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General: El hombre nuevo cubano vacaciona en la calle 23
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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: SOY LIBRE  (Mensaje original) Enviado: 06/08/2016 18:39
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Jóvenes en el Malecón Rasa de La Habana.
El 'hombre nuevo' vacaciona en la calle 23
      María Matienzo Puerto | La Habana | Diario de Cuba
Si no todos, miles de adolescentes y jóvenes cubanos padecen de un aburrimiento crónico. Sus rasgos delatan que no tienen más de 20 años en su mayoría. Pelos teñidos y cortados a la moda, ropas mal combinadas y a veces sucias, anchas o demasiado ajustadas, según lo que anden buscando esa noche.
 
Ellos visten con shorts, pantalones y camisetas o pullovers. Ellas van, por lo general, con shorts extremadamente cortos y con doble juego de ajustadores para aparentar que salieron vestidas de sus casas.
 
Caminan la habanera calle 23 de L a Malecón, se sientan un rato en el muro, se gritan entre sí, escuchan su propia música, se meten con la gente, se fajan entre ellos, esperan a ver qué les cae en las manos y, cuando se vuelven a aburrir, hacen el recorrido en dirección contraria.
 
Por el camino van gritándose groserías, contando a voz en cuello la última "fajazón" como si fuera un baile, citándose a otros espacios de la ciudad no menos calientes y ofendiendo a todo el que se les ocurra.
 
"Cada vez que los veo me pregunto si los padres saben en qué andan estos niños", dice Abel, habanero que sale con frecuencia a coger el aire del mar. "Esa está preparada para la guerra", añade y señala a una adolescente teñida de rubio, que se está cambiando las chancletas por unos tacones de más de 10 cm de altura para que combinen con su vestido negro y ajustado. Anda con cinco hombres que evidentemente están negociando con un mexicano.
 
Según uno de los "boteros" que aparcan en 21 y L, "la cosa se ve caliente, pero lo está más de lo que se ve".
 
Cuenta que en más de una ocasión ha tenido que decir que no a "carreras" que podrían proporcionarle un buen dinero porque las muchachas que iban a montarse eran menores de edad.
 
"El récord ha sido de 13 años", afirma. "No sé quiénes están más locos, si los tipos que les pagan, los padres que las dejan, o el Estado que no hace nada, porque todo esto que te cuento es con todo 23 lleno de policías".
 
"A veces los ves muy bien vestidos (a los jóvenes), pero pueden ser muy agresivos. Los cuentos de que se montan y después no pagan, o que te llevan a una encerrona para quitarte hasta el carro, son unos cuantos ya", continúa el trasportista.
 
"Para ellos las mujeres que les hacen caso son putas y las que no son tortilleras, así que de cualquier manera hay que huirles. Aunque las mujeres no siempre son víctimas y a veces andan con niños de brazos en componenda con los asaltantes", señala.
 
Siempre se habla del BimBom, en 23 y Malecón, pero en la esquina de 23 y L, donde comienza la conexión WiFi de La Rampa, conectarse a determinadas horas puede ser un deporte de alto riesgo.
 
Hay dos o tres que venden tarjetas de recarga. Son los que parecen más inofensivos.
 
En el portal del cine Yara se instalan personas que venden maní, sorbetos y cualquier otro producto que sirva para entretener el hambre, y cada vez que viene un policía o pasa una perseguidora abandonan el carrito de supermercado, se alejan, disimulan y regresan pasado el peligro a recuperar su mercancía.
 
Allí se sientan también alcohólicos cuyo olor dice que no tienen casas o que no se han bañado en largo tiempo; es el lugar donde los proxenetas "cuadran" con los extranjeros que van a buscar niñas y niños y, además, es el punto de encuentro entre los que "no están en nada, como yo", hace la distinción Angélica, que utiliza el sitio para quedar con sus amigas dispersas por la ciudad.
 
A Kirenia Yalit, psicóloga y coordinadora de la Mesa de Diálogo de la Juventud Cubana, le preocupan los niveles de vulnerabilidad de estos muchachos. Cuenta que el domingo pasado había una adolescente tirada en las escaleras de La Rampa, dormida o borracha, y nadie se cuestionaba "¿qué hacía esa niña ahí?".
 
"Es que no son uno ni dos, y me pregunto si se ve que no exceden la mayoría de edad. ¿De dónde sacan las bebidas alcohólicas? ¿Cómo es que no hay una autoridad que intervenga cuando los ve bebiendo?".
 
Regina, gay y exestudiante universitario que va al BimBom para "hacer la noche más larga", cuenta su experiencia: "Lo mismo quieren pagarte por sexo que te apedrean si no andas al hilo. La otra noche uno me ofreció 10 pesos por algo sencillo. Se veía tiernecito, pero acepté. Niña, a mala hora, me estaba esperando otro más en la esquina y quisieron aprovecharse, pero ellos se olvidan que una sigue siendo un macho cuando quiere".
 
"Los varones son machangos que hacen cualquier cosa por tener dinero. Pero no sé quién está peor, porque las hembras se dividen en dos grupos: las jineteras y las matadoras. Aquí te los encuentras hasta universitarios; no sé cómo se pueden mezclar tantas cosas diferentes. Supongo que así es el hombre nuevo".
 
Uno de los entretenimientos más "emocionantes" es tirar botellas al aire o dejarlas correr loma abajo y esperar a que algún carro las pise y exploten.
  
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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: SOY LIBRE Enviado: 06/08/2016 18:46
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El Malecon más desemfrenado 
ESTO VIENE PASANDO DESDE EL AÑO 2010
Por Hugo L. Sánchez
La fiebre del sábado noche -en realidad la de cualquier día de la semana, pero la del sábado es la más desenfrenada y multitudinaria de todas- se puede palpar en un tramo de Malecón de unos cien metros, los cien metros que estremecen a La Habana.
 
Quizá en toda la isla no exista un sitio más libre que este espacio de muro, donde se une la calle 23 con la avenida del Puerto y que de fondo tiene las aguas del golfo de México.
  
Viene a ser como una Torre de Babel del sexo, de la gente sin prejuicios que desea pasarlo bien, de los que buscan encontrarse con amigos o hallar pareja aunque solo sea para unas horas, un instante y hasta luego; de los y de las que van a alquilar sus cuerpos y lo hacen con recato, insinuándose porque lo que no se anuncia no se vende, pero con el debido comedimiento.
  
Un joven toca la guitarra, una chica lo abraza por la espalda; a su lado, una pareja, hombre y mujer, hablan en alemán y algo más allá, dos del mismo sexo, y no se entiende bien cuál es, hablan en italiano; un travesti, algo estropeado por la mala vida, hace la pasarela y dos policías, uno muy circunspecto y el otro con cara de querer desprenderse del uniforme y entrar en el ambiente, realizan la ronda, apoyada por las cámaras de vigilancia. Hay orden en el descontrol y las madrugadas pasan sin mayores sobresaltos.
  
Las mejores horas son las de la madrugada, después de las tres y hasta el amanecer. Se terminan las fiestas y la gente baja a esa parte del Malecón, que ya en este momento se ha ido estirando y estirando, desbordándose; salen de los cabarets y los clubes y siguen ahí la fiesta. Son ciudadanos de la noche, al decir del poeta colombiano Juan Manuel Roca.
 
Los más sedientos se miran, se gustan, encuentran un rincón, una escalera descuidada, un pasillo oscuro, matan la jugada y vuelven a sentarse en el muro. Así de simple.
 
La edad tampoco aquí constituye un problema. Jóvenes con jóvenes, personas ya mayorcitas con otras que deben asistir al bachillerato, es decir el pre, apócope de preuniversitario para los cubanos. Igual ocurre con los que visten bien o de forma modesta, que bajan de coches o vienen a pie desde quién sabe dónde. Parece que solo dos cosas se exigen: tener ganas de disfrutar la madrugada y ser desinhibidos, que no te importe lo que ocurra a tu lado.
 
Estos cien metros de Malecón deberían aparecer en las guías de turismo para que los visitantes de La Habana puedan llevarse una idea a simple vista, si es que no se tientan a comprometerse, de lo que es una parte de la gente alborotada de esta ciudad.
 
 
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