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General: El español Carlos Alonso, joven bailarín que triunfa en New York
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من: cubanodelmundo  (الرسالة الأصلية) مبعوث: 19/08/2016 17:16
El «Billy Elliot» español que triunfa en el Ballet de Nueva York
Tras pasar por dificultades, como el acoso escolar que sufrió de niño, a
sus 20 años ha conseguido ser solista del New York Theatre Ballet esta temporada
 
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El joven bailarín madrileño Carlos Alonso podría ser el «Billy Elliot»
Hijo de un carpintero encofrador y una funcionaria de Justicia, el pequeño de tres hermanos vivió el acoso escolar en su piel y luchó por su sueño sin importarle lo que pensasen los demás.
  
«A los 9 años dije: me da igual lo que piensen de mí, yo quiero bailar», explica el bailarín, que ha conseguido su primer contrato como profesional en la ciudad de los rascacielos.
  
Hasta ese momento y durante tres años, había sufrido todo tipo de insultos y amenazas únicamente por ser un «niño más sensible» que no estaba interesado en «jugar a pegarse», una «espinita» que a día de hoy no ha conseguido superar.
  
«Empezaron a acosarme porque siempre me interesaban cosas artísticas como cantar o bailar», comenta el joven, que asegura que un día llegó a preguntarle a su madre si él era "normal", ya que no entendía que le juzgasen de esa manera.
  
Según cuenta, le amenazaban, insultaban e incluso le tiraban pelotas, una situación que, por miedo a hacer sufrir a sus padres, mantuvo en silencio y que se llevó «bastante mal» en su casa.
  
Pero, guiado por su vocación, a los 9 años comenzó a estudiar ballet y ya a los 12 entró en el Conservatorio Carmen Amaya de Madrid, una experiencia «muy bonita, pero muy dura« de la que ha «sacado» amigos «para toda la vida».
  
«Ahora los profesores ya no te dan palos como antes, pero siguen siendo dañinos, porque dan donde más duele para hacerte más fuerte», dice Alonso, a quien algún día le gustaría ser profesor, aunque evitaría aplicar un método tan duro con sus alumnos.
  
En 2014 obtuvo una beca para estudiar durante el verano en la Joffrey Ballet School de Nueva York, donde tras el curso le ofrecieron una beca de mérito para quedarse, pero no podía costearse el alojamiento y la manutención en esa ciudad, por lo que tuvo que renunciar.
  
Tras su periplo neoyorquino se fue de intercambio unos meses a la escuela del Ballet Nacional de Finlandia, donde a pesar de medir 1,80, era el más bajito, por lo que no consiguió quedarse en la compañía.
 
«Fue un chasco pero lo entendí porque mi físico no encajaba con el de ellos», reconoce.
 
Sin embargo, la suerte se puso de su lado, y en 2015 la escuela del Joffrey contactó con África Guzmán, exbailarina de la Compañía Nacional de Danza y quien fue profesora de Alonso en el conservatorio Carmen Amaya, porque buscaban un bailarín.
 
«Me escribió para decirme que estaban buscando a un chico para la compañía juvenil, se acordaba de mí, y me dijo que me ofrecían una beca de residencia del 70 por ciento», comenta.
 
A pesar de ello, todavía era demasiado dinero para la familia de Alonso, que no podía permitirse su estancia en Nueva York. Pero, finalmente, la escuela estaba tan interesada en él que decidió otorgarle una beca total.
 
«Cuando me lo dijeron me puse a temblar y pensé: Dios, ¿de verdad me están diciendo esto? ¿Tengo que dejar a mi familia?», recuerda con emoción.
 
Tras un año en la compañía juvenil del Joffrey Ballet, con la que ha girado por toda la costa Este de Estados Unidos, el pasado mayo Alonso recibió la vista en Nueva York de la directora del New York Theatre Ballet, Diana Byer para contratarle como profesional.
 
«Estoy muy sorprendido porque jamás nadie había puesto tanto interés en mí», dice asombrado.
 
En diciembre se enfrentará a su primera temporada de «El Cascanueces», en Nueva York, ballet navideño por excelencia, pero trabajará únicamente tres horas y media al día hasta conseguir su visado definitivo de trabajo.
 
Hasta ese momento, el bailarín, que destaca por su capacidad artística y de trabajo, dice que alternará los escenarios con «lo que sea», para «dejar de pedir dinero» a sus padres y «que no 'malvivan» mientras él pueda «vivir este sueño».
 
Carlos Alonso ha pasado sangre, sudor y lágrimas para ahora poder vivir de lo que más ama, pero recuerda que «al final no todo es tan negro como parece y que el esfuerzo vale la pena».
 
Siendo un niño, Carlos no se atrevía a decir en alto que quería bailar. Veía por la televisión las piruetas que hacían en un programa de los bailes de salón, "cómo cogían a las chicas y las tiraban por los aires", y fantaseaba con emular aquello. "Pero con el tema del bullying en el colegio me costaba decirlo". Sin embargo, con nueve años tomó una determinación: "Haré lo que me dé la gana". Se lo dijo a su madre y ésta le apuntó en la Academia Elena Fernández, de Puente de Vallecas. Ahora, Carlos Alonso tiene 20 años, andares elegantes que delatan horas de entrenamiento y las próximas navidades será uno de los solistas del New York Theatre Ballet en El cascanueces.
 
"He tenido periodos de estar muy triste, de no creer que algo así fuera posible. Por eso ahora estoy muy contento. Después de haber sufrido tanto de pequeño, del acoso, creo que todo el esfuerzo ha merecido la pena", cuenta mientras apura un refresco en un bar de Lavapiés. Este bailarín especializado en danza clásica y neoclásica pasa en Madrid el verano, pero en septiembre volverá a Nueva York, la ciudad en la que ha vivido el último año. Allí hase ha formado en la prestigiosa Joffrey Ballet School, una de las escuelas norteamericanas más conocidas dentro de su disciplina, con sedes también en Chicago y San Francisco.
 
Hasta dar el gran salto, el camino ha sido duro. Con 12 años hizo las pruebas para el conservatorio Carmen Amaya y con 13 ya se preparaba para ser un profesional. "Tomaba clases de baile de nueve de la mañana a tres de la tarde. Después, iba al instituto de cuatro a nueve y media de la tarde, y por la noche a estudiar. La verdad es que dejé de tener vida, se acabó lo de celebrar los cumpleaños y cosas así. En el bachillerato apenas dormía. Recuerdo un día que llegué a clase pronto para estirar y me puse a llorar por el agotamiento. La profesora me preguntó qué me pasaba y yo le dije que llevaba tres días sin dormir estudiando para los exámenes. Me mandó a casa a dormir... pero aún me quedaban tres exámenes".
 
Un esfuerzo titánico que sabía que no tendría recompensa en su país. Alonso siempre tuvo claro que, si quería hacer del ballet su modo de vida, tendría que irse fuera. "Nunca me planteé quedarme. Aquí no se valora nada la cultura, puedes vivir dignamente si te dedicas a los deportes, que es algo que respeto, pero para trabajar en la cultura tienes que marcharte. La Compañía Nacional de Danza está muy bien pero hay bailarines de élite, que son prácticamente mileuristas. Muchos son de fuera y apenas pueden mantenerse".
 
Cuando Carlos terminó sus estudios en el conservatorio se planteó qué camino tomar y llegó una beca para el Finnish National Ballet, en Helsinki. Fue su primer contacto con el extranjero y descubrió algo que ya imaginaba. Aunque le sobrase talento le faltaban centímetros para la danza europea. "Yo mido 1,80 y era el más bajo con diferencia de la compañía.
 
El siguiente medía 1,85. Así que, aunque les gusté, no podía quedarme. En Europa la danza es algo muy físico, mientras que en Estados Unidos, aunque cuidan mucho la técnica, valoran más el arte".
 
En 2015, Alonso fue uno de los más de 400 aspirantes que solicitaron una beca en la Joffrey Ballet School de Nueva York. Le concedieron una que cubría los estudios pero no la estancia. Hijo de un carpintero encofrador y de una funcionaria de Justicia, para él era imposible mantenerse en Nueva York. Con lágrimas en los ojos tuvo que dejar pasar la oportunidad. Y sin embargo, a veces, el destino enmienda sus errores.
 
 "Al tiempo, volvió a llamarme África Guzmán, que fue bailarina con Nacho Duato y colabora con la Joffrey; ella había sido profesora mía. Me dijo que en la escuela necesitaban un chico y que se habían quedado con un buen recuerdo de mí". Le ofrecieron una beca que cubriría el 75% de su estancia allí y volvió a rechazarla. "No imaginas lo caro que es vivir allí para mi familia era imposible". Tuvo que volver a rechazar la oferta, pero les mandó un vídeo bailando. "Me dijeron que sí, que fuera, que ellos se harían cargo de todo". Volvió a llorar pero esta vez sus lágrimas eran diferentes. "Lloré mucho, tenía que dejarlo todo, mi familia, mis amigos... yo hablaba inglés como un indio. Me entró mucho miedo y a la vez estaba muy contento".
 
Dura competencia
Alonso llegó con un mes y medio de retraso a la escuela. El ambiente era muy diferente al de su conservatorio en Madrid. "Aquí todos nos llevábamos bastante bien, pero allí se notaba mucha competencia, era realmente duro, especialmente entre las chicas". Según va describiendo sus primeros días, uno lo imagina como un actor más de la serie Fama. "La fama cuesta y aquí vais a empezar a pagar con vuestro sudor", les espetaba la profesora a los jóvenes bailarines. "Sí, un poco así", concede Alonso, pese al tópico.
 
Después de nueve horas de entrenamiento de lunes a sábados, él repasaba las coreografías que tenía que haberse aprendido. "Eran números de 20 minutos súper difíciles. Además, me aprendí todos los papeles porque no sabes en qué momento te puede tocar. El mundo de la danza es así, cuando alguien deja un puesto, tienes que estar preparado y aprovechar la oportunidad. Y más cuando eres el nuevo. Necesitaba que se fijaran en mí".
 
Efectivamente, como si de una película se tratase (no piensen Show girls) un compañero se marchó y Alonso tuvo posibilidad de demostrar el talento que atesoran sus piernas. Fue solista en la pieza neoclásica Raymonda , en Suit Saint-Saens, de Gerard Arpino, y So it was, de Dwight Rhoden. La elegancia de sus movimientos llamó la atención de la directora del New York Theatre Ballet, la prestigiosa compañía fundada en 1978 por Diana Byer, que le ofreció ser solista de cara a la próxima temporada. "Interpretaré piezas de los coreógrafos invitados y en navidades haremos El Cascanueces, es un clásico para las fiestas en Nueva York".
 
Quizás algún día hablemos de Alonso con la veneración que ahora rinden a figuras como Tamara Rojo. Él es más modesto. "Yo sólo quiero seguir bailando, es lo que me importa".
 
¿Te planteas volver a España?
Claro que me gustaría, es un país increíble. Pero sé que volveré cuando haya terminado mi carrera profesional, para ser profesor o algo así. Ahora, no me veo en ninguna compañía de aquí.

 
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Fuente El Mundo & ABC.es
  


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