Correo electrónico:

Contraseña:

Registrarse ahora!

¿Has olvidado tu contraseña?

Cuba Eterna
 
Novedades
  Únete ahora
  Panel de mensajes 
  Galería de imágenes 
 Archivos y documentos 
 Encuestas y Test 
  Lista de Participantes
 BANDERA DE CUBA 
 MALECÓN Habanero 
 *BANDERA GAY 
 EL ORIGEN DEL ORGULLO GAY 
 ALAN TURING 
 HARVEY MILK 
 JUSTIN FASHANU FUTBOLISTA GAY 
 MATTHEW SHEPARD MÁRTIR GAY 
 OSCAR WILDE 
 REINALDO ARENAS 
 ORGULLO GAY 
 GAYS EN CUBA 
 LA UMAP EN CUBA 
 CUBA CURIOSIDADES 
 DESI ARNAZ 
 ANA DE ARMAS 
 ROSITA FORNÉS 
 HISTORIA-SALSA 
 CELIA CRUZ 
 GLORIA ESTEFAN 
 WILLY CHIRINO 
 LEONORA REGA 
 MORAIMA SECADA 
 MARTA STRADA 
 ELENA BURKE 
 LA LUPE 
 RECORDANDO LA LUPE 
 OLGA GUILLOT 
 FOTOS LA GUILLOT 
 REINAS DE CUBA 
 GEORGIA GÁLVEZ 
 LUISA MARIA GÜELL 
 RAQUEL OLMEDO 
 MEME SOLÍS 
 MEME EN MIAMI 
 FARAH MARIA 
 ERNESTO LECUONA 
 BOLA DE NIEVE 
 RITA MONTANER 
 BENNY MORÉ 
 MAGGIE CARLÉS 
 Generación sacrificada 
 José Lezama Lima y Virgilio Piñera 
 Caballero de Paris 
 SABIA USTED? 
 NUEVA YORK 
 ROCÍO JURADO 
 ELTON JOHN 
 STEVE GRAND 
 SUSY LEMAN 
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
 
 
  Herramientas
 
General: El hombre viejo de la revolución, sucumbió al glamour
Elegir otro panel de mensajes
Tema anterior  Tema siguiente
Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: cubanodelmundo  (Mensaje original) Enviado: 15/06/2016 12:04
Botas rusas, farándula y sombreros de yarey
 
chanelarmanipacorabanealcubano.jpg (960×650)
Hasta Silvio Rodríguez, el cantor del ‘Hombre Nuevo’, sucumbió al glamour  
       Víctor Manuel Domínguez  |  La Habana | Cubanet
 En el nuevo escenario nacional los cubanos no se movilizan para oír a Fidel, marchar contra el invasor, sembrar café caturra en La Habana, arroz en Repelón, tabacos en San Juan, o cortar caña de azúcar en Curucusey, entre otras tareas ideológicas-productivas demodé; sino para ver a Beyoncé parada en un balcón, la entrada del crucero Adonia en la rada capitalina, o intentar acercarse a un desfile de Chanel en el Paseo del Prado.
 
Aquellos contumaces globos rojos y palomas que cruzaban el cielo de la patria entre marchas, himnos, botas rusas y sombreros de yarey, explotaron, cayeron abatidos, fueron silenciados y sustituidos por helicópteros de Hollywood, música de los Rolling Stones, mocasines Gucci y gorras de los Yanquis de Nueva York, de la farándula light.
 
“Llegó la farándula y mandó parar”, dice un septuagenario escritor parodiando una canción en desuso interpretada por Carlos Puebla y los Tradicionales, que decía: “Se acabó la diversión, llegó el comandante y mandó a parar”, en alusión a lo antes hecho por Fidel contra la supuesta banalidad que imperó durante la república en el país.
 
“De nada sirvió más de medio siglo de control general. Se fue a bolina la revolución”.
 
El hombre viejo de la revolución
Con los pies deformados por aquellas botas rusas que usó para marchar, subir los Cinco Picos, asistir a una boda, un funeral, una asamblea del partido, un campismo popular y en cualquier otra ocasión –menos para dormir– Indalecio Tamayo estrenó un par de zapatos mocasines traídos por su hijo ex militar quien, desde hace nueve años, abandonó el país.
 
Incómodo por la suavidad de la piel sobre unos “antomiñones” domados por el cuero rústico de aquellas botas rusas que comprimían y acalambraban los pies, dijo sentirse ridículo en una indumentaria estrafalaria para él –mocasines, gorra, pulóver y jeans–, acostumbrado a las denominadas “todoterreno”, el safari de poliéster y el kaki redentor.
 
“Jamás pensé que la revolución terminaría así. Fragmentada por el oportunismo político, el deslave ideológico, y, sobre todo, por la banalidad. ¿Quién me iba a decir que después de aguantar un cerco económico devastador y llenarnos con consignas de patriotismo, resistencia y dignidad, cuatro mulatas lindas, un grupo de melenudos, dos barquitos y un sastre nos iban a desmovilizar, a cambiarnos de posición?”, expresó.
 
Nacido en las estribaciones de la Sierra Maestra, en el municipio Pilón, al oriente del país, Indalecio no sabía leer ni escribir cuando triunfó la revolución, en enero de 1959. Alfabetizado a los 13 años de edad en su lugar de origen, y luego captado para realizar estudios en la capital del país, regresó a su terruño natal como instructor de arte general.
 
Destinado a pasar su servicio social en otro municipio montañoso de la provincia Granma, Guisa, fundó una peña cultural que incluía taller literario, artes plásticas, música, teatro y danza, en la casa de la cultura municipal. Durante sus años de estancia en esa región, concluyó una licenciatura en teatrología antes de radicarse en La Habana.
 
“Pasé más hambre que un puerco a soga, pero era feliz. Ni los miles de problemas de vivienda, trabajo, salario, abusos y ninguneos que acumulé en toda mi trayectoria socio laboral y cultural, me borraron la gratitud por la revolución, ni el compromiso por dar lo mejor de mí. Y ahora, dos banderitas, un apretón de manos, intercambio de frivolidades, y promesas de mejoría para la nación, en un dos por tres, lo mandan todo al carajo”.
 
Recostado a una de las cariátides del palacio de igual nombre donde radica el Centro Cultural Español, casi frente a San Salvador de la Punta, donde se develó la tarja que oficializa a la Habana como Ciudad Maravilla gracias al concurso mundial organizado por la fundación Suiza New Seven Wonders (Siete Nuevas Maravillas), expresó: “Estoy de acuerdo con los cambios, pero desde la dignidad. Es un escarnio desmontar todo lo que pasó, convocarte a participar de lo que siempre se prohibió, vendértelo como nuevo y necesario, y, sin embargo, calificarlo en algunos medios como impúdico, y cubrirlo con un taparrabo de cinismo al decirte: Cuidado, es frívolo, decadente, banal”.
 
Indalecio no morirá como vivió. A sus años ha visto derrumbarse el mundo social e individual que ayudo a construir. Su hijo abandonó Cuba. Las consignas se apagan entre los alaridos falsos de una farándula y un mercantilismo que no comercia los sombreros de Yarey. Los ídolos son otros, y el también, con sus mocasines, gorra, pulóver y jean.
 
Sólo el necio de la canción homónima de Silvio Rodríguez dice morirse como vivió. El propio cantor de la revolución, en cuanto tuvo poder económico y autorización para dejar a un lado aquellas botas rusas, el pulovito “desbemba’o” y unos jeans que se quedaban de pie por la mugre y algo lívidos por la decoloración, sucumbió también ante el glamour.

los_buenorros_cubanos_en_venta.jpg (1663×939)
El hombre nuevo de la revolución...


Primer  Anterior  Sin respuesta  Siguiente   Último  

 
©2024 - Gabitos - Todos los derechos reservados