“El padre es un hombre enfermo”, les dijo el cardenal Norberto Rivera Carrera a las víctimas del sacerdote pederasta Nicolás Aguilar. “Ustedes olvidarán pronto lo que les hizo . Al rato, ya ni se acordarán”.
Es y sigue siendo el gran protector de curas pederastas. En sus archivos hay cientos de historias de víctimas abusadas sexualmente por auténticos depredadores con sotana bajo su manto protector.
Conviene ahora recordarlo a propósito de la visita del Papa Francisco, quien supuestamente está decidido a terminar con este cáncer extendido por todo el mundo. Si es así, está obligado a retirar del ministerio sacerdotal a Norberto Rivera por el delito de protección.
El expediente sobre Norberto Rivera es amplio y contundente. Empecemos por la protección que el cardenal y arzobispo primado de México, le ofreció al cura por antonomasia de la Iglesia católica, Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo.
Lo hizo al interior y al exterior de la Iglesia. Por ejemplo, el 11 de mayo de 1997 terminaba su misa, cuando fue abordado a la salida de la Catedral Metropolitana, en la ciudad de México por el reportero de La Jornada, Salvador Guerrero Chiprés quien le preguntó su opinión sobre las acusaciones ya públicas de abusos sexuales cometidos por Maciel.
El cardenal mexicano respondió con visible enojo: “Son totalmente falsas, son inventos. Y tú nos debes platicar cuánto te pagaron”. No fue la primera vez que el cardenal Rivera defendía al sacerdote pederasta legionario. Y para demostrarlo, tenemos el testimonio del ex sacerdote Alberto Athié, defensor de las víctimas de Maciel, quien después de leer la reacción de Rivera (obispo en ese momento) pensó que no tenía suficiente información y solicitó una cita para ofrecerle de primera mano las denuncias.
Athié le llevó copias de los periódicos de Estados Unidos sobre los abusos sexuales de Maciel en el vecino país y le contó el testimonio del ex legionario Fernández Amenábar. Enojado, el cardenal le contestó: “Qué no entendiste lo que ya dije a los medios: todo es un complot. Todo es falso. Y yo no tengo nada más que hablar contigo. Hasta luego padre Athié”.
En realidad, Norberto Rivera se convirtió en protector de curas pederastas mucho antes, concretamente cuando era obispo de Tehuacán y decidió salvaguardar la integridad de su subordinado el sacerdote Nicolas Aguilar Rivera, quien desde su estancia en el seminario ya tenía acusaciones de abusos sexuales.
Para demostrarlo, allí esta el testimonio de Sergio Sánchez Merino, víctima de abuso sexual por el sacerdote Nicolás Aguilar. En noviembre de 1997 se entrevistó con Rivera para denunciar la conducta criminal del cura pederasta. Fueron 4 niños con sus respectivas mamás, pero Rivera solo permitió que entraran los menores uno por uno a su oficina: “Recuerdo que me pidió que le contara todo. Luego me dijo: ‘A ustedes pronto se les olvidará lo que el padre Nicolás les hizo. La Iglesia les dará asesoría sicológica y con el tiempo ya no se acordarán'”.
En lugar de proteger a las víctimas, Rivera prefirió proteger al depredador con sotana que ya había sido denunciado ante la policía por el abuso sexual de más de 60 menores. Sergio recuerda muy bien sus palabras: “Tienes que entender que el padre Nicolás es un hombre enfermo de la cabeza. Fue un error lo que hizo, pero es mejor que esto no se sepa. Es mejor que ustedes no vayan a la policía, porque luego los perjudicados van a ser ustedes. Todos se van enterar de lo que les pasó. Es mejor guardar silencio, para que ustedes no salgan dañados”.
Norberto Rivera había sido nombrado segundo obispo de Tehuacán por el papa Juan Pablo II el 5 de noviembre de 1985 y un año después supo de las conductas delictivas del padre Nicolás, quien fue agredido en la parroquia de Cuacnopalan, Puebla, en donde ya había sido denunciado por una maestra, cuyo pequeño hijo fue víctima del presbítero.
En lugar de ponerlo a disposición de las autoridades judiciales, Rivera siguió protegiendo al cura pederasta. Esta vez, se encargó de trasladarlo a la diócesis de Los Angeles en 1988, argumentando que tenía problemas de “salud” y “familiares”, según consta en el intercambio de cartas entre él y el cardenal de Los Angeles, California, Roger Mahony.
Allá en tan solo 18 meses, el padre Nicolás violó a 26 menores y salió huyendo en 1989 y recibido por Norberto Rivera, quien lo traslada a la parroquia de San Antonio de las Huertas, donde violó a Joaquín Aguilar, en 1995. Al ser denunciado, Norberto Rivera lo vuelve a proteger y lo traslada a la parroquia de la Virgen de Juquilita y en la iglesia de San Vicente Ferrer, en San Nicolás Tetitzintla de Tehuacán, Puebla, donde lo coloca de responsable de los monaguillos y la preparación a la primera comunión. En una zona de extrema pobreza, viola a más de 60 niños entre cinco y 13 años de edad residentes de las colonias Aeropuerto, Emiliano Zapata o La Hizachera.
El testimonio de Sergio sobre la protección del cardenal Norberto Rivera a Nicolás Aguilar, no borra sus recuerdos de los abusos que sufrió cuando tenía doce años: “Me contó una historia sobre un tumor que supuestamente tenía en el estómago. Me agarró muy fuerte las manos y me las puso a su alrededor, pidiéndome que le tocara el tumor. Luego se desabrochó el pantalón y puso mis manos en su pene… Yo sentí mucho miedo, no sabía qué hacer. En ese momento me dijo: ‘¿Quieres morirte? ¿Quieres que se muera tu mamá? ¿Verdad que no? Pues entonces hazme así’. Me puso su pene en la boca. Y se vino”.
La lista de los curas pederastas protegidos por el cardenal Norberto Rivera es larga. Fue interrogado por la Corte Superior de California al respecto y declaró que se había enterado de los abusos sexuales del padre Nicolás Aguilar por mi libro “Manto Púrpura: pederastia clerical en tiempos del cardenal Norberto Rivera”.
El cinismo y la soberbia del purpurado se entiendo: se sabe impune. Esta seguro que nunca será procesado ni cuestionado por tribunal alguno en México.
Tal vez, ha llegado la hora de Norberto Rivera. Será el Papa Francisico quien nos demuestre que su discurso se corresponde con los hechos. Entonces, tendrá que reducir al estado laical a su cardenal, según lo mandan las leyes de la Iglesia y de los hombres. ¿Lo hará?
*Sanjuana Martínez, es autora de una trilogía sobre la Iglesia. “La cara oculta del Vaticano: De Ratzinger a Benedicto XVI, el Papa inquisidor”, “Manto púrpura: pederastia clerical en tiempos del cardenal Norberto Rivera” y “Prueba de fe: la red de cardenales y obispos en la pederastia clerical”
Fuente La Razón