El documental ‘Havana Habibi’ producido por la miamense
Tiffany Madera, filmado en Cuba y EEUU, se estrena en Miami el jueves 9.
Tiffany Madera y Gretel Sánchez Llabre bailan danzas árabes en La Habana.
Sarah Moreno - El Nuevo HeraldA Tiffany Madera un hombre le leyó el futuro y le dijo que a su familia le ocurrirían cosas terribles antes de ponerle un cuchillo en el cuello y violarla. Fue en Nueva York, en un territorio conocido para la joven que entonces interpretaba monólogos en los clubes de la ciudad con toda la esperanza por delante. Después vendría el vacío, pero ese solo lo imaginamos, porque Madera ha conseguido hacer uno de los filmes más sinceros y a la vez optimistas sobre un largo viaje de 13 años, con interrupciones, a Cuba.
Havana Habibi es el documental en el que la miamense –bailarina, coreógrafa y maestra– cuenta cómo su vida se transformó en un proceso curativo, a la vez que conseguía interesar y apasionar a ocho universitarias cubanas en las danzas árabes. Con las cinturas libres y una sonrisa permanente, estas jóvenes sobrepasan los obstáculos de la vida diaria en la isla. Toman “botellas” o piden a un desconocido que conduzca un automóvil que las lleve hasta donde se reúnen a bailar, y acompañan a Madera a reclamar las cajas de trajes y velos ideales para bailar la danza del vientre, que le han “confiscado” en el Aeropuerto de La Habana. Madera los pelea porque los ha comprado en Miami con su dinero y con las donaciones que le han hecho personas generosas.
Las jóvenes los usan cuando bailan. Sonríen de nuevo, se transportan a otros tiempos y a otras culturas, pero se olvidan de agradecerle a Madera. El grupo lo reconoce, se han acostumbrado a recibir y no dar. En ese círculo de energía que les ha dado su maestra se tornan poderosas. Conversan, hacen catarsis y bailan de nuevo. Cuando ella no está, siguen practicando, forman un grupo profesional Aisha Al Hanan, que se presenta por toda la isla.
Havana Habibi se estrena este jueves 9 en Miami, en O Cinema Wynwood, donde también se presenta una exposición de fotografías, MiaVana, en el lobby del cine.
‘El enemigo en casa’
Como refleja el documental, Madera enfrenta una batalla que la toca muy de cerca. Su familia se opone a estos viajes a Cuba. Maggie Madera, su madre, se pregunta por qué su hija viaja a un país donde no se respetan los derechos humanos. El abuelo consideró que ella traicionaba todo el esfuerzo que la familia hizo al venir a Estados Unidos y llega a decir que era como tener “el enemigo” en casa.
“Mi familia reaccionó muy fuerte y con emociones encontradas”, cuenta Madera. “Mis padres me apoyan y entienden que mi posición es artística y humanitaria. Pero se molestaban cuando yo viajaba a Cuba”.
El abuelo fue quien peor se lo tomó. Rechazó completamente a Madera y nunca volvió a hablar del tema con ella. “Cuando me gradué de un máster en estudios latinoamericanos y caribeños, me dio como regalo un inmenso libro sobre el comunismo”, recuerda Madera.
Las preocupaciones familiares no eran infundadas. Según se cuenta en el documental, en el Aeropuerto de La Habana a Madera la llevan a un cuarto oscuro y mal ventilado y le preguntan si era “una amiga de Cuba”. También se refleja la desconfianza de las autoridades hacia la cámara de un extranjero, del director Joshua Bee Alafia, de Brooklyn. Cada vez que van a filmar en algún centro oficial o en un edificio público, se les recuerda la prohibición, la necesidad de pedir permisos.
Madera no se molesta, entiende que debe seguir las reglas del lugar en que está, pero tampoco se detiene. Como productora del documental tiene una visión y un objetivo en mente. Ya para entonces ha despedido al director que asumió el proyecto antes de Alafia por tener una “mirada colonialista, masculina y blanca”.
Alafia, sin embargo, no se deja tentar por las visiones turísticas de Cuba. El documental lleva el nombre de Havana Habibi porque es la ciudad la que sirve de telón de fondo a la vida de estas habaneras, y al reencuentro de Madera con sus raíces, pero no es protagonista. Hay música en vivo para que bailen las jóvenes, pero no sesiones de tambores. Alguna vez ellas cantan El cuarto de Tula, pero esto no es Buena Vista Social Club. Las paredes se ven descascaradas y sin pintar, pero la cámara no se detiene en las ruinas.
Havana Habibi se traduce mejor como “Habana, mi amado”, porque es la voz femenina, como en las jarchas de la poesía árabe andaluza, la que cuenta esta historia. Por eso la política marca pero no divide. El conflicto se diluye en la búsqueda de lo femenino. Uno de los ejercicios que Madera les pone a sus estudiantes es imaginar cómo se sentirían si estuvieran en el cuerpo de sus madres y abuelas.
“Bailar en Cuba se convierte para mí en la intersección entre la curación y el cambio”, comenta Madera, que sabe por experiencia las secuelas de la violencia de género.
Su objetivo es crear espacios para que las mujeres establezcan su identidad. “Las danzas árabes son un paso muy radical y literal para conocerme y amarme. Por eso considero un deber que otras mujeres tengan esa oportunidad”.
Esa oportunidad es muy necesaria en Cuba, porque según Danae C. Diéguez, especialista en estudios de género, en la isla se dan dos discursos paralelos, uno que le dice a la mujer: “Libérate e independízate”, y otro que es ideológicamente machista.
“El discurso político, amén de su búsqueda de libertad femenina, ha sido montado sobre discursos de virilidad. Esa es la gran contradicción”, señala Diéguez, que ahora vive en Miami, y en Cuba coordinaba en equipo el proyecto Mirar desde la sospecha, en el que impartían talleres a personas de la cultura y el arte, para que no reprodujeran un lenguaje sexista en la creación artista.
La escuela de baile
El legado de Madera se va extendiendo en Cuba con la ayuda de Gretel Sánchez Llabre. El grupo inicial de alumnas transmite su conocimiento de las danzas árabes en una escuela que enseña a niñas que tomarán su lugar y a mujeres de 40 años que vienen buscando la fuerza y la tonicidad que le dan al cuerpo estos movimientos.
Madera, por su parte, no solo ha creado una familia de artistas sino que ha ampliado la suya con el contacto con Nene, una tía abuela de 91 años por vía paterna que vive en la isla, y que va conociendo más con cada visita.
En la última estancia en la isla que refleja el documental, ya las jóvenes han madurado. Algunas están con sus hijos y la escuela ha crecido. Madera puede ver el cambio con sus propios ojos. Los emails de consejos, coreografías y noticias que ha estado intercambiando con Sánchez Llabre han dado frutos.
La presentación del filme en O Cinema, que cuenta con el apoyo de The Knight Foundation, incluirá una sesión de preguntas y respuestas con Joshua Bee Alafia y Madera, moderada por Lissette Méndez, directora de programas de la Feria del Libro de Miami. Madera se encargó también de la curadoría de las fotografías tomadas por el director y por la artista Beatriz Ricco, que viajó a Cuba con Madera.