Este 28 de septiembre es el
56 cumpleaños de otro de los fantasmas de Fidel
A Raúl Castro no le gustan los chismes
Por Tania Díaz Castro | La Habana, Cuba | Cubanet
Así mismo decían por los años sesenta del siglo pasado los dirigentes de la Dirección Nacional de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), situada entonces en la Avenida de las Misiones No. 25, frente al emblemático Palacio Presidencial de La Habana.
Trabajé como reportera en la revista de ese organismo estatal durante los años 1965 y 1966 del siglo pasado. Un día ―lo recuerdo como si hubiera ocurrido ayer― pareció como si aquel alto edificio se viniera abajo, a consecuencia de los sorpresivos comentarios que corrían de piso en piso y que repetían hasta las mujeres que manejaban los ascensores, o las que limpiaban las escaleras: “Raúl Castro, el jefe máximo del Ejército, está disgustado con los CDR, porque no le gustan los chismes”.
El viejo militante comunista José Matar, entonces presidente de todos los Comités y luego “tronado” de pies a cabeza por sus vínculos con sus amigos de la llamada “microfracción”, puso el grito en el cielo.
Aurelio Álvarez, el director de la revista Con la Guardia en Alto, estuvo a punto de un infarto. Sólo los periodistas de aquel engendro de revista, Ricardo Villares, Rubén Moreira, Julito Hernández y yo, si mal no recuerdo, nos mantuvimos a la expectativa, esperando de un momento a otro salir disparados por la ventana.
La historia fue así: A la mesa del despacho de Raúl, hoy Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, llegaban a diario quejas de diferentes comités de la Isla, porque en sus cuadras, altos militares cubanos tenían una mujercita clandestina a la que visitaban casi a diario y a quien llevaban vituallas para cocinar, no precisamente de la cartilla de racionamiento. Militares casados y con domicilio reconocido.
Los agentes de la Seguridad del Estado, que fueron con el mensaje de Raúl al encuentro de Matar, muy serios y compungidos, expresaron que el jefe del Ejército estaba muy, pero muy enojado con los CDR; como si el invento de su hermano, inspirado por la lectura del libro Mein Kampf, de Hitler, le estuviera creando problemas con la plana mayor de su Ejército.
El comentario, nada fácil de digerir, corrió de boca en boca por pueblos y montañas y es muy posible que muchos todavía lo recuerden hoy, tanto como yo.
Fue por esa fecha que los CDR cayeron en desgracia. Ahora mucho más, cuando después de más de medio siglo se comienza a pensar en la tranquilidad ciudadana y están prohibidos los ruidos innecesarios como aglomeración de personas en una casa, la música a todo volumen y las fiestas hasta altas horas de la noche, considerado todo como indisciplina social. Lo que ocurría en la casa donde funcionaba un CDR.
En fin, que con la desaparición en gran medida de las funciones de los Comités, podemos decir que vamos en camino de ser un país civilizado, aunque los logros se vean aún muy a lo lejos. Incluso, por suerte, muchos de ellos carecen hoy de equipos de audio, los que podían excederse en sus decibeles por orden del Comandante Invicto.
Este 28 de septiembre es el 56 cumpleaños de los CDR, otro de los fantasmas de Fidel. Estoy segura que si hoy a Raúl le gustan, es de boca para fuera.
Así mismo decían por los años sesenta del siglo pasado los dirigentes de la Dirección Nacional de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), situada entonces en la Avenida de las Misiones No. 25, frente al emblemático Palacio Presidencial de La Habana.
Trabajé como reportera en la revista de ese organismo estatal durante los años 1965 y 1966 del siglo pasado. Un día ―lo recuerdo como si hubiera ocurrido ayer― pareció como si aquel alto edificio se viniera abajo, a consecuencia de los sorpresivos comentarios que corrían de piso en piso y que repetían hasta las mujeres que manejaban los ascensores, o las que limpiaban las escaleras: “Raúl Castro, el jefe máximo del Ejército, está disgustado con los CDR, porque no le gustan los chismes”.
El viejo militante comunista José Matar, entonces presidente de todos los Comités y luego “tronado” de pies a cabeza por sus vínculos con sus amigos de la llamada “microfracción”, puso el grito en el cielo.
Aurelio Álvarez, el director de la revista Con la Guardia en Alto, estuvo a punto de un infarto. Sólo los periodistas de aquel engendro de revista, Ricardo Villares, Rubén Moreira, Julito Hernández y yo, si mal no recuerdo, nos mantuvimos a la expectativa, esperando de un momento a otro salir disparados por la ventana.
La historia fue así: A la mesa del despacho de Raúl, hoy Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, llegaban a diario quejas de diferentes comités de la Isla, porque en sus cuadras, altos militares cubanos tenían una mujercita clandestina a la que visitaban casi a diario y a quien llevaban vituallas para cocinar, no precisamente de la cartilla de racionamiento. Militares casados y con domicilio reconocido.
Los agentes de la Seguridad del Estado, que fueron con el mensaje de Raúl al encuentro de Matar, muy serios y compungidos, expresaron que el jefe del Ejército estaba muy, pero muy enojado con los CDR; como si el invento de su hermano, inspirado por la lectura del libro Mein Kampf, de Hitler, le estuviera creando problemas con la plana mayor de su Ejército.
El comentario, nada fácil de digerir, corrió de boca en boca por pueblos y montañas y es muy posible que muchos todavía lo recuerden hoy, tanto como yo.
Fue por esa fecha que los CDR cayeron en desgracia. Ahora mucho más, cuando después de más de medio siglo se comienza a pensar en la tranquilidad ciudadana y están prohibidos los ruidos innecesarios como aglomeración de personas en una casa, la música a todo volumen y las fiestas hasta altas horas de la noche, considerado todo como indisciplina social. Lo que ocurría en la casa donde funcionaba un CDR.
En fin, que con la desaparición en gran medida de las funciones de los Comités, podemos decir que vamos en camino de ser un país civilizado, aunque los logros se vean aún muy a lo lejos. Incluso, por suerte, muchos de ellos carecen hoy de equipos de audio, los que podían excederse en sus decibeles por orden del Comandante Invicto.
Este 28 de septiembre es el 56 cumpleaños de los CDR, otro de los fantasmas de Fidel. Estoy segura que si hoy a Raúl le gustan, es de boca para fuera.