La guerra no sería solo contra los paladares
En el reciente anuncio del Consejo de la Administración Provincial de La Habana (CAP), que contiene una serie de disposiciones que norman el funcionamiento de los paladares (restaurantes privados), se habla del orden y la disciplina con que deben de laborar estos negocios. Sin embargo, un análisis detallado de algunas de esas directivas indica que se trata, en lo fundamental, de impedir que el progreso económico de los establecimientos se les vaya de las manos a las autoridades.
Por ejemplo, si un músico que ameniza las comidas resulta muy demandado por los usuarios, pero no pertenece a ninguna de las empresas del Instituto de la Música, no podrá ser contratado por los paladares. Por otra parte, el no permitir que los paladares adquieran "mercancías ilícitas" podría limitar sobremanera la oferta de estos restaurantes. Ante la inexistencia de un mercado mayorista, tendrían que circunscribirse a comprar en las tiendas minoristas, las cuales presentan un marcado desabastecimiento.
Otra de las disposiciones señala la prohibición de importar mercancías con fines comerciales, debido a que semejantes transacciones no están aprobadas por la Aduana General de la República. Esa medida, que también afectaría el surtido que los paladares brindan a sus clientes, está en sintonía con el deseo de los gobernantes de frustrar la aspiración del presidente Barack Obama de apoyar al emergente sector privado de la Isla.
Y por último, la negativa a que los paladares amplíen sus horizontes y, sin abandonar su misión principal, devengan en clubes o discotecas, es tal vez la más clara señal de las intenciones de las autoridades.
El accionar de los gobernantes contra los paladares no puede verse como un hecho aislado contra esta modalidad de trabajo por cuenta propia. Se enmarca en el contexto de una contraofensiva desatada últimamente contra las actividades privadas que el oficialismo considera como "más lucrativas". Entonces la represión contra los paladares ocuparía el segundo capítulo dentro de un guion que se inició con la furia contra los almendrones o taxis particulares.
A pesar de lo que exprese el discurso oficial, en el fondo el castrismo es enemigo de la actividad privada, y si la permite es solo por motivos coyunturales. Nadie debe olvidar lo sucedido hacia 1996, cuando después de utilizar ciertas palancas del mercado —entre ellas la ampliación del trabajo por cuenta propia— para mitigar el colapso económico derivado del "Periodo Especial", los gobernantes detuvieron las reformas y casi paralizaron el trabajo por cuenta propia. Todo bajo el argumento de que "en un país socialista, la mayoría de los trabajadores debían ser asalariados estatales".
Esta contraofensiva contra los cuentapropistas tampoco puede desligarse del famoso acápite 104 de la Conceptualización del Modelo Económico y Social Cubano de Desarrollo Socialista, el cual estípula que "No se permite la concentración de la propiedad y la riqueza en personas naturales o jurídicas no estatales conforme a lo legislado, de modo consecuente con los principios de nuestro socialismo". Una sentencia que, tras recibir el visto bueno en el VII Congreso del Partido Comunista (PCC), ha sido apoyada en posteriores asambleas por los elementos de línea dura de la nomenclatura raulista.
Y como ya expresamos, la contención de los cuentapropistas al impedirles importar o exportar productos, intenta contrarrestar las medidas que pueda adoptar el presidente Obama para apoyar a los emprendedores cubanos. Un apoyo que el gobernante norteamericano expresó desde su llegada a la Casa Blanca, y que ratificó durante su vista a la Isla, y ahora en la directiva que norma las relaciones con Cuba.
Si nos atenemos a aquello de que "cuando veas las barbas de tu vecino arder, pon las tuyas en remojo", sería conveniente que los arrendadores de viviendas y habitaciones se pusieran en alerta. Ellos, junto a los transportistas y las paladares, forman el trío que siempre se ha mantenido en el colimador de las autoridades tributarias. Quizás los arrendadores sean las próximas víctimas.