Joven relató el drama de
cómo se vive el servicio militar siendo gay
Luis Carlos Fontalvo prestó su servicio militar en el Batallón de Policía Militar No 2 del barrio Paraíso.
Denuncia "matoneo sistemático" de sus superiores. “El estar declarado en el Ejército es convertirse en la ‘mujer’ de cuanto oficial o suboficial quiera”, confiesa.
Ser gay en Colombia aún sigue siendo pecado, algo de lo que para unos es imposible hablar. Es cierto que los tiempos han cambiado favorablemente, pero los señalamientos y la discriminación aún están latentes. Se ve en las mejores familias y hasta en entidades gubernamentales como las Fuerzas Militares, en donde ser un recluta homosexual puede convertirse en un problema mayúsculo que algunos con suerte pueden sacar adelante, como le sucedió a Luis Carlos Fontalvo.
Este barranquillero de 20 años, miembro de la comunidad Lgbti, hizo parte del décimo contingente de 2013. Prestó su servicio militar en el Batallón de Policía Militar No. 2, ubicado en el barrio Paraíso, en Barranquilla.
Se presentó voluntariamente a prestar el servicio militar, pues sabía que en ese momento la libreta militar era un documento indispensable para poder desarrollarse en el ámbito profesional.
“Desde antes de terminar el colegio sabía que tenía que ir al Ejército, en mi casa no tenían las condiciones económicas para pagarme la libreta, era algo en lo que ya me había concientizado”, contó Luis Carlos Fontalvo en una conversación telefónica con este medio desde Bogotá, donde actualmente reside.
Su condición sexual fue algo que siempre tuvo claro, y por eso a los 13 años decidió contarles a sus familiares de sus preferencias. “Desde pequeño sabía lo que era”, subrayó el soldado bachiller.
Al batallón del barrio Paraíso se presentó el 11 de diciembre de 2013, y allí, en el cantón militar, nadie sabía de su condición sexual, pues el ser abierto con sus preferencias sería contraproducente. Lo que no se esperaba es que en ese lugar encontraría más personas que compartían sus gustos.
“Cuando una entra al Ejército como gay se trata de ocultar lo que uno es, pero a la larga se terminaron enterando, y más cuando hay otras personas de esa condición desde soldados hasta suboficiales y oficiales”, dijo Fontalvo.
El juramento de bandera.
A los tres meses de su estancia en el Ejército llegó el gran día, el juramento de bandera, una emotiva ceremonia en la que los jóvenes reclutas pasan a formar parte de manera oficial de las Fuerzas Militares.
Pero Luis Carlos en el batallón conoció que también se le daba otra connotación: “Dicen que cuando uno está para jurar bandera es que empiezan a salir los gays —esboza una carcajada al decirlo—, y así fue. Yo tenía un compañero que también era gay y se lo pillaron haciendo una vuelta en el batallón en los días previos a esa fecha”.
El descubrimiento de su compañero fue suficiente para que los superiores presionaran al soldado y comenzara a decir qué otros reclutas eran gay. Entre las personas que delató estaba Luis Carlos. De ahí en adelante sabía que le tocaba ser fuerte para soportar lo que iba a pasar.
“En mi compañía habíamos cinco gays declarados, sabía de otros que no habían salido del clóset por temor a decir lo que son, pero un batallón puede tener hasta tres y cuatro compañías y en cada una había homosexuales”, aseguró Luis Carlos.
Por su mente pasaron muchas cosas, principalmente el maltrato por parte de sus compañeros al saber que era gay, pero pasó todo lo contrario, fueron los altos mandos los que empezaron el matoneo sistemático hacia él, y sus compañeros que habían quedado al descubierto.
Volteos, apodos y gases lacrimógenos
Las humillaciones eran verbales. El famoso volteo (ejercicios militares) no se hizo esperar. Fueron horas de trasnocho las que le tocó pasar por defender su condición sexual.
Recuerda que había un teniente que los obligaba a que actuaran como ‘locas arrebatadas’, aduciendo que esa era la naturaleza de un homosexual y, por supuesto, para ser su payaso. Sin embargo, nunca se sometió a este maltrato.
“Por exigir respeto a un superior nos tocaba duro. Responderle a un comandante en el Ejército es una falta grave y eso nos costaba horas de volteo que nos dejaba agotados”, aseguró el exsoldado
Pero aparte de los exigentes ejercicios estaban los apodos.
Recuerda que había un compañero al que le decían ‘La locota del batallón’, que desde que llegó a prestar el servicio militar declaró abiertamente su condición sexual.
“Siempre que habían pruebas con gases lacrimógenos escogían a los mismos. No solo a los gays, también estaba el que es gordo, a los que estaban marcados y a ‘Lalo’. Los ponían en el centro a inhalar ese gas. Era algo fuerte, muy cruel”, manifestó Luis Carlos.
En el caso del soldado Fontalvo hubo dos episodios que recuerda, uno de un subteniente de instrucción que no le otorgaba permisos por no presentarle amigas o primas.
“El estar declarado en el Ejército es convertirse en la ‘mujer’ de cuanto oficial o suboficial quiera”, subrayó.
Algo que recuerda mucho fue cuando un subteniente que le tenía la mala (rabia) le puso una cita en un hotel del norte de la ciudad para que sostuviera relaciones con un coronel, pero todo quedó en evidencia debido a que ese día había un operativo especial por la visita el expresidente Álvaro Uribe.
“Al día siguiente todo el batallón sabía y hubo una reunión extraordinaria.
Husmearon en mi Facebook y se dieron cuenta de que era gay. Me dijeron que me estaba prostituyendo y querían que les dijera qué estaba haciendo en el hotel, pero por obvias razones me tocó encubrir al subteniente y al coronel”, manifestó el exsoldado Fontalvo.
Un gay con uniforme
El respeto al uniforme es algo que no está en discusión para ningún soldado sin importar su condición sexual, pero había momentos en los que dejaban a un lado la rigidez militar.
“Habían superiores a los que no les molestaba y eran los momentos en los que nos desatábamos, loqueábamos y ‘mariqueáramos’ por todo el batallón, pero del resto éramos personas serias y con mucho respeto”, dice.
El amor fue algo esquivo para Luis Carlos, aunque recuerda que un teniente en una ocasión se le insinuó, pero con ese personaje nunca llegó a pasar nada. Reconoce que tuvo una relación con un compañero, pero al final de cuentas no tuvo un final feliz, pues cuando todo el mundo se enteró les hicieron la vida imposible.
Pero las relaciones con los superiores eran pan de cada día, particularmente sabía de un amigo que andaba con un sargento que le concedía permisos para visitar a su familia a cambio de sexo.
Al final de cuentas pasó el año y medio del servicio y la experiencia no fue tan mala, pero sabe que otros de sus compañeros no pueden decir lo mismo. Hoy tiene su libreta militar de primera con buena conducta, pero considera con base en lo vivido que en Colombia el prestar el servicio debe ser una opción y no una obligación.
Frente a esto último el país dio un avance. A mediados de mayo la Corte Suprema de Justicia dio a conocer una sentencia en la que instaba al Ministerio de Defensa y al Comando General de las Fuerzas Armadas para que crearan, en un plazo máximo de dos meses, un protocolo de admisión para las mujeres transgénero, y además, dejar claro que las normas del servicio militar obligatorio no las cobijan.