La imagen del primer crucero turístico estadounidense
llegando a Cuba podría ser un símbolo del fracaso de la revolución cubana
Durante décadas, Castro había señalado a los cruceros y los casinos como símbolos de la decadencia prerrevolucionaria
Bahía de La Habana el 3 de mayo.
Tiempo de Carnaval en Cuba
Andrés Oppenheimer - El Nuevo HeraldLa imagen del arribo del crucero turístico de la empresa Carnival a Cuba esta semana –la primera llegada de un crucero de Estados Unidos a la isla en más de 50 años– probablemente pasará a la historia como un símbolo del fracaso de la revolución cubana de 1959.
Puede que muchos jóvenes no lo sepan, pero Fidel Castro y sus compañeros guerrilleros se levantaron en armas contra la dictadura de Fulgencio Batista a fines de la década de 1950 entre otras cosas para erradicar los cruceros de turistas estadounidenses, y los casinos y clubes nocturnos frecuentados por los visitantes. Los revolucionarios cubanos veían todo eso como parte de la enorme corrupción del gobierno de Batista.
Durante décadas, la prensa gubernamental cubana –la única permitida en la isla– había descrito a los cruceros turísticos estadounidenses y los casinos como símbolos de la decadencia de la Cuba prerrevolucionaria. De hecho, los capos de la mafia estadounidense habían desembarcado en La Habana desde los años 1920, cuando la prohibición del alcohol en Estados Unidos los llevó a convertir a Cuba en uno de los centros nocturnos favoritos de los estadounidenses.
“Vienen hoteles flotantes, restaurantes flotantes, teatros flotantes, diversión flotante, visitan los países para dejarles la basura, las latas vacías y los papeles por unos cuantos miserables centavos”, había dicho Fidel Castro todavía en 2005, en una de sus tantas diatribas contra los cruceros.
Ahora, Cuba ha regresado al punto de partida. La isla está en ruinas, con uno de los niveles de vida más bajos de América Latina (luego volveremos a este tema) y, por primera vez en décadas, sin un benefactor extranjero como la ex Unión Soviética o, más recientemente, Venezuela, que la mantuviera.
Cuando vi en la portada del Miami Herald la foto del majestuoso crucero Fathom Adonia de Carnival Corp. haciendo su entrada triunfal el 2 de mayo en una Habana que parece congelada en el tiempo, no pude sino pensar en la ironía de la situación.
Casi seis décadas después de que Castro prohibiera los casinos y proclamara el triunfo “inexorable” de la revolución socialista de Cuba y su “hombre nuevo”, la isla –quebrada económicamente– quiere volver a ser la meca turística estadounidense que era antes.
Cuba se ha caído en picada social y económicamente desde que la antigua Unión Soviética dejó de mantenerla. El sueldo promedio en la isla es $21 al mes, uno de los más bajos de Latinoamérica. La emigración y la baja tasa de natalidad está reduciendo la población de la isla, la cual se proyecta que seguirá disminuyendo de los 11 millones actuales a unos 10 millones para el 2025.
Y aunque algunos siguen creyendo que Cuba ha hecho grandes progresos en la salud y la educación, eso parece ser cosa del pasado. En la era soviética, poco después de la revolución, Cuba logró avances en llevar la educación a los más indigentes, pero el sistema educativo de Cuba se ha deteriorado significativamente en las últimas décadas (lo que podría explicar por qué Cuba no participa en los exámenes estudiantiles internacionales PISA, los más importantes de su género).
Además, Cuba ya era un país bastante avanzado antes de la revolución. La Cuba prerrevolucionaria estaba en el cuarto lugar en América Latina en alfabetización, solo debajo de Argentina, Chile y Costa Rica, según el Anuario Estadístico de la ONU de 1957. Cuba tuvo asimismo ese año un índice de mortalidad infantil de 32 por cada 1,000, el más bajo de Latinoamérica, según ese informe de la ONU.
Y, casi seis décadas después, Cuba sigue siendo una dictadura familiar que no permite elecciones libres, partidos políticos ni periódicos independientes. De acuerdo con Cuba Archive, hay por lo menos 3,117 casos de ejecuciones documentadas, y 1,162 ejecuciones extrajudiciales hechas por el régimen de Castro desde 1959. Muchos países latinoamericanos han aumentado sus índices de alfabetización y mejorado las condiciones de salud en libertad, y sin semejante derramamiento de sangre.
Mi conclusión: ahora que los majestuosos barcos cruceros de Estados Unidos han regresado a una Cuba agobiada por la pobreza, es hora de recordar a las miles de personas que murieron luchando a favor y en contra del proyecto totalitario de Castro, y de preguntar a los pocos que todavía creen en esa revolución si valió la pena. Es carnaval en Cuba, igual que en 1959, pero con un país mucho más pobre.
ACERCA EL AUTOR:
Andrés Oppenheimer es columnista del Miami Herald/el Nuevo Herald. Fue miembro del equipo ganador del Premio Pulitzer, y ha recibido el Premio Ortega y Gasset, Premio Rey de España y el Emmy.