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De: CUBA ETERNA (Mensaje original) |
Enviado: 15/09/2016 17:08 |
La institución, que inaugurará el presidente
Barack Obama, ha tardado un siglo en convertirse en realidad
Celia Cruz ocupará un sitio en el museo de la comunidad afroamericana
La diva cubana es considerada parte de su historia también
WASHINGTON, Estados Unidos.-
Desde los grilletes hasta la Casa Blanca hay un largo camino de siglos, derrotas y victorias que el nuevo Museo de Cultura e Historia Afroamericana ha reunido a través de 37 000 objetos donados por cientos de estadounidenses y que, en ocasiones, también esconden una parte de Cuba.
El alma de la isla resuena en un brillante vestido de Celia Cruz, incluido en una de las 12 exposiciones del nuevo Museo de Cultura e Historia Afroamericana, ubicado en la icónica explanada de árboles del centro de Washington y que el primer presidente negro de EE.UU., Barack Obama, inaugurará el próximo 24 de septiembre.
“La historia de la comunidad negra es mucho más amplia que solo EE.UU. y por eso incluimos a Celia Cruz”, dijo a Efe Dwan Reece, la curadora de la exposición de Música y Artes Escénicas.
Para la experta, era fundamental incluir en el museo el despampanante vestido de lentejuelas rojas, moradas y doradas de Celia Cruz, la “reina de la salsa”, porque ella es “una parte de la historia de la influencia africana y de la música que ha cruzado fronteras y límites más allá del Caribe”.
El vestido de la artista comparte escenario con otros tesoros que harán las delicias de los amantes de la música y entre los que sobresale por su tamaño el brillante Cadillac rojo donado por Chuck Berry, uno de los reyes del “rock and roll” que a golpe de guitarra rompió las barreras raciales de la música.
El propio Berry condujo el Cadillac ahora expuesto a lo largo y ancho del escenario del Teatro Fox de San Luis (Misuri), una institución que le había dado la espalda cuando era niño por su raza y que en 1987 se convirtió en uno de los escenarios de su documental autobiográfico “Hail! Hail! Rock ‘n’ Roll”.
La irrupción de Chuck Berry en el campo de la música encuentra su reflejo en otras partes de la historia y otros rincones del museo, dedicados a la educación, la política o el deporte.
No podía faltar un homenaje ni para el atleta olímpico Carl Lewis, apodado “el hijo del viento”, ni para el boxeador Muhammad Alí, fallecido en febrero y cuya influencia se incrusta en la convulsa década de los 60, en plena lucha por los derechos civiles de los afroamericanos.
Aunque la música y el deporte despiertan pasiones, una de las exposiciones que espera más visitas es la de “Esclavitud y Libertad”, en donde se reunirán desde grilletes y cadenas hasta los certificados con los que los esclavos conseguían la libertad y que siguen guardados cuidadosamente en cajitas de madera.
“Hablamos de la dureza de la esclavitud, pero también de la resistencia de la gente. Esperamos que esta historia sea inspiradora”, contó a Efe la curadora Mary Elliott.
Elliott desveló que la exposición abarcará las conexiones entre Cuba y Estados Unidos y profundizará en la alianza trazada a principios del siglo XIX entre comerciantes de los dos países para perpetuar la esclavitud en las plantaciones de algodón del sur de EE.UU. y los cultivos de azúcar y café en la isla.
“Cuba tiene gran importancia porque queremos que la gente vea las experiencias similares y las diferencias”, subrayó Elliott.
Dentro de la inmensidad del museo hay un lugar honorífico reservado para Obama y su llegada a la Casa Blanca, ilustrada con las pancartas con mensajes de cambio y prosperidad económica de su campaña presidencial de 2008, así como con cientos de pines con la famosa imagen azul y roja del rostro del mandatario.
Con su estructura faraónica de varios escalones de cobre, el museo encierra en sí mismo una historia de un siglo que comenzó en 1916 con la idea de construir un memorial para los soldados afroamericanos y que en 2003 recibió finalmente la aprobación bajo la presidencia de George W. Bush.
El museo, cuyas obras comenzaron en 2012, es el único de la prestigiosa institución Smithsonian construido sin que hubiera prevista una colección de objetos para llenarlo.
Fueron ciudadanos individuales y grandes figuras de la comunidad negra quienes dieron un paso al frente y donaron hasta 37 000 objetos para dar vida al nuevo Museo de Cultura e Historia Afroamericana.
“Queríamos un museo que ayudara a EE.UU. a confrontar y a recordar”, destacó hoy durante una presentación a la prensa su director, Lonnie Bunch
Desde el Cadillac de Chuck Berry hasta los grilletes de la esclavitud o las imágenes de Obama, según Bunch, el objetivo es abrazar el papel jugado por la comunidad negra en la definición de conceptos tan fundamentales para la identidad de Estados Unidos como la ciudadanía y la libertad.
(EFE) |
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La historia afroamericana de Estados Unidos por fin tiene su museo La institución, que inaugurará el presidente Obama, ha tardado un siglo en convertirse en realidad
La estatua de la activista Clara Brown junto a una casa de esclavos que forma parte de la muestra
Darkus Burke Freeland recordaba que su padre, Jesse, recibió un violín del hombre al que pertenecía. Su labor como esclavo era la de entretener a su dueño, su familia y sus invitados. Gracias a la donación de sus descendientes, ahora el violín forma parte de los más de 4.000 objetos que retratan la historia y la cultura afroamericana de Estados Unidos en el primer museo nacional dedicado a la trayectoria de esta comunidad, desde la esclavitud hasta la presidencia de Barack Obama.
El Museo Nacional de Historia y Cultura Afroamericana, que inaugurará el primer presidente afroamericano de la historia del país el próximo día 24, ha tardado más de un siglo en abrir sus puertas desde que en 1915 un grupo de veteranos afroamericanos de la Guerra Civil propusiera una iniciativa para albergar sus aportaciones a la nación. Y lo hará en un lugar privilegiado del National Mall de Washington, considerado “el jardín de América” y enclave de una veintena de museos dedicados a la historia del país. Su misión, en palabras de su director Lonnie Bunch, es “contribuir a que cada estadounidense, todo el mundo, entienda mejor la trayectoria de los afroamericanos y cómo ésta cambió a América”.
“La única manera de corregir un error es arrojar sobre él la luz de la verdad”. Estas palabras de la periodista y sufragista Ida B. Wells presiden una de las salas del museo y expresan su misión. El por qué lo recuerda Maya Angelou en la galería principal: “Con los obsequios que heredé de mis ancestros, yo soy el sueño y la esperanza del esclavo”. Y Bunch, el encargado de hacer realidad el sueño del museo, ha tardado más de una década en recopilar los trazos de una de las historias más dolorosas del país y conseguir situarlos después bajo un mismo techo.
Cada detalle de la muestra, incluido el hecho de que el museo haya logrado su enclave a tres manzanas de la Casa Blanca, es un eco del poema “Yo también soy América”, de Langston Hughes: al National Mall le faltaba la casa de los afroamericanos. Hoy acoge desde los pedazos de cristales de las vidrieras de la iglesia de Birmingham (Alabama) donde murieron asesinadas por una bomba cuatro niñas afroamericanas en 1963, hasta el féretro de Emmett Till, el adolescente linchado en el Mississippi de los años 50, un vagón de tren específico para pasajeros negros, una casa de esclavos en una plantación de Carolina del Sur o las esposas empleadas para retener a un niño esclavizado.
“Recordar no es suficiente, debemos usar la historia para enfrentarnos a su pasado racista, la esclavitud, pero también los momentos de alegría, esperanza y resistencia que han definido a esta comunidad”, añadió Bunch. Sus palabras están enmarcadas en pasillos donde suena el discurso de victoria de Obama, galerías donde brillan las frases de referencias americanas como Maya Angelou, James Baldwin o Ida B. Wells y vitrinas para las medallas de oro de Carl Lewis o un guante del boxeador Muhammad Ali alrededor de un podio con la escultura del atleta John Carlos, puño en alto, en los Juegos Olímpicos de México 1986.
El trayecto que harán las 10.000 personas que espera recibir el museo cada día es un recorrido desde las sombras hasta la luz. Nada más entrar, los ascensores descienden a los visitantes hasta el siglo XV, cuando decenas de barcos esperaban en puertos de África para cargar los esclavos que serían llevados hasta América. En galerías subterráneas, prácticamente a oscuras, la muestra narra el episodio más doloroso y desgarrador de la historia del país, que llegó a contar con cuatro millones de personas esclavizadas —el 20% de su población— cuatro siglos después.
Por el camino, en ascenso hasta el nivel del suelo, siguen la lucha por la libertad, la emancipación, la segregación y la lucha por los derechos civiles. Es la historia de cómo los afroamericanos definieron el verdadero significado de la libertad, según los creadores del museo, en una exposición que “desafía a los visitantes a que se replanteen la noción de libertad como algo que no fue concedido a los afroamericanos, con todos sus privilegios y responsabilidades, sino que tuvieron que ganársela”.
La colección ha tardado más de una década en tomar forma, según Bunch, gracias a donantes que “si no podían entregar dinero, querían entregar su experiencia”, como ocurrió con el violín de Jesse Burke. El director del museo asegura que el gobierno federal cubrió la mitad de los 540 millones que ha costado y el resto llegó de donaciones privadas de figuras como Oprah Winfrey —entregó 13 millones de dólares y el teatro principal del museo lleva su nombre—, Samuel L. Jackson, Kobe Bryant o la fundación familiar de LeBron James. En total, respondieron a la llamada “más de 100.000 donantes que han dado desde un dólar hasta varios millones”, lo que supone un récord para la institución.
El museo, según sus creadores, careció de fondos durante décadas, hasta que en 2003 el Congreso aprobó la ley que le dio luz verde. Su visión siempre fue la misma: crear un espacio en el que recordar la historia de la comunidad afroamericana y contar “cómo esa experiencia ha cambiado la definición de ser americano”, en palabras de Bunch.
El director de la institución, que abrirá sus puertas en Washington rodeada de celebraciones en toda la ciudad, recalcaron su importancia en un momento “crucial” para la historia del país. “El racismo no es algo del pasado y este centro ayudará a entenderlo”, afirmó David Skorton, secretario de la Smithsonian Institution a la que pertenece el museo, quien defendió que sus pasillos serán un nuevo espacio de diálogo en una ciudad acostumbrada a la división. “Los museos pueden tocar y cambiar vidas, transformar a las personas que los visitan”.
UNA CORONA YORUBA EN EL NATIONAL MALL Una corona de 3.500 paneles de color bronce recubren la fachada del museo dedicado a la historia afroamericana de Estados Unidos. La forma escalonada del edificio está inspirada en una cariátide Yoruba del siglo XIX, una escultura tradicional elaborada en madera por artistas de la región africana de Nigeria y Benin. Los arquitectos, liderados por el equipo de David Adjaye, eligieron este detalle que simboliza la fe y la esperanza de la comunidad afroamericana a lo largo de los siglos.
Pero las tres capas de bronce son también un homenaje a los herrajes elaborados por esclavos de Nueva Orleans. Entre sus huecos entra la luz natural que ilumina las galerías dedicadas a los logros de los afroamericanos en la cultura, el deporte y el ejército. En el exterior, los diseñadores y arquitectos apostaron por el agua, omnipresente en el viaje de los esclavos obligados a cruzar el Atlántico, la fortaleza de los robles y la esperanza de las magnolias que cada primavera encienden el rincón más visitado de la capital de Estados Unidos.
Las esposas empleadas para retener a un esclavo
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Obama inaugura un museo
para “entender el dolor” de los afroamericanos
El Museo Nacional de Historia y Cultura Afroamericana recoge más de 4.000 objetos que narran la trayectoria de esta comunidad desde la esclavitud hasta hoy
"No somos una carga para América ni una mancha o un objeto de pena o caridad. Somos América"
Cristina F. Pereda - Washington - El País
En 1915, un grupo de negros veteranos de la guerra civil en Estados Unidos propusieron por primera vez la creación de un museo que reconociera las aportaciones de su raza al país. Este sábado, 101 años después, el acariciado sueño se ha hecho realidad. En el Mall de Washington, a tres manzanas de esa Casa Blanca que construyeron esclavos y por la que tuvieron que pasar 43 presidentes antes de que llegara al Despacho Oval Barack Obama, el primer negro, ha abierto sus puertas el Museo Nacional de Historia y Cultura Afroamericana. Y la inauguración ha sido una reivindicativa celebración de la historia, dolorosa pero también triunfante, de una comunidad que ha superado la esclavitud, la segregación y la supresión de sus derechos civiles pero aún lucha por derribar barreras de marginación, discriminación y violencia racial.
En una de las salas principales del Museo Nacional de Historia y Cultura Afroamericana de Washington los visitantes pueden contemplar un pedestal de piedra. Junto a él hay una placa que conmemoraba los discursos que sobre ese podio ofrecieron dos generales en 1830 pero no contaba cuántas pisadas habían gastado su superficie. Casi dos siglos después, el último museo en sumarse al National Mall de la capital, ha terminado de contar el resto.
“Ese pedestal nos habla de la historia, de cómo la contamos y cómo podemos dejar fuera una parte”, afirmó el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, durante el discurso de inauguración. “Día tras día, durante años, hombres y mujeres eran arrancados de sus parejas, de sus hijos, esposados y atados y vendidos y comprados y subastados como ganado sobre una piedra gastada por la tragedia de miles de pies descalzos”.
Obama, visiblemente emocionado en algunos momentos de su intervención, destacó la capacidad de esta institución soñada por veteranos de la Guerra Civil hace 100 años y que este sábado “ha dejado de ser un sueño”. Minutos antes, el congresista John Lewis, uno de los líderes del movimiento por los derechos civiles que en los años 50 y 60 reivindicaron la igualdad de los afroamericanos, afirmó mirando al cielo: “He esperado este día toda mi vida”.
El relato de la historia y cultura afroamericana es uno de los pocos que quedaba por contar en el National Mall, que en Washington acoge a los museos más importantes de la nación. Financiado con dinero público y privado a partes iguales, la institución dedicada al dolor, la esperanza, la humillación y los triunfos de millones de estadounidenses de origen afroamericano acaba de lograr su hueco en el “jardín de América”, a apenas tres manzanas de la Casa Blanca. “Donde siempre debió estar”, según el expresidente George W. Bush, que en 2003 firmó la ley para iniciar la construcción del museo.
Y lo ha inaugurado el primer presidente afroamericano del país, que repitió el “Yo también soy América” de Langston Hughes para reafirmar que todos los estadounidenses llevan en sus vidas un pedazo del recorrido de los afroamericanos desde la esclavitud hasta la igualdad. Apenas unas horas antes, durante una recepción en la residencia presidencial, Obama recordó estar bajo un techo construido por esclavos, pero también que la coincidencia entre su mandato y la apertura del museo es “fascinante”.
Los principales representantes de la comunidad afroamericana del país, desde líderes políticos y de la cultura hasta familias anónimas le rodearon este sábado en una ceremonia que abrió las puertas de un museo imprescindible pero también empezaba a cerrar un ciclo. Washington celebra un festival de tres días en la ciudad que recuerda al que dio la bienvenida al presidente hace casi ocho años.
“Este museo nos recuerda que la discriminación racial no es una rutina del pasado”, dijo Obama. “Nos cuenta por qué no debe sorprendernos que no estén curadas todas las heridas, que no se hayan resuelto todos los problemas. Conocer la totalidad de nuestra historia nos dice lo grandes que han sido los cambios, incluso a lo largo de mi vida. Sólo espero que nos inspiren a avanzar más”.
El presidente se declaró honrado de haber parado durante estos ocho años “en la estación más importante de nuestro camino hacia la libertad”, pero que a pesar de ese triunfo, la historia que guarda el museo en sus más de 4.000 expositores, “quizás deba contarse ahora más que nunca”. El centro, aseguró el mandatario demócrata “servirá para ayudar a los visitantes blancos a entender el dolor y la ira de los manifestantes en Ferguson y Charlotte”, en referencia a las protestas por la muerte de afroamericanos desarmados por los disparos de la policía. “Y también a que los afroamericanos sepan que aunque sufran las tradiciones del pasado, hay policías que están intentando comprenderlos y hacer lo correcto”.
Obama sumó el eslabón de las tensiones raciales actuales a la cadena de reivindicaciones que durante décadas han pedido la igualdad de los afroamericanos en un país “fundado en el ideal de la libertad pero que mantuvo a millones de personas encadenadas”, en palabras de George W. Bush. Trece años después de aprobar la creación del museo, el expresidente celebró la apertura de una institución que demuestra “la capacidad de cambio” de EE UU y que “una gran nación no puede esconder su historia, sino que se enfrenta a sus errores y los corrige”.
ENFRENTAR LA HISTORIA La inauguración del museo, no obstante, ha sido la oportunidad de una mirada a la realidad racial no constreñida solo al momento actual. Y es algo que ha puesto de manifiesto el expresidente George W. Bush, que en 2003 firmó la ley que permitió la construcción del museo, en unas palabras de las que luego se ha hecho eco Obama. “Una gran nación no esconde su historia”, ha dicho para añadir: “Enfrenta sus fallos y los corrige”.
Ha sido tambien oportunidad para la reivindicación de una raza. “No somos una carga para América, o una mancha, o un objeto devergüenza, pena o caridad. Somos América”, ha proclamado Obama, que se ha mostrado esperanzado de que el nuevo museo ayude “a hablar unos con otros, escucharnos y, sobre todo, vernos”.
Con las elecciones para darle el relevo dentro de 45 días, Obama también ha lanzado un mensaje político. “Un museo por sí solo no aliviará la pobreza, ni eliminará la violencia de armas de fuego ni asegurará inmediatamente que la justicia es ciega, ni borrará todos los casos de discriminación”, ha dicho. “Eso depende de nostros. Y requiere expresarse y organizarse y votar hasta que nuestros valores se reflejen en nuestras leyes, nuestras políticas y nuestras comunidades”.
La inauguración del museo quedó sellada con un repicar de campanas que tuvo su eco en toda la ciudad y en iglesias de todo el país, como ya ocurrió para celebrar la Emancipación con “el sonido y el himno de la libertad americana”, en palabras de Obama. El presidente alentó a los estadounidenses a entrar en el museo y conocer “nuestros sufrimientos, nuestros éxitos y nuestros triunfos” porque, “conocer la verdad les hará salir siendo mejores personas”.
El Museo espera recibir unos 10.000 visitantes al día y ha costado 540 millones de dólares. El gobierno federal ha pagado la mitad y el resto proviene de donaciones privadas.
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