El cantante abiertamente gay
Frank Ocean reflexiona sobre la masacre de Orlando
Frank Ocean, cantante estadounidense gay.
dosmanzanas “Muchos nos odian y querrían que no existiéramos”, concluye el cantante Frank Ocean tras reflexionar sobre la masacre de Orlando y todo el odio vertido desde los púlpitos y los medios de comunicación. “Muchos no ven nada malo en transmitir los mismos viejos valores que cada año conducen a miles de niños al suicidio y la depresión”, denuncia, mientras se pregunta qué voz oyen quienes dicen oír a un Dios que quiere para nosotros un lago de fuego.
El cantante y compositor abiertamente gay Frank Ocean ha querido compartir una reflexión en su página sobre cómo se siente tras la masacre de Orlando o después de conocer las espantosas ejecuciones de homosexuales perpetradas por el Estado Islámico. El odio vertido no solo por el asesino de Florida, sino también por todos los que celebran la barbarie, hacen que se despierten los fantasmas siempre latentes del desprecio y la represión. Reacciones como la de algunos clérigos estadounidenses, que incluso rezan porque mueran los supervivientes, o las de quienes desde el fundamentalismo islámico califican al criminal de mártir, dejan un inevitable poso de dolor y desasosiego en el ánimo.
Estas son sus palabras:
He leído en los periódicos que mis hermanos son arrojados desde los tejados, con los ojos vendados y las manos atadas a la espalda porque han violado la sharia. He oído que la muchedumbre lapidaba a esos hombres si todavía se movían después de estrellarse contra el suelo. He oído que lo hacen en el nombre de Dios. He oído hablar también a mi pastor por Dios, citando las escrituras de su libro.
Palabras como abominación salpicaron mi piel como aceite hirviendo cuando hablaba del lago de fuego donde Dios quiere que esté yo. Oí la noticia de que este mes, como consecuencia de un crimen de odio, se apilaron los cuerpos sin vida en una pista de baile. He oído que el hombre armado se hizo pasar por muerto entre la gente a la que había matado. Oí en las noticias que era uno de nosotros. Tenía seis años cuando mi padre llamó maricón a una camarera transexual antes de arrastrarme fuera del restaurante del barrio mientras decía que no debería atendernos porque estaba sucia.
Esa fue la última vez que vi a mi padre y la primera vez que oí esa palabra, creo, aunque no me sorprendería que no lo hubiese sido.
Muchos nos odian y querrían que no existiéramos. A muchos les molesta que queramos casarnos como hacen los demás, o usar los baños adecuados como todo el mundo. Muchos no ven nada malo en transmitir los mismos viejos valores que cada año conducen a miles de niños al suicidio y la depresión.
Por eso hablamos de orgullo y expresamos nuestro amor por quién o qué somos. ¿Quién más lo haría si no? Sueño despierto con la idea de que toda esta barbarie y todas estas transgresiones quizás sean una reacción a algo mejor que esté sucediendo en el mundo, que haya una enorme ola creciente de apertura y despertar en alguna parte. En comparación, la realidad parece muy gris, no solo ni negra ni blanca, sino sobre todo sombría. Todos somos hijos de Dios, he oído también.
He dejado a un lado a mis familiares y he hablado directamente con mi creador y creo que se parece mucho a mí mismo. Si convertirme en una mejor persona significara separarme de mi propia historia, entonces nunca podría ser yo mismo. Quiero saber lo que oyen los demás, me da miedo saberlo pero me gustaría saber qué oyen cuando hablan con Dios. ¿Los locos oyen una voz distorsionada? ¿Los adoctrinados oyen una voz totalmente diferente?