Ya hace 8 años que Barack Hussein Obama ganó las elecciones presidenciales. El 4 de noviembre de 2008 se convirtió en un día muy importante para la historia de Estados Unidos y será recordado por millones de ciudadanos que fueron parte de ese momento histórico.
“¿Queda alguien allá afuera que dude del poder de nuestra democracia? Esta noche es la respuesta. La respuesta son las largas colas que salieron de las escuelas e iglesias en cantidades nunca antes vistas.”
Obama se convirtió en el primer presidente negro en la historia de la nación, pero ese día su figura se engrandeció mucho más allá de su color de piel y la relevancia que este significaba para el país y para la comunidad afroamericana en particular. Ese hombre de 48 años, carismático, elocuente, con un don peculiar para la política y para impregnar entusiasmo en las masas, enfrentaba uno de los períodos presidenciales más intimidantes de los tiempos modernos en Estados Unidos.
El nuevo presidente debía tomar el liderazgo para sacar a la economía del país de la recesión más feroz que la nación había vivido desde la gran depresión de los años 30, debía resolver 2 costosisimas guerras (una de ella moralmente injustificable), y tenía que restaurar la moral del país ante los ojos del mundo.
Casi al término de sus dos períodos presidenciales, el país se ha recuperado completamente de la recesión. Aunque la economía no está creciendo a un ritmo prometedor, Estados Unidos ciertamente se ha recuperado mejor que otras naciones de la crisis económica global, y hoy está en una posición mucho mejor que otras economías fuertes como la Unión Europea o China que, de hecho, se están contrayendo.
Las guerras de Irak y Afganistán terminaron, pero los resultados no han sido los mejores. El fortalecimiento de ISIS (que en parte se debe a las estrategias ineficientes en la guerra de Iraq), las amenazas terroristas hacia occidente, la ciberguerra y la propagación del radicalismo continúan siendo grandes retos para el país a la salida de Obama de la Casa Blanca. Sin embargo, Osama Bin Laden ya no es parte de este panorama gracias al gobierno de Obama.
En cuanto al prestigio del país ante el mundo, Obama ha sido un presidente querido y admirado en África, Latinoamérica, Asia y otros rincones del mundo, probablemente más que ninguno de sus predecesores. La política exterior del país dejó la perspectiva dura de la administración Bush para adoptar una posición mucho más abierta al diálogo. Esto se ha demostrado en estos 8 años a través de la intervención norteamericana en los conflictos territoriales entre China y Japón, el tratado nuclear con Irán, la apertura con Cuba, el tacto extremo con que la administración Obama ha tratado la beligerancia provocadora de la administración de Vladimir Putin, entre otras muchas demostraciones diplomáticas de su gobierno.
Pero en mi modesta opinión, la gestión presidencial de Obama, en asuntos domésticos y de índole civil, está ampliamente subvalorada. Durante su presidencia se legalizó el matrimonio gay en una cantidad impresionante de estados a una velocidad nunca antes vista. Tanto es así que hoy es legal en todo el país, algo que muchos miembros de esa comunidad no pensaban que ocurriría en esta década.
Su administración fomentó planes de ayudas para préstamos estudiantiles sin precedentes, incluyendo la condonación de deudas a graduados que trabajan en sectores sociales y del gobierno. También fue el primero en seleccionar una jueza latina a la Corte Suprema de Estados Unidos.
Sus esfuerzos por reformar el sistema de salud son admirables, aunque los resultados son debatibles. El Obamacare presenta grandes deficiencias y no creo que sea la solución para los problemas del sistema de salud estadounidense. Pero es un primer paso para el sistema de salud universal del que se viene hablando desde los tiempos de Clinton, en el cual la salud estaría realmente al alcance de todos y dejaría de ser la vergüenza de esta gran nación.
Los niveles criminales han continuado bajando de manera estable en las grandes urbes del país. Aunque la retórica amarillista de los medios den la sensación opuesta, las estadísticas no mienten. En 2015 ocurrieron 1 197 704 crímenes violentos en todo el país, esto representa un 16.5 % menos que en 2006.
Por supuesto que sus adversarios políticos y sus detractores no reconocen nada de esto y se empeñan en difundir el discurso derrotista que asegura que Estados Unidos está sumido en uno de sus peores momentos. Pero nada de esto importa porque el tiempo y la historia se encargarán de decir la última palabra, de poner a la figura de Obama donde corresponde.
Por ahora, la fortaleza de la democracia estadounidense, esa que Obama mencionó en el histórico discurso del 4 de noviembre de 2008, enfrenta uno de sus retos más extremos: continuar la línea de Obama con una candidata mucho más débil que él o dar un giro de 180° con un candidato que… bueno, mejor dejemoslo ahí.
Lo que podemos asegurar es que va a pasar mucho tiempo antes de que tengamos otro presidente tan cool como este. Sus críticos dicen que estas son cuestiones superfluas, pero en la única nación del mundo industrializado donde el conservadurismo, el puritanismo y muchas veces la hipocresía dictan una parte importante del proceso político, un presidente que sabe bailar, que besa a su esposa en público con pasión evidente, que llora delante de las cámaras y que demuestra verdadera compasión es como un ungüento para el alma colectiva. Te damos la despedida usando tu propio sello, ¡Obama out!