¿POR QUÉ SE CELEBRA EL ORGULLO GAY?
Mucho se ha avanzado, pero la lucha por la igualdad de derechos todavía es necesaria.
Cansados de las constantes redadas de la policía, de las agresiones verbales y físicas contra “los maricas”, los asistentes al Stonewall por primera vez fueron conscientes de su superioridad numérica y del orgullo de ser como eran frente a la represión policiaca.
Por primera vez, al menos en Nueva York, el orgullo dejó de guardarse para la intimidad y para el clóset para enfrentarse a la discriminación consentida por las autoridades. Ni enfermos, ni ilegales, ni locos ni “pervertidos”. Simplemente ciudadanos con derecho a reunirse, divertirse y amarse en un bar. El bar, ese sustituto de la familia, el parque y el ágora en la comunidad lésbico-gay se convirtió desde Stonewall en símbolo y epicentro.
Lo ocurrido en Stonewall marcó un antes y un después en la lucha por los derechos de la comunidad LGBTTI. En 1985, 16 años después de aquellos enfrentamientos, se decretó el Día del Orgullo Gay en Estados Unidos y de ahí se expandió a la mayoría de los países occidentales.
Ya no sólo se enfrentó a la policía sino se decidió “tomar la calle”. Mostrarse y ya no esconderse. Reclamar respeto y compartir el orgullo. En las primeras marchas del Distrito Federal eran tan pocos y silenciosos, expulsados del paraíso terrenal, administrado por los cancerberos del infierno moral. Los mismos que ahora califican de “antinaturales” los matrimonios entre personas del mismo sexo.
EL ORGULLO HOY
La Marcha del Orgullo Gay en menos de dos décadas se volvió masiva y sumamente festiva, aun con sus desorganizados convocantes, en casi todo el mundo a pasado igual.
La batalla de Stonewall se transformó también en la demanda por el acceso a la salud y a los medicamentos, tras la irrupción de la epidemia del VIH-Sida, masificada ya a finales de los años 80 y la última década del siglo pasado. La Marcha por el Orgullo también fue una reivindicación por el derecho a la vida, al trato digno y a los medicamentos, sobre todo, después de que en 1997 el VIH-Sida dejó de ser una enfermedad mortal, “un cáncer gay”, para transformarse en un padecimiento crónico.
En la era del VIH-Sida ya no era la violencia social sino el estigma social, mediático y religioso la principal amenaza y desafío a vencer, al menos entre los gays, trans y lesbianas más conscientes. Se murieron muchos activistas, escritores, creadores, celebridades de primera línea que advirtieron que esta nueva enfermedad sería un nuevo pretexto para el odio, exterior e interior. La gran mayoría, jóvenes sin recursos, sin nombre, que fallecieron en la sombra.
Situaciones que nos avisan de que en cuestión de derechos es imposible bajar la guardia. La raíz de la discriminación del colectivo LGTBI la encontramos en el heteropatriarcado, en el paradigma socialmente impuesto que se empeña en ahogar a los colectivos que viven en sus márgenes.
Las estructuras sociales y culturales continúan encorsetando las realidades que se salen del binomio masculino-femenino y heterosexual-homosexual, una situación contra la que hay que seguir combatiendo.
El heteropatriarcado mantiene determinados privilegios que tienen que ser eliminados. La sociedad tiene que acompañar al colectivo LGTB en esta lucha, no debemos olvidar que el respeto a las minorías en un signo de salud democrática.
Por eso el 28 de junio es un día para celebrar. Ahora bien, hay que celebrar con conciencia, hay que convertir la bandera arcoíris en un símbolo político, en una metáfora de la igualdad, la libertad y el respeto.
Mucho se ha avanzado, pero la lucha por la igualdad de derechos todavía es necesaria.