Por Javier Caraballo | El Confidencial La crisis económica y política ha provocado un auge del populismo en todo el mundo. No es la primera vez en la historia que sucede; cada periodo de incertidumbre es caldo de cultivo para un populismo que acaba derivando en totalitarismo. En sus delirios, los mayores populistas de la historia acaban dejando una impronta que, con el paso de los años, se convierte en tragicomedia que no oculta ni disimula la tragedia que provoca en la ciudadanía.
La imagen, en blanco y negro, es de un documental de la televisión cubana, al estilo de aquellos del nodo del franquismo. Puede ser la década de los sesenta. Fidel Castro aparece en la tribuna de un mitin para anunciar que la exportación de carne cubana está superando todas las previsiones: “Es en la agricultura -dice Fidel- donde están nuestras posibilidades inmediatas. Hay que decir que este año se han realizado ya las primeras exportaciones de carne. ¡Y qué sorpresa para los imperialistas! Apenas un toro cubano asomó la cabeza por Europa, empezaron a llover solicitudes y solicitudes. La carne es un artículo que tiene tanta demanda que se puede llamar el oro rojo”.
El ‘oro rojo’ iba a ser uno de los pilares del desarrollo económico cubano, con lo que el régimen se volcó en su investigación. En poco tiempo, se lograrían resultados sorprendentes. El propio Fidel, que se autoproclamó ‘ganadero en jefe’, explicó el experimento a los cubanos: Se criarían vacas rojas. ¡Vacas comunistas! Vacas potentes y solidarias, las que dan más leche y la mejor carne. Todo fue por un ‘prodigio’ de la investigación genética que el propio Fidel Castro explicó en la televisión con una especie de trabalenguas que, con el paso de los años, puede admirarse como una pieza maestra de los monologuistas de humor: “Cuando se combina un gene rojo con un gene negro, el animal es negro. Pero si se combina un gene rojo de un animal negro con un gene rojo de otro animal negro, el animal tiene los dos genes rojos y entonces nace rojo”.
El vídeo de las vacas comunistas, que felizmente rescató para la historia el excelente documental ‘Cuba la bella’ del realizador Ricardo Vega, es uno de los exponentes más llamativos del deterioro general de la economía cubana y, por extensión, del fracaso de la planificación centralizada puesta en marcha por Fidel Castro, a partir de la revolución de 1959. En el periódico ‘Diario Las Américas’ se publicó un reportaje en marzo de año pasado en el que se certificaba elhundimiento absoluto de la ganadería cubana, medio siglo después de aquellos delirios de grandeza.
De los seis millones de vacas (casi una vaca por habitante) que había cuando Fidel Castro ocupó el poder, se ha caído a una cabaña raquítica, literalmente raquítica, en la que los animales se mueren de hambre; hasta 184.000 reses muertas por desnutrición en 2013 según los datos del propio Gobierno cubano. En el citado reportaje, se recogía el testimonio de un ganadero cubano: “Da pena, las reses que no se mueren de hambre corren el riesgo de ser sacrificadas por los matarifes ilegales que luego se dedican a vender su carne en el mercado negro. Muchas veces esa carne tiene brucelosis y no es apta para el consumo humano. Lo peor es que el Estado impone elevadas multas a los campesinos dueños de vacas si las sacrifican. Y el precio de una res tasada por el Estado no supera los 1.000 pesos”.
“Si se combina un gene rojo de un animal negro con un gene rojo de otro animal negro, el animal tiene los dos genes rojos y entonces nace rojo”, dijo Fidel Castro
De forma general, con la ganadería ocurrió lo mismo que con otros sectores, que el ‘éxito’ de la economía planificada de Fidel solo se mantuvo mientras que la antigua Unión Soviética subvencionaba el régimen cubano. Con la caída de la URSS, se hundió Cuba: exactamente en el momento en el que dejaron de llegar de Moscú los créditos anuales, a bajísimo interés y a muy largo plazo, con los que se tapaba el déficit comercial. En la actualidad, la balanza comercial cubana es una de las más desfavorables del planeta. “El pobre desempeño agrícola ha requerido importaciones masivas de alimentos que junto a los combustibles y medicamentos han mantenido una participación mayor al 60% en el total de las importaciones y toman el 80% de los ingresos en divisas, sin posibilidad en el corto plazo de cambiar esta situación”, se concluía en un detallado informe que firmaron un grupo de intelectuales cuando se cumplieron, en 2009, los 50 años de la Revolución.
¿Y hay más delirios, a parte de esas ‘vacas comunistas’ que iban a dar más leche que ninguna otra en el planeta para sonrojo del imperialismo? Fidel Castro es un delirio en sí mismo, bien es cierto, pero no es fácil encontrar un ejemplo tan completo como ese de los “genes rojos”. Ni siquiera el azúcar, y ya es notable, definitivo, quizá, que Cuba haya tenido que acabar importando caña de azúcargracias al régimen castrista. Es de esas cosas que, cuando se leen o se oyen, no se pueden creer. ¿Pero cómo va a ser posible que Cuba importe caña de azúcar? Es como si nos dijeran que Arabia Saudí importa petróleo…
Pues es cierto: desde hace varios años, Cuba importa azúcar de Brasil y de Colombia. Por la misma razón que la ganadería, el abandono casi total de la producción de caña de azúcar ha hecho descender la producción anual a un millón de toneladas, que es lo que se producía cuando Cuba era colonia española. En la década de los cincuenta, antes de la Revolución, la producción anual rondaba los ocho millones de toneladas. Desde los años setenta, la producción de azúcar comenzó a descender y descender, hasta la mísera situación actual. Hace cinco años, trascendió un comentario de Fidel Castro, en la revista 'The Atlantic', que sirve como frase para rematar su oropel de estadista. “El modelo cubano ni siquiera funciona para nosotros", dijo Fidel. Pues nada. Amén, palabra del ‘ganadero en jefe’.