¿UNA REVOLUCIÓN LGTB EN CUBA?
Por Abel Olivares
Son apenas las 12 de la noche, en La Habana, Cuba, cuando "ellas" comienzan a llegar con sus atuendos extravagantes, sus escotes bien marcados y el cuerpo depilado. A esa hora no importa mucho si dentro de su ropa de mujer late un sexo de hombre, porque parecen felices, encarnando su otra piel.
Ella pone punto final a sus chistes con delicadeza y un gesto condescendiente. Dice que nada de fotos. Entonces, recostada en la parada de un ómnibus local, comienza a hablar.
Dice que se llama Miguel y tiene 21 años. Luce minifalda, cabello corto y una blusa de lentejuelas que resalta su delgadez y su piel cobriza. Cuando cae la noche se transforma en Mayra, y deja libre al "ser" que oculta durante el día.
"Ya usted sabe, son los prejuicios que a veces lo limitan a uno. Primero es la familia la que se alarma. Que si dicen aquello o si dicen lo otro, que si eres pájaro, cherna o hasta el maricón que te pueden gritar en cualquier esquina," Miguel me dice. "Porque eso sí, los cubanos son muy 'machos', y gente como yo no es muy bien vista, aunque es tu vida y tú decides como la vives".
Por eso, apenas oscurece, "Mayra" se maquilla, cubre su cuerpo con ropa de mujer y sale a vivir como si no hubiera mañana. Para transformarse, confiesa, tiene que trasladarse a la casa de una amiga, Carlota, "porque en la mía ni pensarlo".
"Carlota vive sola, la familia se fue en una balsa en el año 94," continúa Miguel. "Carlota nunca fue 'de carroza' pero igual, su padre nunca perdonó que su hijo se enamorara de otro hombre. Esa casa es lo único que le dejaron. Ella es feliz a su modo".
Ellas pertenecen a la comunidad LGBT de Cuba. Sienten que, a pesar de todo, están quedando atrás los tiempos más duros de discriminación y de no aceptación de las diferencias sexuales. En épocas de antes, muchos no tuvieron más opción que emigrar o esconder sus verdaderas inclinaciones detrás del disfraz de la heterosexualidad para desarrollar una profesión, una carrera universitaria, o sencillamente para no convertirse en el blanco directo de la exclusión.
Ha costado pero la mayoría de los integrantes de la comunidad LGTB reconoce que en la actualidad se respeta sus derechos a la hora de optar por un puesto de trabajo o en el desempeño de un cargo profesional. Incluso en el 2012 una transexual fue elegida por primera vez como delegada municipal (concejal). Se trata de Adela (José Agustín Hernández González) y vive como mujer en el municipio Caibarién, en la provincia de Villa Clara a unos 400 kilómetros de la capital.
Conocida como la "enfermera" Adela señaló en su momento que su elección "fue un triunfo muy grande porque soy una transexual, sin operarme". Reconoció además que sufrió el menosprecio, que fue denunciada, que estuvo presa pero que jamás dejó de lado sus convicciones o fue hipócrita".
Cabe destacar igualmente que desde el 2008 el Ministerio de Salud Pública destina un presupuesto para las operaciones de cambio sexo asistidas por el CENESEX.
Si bien las cosas han cambiado, no podemos aseverar ni de lejos que la comunidad LGBT cubana disfrute de una época dorada, pues existe una fuerte identidad nacional machista que atenta contra las personas homosexuales, especialmente en las provincias del oriente cubano.
En 2013, hubo 40 asesinatos de homosexuales en Cuba, según el investigador cubano Julio Cesar González Pagés, muertes que han sido vinculadas con el mercado del sexo. El investigador divulgó esta cifra al presentar en febrero del 2013 en la pasada Feria del Libro -que tomó las plazas del Pabellón Cuba, en la barriada habanera del Vedado y la antigua fortaleza militar San Carlos de La Cabaña- su obra Pingueros en La Habana, un minucioso estudio sobre la prostitución masculina en en la isla caribeña publicado por una editorial colombiana.
Por otro lado los reclamos de los activistas LGTB cubanos alcanzan una inusitada resonancia con diversos reclamos que trascienden las redes sociales para llegar al espacio público.
Por ejemplo, han protagonizado hechos inéditos en la sociedad civil antillana como la movilización organizada a través de Facebook que llamaron "Pon la revolución en un beso".
Bajo este nombre, los manifestantes tomaron hace dos años una céntrica plaza de La Habana Vieja para besarse sin tapujos antes los sorprendidos transeúntes, un hecho impensable hace solo unos años atrás.
Reinas de la noche
La Habana, de noche, es su verdadera casa. Si en la década anterior era muy difícil encontrarlos a la luz pública, en ciertas horas, sobre todo por la noche, se les puede divisar en cualquier calle de la ciudad y hasta en las provincias del interior del país, donde hasta hace unos 10 años era una rareza encontrar alguna persona travestida.
Parques y plazas públicas son sitios de reunión. El Parque de la Fraternidad, de Centro Habana, la avenida de 23 y el Malecón Habanero, las arterias más populosas de la urbe nocturna de forma general, son sitios de contacto con grupos de diversa orientación sexual: homosexuales, bisexuales, transexuales, y toda una gama de formas de asumir la identidad de género.
"Nosotros preferimos ir hasta cerca del Capitolio de La Habana. Allí nos reunimos para pasar el rato, conversamos y hasta tenemos encuentros 'amorosos', porque uno también tiene su corazoncito", expresa "Rebeca", una conocida transexual que llegó hace unos años a La Habana desde la ciudad oriental de Santiago de Cuba. "Es muy difícil para nosotros, o alquilas algún cuartucho cerca de allí o lo haces al aire libre; porque a la casa de uno ni pensarlo. Si llevo un hombre conmigo mi familia me mata".
Los clubes privados y centros nocturnos abiertos a raíz de las reformas económicas de Raúl Castro han dan un nuevo aire a la vida nocturna en La Habana. Acogen hasta a altas horas de la madrugada a un público joven y heterogéneo con notable solvencia económica que explota de ganas por convertir la noche en una fiesta sin límites.
Entre las ofertas para el sector más bohemio de la capital aparecen las llamadas fiestas gay, que a diferencia de años pasados ya pueden realizarse sin el temor a que la policía toque a la puerta y los participantes vayan a parar toda la noche a una estación.
Estas fiestas lo mismo se realizan en instalaciones privadas como en populares clubs como el King Bar que en centros estatales como el Café Cantante.
Pero los espectáculos diseñados para la comunidad LGTB han salido de los clubes para llegar hasta teatros como el Karl Marx (sede habitual de actos políticos) donde se han llevado a cabo conciertos de travestis coorganizados por la sexóloga Mariela Castro Espín, hija del presidente cubano, para festejar jornadas como el Día contra La Homofobia.
Al frente del Centro Nacional de Educación Sexual, o CENESEX, Castro Espín ha promovido campañas para la aceptación de las diferencias sexuales y el respeto a la identidad de género, apoyadas por algunos sectores de la política y la sociedad cubana. Con todo y el trabajo de esta institución, todavía en la isla hay bastante reticencia hacia la asimilación de la comunidad LGTB, a la cual aún muchos miran con los ojos del rechazo y la discriminación.
Caminando por la calle Infanta, de Centro Habana, usted puede tropezarse con un espectáculo poco común, al menos, en la noche cubana. Un cartel casi improvisado anuncia la presencia de una diva que encarna distintos personajes del pop mundial y la música cubana.
Es el cabaret Las Vegas, un club nocturno trastocado en escenario de travestis que representan a sus artistas favoritos. En el público, personas de distinta orientación sexual conversan animadas al compás de la música y aplauden con entusiasmo la actuación de esos artistas que se ganan el sustento bajo la piel de famosos intérpretes que solo han visto por televisión.
Los asistentes comparten cervezas de factura nacional y acompañan la cadencia de la música en un clima de aceptación. Entre las palmadas y el júbilo colectivo, voy a la barra y pido otro trago. "Ha sido una noche agitada, cada vez veo más personas por acá y pensar que al principio no venía casi nadie," me dice el barman. "Las personas se respetan, a no ser que se nos cuele algún despistado o prejuicioso, pero no es la generalidad".
En la franja norte del litoral habanero conocí a Lourdes, aunque realmente dudo que ese sea su verdadero nombre. Vende algunas flores, pero tal vez encubra así otro tipo de comercio. Lourdes es esquiva, cerrada, dice que es extraño que quieran "saber" sobre qué sentimos las que son como yo, me dice.
"Es cierto que algunas cosas han cambiado. Antes ni se hablaba sobre nosotras, ignoraban nuestras necesidades, aunque creo que falta mucho para que lleguen a entendernos y dejen de vernos como bichos raros," asegura la "chica" de peluca rubia y robustez varonil bien disimulada debajo del maquillaje.
"Antes no importaba si eras buena persona, trabajador o amante de tu familia. Hoy no es tan así. Creo que algunas cosas han ido cambiando y eso en parte es gracias al trabajo del Cenesex, pero igual, lo que hay que transformar es la cabeza de la gente, eso es más difícil", me asegura Lourdes. "Mi expareja es mayor que yo y me cuenta que antes a los gays los llamaban 'las hembritas esas'. Fueron tiempos duros".
Ella me cuenta que estuvo en el desfile a ritmo de conga que se celebró el último mes de mayo por la calle 23, de la capital durante las jornadas por el día de la lucha contra la homofobia. El evento se celebra anualmente en la isla caribeña y ha roto las fronteras de La Habana para extenderse hacia diversas provincias como Villa Clara, Santiago de Cuba y Granma.
"Allí estaba Mariela Castro, la hija del presidente cubano, que de verdad ha hecho tremendo trabajo para apoyarnos al frente del Cenesex, para que gente como yo tenga las mismas oportunidades que cualquier persona", dice. "Al menos, me dio la impresión de que existe un interés por eliminar la discriminación y eso se agradece"".
Lourdes afirma que desfiló con orgullo y por primera vez no tuvo que esconderse para mostrar al mundo quién era, aunque explica que encontró a su paso miradas esquivas y comentarios burlones. Pero para esta transexual cubana que estas cosas suceden es "solo el comienzo del camino".
Apenas entramos en la madrugada. Y mientras el mar extiende sus aguas sobre la tierra caliente, ella se aleja provocativa, luciendo más allá del cuerpo de hombre, su alma de mujer. "Y me voy" -expresa cortante pero sin violencia- "que la noche es joven".
Sonríe esta vez sola, y una ola salpica su soledad, sus arrugas extendidas como un país, tal vez, su esperanza.