¿Potencia médica mundial?
El colosal proyecto de salud cubano se pierde día a día
Por Alberto Roteta Dorado|Estados Unidos| CubanetLas ideas delirantes de alguien que durante décadas hizo del pueblo cubano lo que quiso fueron determinantes para el surgimiento de una serie de megaproyectos, muchos de los cuales quedaron solo en un nivel de idealización. Tal es el caso de la incoherente propuesta de hacer de la isla el país más culto del mundo.
No obstante, el hecho de convertir a Cuba en “una potencia médica mundial”, siendo fiel a las palabras del Dr. Fidel Castro, fue más allá de la hipótesis y logró concretar algunos aspectos; los que bien encausados y en otras circunstancias políticas y sociales hubieran sido de utilidad. Pero como la mayoría de las cosas que tienen lugar en un sistema social en el que el Estado pretende dominarlo todo, y en el que sus mandatarios carecen de la sabiduría que ennoblece al hombre y los conduce al bien, esta colosal idea del proyecto de salubridad y beneficios médicos se pierde día a día.
¿Cuántos médicos ejercen directamente en función del paciente actualmente en Cuba? ¿Es que acaso la idea del “visionario” comandante acerca de una potencia médica mundial excluía a la propia nación cubana de los posibles beneficios?
Hay miles de médicos cubanos de todas las especialidades ejerciendo su profesión por concepto de colaboración médica fuera de Cuba, algo que en los inicios de la exportación del capital humano recibió el nombre de misión internacionalista. Según declaraciones de la vicetitular del Ministerio de Salud Pública, Marcia Cobas, al final del pasado año más de 50 mil colaboradores cubanos prestaban servicios en 67 países. De ellos, más de 25 mil eran médicos, constituyendo la principal fuente de ingresos monetarios anuales de miles de millones de dólares.
En Brasil fueron contratados por el gobierno de Dilma Rousseff 11 429 médicos en el año 2013, como parte del programa Mais Médicos, lo que representa el 62,65% del total de profesionales que ejercen en este país. En Venezuela se ha mantenido un contingente formado por alrededor de 30 000 profesionales de la salud (se incluyen, además de los médicos, a enfermeros y técnicos de varias especialidades), de los cuales en el pasado año se acogieron 1 663 al programa de Parole para médicos cubanos, y hasta agosto de 2015 habían desertado por diversas vías alrededor de 1 000, cifra que se ha incrementado ante el éxodo por la incertidumbre desde el restablecimiento de las relaciones Cuba-EE.UU.
Otros países latinoamericanos en los que se encuentran actualmente médicos cubanos son: Ecuador, Guatemala, Honduras y Bolivia. Igualmente en el continente africano se destacan Angola, Etiopía, Uganda, Zimbabwe, Argelia, Burundi, Cabo Verde, Congo, Eritrea, Gambia, Ghana, Mozambique, entre otros.
Si a estas cifras agregamos aquellos que determinaron salir voluntariamente de Cuba para establecerse por sus medios en otros países las estadísticas aumentarían considerablemente. No existen datos exactos de la totalidad de médicos cubanos radicados en otros países y si ejercen o no su profesión, por cuanto la movilidad es muy rápida. No obstante, la mayoría se encuentra en Estados Unidos, España y Ecuador, aunque también se han logrado establecer en Chile, Uruguay, Paraguay, Honduras, Panamá, Sudáfrica, Bélgica, Suecia y Angola.
Con estos datos concretos habría que cuestionarse quiénes quedan en Cuba para asistir a su población, no sin antes referirme a los miles de galenos ocupados en las labores de dirección y asesoría que tanto abundan en los modelos socialistas.
Existe una estructura en el sistema de salud cubano que en otros tiempos con la presencia de tantos profesionales se podía sostener, pero actualmente, entre las llamadas cooperaciones y las deserciones, resulta insostenible.
Una dirección provincial de salud cuenta con un equipo de funcionarios y asesores en varios frentes, los que en su mayoría son médicos que no hacen una función de tipo asistencial, esto es, no atienden directamente a los pacientes. En este sentido existe un director provincial y varios vicedirectores, ayudados por profesionales encargados del Programa de Atención Materno Infantil, las enfermedades crónicas no transmisibles, las enfermedades transmisibles, las situaciones de desastres, cooperantes e internacionalistas, y cualquier otro asunto que pueda surgir, desde la logística hasta la informática.
Esta estructura se repite en cada una de las sectoriales municipales, que se hallan subordinadas a la Dirección Provincial, y en las que trabajan sin prestar asistencia especialistas de gran experiencia en las ramas de la pediatría, la ginecología y obstetricia, la medicina familiar, la medicina interna, la epidemiología y la psicología, especialidades que se encuentran en estado deficitario en la mayoría de las policlínicas de la Atención Primaria, las que han tenido que reajustar su trabajo por tener un solo pediatra o un solo ginecobstetra, y muchas veces ningún internista.
¿Finalmente cuántos médicos quedan para realizar labores asistenciales a la población cubana? Sobre una exigua minoría recae todo el peso del trabajo directo con el paciente. Lo que antes hacían tres o cuatro médicos especialistas en medicina general integral, la mayoría con varios años de experiencia y con conocimiento de su población, hoy debe ser asumido por un solo galeno que de manera estoica hace lo que puede.
Muchos comprenden que la gente humilde de sus barrios no son los culpables de lo que les ha tocado, otros aprendieron no solo los aspectos técnicos de su noble profesión, sino los éticos y humanos que se mantienen como tradición desde los lejanos tiempos de Hipócrates y Galeno; otros están en la espera de una posible salida como cooperantes, lo que podrá mejorar sus condiciones económicas, y hay que cumplir hasta que les llegue su momento. De cualquier modo tienen el gran mérito de continuar ofreciendo sus servicios en medio de la adversidad y de mantener una tasa de mortalidad infantil en 4,3 por cada mil nacidos vivos, una de las mejores del mundo, lo que no significa un triunfo socialista, sino un sacrificio de los pocos que han quedado.
Lamentablemente los que cargan con todo el trabajo no son reconocidos por nadie, ni siquiera por los propios pacientes, los que tienen el concepto de que los médicos buenos trabajan en las “misiones” y en Cuba solo dejaron a “los malos”. Sus directivos tampoco reconocen su meritoria labor. Constantemente son amenazados ante el incumplimiento de ciertas normas y cifras establecidas en tiempos en que había muchos médicos, lo que permitía poder llevar programas y proyectos encaminados a la preservación de la salud.
La brevedad de un espacio de este tipo no nos permite poder abarcar la real situación de la salud cubana actual en su totalidad, pero no puedo finalizar mi comentario sin hacer referencia a la crítica situación asistencial de los centros hospitalarios, los que además de la carencia de insumos mínimos, medicamentos y alimentos, así como el estado deplorable de sus instalaciones, enfrentan la deficiencia de especialistas.
No obstante, los proyectos de colaboración continúan, por cuanto garantizan una fuente mantenida de entrada de divisas al país; aunque su población promedio, a la que ahora se le suele llamar “cubanos de a pie” —que es la mayoría—, sientan la deficiencia de lo que hace ya muchos años prometía ser un buen sistema de salud.