Lo que Mariela Castro quiere ocultar
La represión por orientación sexual fue política de Estado
Camilo Ernesto Olivera Peidro | La Habana | Cubanet
En 1960, el antiguo Consejo de Defensa Social fue incorporado al Ministerio del Interior y así pasaron al control del régimen las prisiones y los reformatorios para menores. En ese entorno, fueron llevados a cabo estudios sobre la incidencia de la homosexualidad en la población penal.
El 11 de octubre de 1961 tuvo lugar una redada policial de grandes dimensiones: la tristemente célebre “noche de las tres p” (pederastas, proxenetas y prostitutas), probablemente el primer paso en firme de la dictadura para la imposición de la “nueva moral revolucionaria” mediante la represión. Dentro de esta dinámica, el ataque a la homosexualidad como “peligrosidad social” tomó estatus de política de Estado y metodología definida.
En 1962, el entonces director de la Revista del Hospital Psiquiátrico y destacado promotor de la reflexología soviética, Eduardo Gutiérrez Agramonte, publicó un ensayo titulado “Una nueva modalidad del tratamiento de la homosexualidad”. Se trataba de una técnica, desarrollada por el investigador checo Kurt Freund (1914-1996), pero adaptada por el médico cubano.
Freund empleaba, como estímulo inhibidor, un vomitivo y dosis subcutáneas de testosterona, tras la observación por el sujeto de láminas de desnudos masculinos. Gutiérrez Agramonte aplicaba un choque de corriente eléctrica en lugar del vomitivo, suprimía la hormona y dejaba al paciente “elegir la imagen”. La terapia era calificada como un “prometedor aporte cubano a la reflexología”. Numerosos homosexuales en Cuba fueron sometidos a este tratamiento, en los campos de internamiento conocidos por las siglas UMAP (Unidades Militares de Ayuda a la Producción).
Después de las UMAP
Las UMAP fueron cerradas en 1968. El 25 de septiembre de ese mismo año, una redada de grandes proporciones arrasó con la zona del Vedado. Es recordada como la “recogida del Coppelia”, pero abarcó varias manzanas de esa zona.
Los detenidos eran clasificados en tres formas: homosexuales, hippies y “conducta impropia”.
En abril de 1970, El psicólogo Jesús Dueñas Becerra publicó un texto titulado “El homosexualismo y sus implicaciones científicas y sociales”. Allí caracterizó esta orientación sexual como “aberración”, “debilidad caracterológica”, “lacra” y “degeneración sexual”.
También, en febrero de 1971, un mes antes de celebrarse el Congreso Nacional de Educación y Cultura, tuvo lugar una Mesa Redonda sobre este tema. Allí se formularon estas observaciones: “La homosexualidad constituye una patología que trasciende los límites de la individualidad y pasa a constituir una patología social por el carácter antisocial que esta actividad conlleva en la mayoría de los casos”.
“La homosexualidad es una enfermedad compleja con graves repercusiones sociales”.
“El pueblo siempre rechazó al homosexual. Era el régimen capitalista el que propiciaba la corrupción donde el homosexual se desarrollaba. Hoy día, por nuestra conformación, por una concepción diferente de los valores morales, el repudio es mayor, y a todos los niveles de nuestra sociedad: dirigencia y masas”.
Parametrización
En abril de 1971, se celebró el I Congreso Nacional de Educación y Cultura. Quedó evidenciada, como política de Estado, la represión en contra de cualquier manifestación considerada “divisionismo ideológico” o “contraria a la moral revolucionaria”.
Para el área de la cultura fue definido lo siguiente: “En el tratamiento del aspecto del homosexualismo la comisión llegó a la conclusión de que no es permisible que por medio de la ‘calidad artística’ reconocidos homosexuales ganen influencia que incida en la formación de nuestra juventud”.
“Que como consecuencia de lo anterior se precise un análisis para determinar cómo debe abordarse la presencia de homosexuales en distintos organismos del frente cultural”.
Las derivaciones de este evento son bien conocidas. Artistas e intelectuales de diversas áreas de la creación fueron despedidos de sus trabajos. Eran obligados a laborar fuera del espacio artístico y condenados al ostracismo.
La censura de Vilma Espín
La sexóloga alemana Mónica Krause fue la primera directora del Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX) en Cuba. En una entrevista concedida hace unos años a los investigadores Manuel Zayas e Iliana Medina narró esta anécdota: “Cuando estábamos preparando la publicación de ‘El hombre y la mujer en la intimidad’, de Siegfried Schnabl, el capítulo décimo (La homosexualidad en el hombre y en la mujer) causó un impacto enorme”.
“Por órdenes superiores —a la cabeza estaba Vilma Espín—, el capítulo fue reescrito, se le cambió gran parte, al final quedaba poco de lo escrito por Schnabl. Este tipo de ‘violaciones’ de obras con contenidos inaceptables para ‘la cúspide’ las he conocido una y otra vez en el decursar del período de preparación de literatura científica y científica-popular a mi cargo”.
“El libro ‘¿Piensas ya en el amor?’, de H. Brückner, fue igualmente ‘violado’. Sobre todo, el capítulo referente a la homosexualidad fue modificado tanto que apenas quedaba algo del autor”.
Ambos textos fueron, durante años, los únicos publicados en la isla sobre la sexualidad humana.
Coda y Conga…de la ignorancia
“Borrón y cuenta nueva, vamos a bailar la conga de la diversidad”, parece decirnos Mariela Castro Espín. Mientras tanto, intenta echar tierra sobre la responsabilidad de sus más cercanos y poderosos familiares en la represión contra esa misma diversidad.
Las dinámicas LGBTI se ven convertidas en otro negocio del sistema. Todo con la anuencia de quienes lo ignoran o la olvidaron en un cínico resquicio del camino.