo San Antonio hasta Punta de Maisí, perviven el desenfado, la ingravidez y el derroche espiritual. Lo del cubano actual es vivir haciendo media, expresión con la que definen la doble acción de esperar y acompañar. Incluso hay veces que a la pregunta de cómo estás, hay cubanos que responden: «Mirando y dejando».

La búsqueda incansable de lo diferente o lo extraordinario lo desliza por el perenne retorno nietzscheano: se repite constantemente lo vivido, pero lo que vuelve, por repetición, se vuelve diferente, ya no tan fugaz. Sólo desde este prisma, el de las oportunidades de nuevos negocios y el heredado genéticamente síndrome del gorrión (como en Cuba denominan la morriña) se puede explicar el fenómeno tan reciente de la repatriación cubana.

La mayor de las Antillas nunca se desprendió durante este proceso de tópicos como el del tabaco, el ron, el baile o la seducción, pero la segunda fase del catálogo estético dio a luz a una vedette habanera de los años 50, maquillada con líneas irregulares y colores vivos sobre arrugas ingobernables.

Cuba se convirtió en especialista haciendo virtud de las necesidades pasadas y presentes y la era pasó de parir un corazón a alumbrar conceptos como la espera, la contemplación, la ensoñación y el escepticismo. A veces dentro de Cuba no se espera tanto como se refleja o se sugiere desde fuera. Porque es afuera donde siempre le han acelerado los plazos a Cuba, y el que ha acudido con prisa a alguno de sus restaurantes sabe lo inútil que resulta urgir a un cubano...

Que se lo pregunten al Pulitzer argentino Andrés Oppenheimer, que obtuvo el premio Ortega y Gasset del periodismo por su obra de 1992 titulada La hora final de Castro: La historia secreta detrás de la inminente caída del comunismo en Cuba. Algunos revolucionarios practican la suerte tan cubana del choteo para reprocharle a Oppenheimer que aún no haya devuelto el premio. En aquel tiempo ya se hablaba en Cuba de Periodo Especial para definir la crisis resultante de la caída del bloque soviético y su asistencia. Y en las calles cubanas ese mismo choteo criollo bailaba el juego fonético que convertía la palabra perestroika en «espera estoica».

Es cierto que el cubano espera, contempla, se aburre y desespera hasta que se lo resaltas. Entonces, para huir de la etiqueta, se desata, se apresura, se ataca, hace colas, discute, vocea, gesticula y es capaz de obstinarse, celebrar o empingarse (enfadarse) con una coreografía sin parangón. Y por ahí el cubano también se erige en especialista en disfrazar la memoria y en burlarse del olvido. Porque el cubano todo los días se recuesta, se mece, busca la sombra, se asea, se enternece, se apresta y se dispone para la búsqueda de su principal interés, el de una vida mejor. Posa y se estira, se gira, se cuadra y aguarda, aguanta y se queda, baja los párpados y respira hondo y alerta a los nuevos tiempos, a que mejore la economía familiar. Ése es el plato fuerte y lo demás son viandas.

Ricos y pobres. En estos tiempos en los que la caída de los precios del petróleo y el desverdecimiento chavista han debilitado a Venezuela, en días en los que el presidente estadounidense Barack Obama solicita fotografiarse con la imagen del Che Guevara de fondo y se atreve a vocear públicamente el fracaso del embargo, Cuba irrumpe en un espacio nuevo donde escasean los amigos incondicionales y se derrumban los enemigos.

La realidad es que, como casi todo cuando se trata de Cuba, los factores tuvieron que alterarse y desordenarse para estructurar los resultados. La tensión rebajada con EEUU tras la reanudación de relaciones diplomáticas abrió la barrera de hormigón para que también a Europa le cambie la mirada de condena a ternura, y para el planteamiento de una serie de acuerdos económicos y comerciales futuros con socios de cualquier latitud.

«Hace falta, lo primero, que se acabe el bloqueo y que se establezca una relación económica y comercial bajo el respeto mutuo», señala el récordman mundial de salto de altura, Javier Sotomayor. «Parece un proceso irreversible. Ha habido otros países que han cambiado y el proceso no ha sido beneficioso para la población en general; esperemos que aquí no suceda eso. Nuestros logros se tienen que mantener y hay que alcanzar los que nos faltan», señala.

Un funcionario estatal de telecomunicaciones, miembro del Partido Comunista, destaca que «no se puede ocultar que tenemos desde ricos o equivalentes hasta personas casi en pobreza económica extrema» y que «la magnitud de cuántos, cómo y quiénes podamos quedar descolgados de una supuesta reactivación económica estará en dependencia de la actitud de las clases poderosas». «El filósofo alemán Herbert Spencer lo resalta en La futura esclavitud: las tendencias negativas serán el incremento de hechos y comportamientos delictivos de todo tipo; y yo pienso que todo esto no le conviene a nadie, ni a los ricos ni a los pobres», remata el funcionario.

El proceso que ahora diseñan las nuevas relaciones con EEUU es en realidad posterior a un quinquenio donde se asumieron decisiones relevantes en términos de cambio. En 2007 Raúl Castro anunció «reformas estructurales» y en los tres años siguientes se resolvieron decisiones como la entrega de tierras estatales a particulares en usufructo o la eliminación de más de medio millón de empleos en el sector público.

En 2011 se formalizaron más de 300 actividades laborales particulares, sembrando un nuevo espacio de trabajadores por cuenta propia (autónomos). Se abrieron opciones al cooperativismo en casi 50 profesiones, al arrendamiento de viviendas y locales entre cubanos y, ya al comienzo de 2013, se eliminó el permiso de salida del país, liberalizando así las salidas transfronterizas y facilitando aún más la asunción de emigrados y repatriados.

Durante todo este tiempo se extendió la utilización del teléfono móvil, se liberó la venta de ordenadores y electrodomésticos y cuando finalice 2016 debieran estar operando ya 150 zonas wifi públicas por todo el país.

Barack Obama, con su visita del mes pasado, ha cerrado el círculo en su intención de trastocar la percepción global entre snobs, modernos y millenials, dados desde hace años al desdén sobre el carácter viejuno y tropical de Cuba, como si el líder nacido en Honolulu buscara algo más que un Me gusta de los nuevos internautas cubanos. Con años de antelación su administración lanzó a publicaciones cercanas como The Washington Post y The New York Times a la misión de suavizar percepciones sobre el enemigo (hasta hace unos meses Cuba integraba la lista estadounidense de países patrocinadores del terrorismo).

De esta manera se propició la moda de visitar Cuba con el viaje de referentes cercanos a la influencia del presidente, como Jay Z y Beyoncé, o de vips como Rihanna, Katy Perry, Usher o Mick Jagger, en un proceso que se intensificó con el sonado concierto de los Rolling Stones. Hay una lista de próximos espectáculos para los que ya se han iniciado conversaciones, caso de referentes musicales como Bon Jovi, Metallica, Guns N' Roses, Sting y Bruce Springsteen. Stevie Wonder, incluso, no ha esperado a que se lo pudieran proponer y ha presentado solicitud para un recital en La Habana. Realidad opuesta a Maroon 5 que, desde el otro lado de la barrera generacional, se descolgaron pidiendo dos millones de dólares por tocar en Cuba.

Impresionante hasta lo kitsch será el desfile de moda de Chanel el día 3 de mayo, por el Paseo del Prado habanero. En lo que puede significar un contraste pictórico extremo con el entorno, el montaje de Lagerfeld podría presentar, apareciendo en Chevrolets o Buicks descapotables (almendrones) por la arteria que separa Centro Habana y La Habana Vieja, a sus más famosas modelos enfundadas en diseños valorados en más de 8.000 euros.

No hay duda de que subyace el riesgo de que la promoción y la búsqueda de nuevas vías de financiación salpiquen Cuba de mares de parafernalia y espectáculo, de buche y pluma nada más, en amenaza hacia un arrinconamiento de la política y las inquietudes de la gente normal. Todo un país paradoja que permite que el rodaje habanero de la octava entrega de Fast and Furious resulte más efectivo, por calles y escenarios urbanos reparados, que la visita del Papa Francisco o del presidente de EEUU. Y que jubilados que trabajaron hace 50 años en la poderosa industria automovilística de Detroit paseen ahora por las calles cubanas viendo cómo aún resplandecen los vehículos a los que ellos pusieron piezas hace medio siglo en una ciudad que hoy luce mucho peor que La Habana.

El trovador bohemio Ray Fernández llena desde hace años sus matinés de los jueves en La Habana con un público mayoritariamente universitario. Cada semana ofrece una dedicatoria a los físicos nucleares y entona a coro las estrofas de su ya clásico tema Bucanero: La mitad de los cañones / son víctimas del orín / ya no hay ron en los toneles / ni azufre en el polvorín. Ese mal viento del norte / le puso al pomo la tapa / y olvídense del tesoro / porque perdimos el mapa. Bucanero, no te marees con este oleaje / al abordaje como el primero. Y rema, rema, suelta el lastre... Sigue remando, grumete / y evita un lío más gordo / que el barco vaya al garete / o venga un motín a bordo...

Frontera difuminada. El 18 de marzo, en la inauguración de la exposición En el espacio, de la artista Rachel Valdés, en el Centro de Desarrollo de las Artes Visuales sito en Plaza Vieja, se escuchó una aclaración supuestamente pictórica apuntada por uno de los organizadores: «El negro no existe». Pero sí, Obama podría haber conseguido el Vantablack (la sustancia más oscura que existe) de las aspiraciones a eliminar colores rivales. Aún impedido por leyes estadounidenses el viaje regular de turismo a Cuba, el gobierno de Obama ha aumentado las excepciones y el turismo desde el vecino del norte se estima que superará los 350.000 visitantes en 2016 para un total de seis millones de turistas a Cuba. Un aumento del 140% en cinco años.

El turista llega al Aeropuerto Internacional José Martí como el que entra en un parque de atracciones de la autenticidad y la desconexión: buscando huellas pasadas en un oasis de coches antiguos, columnas rotas y ausencia de anuncios estadounidenses o chinos. Un país al que el eufemismo define como comercialmente prudente, donde la diferencia y el considerado diablo vestido de Adidas y no de Prada seduce desaforadamente al estadounidense o al europeo de nueva generación.

Los turistas que han hecho de Cuba un destino habitual destacan como aliciente las incomodidades imprevistas, en un país que tiene el récord mundial de situaciones rocambolescas en tiempo presente, de ésas que acaban en lo más alto del feliz anecdotario futuro. Hasta con un estadista como José Luis Rodríguez Zapatero se da la paradoja de que nunca acudió en visita oficial a Cuba en sus ocho años como presidente del Gobierno de España (se lo desaconsejaban sus asesores aunque sí lo hubieran hecho antes Suárez, González y Aznar) y en los cuatro años y medio posteriores ya ha pisado Cuba en dos ocasiones.

Mientras ofrecían en directo en la televisión cubana el paseo bajo la lluvia del presidente de Estados Unidos por La Habana Vieja, un vecino ante el televisor especulaba con que hubiera sido una lluvia provocada por cuatro avionetas, «como los chinos contra la sequía y la contaminación», para disuadir el jaleo callejero en el casco histórico. Otros le restaron atención a las imágenes para discutir sobre la contratación en los restaurantes particulares:
-Solo contratan blancos y blancas. Qué digo blancas... ¡rubias! Es que ni mulatos contratan.
¿Tú has visto algún prieto sirviendo en una paladar?-

¿No queremos ser como los americanos? Por algo hay que empezar.-Es lo que trae el cuentapropismo, asere.
                Vía  EL MUNDO


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