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General: José Fernández , él era nosotros, era nuestra historia...
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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: cubanet201  (Mensaje original) Enviado: 27/09/2016 18:03
José Fernández:
Él era nosotros. Era nuestra historia.
No le hizo falta mucho tiempo para convertirse en uno de nosotros, en un miamense.
 
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El mar le dio la libertad, también la muerte
El ídolo cubano que nunca olvidarán los refugiados cubanos
   Por Fabiola Santiago — El Nuevo Herald
José Fernández —un verdadero prodigio beisbolero que huyó de Cuba en un bote— abrazó a esta ciudad como si hubiera nacido en ella, como si los Marlins de Miami fueran el equipo local que creció admirando y cuyos dos títulos de campeones de la Serie Mundial disfrutó.
 
Era divertido verlo jugar, no solamente por su talento, sino por la calidez que proyectaba, por su espíritu jovial tanto dentro como fuera del terreno, su generosidad con los fanáticos, y su amor por la familia.
 
A su vez, Miami amaba a su lanzador estrella.
 
En momentos en que los aficionados estaban furiosos con el propietario del equipo y sus directivos, Fernández demostró fácilmente ser un rostro positivo con miras en el futuro, sonriendo y expresando gratitud.
 
“Soy muy afortunado de estar aquí”, solía decir Fernández con sinceridad y un encantador acento en su inglés del Miami cubano.
 
Nunca se cansó de demostrar lo agradecido que se sentía por estar en este país, y por la suerte que tenía de estar en la ciudad de sus sueños.
 
Resulta increíble y triste pensar que murió en esas mismas aguas a las que decía que le gustaba acudir en busca de serenidad. El barco de 32 pies de eslora en el que viajaba con dos amigos se estrelló contra el peligroso rompeolas de rocas oscuras, sin luces y apenas visible desde el agua a la altura de Government Cut entre Miami Beach y Fisher Island. No hubo sobrevivientes.
 
Lo que ocurrió es la pesadilla de cualquier padre.
 
José sólo tenía 24 años, su muerte es una pérdida que se vuelve todavía más grande con la foto que hace poco colgó en las redes sociales: su novia en la playa con una pequeña barriguita. No podrá ser el padre de esta bebé, y a su vez la niña se perderá la experiencia de disfrutar al alegre joven que se divertía como un niño en el terreno, entregándose por completo y mostrando sus emociones sin reparo.
 
Nos despertamos con esta inesperada tragedia; un día tremendamente triste no solo para la comunidad deportiva del sur de la Florida, sino para todo el que se haya emocionado con el relato de un niño que escapó de su país en un bote cuando tenía 15 años.
 
Su historia resonó en Miami, ciudad de refugiados.
 
Nacido en Santa Clara, en el centro de la isla, lo criaron su madre, Maritza, y su abuela, Olga, gran fanática del béisbol, a quien Fernández llamaba “la luz de mi vida”. Su abuela fue quien primero le enseñó a jugar pelota. Tuvo que dejarla atrás cuando escapó de Cuba con su madre en un bote.
 
En alta mar, en la oscuridad de la noche, alguien cayó al agua, y José no dudó un instante en saltar. Después supo que era su madre a quien le había salvado la vida.
 
El dolor que hoy siente la familia es sencillamente inimaginable.
 
En un principio, Fernández se estableció en Tampa y le costó trabajo adaptarse, sin saber una palabra en inglés, pero entonces cogió una pelota de béisbol y, como suele decirse, el resto es historia. En el 2011, fue seleccionado por los Marlins en la primera ronda del reclutamiento. Los fanáticos enloquecieron cuando Fernández ganó el premio de Novato del Año en el 2013.
 
Sin embargo, se sentía aun más feliz por haberse reunido por fin en Miami con su querida abuela Olga, a quien no se le permitió salir de Cuba después de la huida de su nieto. José decía que era “la persona más importante de mi vida” y, de una forma muy dulce, la llamaba “una loca del béisbol”. En Cuba, Olga lo escuchaba lanzar en Miami en un radio desde la azotea de su casa, mientras rogaba que hiciera buen tiempo para poder oír el juego con claridad.
 
“Esto es mejor que estar en las Grandes Ligas, mejor que ganar, mejor que nada”, dijo después de abrazar a su abuela, con su cara de niño llena de lágrimas.
 
Se suponía que el 2016 sería el mejor año de la carrera de Fernández.
 
“Cada vez que lanza, el estadio se llena”, me dijo mi hermano, un feroz amante de los Marlins, todavía hablando en presente de Fernández. “Este año está en segundo lugar en ponches de la Liga Nacional”.
 
Su carrera apenas empezaba, y antes del domingo, nuestro único temor era que Miami pudiera perderlo como ha pasado con otros tantos jugadores que el público aprendió a querer.
 
José nunca quiso decepcionar a los fanáticos de su ciudad adoptiva y dondequiera que esté ahora, espero que sienta el amor y el aprecio que todos le tenemos.
 
“Estoy completamente devastado por la terrible noticia de esta mañana”, escribió en Instagram David Herrera, entrenador de los Juegos Olímpicos Especiales de Miami-Dade, sobre una fotografía de Fernández junto a uno de los niños que llevó al juego contra los Nacionales el martes pasado. “Lanzó lo que para muchos fue el mejor juego de su carrera. No puedo creer que hayamos sido testigos de su último partido. Después del juego, todos los jugadores se fueron y ninguno se detuvo a firmar autógrafos. Entonces salió José. Besó a su mamá, a su abuela, a su novia embarazada, y vino directamente hacia nosotros a firmar autógrafos y tomarse fotos. Era un gran ser humano. Un placer verlo jugar y conocerlo”.
 
Por eso todos lo queríamos: porque entregaba el corazón. Y devolvía el mismo amor que se le daba.
 
Él era nosotros. Era nuestra historia.
  
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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: SOY LIBRE Enviado: 29/09/2016 20:30
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José Fernández: Una historia que siempre tenemos que contar
Por Jorge Ebro
Don Mattingly quisiera volver a discutir con él como cuando le ponía punto final a cada salida, Marcell Ozuna extrañará aquellos gritos de “¡Ozo, echa para acá’’, Barry Bonds añorará los abrazos asfixiantes…todo el mundo tiene un motivo para echar de menos a José Fernández, absolutamente todos.

Su familia ha perdido la luz de la casa y Miami vive más a oscuras, porque fueron muchas las vidas que el cubano tocó, a pesar de sus escasos 24 años, con la vara mágica de su personalidad arrasadora y vital.

“Nadie se imagina la colosal tarea humanitaria de José, nadie tiene idea del tiempo que dedicaba para ayudar a otros, a los más necesitados', expresó su amigo Danys Báez. “Esas muestras de cariño, las flores, los mensajes, apuntan al jugador, pero llegan al alma del hombre que fue’’.

Miami amanece más huérfana, sin uno de sus mejores centinelas, de sus generadores de alegría -que vamos a estar claros, no son tantas como debieran ser-, y resulta monumental que un chico que llevaba apenas nueve años en este país y solo cuatro en las Grandes Ligas pueda haber resonado de manera tan íntima y personal en miles o quizá millones de gentes de todo giro y estrato.

“Desgraciadamente’’, recordó el propietario de los Marlins, Jeffrey Loria, “a veces las luces más brillantes son las que se extinguen más rápido’’.

Salvando las distancias posibles, Fernández es como el James Dean del béisbol. A uno le bastaron tres películas para convertirse en leyenda, al otro le alcanzaron cuatro temporadas para encasquetarse el chaleco de ícono.

Cometas de paso efímero y de luz quemante, de esos que suceden de generación en generación. Y así como muchos creen que Elvis sigue escondido en una isla lejana y solo espera el momento de aparecer, otros se niegan a aceptar la muerte de Fernández y esperan el desmentido que nunca vendrá.

“Me parece que en cualquier momento lo voy a ver entrar por la puerta del clubhouse’’, manifestó entre lágrimas Ozuna. “Las noticias dirán una cosa, pero mi mente se resiste a aceptar la realidad. El está conmigo. Siempre va a estar conmigo’’.

Fernández trascendió culturas, religiones, políticas. No puede haber pueblo más discutidor y empeñado en desmontar la razón ajena que el cubano en su “parejería’’ ancestral. Dos cubanos no unen un criterio, y sin embargo, el chico de Villa Clara era el puente amable por donde iban y venían contrarios y cercanos, anglos y latinos, en absoluta comunión. Nadie podía negarle el talento, ni restarle méritos. Nadie osaba.

El era el macho criollo aderezado con humanidad, el valiente de la comarca y el que más alto cantaba en el gallinero con una sonrisa a flor de labios y una rosa en la mano y un corazón de oro, el novio de las novias, ese arquetipo que muchos aspiramos a ser y pocos logramos encarnar, al menos sin hacer el ridículo.

¿Pero qué ejemplificaba Fernández por encima de todo? La buena salud del sueño americano o los restos de el, la posibilidad de llegar a este país y empezar de cero, encontrar un talento y explotarlo, labrarse un nombre y hacerse alguien, especialmente tras tres intentos de fuga y el rescate en alta mar de una madre ahora desconsolada. Su historia debe ser contada, porque en su relato irá la supervivencia del mito y hasta del cuerpo.

Su historia es la de miles, incluso de aquellos que no han alcanzado ese sueño y perecen en el intento. De cierto modo, Fernández, con todo lo bueno y lo malo que encierra su mínima trayectoria, se antoja un espejo donde encontramos pedazos de nuestras vidas, de lo conseguido y lo perdido.

Quizá estaba a un año o dos de convertirse en el lanzador más rico de la historia, en uno de los mejores de todos los tiempos, pero eso era una parte y no el todo. El béisbol lo necesitaba para salvarse del aburrimiento, su familia para ser feliz y plena, su hija que viene en camino para disfrutar del cariño de padre y Miami y Cuba para tener ese héroe que ha partido a lanzar el mejor de sus juegos en otra dimensión.

Que se preparen los ángeles cuando el manager del equipo celestial quiera quitarle la pelota…

Las 5 razones que hicieron especial a José
La muerte de José Fernández dejó un sentido dolor no sólo en el mundo del béisbol sino también en la comunidad del sur de Florida.
  
1 - Talento - Desde que llegó a las Mayores se hizo evidente que Fernández era un pitcher excepcional. En 2013 ganó el premio al Novato del Año y quedó además tercero en la votación al Cy Young en la Liga Nacional. En total, a lo largo de 76 partidos en su corta carrera dejó efectividad de 2.58.
 
2 - Números impresionantes - Fernández tuvo cifras impactantes a lo largo de su carrera. Ganó 38 encuentros y perdió 17. Dejó una efectividad ajustada de 150, una cifra que sólo tres pitchers en la historia superan, Mariano Rivera, Clayton Kershaw y Pedro Martínez. Dejó un WHIP de 1.05, es decir, que se le embasaron 1.05 hombres por inning, una marca que sólo cinco hombres en la historia la han compilado. Ponchó a 11.2 bateadores por cada nueve episodios, registro que nadie ha logrado y que dejaría atrás la marca de Randy Johnson de 10.60.
 
3 - Carisma - Pocos peloteros se han ganado el corazón de los aficionados como lo hizo Fernández, quien era sinónimo de sonrisa y arrojo. Disfrutó al máximo su profesión, una carrera que lo apasionó por su amor al béisbol, un deporte que le inculcó su querida abuela. Cada apertura de Fernández en Marlins Park significaba mayor asistencia. En ese sentido, entre 2014 y 2015 cada vez que lanzó el cubano el estadio tuvo un promedio de 26,938 aficionados, contra una media de 21,113 con otros abridores.
 
4 - Una historia increíble - Fernández trató de escapar varias veces de Cuba, sin éxito, e incluso fue enviado a la cárcel siendo prácticamente un niño por eso. Finalmente, al cuarto intento lo logró y en medio de su travesía, en plena noche, una de las personas que lo acompañaba en la embarcación cayó al agua. El muchacho, de apenas 15 años, se lanzó y cuando logró rescatarla notó que había sido su propia madre. Fernández llegó aEstados Unidos se radicó en Tampa y desde ahí empezó una carrera meteórica que lo llevó a ser estrella en la gran carpa.
 
5 - Un final trágico - En un giro trágico de su vida, Fernández falleció precisamente en un accidente de bote. Tenía 24 años y esperaba su primer hijo junto con su novia. Su muerte deja muchas interrogantes de hasta dónde pudo haber llegado en su carrera después de mostrar en apenas cuatro temporadas que era una estrella del montículo. 
 
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