La solidaridad con el
Gobierno cubano y los límites de la decencia
Cada cual puede decidir Incluso apoyar a un gobierno represivo como el
Cubano, pero nadie tiene derecho a hablar en su nombre de democracia y justicia
Cartel de la convocatoria al “VIII encuentro continental de solidaridad con Cuba”.
Haroldo Dilla Alfonso | Santiago de Chile | Cuba Encuentro
Es solidaridad con un gobierno que ha sido incapaz de hacer sus funciones con ese mínimo de eficiencia que permite reproducir la economía. Solo sabe hacerlo apoyado en fuertes subsidios, unas veces soviéticos y otros venezolanos, convirtiendo a la nación en dependiente y frágil. Y por eso, y no por el bloqueo, la economía cubana es un desastre donde la gente gana como promedio unos pocos dólares mensuales en una economía de precios crecientemente dolarizados. Es un gobierno que ha hecho de la pobreza generalizada la razón de su dominio.
Es solidaridad con un gobierno represivo que impide a los cubanos el ejercicio básico de los derechos civiles y políticos, el acceso a Internet en condiciones de real acceso, manifestarse libremente, ocupar los espacios públicos y mediáticos para ejercer sus críticas y eventualmente oponerse e intentar cambiar pacíficamente al gobierno. Las personas que intentan hacerlo son reprimidas, encarceladas, golpeadas e intimidadas. En los momentos del conclave, algunas de estas personas estaban en huelga de hambre, bordeando la muerte. Solo piden que cese la represión.
Es solidaridad con una élite política que en nombre de una revolución que hace mucho terminó, y de un socialismo que nunca existió, está produciendo su acumulación originaria y su conversión burguesa. Se apropian de los mejores negocios privados, recorren el Mediterráneo en yates de lujo, establecen vínculos con la inversión extranjera, al mismo tiempo que los cubanos comunes viven existencias miserables, en el día-a-día sin perspectivas de futuro.
Es, finalmente, solidaridad con un gobierno que ha colocado fuera de las fronteras nacionales a un 20 % de su población. Es un gobierno que argumenta que ello se debe a una ley americana de incentivo a los emigrantes cubanos, pero eso es mentira: los cubanos emigran de mil maneras porque no tienen posibilidades de realizar sus vidas. Miles de cubanos se encuentran varados en centro y sur América en condiciones de absoluto desamparo. A esos emigrados extrae remesas y cobra servicios consulares astronómicos, pero al mismo tiempo les niega todos los derechos. El Gobierno cubano, con el que se solidarizan los participantes en el encuentro continental, ha producido la mayor expropiación de derechos ciudadanos de toda la historia continental.
Por supuesto, cada persona tiene derecho a tener sus preferencias políticas. Incluso a apoyar a un gobierno represivo, cínico y autoritario como el cubano. Pero nadie tiene derecho a hablar en su nombre de democracia, de justicia o de un futuro mejor. Cuba es un pasado abigarrado y pernicioso. La solidaridad con el Gobierno cubano está reñida absolutamente con la decencia.