Lo que las esculturas antiguas nos
enseñan sobre el arte, la ambigüedad sexual y el buen gusto
Richard Perry/The New York Times
El género y la identidad sexual están en mente de muchas personas en este momento. Hay batallas legales constantes por el acceso a los baños y montones de columnas de entretenimiento acerca de Caitlyn Jenner.
Para quienes solían dividir al mundo en masculino y femenino, esta nueva manera de pensar se siente, pues, nueva. Sin embargo, está claro que esas complejidades son tan antiguas como la humanidad. Un vistazo a la exhibición“Pergamon and the Hellenistic Kingdoms of the Ancient World” (Pérgamo y los reinos helenísticos del mundo antiguo) del Museo Metropolitano de Arte de Nueva York, muestra por cuánto tiempo nos han fascinado.
Sin embargo, incluso en ese tema, las civilizaciones antiguas estaban más avanzadas que nosotros. Conforme te acercas a una escultura conocida como “Hermafrodita durmiente” desde atrás, casi al final de la amplia exhibición del Met, podrías suponer que se trata de Venus, pero el lado frontal revela algo inesperado (unos genitales de hombre), una sorpresa que originalmente estaba pensada para ser una broma dirigida al espectador.
En la Roma imperial, esculturas como esta llenaban las casas y jardines de la gente adinerada, afirma Carlos Picón, curador de arte romano y griego en el Met. Se veían como diversiones ligeras, símbolos de buen gusto. Además, se cree que había cientos de ellas, porque por lo menos nueve copias de “Hermafrodita durmiente” han sobrevivido.
Esta data del siglo II y es un préstamo del Museo Nacional de Roma. Como las otras, se cree que es una copia de un original griego en bronce, que ahora está perdido. Para los romanos, evocar la cultura griega era otra forma de presumir.
No obstante, sería un error interpretar la popularidad de estas obras como una señal de tolerancia antigua, dijo Picón. El nacimiento de personas intersexuales se consideraba un mal augurio; quienes nacían con genitales ambiguos generalmente eran asesinados.
Una segunda obra “sorpresa” en esta exhibición del Met muestra el mismo truco: un lujurioso sátiro atrapa una silueta femenina, sin darse cuenta de que se trata de Hermafrodita, el retoño de Hermes y Afrodita que encarna lo masculino y lo femenino.
Hay cerca de 30 ejemplos de este tipo que sobreviven, también copiados de originales griegos, dijo Picón. “Este tipo de esculturas excitantes y juguetonas se esculpían por montones”, añadió.
La hermafrodita durmiente mejor conocida, que ahora está en el Louvre, fue desenterrada en Roma en 1608. El escultor Gian Lorenzo Bernini agregó un colchón ondeante por petición del Cardenal Scipione Borghese, el propietario de la obra en ese entonces.
La escultura de Borghese, con manos destrozadas, fue tan ampliamente admirada en el siglo XVII que inspiró copias. Una versión de bronce, que ahora se encuentra en el Prado en Madrid, se elaboró en 1652 para decorar el Palacio Alcázar de esa ciudad.
Además, el escultor florentino Giovanni Francesco Susini también hizo copias que se han vendido extensamente. El diseñador Yves Saint Laurent tuvo una que fue subastada en 2009 por más de 900.000 dólares (otro Susini, que no está en exhibición, pertenece a la colección del Met).
También hay una versión contemporánea que nos trae al presente; la completó en 2010 el escultor Barry X Ball, de Brooklyn. Hizo un escaneo detallado en tercera dimensión de la hermafrodita de Borghese en el Louvre, pero la obra no es exactamente una copia.
“Jamás diría que el resultado final es mejor”, dijo Ball. En vez de eso, considera que su obra es una continuación de las de sus antecesores artísticos. “Estaba intentando hacer algo que fuera más permanente”.
Las manos destrozadas no se remplazaron, pero la obra finalizada resuelve algunos problemas estéticos del original que Ball identificó, como el flujo de las sábanas y la conexión del colchón de Bernini. El cambio más notable es que la hermafrodita de Ball tiene un pene más grande.
Más de dos milenios después de la original, esta nueva versión que se exhibió en el Louvre y en Venecia durante la Bienal de 2011 ha encontrado fanáticos entre algunos coleccionistas. Un comprador anónimo la adquirió por 545.000 dólares en la subasta nocturna de arte contemporáneo realizada por Christie’s el mes pasado.
Ball está trabajando en otra, hecha con ónix iraní, para un coleccionista de París. “¿Puedes imaginar lo que la gente pensará de mi escultura dentro de 2000 años?”, preguntó. No obstante, de muchas maneras, la imagen antigua parece tener pocos cambios.
En su forma más reciente, aún encarna una noción de belleza y transgresión que expresa una especie de cosmopolitismo, justo como lo hizo en el siglo II.