¿Habría surgido la Guillot en otro escenario que no fuera La Habana de los años cuarenta?
No lo creo. Comencé mi carrera de jazzista cantando en inglés, pero no pasó mucho. No fue hasta que me sumergí en las noches habaneras, que me reencontré con mis raíces, con el cubanísimo bolero, que logré conformar mi estilo, y mi carrera se expandió nacional e internacionalmente. Todo lo que soy se lo debo a Cuba.
¿Cuándo te vuelves una cantante disquera?
Por los años cuarenta, y fíjate que en Cuba las mujeres no grababan boleros. Venían de México: María Luisa Landín, Toña La Negra, Chela Campos. Tuve la suerte de grabar en español Stormy Weather (1946), y fue una novedad. La Asociación de Críticos me seleccionó "la cancionera más destacada de Cuba". Cuando grabo Miénteme, en 1954, en Radio Progreso, con la Orquesta de los Hermanos Castro, fue un éxito tan grande que, sólo en Cuba, se vendió medio millón de copias. En México pasó semanas en los primeros lugares. Y de ahí a toda Latinoamérica, fue un contagio.
En La Habana, los boleros de maridos engañados sonaban en bares y cantinas, entre cervezas y cubiletes; pero los tuyos se escuchaban desde los bodegones del puerto a los salones exclusivos…
Nunca grabé canciones con letras vulgares. Los autores a los que les canté eran poetas. Ni las letras que interpreté, ni mis orquestaciones, hicieron nunca concesiones a lo chabacano. Y no olvides que antes de que yo grabara Miénteme, ya era una figura del espectáculo. Debuté como solista en 1945, en el exclusivo Zombie Club de La Habana, hice temporadas en Sans Souci, en Montmartre y en Tropicana.
Cuando Nat King Cole se presentó en el salón Bajo las Estrellas, de Tropicana, y declaró que había practicado para cantar en español con los discos de Olga Guillot, nadie se sorprendió. La santiaguera no sólo había encabezado muchas veces las carteleras del cabaré insignia habanero, sino que el coreógrafo Rodney había creado para ella su producción Miénteme.
Ya el programa de televisión El Show de Olga Guillot acaparaba audiencias nacionales; no había vitrola de San Antonio a Maisí que no tuviera sus últimos éxitos; en los clubes gay (entonces no les llamaban así) su interpretación de Tú me acostumbraste, de Frank Domínguez, se había convertido en himno de batalla. Y en Santiago de Cuba, una jovencita (nacida no muy lejos de donde nacieron las Hermanitas Guillot) ganaba un concurso en la radio por caracterizar a la Reina del Bolero. Se llamaba Lupe Victoria Yoli Raymond. Le decían La Lupe.
Olga había trascendido el bolero mismo, creado un estilo a medias entre la canción italianizante y el jazz. Ahogaba sus graves en el llanto, desgarraba o suavizaba a media voz los agudos. En escena, expresaba con los ojos, con las manos; abría los brazos queriendo atrapar al público, hacerlo cómplice del desborde de sus sentimientos: un público que compraba sus discos, que la seguía a todas sus presentaciones.
Pero llegó la revolución, su urgencia por imponer la felicidad por decreto: la represión. Y eso de tener una vitrola en cada esquina, sonando boleros que cantaban al desengaño ("por eso estoy así tan triste, por eso estoy así con ganas de morirme", cantaba la Guillot), era intolerable, un vicio del pasado que había que erradicar.
En 1961, Olga era "la cortina" (estrella invitada) de la producción Serenata Mulata, del Cabaré Capri, de La Habana. Pudo haberse plegado a la revolución, pero su lengua protestona no podía quedarse callada. Atrevidos, sus admiradores extendieron frente al cabaré, de acera a acera, una tela en que se leía: "Despedida de Olga Guillot". Olga marchó al exilio y dejó un vacío en el Capri que nadie pudo llenar: ni la Reina del Guaguancó, Celeste Mendoza, porque la Reina del Bolero era insustituible.
¿Fue difícil volver a empezar?
Volé a Venezuela, pero pronto pasé a México a filmar una película (desde mediados de los cuarenta había filmado varias). Televisa me contrató para hacer allí El Show de Olga Guillot, que se mantuvo por años. En mi programa nacieron muchos que serían ídolos de la canción, como José José. Fui su madrina artística, no de bautizo, ni de santo (ríe con ganas), sino para que le diera suerte en su carrera, como se la di, porque yo tengo un aura muy bonita.
¿Cuántas canciones has interpretado?
Nunca me puse a contarlas. Canté miles, grabé cientos. De Agustín Lara, con sus violines, estrené a dúo con Pedro Vargas, en el Teatro Solís, su canción María Bonita. Canté mucho del Flaco de Oro:Aventurera,Noche de Ronda, ¡uhhh, qué sé yo cuántas! Canté de casi todos los autores mexicanos, de María Greever, de Luis Demetrio, de Roberto Cantoral, y de los cubanos Portillo de la Luz, José Antonio Méndez, Mario Fernández Porta, Julio Gutiérrez, Tania Castellanos.
De la puertorriqueña Mirtha Silva grabé ese tema maravilloso (canta): "Tú no sabes nada de la vida, tú no sabes nada del amor"; del argentino Homero Expósito, su joya Vete de mí; canté de españoles, de peruanos, de venezolanos, en fin, de medio mundo. En España arrasé con Adoro, de Manzanero. Hasta me tienen en el Museo del Disco de Madrid. He vendido más de 10 millones de discos. Y no fue fácil, porque en aquella época el artista cantaba a pura garganta y a pura interpretación.
¿Cómo hacías para pegar cuanto tema grababas?
Tuve muy buenos directores y productores. En Cuba, Jesús Goris, el creador de los discos Puchito, tuvo la visión de que Miénteme iba a ser el éxito más grande de mi carrera. Y en México fue Memo Acosta el culpable de mis triunfos. Me produjo 17 años para los discos Mussart, y uno tras otro fueron hits.
Entonces, ¿es falsa la leyenda de que la Guillot sabía escoger sus canciones?
Bueno, yo escogí Tú me acostumbraste. Se la escuche a Bola de Nieve. Me gustó y por él me la aprendí. La grabé y resultó un éxito mundial. Hoy voy por la calle y un chiquillo de 20 años me canta: "Tú me acostumbraste a todas esas cosas y tú me enseñaste que son maravillosas…", y yo le digo: ¡Niño, cómo tú te sabes eso", y me dice con picardía: "Por mi mamá y mi papá". ¡Qué lindo!
José Antonio Méndez en La gloria eres tú escribió "desmiento a Dios", pero tú lo grabaste con "bendito Dios"…
La estrené en la XCW de México tal como José Antonio la había escrito, pero los productores me advirtieron: "Acuérdate de que México es muy católico", y me curé en salud, cambié la letra por "bendito Dios". Pero no creas que corregía las letras de todos mis autores, los respetaba. Sólo lo hice con Chamaco Domínguez enMiénteme. El maestro escribió "tu amor fingido" y yo dije "mentido". Es la única vez que equivoqué la letra de una canción, porque te confieso que me equivoqué, y claro, como salió en la grabación, todo el mundo se la aprendió así.
¿Y tu amistad con Juan Bruno Tarraza?
Me acompañó al piano cuando yo tenía 7 años, el tenía 14. Y llegamos a viejos juntos. Estuve 30 años con Juan Bruno viajando el mundo, mi director querido, mi amado pianista y mi compositor, porque yo le grabé muchos de sus temas. ¿Recuerdas Alma libre? (canta) "Igual que un mago de oriente, por temor y ciencia rara…".
En Bravo, te vuelves agresiva, cantas a punto de matar o morir decapitada, hasta te acusan de kitsch…
No, yo no soy ninguna agresiva, ni kitsch, soy intérprete. Si Luis Demetrio escribe "bravo, permíteme aplaudir, por la forma de herir mi sentimiento", lo canto con fuerza, porque yo soy una actriz que canta. ¿Se te olvidó mi interpretación de "voy a mojarme los labios con agua bendita?". La canto como si estuviera discutiendo.