Un doloroso acompañante
El acompañante¿El filme de Pável Giroud intenta una autopsia de lo que fueron los años 80?
Ernesto Santana Zaldívar | La Habana | CubanetNo sé si a otros espectadores les habrá pasado igual: entrar lleno de prejuicios a ver “otra película cubana” y salir con la impresión de haber presenciado esa rareza que se llama una buena película cubana. Una buena película, sin más.
No deja de sorprender un poco que se esté proyectando en varios cines de La Habana El acompañante, filme de 104 minutos dirigido por Pavel Giroud que cuenta, sin demasiado énfasis ni gestos trascendentales, una historia atroz que se desarrolla en una época atroz. Como tras los 80 vino el abismo del Período Especial, muchos a veces recuerdan esa década con un tono rosa.
Porque esta película de Giroud se basa con bastante rigor en una realidad histórica: el tiempo en que los portadores del VIH eran recluidos a la fuerza en el sanatorio Los Cocos, en Santiago de Las Vegas, vigilados por militares, a fines de los 80. Los que se negaban a entrar o se escapaban eran condenados a varios años de prisión con la acusación de “propagación de epidemia”.
En los 90, los seropositivos dejaron de estar bajo control militar, en parte porque la sola acusación de “propagación” era una alambrada disuasoria. Pero seguía habiendo irreductibles. Además, ya en pleno Período Especial, había surgido en las prisiones la tentación de adquirir el VIH para vivir con mejores condiciones en la enfermería, y el gobierno cubano, de excelentes reflejos en asuntos represivos, preparó un reclusorio subterráneo en Nazareno, también al sur de La Habana, para rebeldes infectados y para convictos que se contagiaran. De un tiro, dos pájaros.
Esta historia de un campeón de boxeo sancionado, Horacio, y un exsoldado conflictivo, Daniel, demoró seis años en realizarse y las dificultades fueron tantas que Giroud estuvo a punto de rendirse. A la dirección del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC) no le gustaba el proyecto y no facilitó las cosas para que el realizador accediera a fondos. Finalmente, se produjo como una cinta independiente, aunque las nuevas autoridades del ICAIC terminaron colaborando de algún modo.
Las causas de esta poca simpatía de los comisarios son evidentes en El acompañante. El filme llama la atención sobre el papel de los soldados internacionalistas en la transmisión del VIH, aunque al principio la propaganda oficial la achacó a los homosexuales y a las prostitutas, al punto que se popularizó el nada gracioso —y muy homofóbico— chiste de la “solución” para no contagiarse, el “nitrato”: “Ni trato con putas ni trato con maricones”. Solo por lo bajo se hablaba de los soldados que habían venido contagiados de África.
El otro aspecto que no puede haber gozado de aceptación entre las autoridades es cómo se trata en la película el tema —ya habitual en el cine cubano— del padre militar y dogmático, y en general del papel del uniformado en la sociedad, que llega a su culmen con la breve y reveladora aparición del gorila de verde olivo, padre de un Daniel ya agonizante, y con el momento en que la doctora militar pone el cuño de “propagación de epidemia” en lo que significa la condena a muerte para el personaje.
Un relato, en definitiva, con caracteres creíbles, interesantes y consecuentes, que se mueven y crecen, y bien contado —acaso por el “influjo” del fantasma de Ítalo Calvino, que nació donde se filmó la película, un centro de investigaciones botánicas—, sin acudir a grandes y elocuentes escenas dramáticas, apelando solo a la fuerza de los diálogos, a una progresión de la acción y a un manejo de los personajes sobre la base de un muy efectivo guion.
Lo que se dice un filme bien equilibrado. Buen Hollywood, en el mejor sentido de las palabras, con brochazos de humor bien dosificados, con citas de Rocky y de Atrapado sin salida, pero sin regodeos machacantes en lo intertextual. Y el público al final encantado, muy conectado y, claro está, cada cual se marcha cargando aún con la historia
A Pável Giroud lo han llamado, exageradamente, el “Truffaut cubano” y el “Hitchcock cubano”, pero, más allá de toda clasificación, lo obvio es que se trata de un artista muy trabajador, que siempre quiere superarse a sí mismo, empeñado en hacer buen cine, en contar buenas historias de manera decente.
El acompañante ha sido seleccionada por el ICAIC para representar a Cuba en los próximos premios Óscar y Goya, por encima de Bailando con Margot (Arturo Santana, 2015), Café amargo (Rigoberto Jiménez, 2015), La cosa humana (Gerardo Chijona, 2015), Cuba libre (Jorge Luis Sánchez, 2015), Esteban (Jonal Cosculluela, 2015) y Leontina (Rudy Mora, 2016).
Según el jurado, esta producción fue elegida por “su capacidad para comunicarse eficazmente con el espectador, tal y como se demuestra en los varios premios del público alcanzados en diversos eventos, a partir de una historia tejida con notable eficacia narrativa, poder humanista y conmovedores personajes”. Ya El acompañante ha obtenido galardones del público en los festivales de Toulouse en Francia, Málaga (España) y Miami (Estados Unidos), entre otras distinciones.
El mismo Giroud ha dicho que su filme no es condenatorio, “aunque la verdad duela a muchos”, que es “la historia de dos hombres que están ahí por razones diferentes, pero con un objetivo común: escapar del destino que les han impuesto”. También asegura que prefiere que la pieza “genere cuestionamientos y anime a la audiencia a buscar sus propias respuestas”. Más aun, afirma, al hablar de la indagación en otras épocas de la etapa revolucionaria, que “quizás comienza una etapa en que el cine exhumará cadáveres olvidados para rehacerles la autopsia y se descubra que la causa de la muerte no es la que está en el informe del forense”.
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