Turistas del crucero Adonia posan junto a bailarinas que participaron en un recibimiento en La Habana.
El tercer arribo del buque Adonia, de la compañía Carnival, a puerto habanero, evidenció el esfuerzo del Gobierno por limitar el contacto de los turistas que viajan en él con la población y los negocios privados locales.
Un cordón policial, desplegado en la terminal Sierra Maestra, fue la bienvenida para los pasajeros. El recorrido por La Habana, limitado y siempre en compañía de guías, incluyó las plazas principales del casco histórico, almuerzo dirigido en el bar-restaurante Floridita y visita al museo Ernest Hemingway, en Finca Vigía.
"Estamos viendo cómo se evapora la construcción de esos 'puentes' entre nuestros pueblos para generar más ingresos a los pequeños negocios cubanos, como dijo Obama en su discurso", afirmó Saúl Matos, conductor de un coco-taxi.
"La competencia es desigual porque las agencias de turismo son controladas por el Gobierno. La Policía nos prohíbe estacionarnos en los alrededores, a pesar de existir allí una zona de piquera que nos corresponde", añadió.
Maikel Pozo, barman del restaurante Don Lorenzo, relató que a finales de abril el gerente reunió a todos los trabajadores para avisarles "de que todo servicio tenía que ser impecable, incluyendo llevar los uniformes 'impolutos'". El motivo era la llegada del crucero Adonia en su primer viaje a la Isla, el 3 de mayo.
"Nos quedamos como la novia de Pacheco, vestida y sin ir al baile. Ni un solo americano se asomó por aquí, porque el recorrido ya estaba 'arreglado'", señaló Pozo.
"Cuando anunciaron que el Adonia entraría a puerto cada 15 días, lleno de americanos, creímos que los negocios iban a tener un despegue. El turismo americano es el más codiciado, y todos los negocios de esta zona estaban alistados para ofertar lo mejor. La realidad fue otra: ya todo estaba 'amarrado'", se quejó Cedeño, dueño de un Chevrolet descapotable que opera en el sector privado.
'Las relaciones correctas'
Uno de los pocos locales que ha podido beneficiarse de la llegada de los turistas del crucero es el restaurante Leyenda Habana, del Cerro, gracias a lo que su barman, Pedro Gordillo, llama "las relaciones correctas".
"En este giro hay que estar a la viva", dijo Gordillo. "Tenemos conectados a varios guías turísticos que cobran comisión por cada extranjero que nos traen. Cuando se anunciaron los viajes del Adonia a Cuba activamos a nuestros contactos. Nos traen entre seis y diez americanos, no son muchos, pero la cuenta da porque son generosos en la propina", explicó.
"Lo mismo hace mi primo en Dulce Habana (en el Vedado). Hasta donde sabemos, esto no representa ninguna ilegalidad sino que es parte de la competencia", concluyó.
Pero la suerte de estos locales dependería de viajeros que rechazan seguir el itinerario "dirigido" que les ofrecen los guías del MINTUR.
Trabajadores del bar-restaurante Patchanka, en La Habana Vieja, dijeron no obstante que el "'gardeo' es exclusivo con los turistas americanos que llegan en el crucero".
"Todos van identificados con un solapín. Son muy pocos los que 'burlan el cerco' de los guías para curiosear por las entrecalles. Es verdad que el crucero está un día en La Habana, pero deberían dejar que los 'yumas' elijan su propio recorrido, para darle aire a los negocios más pequeños", se quejó un empleado
Fuentes consultadas del sector turístico a cargo del programa, y que pidieron el anonimato, dijeron que el recorrido en este último arribo del Adonia "no ha sufrido variaciones" respecto a los dos viajes anterior. Al ser preguntados sobre si los negocios del sector privado regentados por exmilitares o familiares de miembros del Gobierno son "incluidos y promocionados" en el itinerario que incluye La Habana, Cienfuegos y Santiago de Cuba, rechazaron contestar.
Leo Conesa, director del proyecto de artes visuales La Marca, en La Habana Vieja, opinó que el criterio de que el turismo norteamericano genera más ganancias "es más un mito que una realidad".
"Aquí hemos sobrevivido, desde siempre, con el turismo de otras nacionalidades. No quiero hacer comparaciones, pero La Marca no depende de este turismo (estadounidense), y no creo que ninguno de estos negocios, restaurantes, artesanos, cocheros, anticuarios, vaya a quebrar porque no reciba turismo americano. De hecho, la mayor parte de nuestra clientela es local", afirmó.
En los Almacenes San José, Leonor Pereda, vendedora de bisutería y souvenirs, aseguró que los estadounidenses del crucero que han llegado hasta su local "son poquísimos, nunca más de diez".
"Apenas están 20 minutos, siempre acompañados y apurados por guías que más bien parecen guardaespaldas, asesorando al 'yuma' sobre qué es lo barato o lo caro", criticó Pereda.
"Eso no está bien. Lo hacen porque aquí no le damos comisión ninguna por cada venta. En lo que a mí respecta, los cruceros de americanos no mejoraron en nada el panorama como muchos creímos. Pasó lo de siempre: el pez grande se come al chiquito".