Hoy ya no suceden ‘maleconazos’.
Cada quien elabora su proyecto migratorio en la tranquilidad del seno familiar
Avenida Galeano, 5 de agosto de 1994
‘De la rebeldía a la amnesia social’
Por Ana León y Augusto César San Martín | La Habana | Cubanet
La familia de Caridad se desintegró durante el Periodo Especial. Aún cuando sus cinco miembros conviven en la misma casa, cada cual enciende el fogón para preparar, de forma individual, su comida. De la costumbre inculcada por los abuelos de compartir la mesa, pasaron a comer en los cuartos y almacenar comidas dentro de ellos. Esta fue una de las secuelas dejadas por el Periodo Especial, cuando la luz eléctrica era suspendida en los hogares cubanos durante doce horas o más.
Fue también la época de la cacería de gatos (bautizados como “pollos de tejado”) para comer o venderlos como carne de conejo; de la pasta de oca a falta de carne; del cocimiento de hoja de naranja; el Cerelac como sustituto de la leche; el bistec de cáscara de toronja y el picadillo de gofio. Período de una sola comida al día, mayormente fongo hervido en agua con sal porque no había aceite; de la venta ilegal de pan con bistec hecho de frazada de piso, o pizzas regadas con queso fabricado de condones derretidos en ¨Baños de María¨.
El Período Especial tuvo su etapa superior, denominada por el gobierno como Período Especial Incrementado. Entre 1992 y 1994 el abandono económico de Rusia y el desintegrado bloque comunista de Europa del Este, sumió a la isla en una crisis que deformó la sociedad cubana de forma irreversible.
Laceró también la salud del pueblo, obligado aceptar la versión oficialista de que la Neuritis óptica o periférica que afectó a miles de cubanos por el déficit vitamínico, era una epidemia introducida por la Agencia Central de Inteligencia (CIA).
Explosión social
Ahogados por el hambre que no sufrían los círculos del poder, en 1994 cientos de cubanos se lanzaron a las calles del municipio Centro Habana clamando “libertad”. La revuelta abarcó sobre todo el área comprendida entre la avenida Malecón, desde La Punta hasta el parque Antonio Maceo, aunque se tuvo conocimiento de grupos de personas que llegaron hasta la zona donde está ubicado el Hotel Riviera.
Una airada muchedumbre apedreó las vidrieras del hotel Deauville y no pocas tiendas en las calles Neptuno, Galiano y Belascoaín. Las consignas triunfalistas fueron sustituidas por gritos de “¡Abajo Castro! ¡Libertad!” y “¡Tenemos hambre!”. Por un momento muchos pensaron “ahora sí”; pero la respuesta de las fuerzas represivas no se hizo esperar.
Además de la policía y los efectivos del Ministerio del Interior (MININT), supuestos constructores de la brigada Blas Roca fueron designados para sofocar la explosión popular. Según contó a CubaNet Leonel Rodríguez —miembro de la Federación de Estudiantes Universitarios (FEU) en aquella época— entre sus miembros había agentes de Fuerzas Especiales que, disfrazados de albañiles, arremetieron contra los insurgentes aplicándoles técnicas de combate y golpes con el bastón reglamentario para finalmente colocarles las esposas.
¨Guardo una bandera cubana y un Black Jack utilizado por los ¨constructores¨ durante la represión¨, dijo. Todavía hoy, cuando los medios masivos nacionales hacen referencia al suceso, invariablemente aparecen las imágenes de la llegada de Fidel para apaciguar, con su discurso, a la multitud enardecida por la acumulación de carestías y frustraciones. La televisión cubana hizo creer al mundo que bastó la presencia del líder para que los agresores dejaran caer las piedras y ahogaran sus reclamos.
La realidad fue —según narran quienes formaron parte del acontecimiento o escucharon testimonios de fuentes presenciales— que Fidel Castro llegó una vez sofocada la revuelta y el escenario se encontraba dominado por las Brigadas de Respuesta Rápida, creadas en 1990 para detener este tipo de protestas.
El éxodo para ocultar la protesta
Sumado a la manipulación de los medios masivos con lo ocurrido en el Maleconazo, sobrevino el éxodo de 1994. El gobierno autorizó la salida por mar de todo el que no quisiera continuar viviendo en la Isla. Los ecos del Maleconazo —bautizado por algunos como “Día de la Rebeldía Nacional”— y sus protagonistas encarcelados, fueron inmediatamente sustituidos por el inolvidable episodio de miles de cubanos lanzándose al mar.
Balsas fabricadas con cámaras de tractor, botes, embarcaciones de frágil factura casera y otras que fueron fruto de la más loable inventiva, marcaron la migración masiva que hirió de muerte a la revolución cubana. La inquietud suscitada por el estallido del 5 de agosto dio paso a la incertidumbre de miles de madres cuyos hijos se hallaban en alta mar. Y esa es la memoria que ha perdurado hasta hoy.
Casi ningún cubano recuerda el Maleconazo, pero sí el muro del malecón lleno de espectadores con los ojos fijos en aquellos fragmentos de Cuba que se perdían en el horizonte, rumbo al norte. Otro tanto había ocurrido en 1980 con el asalto a la Embajada del Perú, primera reacción social contra el régimen en la Isla. Los cubanos nada saben sobre ese capítulo velado de nuestra historia reciente; pero sí recuerdan el éxodo por el puerto Mariel.
Estos dos acontecimientos colectivos de rebeldía contra el gobierno, fueron opacados por el impacto de la emigración masiva, facilitada por un sistema de control policial y represivo. ¿Casualidad histórica o estrategia del gobierno cubano?
Hoy ya no suceden ‘maleconazos’
Muy pocos protestan o se arriesgan a ser golpeados por agentes de Fuerzas Especiales disfrazados de constructores. Cada quien elabora su proyecto migratorio en la tranquilidad del seno familiar, sin importar cuánto haya cambiado Cuba desde que Raúl Castro asumió el poder. La idea del exilio como única vía para escapar a la inoperancia del sistema, ejerce un influjo tan poderoso sobre los insulares que incluso quienes viven con cierta holgura en la Isla, se marchan apenas tienen oportunidad.
El gobierno cubano ha cubierto de silencio el Maleconazo y el descarrilamiento de los ideales revolucionarios que sucedió a la crisis de los noventa. Con igual resolución se empeña en afirmar que esa época ha quedado atrás. Pero el Período Especial fue un momento terrible al cual entraron juntos todos los cubanos y del cual hoy continúan saliendo, lentamente, uno por uno.