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General: Hillary Clinton o Trump: ¿A quién prefieren los cubanos
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Respuesta  Mensaje 1 de 4 en el tema 
De: ciudadano del mundo  (Mensaje original) Enviado: 07/11/2016 17:49
Los electores estadounidenses también marcarán
mañana en sus boletas el rumbo de la política doméstica de Cuba
 
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  Clinton o Trump:
¿A quién prefieren los cubanos?
           Miriam Celaya  | La Habana | Cubanet
El martes, 8 de noviembre de 2016, cuando los electores estadounidenses acudan a las urnas para decidir quién gobernará en su país durante el siguiente cuatrienio, estarán marcando también en sus boletas, sin proponérselo, el rumbo de la política doméstica de la muy “soberana e independiente” Isla de Cuba, y en buena medida los destinos de millones de cubanos.
 
 
Enemigo entrañable del castrismo, meta soñada de la indetenible marea de migrantes isleños, obstinada esperanza de los que aspiran a cambios profundos dentro de Cuba, Estados Unidos ha sido una presencia permanente en el imaginario colectivo cubano, proyectando sobre éste un controversial efecto de luz y sombra, premio y castigo, realidad y quimera.
 
 
Tan importante es el pulso del poderoso vecino del Norte para la dictadura castrista y para todos los cubanos aquende y allende la Isla, que sigue pautando hasta hoy las piruetas de la cúpula verde olivo y las expectativas de los (des)gobernados. De hecho, los poderes políticos de EE.UU. controlan algunos de los pilares esenciales que sustentan la política cubana, a saber, el Embargo (“criminal bloqueo”), las Leyes Helms-Burton y Torricelli, las de Ajuste cubano y ‘pies secos, pies mojados’, y la “ocupación ilegal” de la Base Naval de Guantánamo.
 
 
Tal influjo se ha reforzado tras el restablecimiento de relaciones entre los gobiernos de Cuba y EE.UU. y el inicio de un proceso de diálogos secretos que, pese a no arrojar hasta el momento ningún resultado tangible para los cubanos comunes, ha logrado descolocar el discurso del castrismo, acentuando el cisma entre éste y la población de la Isla, la cual ha acabado centrando sus mejores expectativas en las acciones favorables que pueda tomar la Casa Blanca.
 
 
En tal contexto, no es de extrañar que la actual carrera por la presidencia en EE.UU. haya acaparado mayor atención que la habitual por parte de los cubanos. El próximo presidente no solo tendrá en sus manos el futuro avance o no de los diálogos Cuba-EE.UU. y podrá influir en mayor o menor medida en las decisiones del Legislativo, sino que además su período de gobierno (2017-2021) coincidirá con una peculiar coyuntura: el anunciado traspaso de poder en Cuba, cuando la llamada “generación histórica”, tras casi seis décadas de dictadura, dará paso a la sucesión, presumiblemente en la figura de un heredero de la misma casta o de un sucedáneo de probada fidelidad a ésta.
 
 
Una sucesión forzosa, atendiendo al reloj biológico y a la decrepitud de los señores del Poder cubano, que se verificaría en medio de un adverso escenario regional para el castrismo, cuyos principales aliados políticos de la izquierda más rabiosa han retrocedido tras sufrir golpes demoledores, y su socio-benefactor, el gobierno venezolano, probablemente habrá sucumbido para entonces a la profunda crisis socioeconómica y política que ha provocado el chavismo en esa nación.
 
 
En contraste con la relevancia de EE.UU. para Cuba y a despecho de los desproporcionados escarceos mediáticos de castristas y anticastristas, la Isla y sus destinos no constituyen una prioridad para la complicada agenda política de la primera potencia mundial. Nos guste o no, el protagonismo estadounidense demanda de sus líderes mucho más tiempo, inteligencia y esfuerzos en torno a verdaderos conflictos globales que las discretas ganancias –más simbólicas que económicas– de una eventual reconciliación con el gobierno cubano.
 
 
Por su parte, los medios que han abordado el tema Cuba-EE.UU. de cara a las elecciones del 8 de noviembre han estado presentando a la demócrata Hillary Clinton y al republicano Donald Trump como las opciones absolutamente antagónicas que definirían la continuidad o no del controvertido proceso de diálogo para la “normalización de las relaciones”, iniciado por el mandatario saliente, Barack Obama, después del 17 de diciembre de 2014.
 
 
Pese a la desinformación habitual de la sociedad cubana y a los análisis sesgados que suelen presentar los medios de prensa oficiales, la percepción más extendida entre los isleños es que un eventual triunfo republicano llevaría a un inmediato reforzamiento de las barricadas ideológicas del castrismo y un retorno a la confrontación política en ambas orillas –algo que no desea la mayoría de la población de la Isla–, además del peligro de que se reviertan las órdenes ejecutivas de Barack Obama tendientes a la flexibilización del Embargo.
 
 
El propio Trump, en una reciente presentación televisada que pudieron ver miles de habaneros gracias a la señal de las antenas ilegales que proliferan por toda la capital, criticó la política de Obama y aseguró que, de ganar las elecciones, buscaría presionar al gobierno cubano a través de “un acuerdo verdaderamente bueno”, lo cual implica que condicionaría el levantamiento del Embargo a pasos de avance en materia de derechos humanos y libertades políticas y religiosas en Cuba, entre otras exigencias.
 
 
No obstante, hasta el momento el mayor riesgo que representa para los cubanos el controvertido candidato republicano es la virulencia de sus discursos, su lenguaje ofensivo y su habitual falta de compostura y moderación, cuestión esta que proveería al discurso castrista de un inagotable arsenal ideológico. Pero en realidad Trump no ha manifestado intenciones de romper las relaciones diplomáticas recién restablecidas, ni de interrumpir el proceso de diálogo entre las partes, por lo que resulta apresurado vaticinar con mayor exactitud cuál sería su política hacia Cuba. De hecho, en la actualidad el rechazo al Embargo y la opción del diálogo no constituyen posiciones exclusivamente demócratas, sino que cuentan incluso con el apoyo de varios congresistas republicanos.
 
 
Por su parte, la demócrata Clinton goza de la aprobación de los cubanos comunes, quienes ven en ella una posición moderada que daría continuidad a la política de deshielo y acercamiento, avanzaría en el diálogo entre los gobiernos y presionaría al Congreso para lograr el levantamiento del Embargo.
 
 
Otra cuestión, mucho más incierta, sería adelantar cuál de los dos candidatos resulta más conveniente al Palacio de la Revolución. Si fuéramos a juzgar por el discurso oficial, y particularmente por su insistente condena al Embargo, cabría suponer que la candidata ideal del castrismo sería Hillary Clinton. Pero quizás esta sea una apreciación apresurada y engañosa, tomando en cuenta la evidente inseguridad y los retrocesos que muestra el régimen a medida que el gobierno estadounidense flexibiliza el Embargo. No obstante, si bien el tono oficial se ha estado blindando, a contrapelo del restablecimiento de relaciones, en los hechos ha perdido su fundamento.
 
 
En realidad, han sido siempre las posiciones beligerantes y duras del ala extrema republicana las que tradicionalmente han favorecido el endurecimiento del discurso castrista, ofreciéndole mejores pretextos para el atrincheramiento nacionalista y justificación para el fracaso del “socialismo” cubano.
 
 
No resulta, entonces, muy descabellado considerar que el candidato republicano y sus exabruptos radicales resulten mucho más convenientes a los Castro que un proceso de acercamiento que no les ha otorgado los beneficios que esperaban.
  
En todo caso, es de suponer que el candidato ganador mantenga el canal de comunicación propiciado por la administración Obama y concebido en función del mejor interés de su país y de sus electores. Obama marcó la pauta, lo más difícil será aprovechar las circunstancias. Con seguridad, la actual administración habrá considerado que era el momento oportuno para plantar un legado político que probablemente prevalecerá a pesar de los Castro, y mucho después de ellos. Una política cuyo éxito es cuestión del tiempo, de la habilidad y de la inteligencia que sea capaz de desplegar el próximo Presidente estadounidense, no importa si será un demócrata o un republicano.



 
Fuente  Cubanet


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Respuesta  Mensaje 2 de 4 en el tema 
De: ciudadano del mundo Enviado: 07/11/2016 17:50
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Aunque Donald Trump pierda, los ultras blancos ya han ganado
Por Dana Liebelson y Matt Ferner | El Huffington Post
WASHINGTON ― El mes pasado, varios ultranacionalistas estadounidenses blancos viajaron a una conferencia anti-inmigración en Wismar (Alemania) y dijeron a los asistentes que la campaña presidencial de Donald Trump representa una victoria para el movimiento… aunque ni siquiera gane las elecciones.
 
Entre los ponentes oficiales del evento —patrocinado por una asociación de partidos ultranacionalistas de Europa— se incluyen Kevin MacDonald, un profesor jubilado de la Universidad Estatal de California en Long Beach que defiende el antisemitismo, y Tom Sunic, que ha participado en reuniones organizadas por Klansmen, neo-nazis que niegan el Holocausto, y que hizo de “intérprete para un público muy selecto y privado alemán”, según explicó el mismo a la edición estadounidense de The Huffington Post. William Johnson, un ultra blanco que fue durante un breve período de tiempo delegado de Trump, intervino espontáneamente en el acto. Entre los ponentes no estadounidenses estaban Frank Rennicke, un cantautor alemán que además es de extrema derecha, y Nick Griffin, un político británico que una vez fuecondenado por incitar al odio racial. (Griffin “echó la bronca a todos los activistas blancos por no casarse y no tener hijos”, explicó Johnson.)

El acto se centró en “la crisis migratoria, la amenaza que supone el terrorismo islámico y el desarrollo negativo de la Unión Europea”, de acuerdo con un folleto en alemán traducido por el HuffPost. No obstante, los ultranacionalistas europeos también se interesaron por Trump, y sobre lo que pasará si no es elegido presidente. En la conferencia, Johnson aseguró que Trump conseguirá facilitar los esfuerzos de los ultras blancos y lograr “más aceptación en el futuro”. Sunic, que lanzó al público preguntas sobre Trump, contó al HuffPost que como “fenómeno político”, nadie “puede pararlo ya”.

Varios ultranacionalistas americanos blancos, reunidos en una conferencia anti-inmigración en Alemania el mes pasado.

No cabe duda de que la carrera de Trump a la presidencia ha avivado la mecha del ultranacionalismo blanco. En las últimas semanas, el periódico oficial del Ku Klux Klan ha apoyado a Trump, los supremacistas blancos han anunciado planes para controlar los colegios electorales y Johnson lanzó un audio telefónico grabado que afirmaba que Evan McMullin, un candidato independiente que compite con Trump en Utah, es gay. (El miércoles pasado paró la campaña y se disculpó).

La campaña de Trump calificó de “repulsivo” el periódico del KKK y dijo que “su visión no representa a las decenas de millones de estadounidenses reunidos en nuestra campaña”. En cuanto a la llamada telefónica de Johnson, la campaña afirmó: “No tenemos conocimiento de esas actividades y condenamos firmemente cualquier mensaje de odio y a cualquier individuo relacionado con ello”.

No obstante, los ultras blancos no se están preparando sólo para las elecciones. Como demuestra la conferencia alemana, también están planeando cuál será el próximo movimiento.

“Trump ha liberado fuerzas —fuerzas mucho mayores que él mismo— que simplemente no pueden volver a meterse en la botella”, explica Richard Spencer, presidente del Instituto Nacional de Política, un think tank nacionalista blanco. Los que buscan un cambio y quieren que el discurso político nacional vuelva a ser normal después de Trump “van a llevarse una gran decepción”, añade. Si Trump pierde, Johnson quiere seguir enviando correos a la lista de mails de la campaña (aunque no está seguro de tener permiso) y promocionar así el nacionalismo blanco. El marketingincluirá “principios clave del nacionalismo” como “oponerse a la diversidad y al multiculturalismo”, dice. También espera ver a “algunos de nosotros convertidos en comentaristas de confianza en los medios —por ejemplo, citó a Jared Taylor, editor de la publicación de ultranacionalistas blancos American Renaissance— y afirma que los nacionalistas blancos tienen “un buen número de candidatos con energía” que pretenden presentarse al cargo.

“Ningún republicano de los grandes” comparte la visión de Trump sobre la inmigración y otras cuestiones”, explica Spencer, quien, por otra parte, aprecia “signos de que está entrando en escena una nueva raza política”. Matthew Heimbach, considerado por algunos como “la cara de una nueva generación de ultranacionalistas blancos”, que generó titulares a principios de este año por empujar a una mujer negra que estaba protestando en una marcha de Trump en Louisville (Kentucky), espera que estas elecciones perjudiquen al Partido Republicano para que los votantes blancos de clase obrera lo abandonen directamente. Le gustaría ver que apoyan a los nacionalistas blancos, de los que espera que se presenten a las elecciones locales. En cierto modo, esto ya ha comenzado: el que fuera gran mago del KKK, David Luke (simpatizante de Trump), anunció que se presentaba al Senado en Louisiana a principios de este año.

El peligro real no es que el ultranacionalismo blanco se convierta en una ideología política dominante, sino que la derrota de Trump lleve a los votantes frustrados a actuar de forma temeraria.

Los ultranacionalistas blancos —que en 2016 es más probable que acudan trajeados a conferencias académicas en vez de visitar las barriadas— quieren dar la impresión de que Trump dice lo que muchos americanos piensan. Pero su apoyo sigue quedándose en un grupo minoritario de votantes blancos ansiosos por un giro en la inmigración y en cuestiones económicas. Es probable que Trump pierda. Y es muy muy probable que Duke pierda. El peligro real, apuntan algunos expertos, no es que el ultranacionalismo blanco se convierta en una ideología política dominante en Estados Unidos, sino que la derrota de Trump lleve a los votantes frustrados a actuar de forma temeraria.

Aunque los líderes nacionalistas blancos pidan que se canalice el enfado en la formación política o mediante el apoyo de candidatos supremacistas blancos, algunos de los consumidores de la retórica extremista pueden verse movidos a actuar con violencia, advierte Ryan Lenz, que escribe para el Proyecto de Inteligencia del Southern Poverty Law Center (SPLC) y en su blog Hatewatch.

La amplia mayoría del terrorismo nacional en los últimos años procede de los llamados “lobos solitarios” o grupos de “resistencia sin líder” compuestos sólo por dos personas, según un estudio de 2015 del SPLC. “La gente pide una guerra de razas”, comenta Lenz. “Y en el mundo nacionalista y supremacista blanco existe ese sentimiento loco de esperanza de que sus sueños encontrarán respuesta [con una victoria de Trump]. ¿Qué ocurre cuando la esperanza se convierte en desesperación? ¿O en un sentimiento de derrota? No sabemos, pero lo que sí sabemos es que en épocas de derrota la gente está más dispuesta a actuar de forma violenta y temeraria. Ese es el motivo de preocupación en este momento”.

David Pilgrim, fundador y comisario del Jim Crow Museum en la Ferris State University, también teme un repunte en las confrontaciones físicas y los delitos de odio. “Me preocupa porque las divisiones de raza, de clase y de género se han empeorado en estas elecciones”, reconoce. “Me preocupa qué pasará la mañana de después”.

No queda claro si los simpatizantes de Trump aceptarán los resultados de las elecciones, teniendo en cuenta hasta qué punto Trump ha insistido en la manipulación contra él. En Stormfront, un foro online de supremacistas blancos, los usuarios que responden a un cuestionario informal aseguran que no aceptarán una victoria de Clinton. “Espero que haya levantamientos violentos y una gran revolución contra ella. Preparaos para lo peor”, escribe un usuario. Otro quiere “resucitar a Robespierre y sus guillotinas”, en referencia al político del siglo XVIII que fue una figura muy influyente durante la Revolución Francesa y líder durante el “período del terror” que ordenó la ejecución de miles de personas, a muchos en la guillotina.

“Estamos recuperando este país. Si lo hacemos a través del proceso democrático, bien, pero si no podemos hacerlo de forma democrática, usaremos otros medios”, afirma otro.

Aunque la violencia post-Trump no se materialice, el candidato republicano ha contribuido a normalizar el racismo en el discurso político. Pilgrim cuenta que, aunque no cree que “los partidarios de los supremacistas blancos” obtengan grandes resultados, le preocupa que “cada vez se elija a más candidatos que comparten su visión racial con el Klan y los demás supremacistas blancos”.

Desde el principio de esta campaña, Trump prometió que prohibiría a los musulmanes viajar a Estados Unidos y que construiría un muro en la frontera entre México y EE.UU. Estas posturas radicales ya atrajeron a los ultras blancos, pero Trump ha llegado aún más lejos. Cuando Duke apoyó a Trump, el magnate se negó al principio a denunciarlo. Lo que podría haberse tachado como una casualidad pronto se convirtió en una estrategia activa para cortejar a los blancos desencantados.

“Trump trae algo que siempre ha estado ahí”, apunta Noam Chomsky, lingüista, filósofo, activista y profesor emérito del MIT. El racismo está “tan arraigado en la historia y la cultura estadounidenses” que costará “mucho trabajo superarlo”, añade.

La campaña de Trump ha hecho guiños continuos a los ultranacionalistas blancos en las redes sociales, ha denigrado a personas de color y a inmigrantes en comunicados públicos, y luego han fingido ignorancia cuando se les cuestionaba. Para los nacionalistas blancos, la estrategia tiene mucho sentido. Los racistas que han colonizado los oscuros recovecos de internet han empezado a promocionarse como la derecha alternativa (“alt-Right”, un término que Spencer acuñó en 2008). Enseguida el movimiento adquirió tal importancia que Hillary Clinton se sintió obligada a denunciarlo públicamente.

Aunque la cifra de estadounidenses que “apoyan directamente” a estos grupos de odio o visitan su web sigue siendo más baja que en décadas anteriores, ahora se está incrementando, afirma Brian Levin, director del Centro para el Estudio del Odio y el Extremismo en la Universidad Estatal de California en San Bernardino.

“Aunque Trump pierda, el ultranacionalismo blanco se ha reforzado dramáticamente, se ha unificado y se ha transmitido ampliamente de una manera nunca vista desde la campaña insurgente de George Wallace en 1968”, señala Levin, en referencia al exgobernador de Alabama.

Además de ser el candidato republicano, en California Trump también es el candidato del Partido Independiente Americano, un grupo que surgió de la carrera presidencial de Wallace de 1968. La analogía entre los dos candidatos es imperfecta. Pilgrim señaló: “No creo que los seguidores [de Wallace], ni siquiera los más hardcore... no creo que pensaran que ganaría”. Sin embargo, Wallace tuvo un impacto duradero en la escena política.

Richard Nixon, que ese año consiguió la presidencia, adoptó finalmente muchas de las posturas de Wallace, aunque “se las arregló para pulir la agria retórica del gobernador de Alabama”, cuenta Dan Carter, profesor emérito de Historia en la Universidad de Carolina del Sur.

Los ultranacionalistas blancos siguen apostando por una presidencia de Trump. Aun así, en la conferencia de Alemania los asistentes se sorprendieron de todo lo que se había logrado ya con la campaña. “Todo el mundo con el que hablé sólo tenía cosas buenas que decir sobre Trump”, apunta Johnson.

Jared Taylor, editor de la publicación ultranacionalista blanca American Renaissance, opina que este movimiento seguirá creciendo con o sin el magnate. “Somos más inteligentes y más determinados que Donald Trump”, asegura. “Hemos pensado en todo esto de una forma más sistemática de lo que probablemente lo haya hecho él”.

Si Trump pierde, dice Taylor, se producirá una “tremenda frustración” entre sus simpatizantes. “No quiero entrar en detalles sobre el tipo de enfoque que planteamos, pero ya nos hemos granjeado un buen número de seguidores nuevos”, anuncia.

Este artículo fue publicado originalmente en la edición estadounidense de 'The Huffington Post' y ha sido traducido del inglés por Marina Velasco Serrano 
 
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Respuesta  Mensaje 3 de 4 en el tema 
De: ciudadano del mundo Enviado: 07/11/2016 17:57
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Cinco razones para votar por Trump
 
                                 Por Nicholas Kristof  The New York Times
         5 Reasons to Vote Trump, Read in English 
1) ¿Quién necesita experiencia para ser presidente? Es verdad que Donald Trump tendría menos experiencia en el servicio público que cualquier presidente en la historia estadounidense, pero el conocimiento no sirve. Quizá el partido Know-Nothing en el siglo XIX capturó ese espíritu en su nombre…y Trump es la apoteosis de no saber nada. En mi carrera periodística, jamás he conocido a una candidato nacional tan desinformado, evasivo o pueril como Donald Trump.
 
¡Probemos la puerilidad para variar! ¿Qué podría salir mal?
 
¿Las armas nucleares? Otros países se aprovechan de nosotros porque confían en que seamos razonables. En una disputa comercial con Canadá, digamos, obtendríamos resultados mucho mejores si los canadienses temieran que Trump pudiera incinerar Ottawa. Y aunque algo saliera mal, ¿qué importa? Canadá no es lo único en el mundo.

Nadie se mete con Kim Jong-un de Corea del Norte porque es un tipo demente, sin experiencia y con armas nucleares. ¡Con Trump, tendríamos a nuestro propio Kim Jong-un!

2) Hemos aceptado que los líderes no necesitan ser santos, así que ¿por qué no aceptar un parangón de fraude? Con su experiencia engañando a clientes en la Universidad Trump, como se ha denunciado, quizá incluso podríamos financiar al gobierno engañando a los turistas extranjeros.
 
Desde luego, es un poco raro que Trump presuma acerca de atacar sexualmente a las mujeres, y por lo menos 17 mujeres lo han acusado de manosearlas y comportarse de manera inapropiada… yo conozco a tres otras mujeres con quejas similares que no se han atrevido a hablar. En reuniones cumbre del G-8, Trump tendría que estar sentado lejos de cualquier mujer líder. Pero podría romper el hielo con los hombres líderes criticando el trasero de Angela Merkel.

¡Basta del moralismo y la santurronería de los fallidos medios noticiosos! ¡Es hora de agitar un poco las cosas con un predador sexual!

3) Trump podría convertirse en el presidente más entretenido de la historia. Si Clinton resulta electa, dará discursos serios y ñoños acerca de los beneficios de aumentar el crédito fiscal por hijo o el salario mínimo. Qué flojera. En cambio, Trump insultará a los líderes mundiales, entrará a los vestidores de Miss Teen USA y achacará a los ciclos menstruales las críticas femeninas. Será la TV de realidad más fascinante jamás vista.
 
Sin importar lo que pienses de las políticas de Trump, debes admitir que ningún presidente tendría mejores audioescándalos.
 
Así que en una época en la que los suscriptores dejan de contratar servicios de televisión por cable, cuando HBO es inaccesible a millones, la presidencia de Trump nos mantendría divertidos a todos, horrorizados o por lo menos entretenidos. Hasta el apocalipsis nuclear, después del cual todos estaríamos muertos de cualquier forma.
 
4) La diversidad es importante, y Trump es incluyente… con los extremistas.
Muchos estadounidenses preocupados por el cambio demográfico se quejan de que los han dejado desfavorecidos. Trump alza la voz a favor de grupos oprimidos… como los hombres blancos.
 
Los políticos cobardes generalmente dejan de apoyar a la clase trabajadora blanca, pero Trump se atreve a hacer lo que otros no: ha defendido a quienes antes quedaban fuera de la política, como los supremacistas blancos. ¿Qué otro candidato retuitearía dos veces una cuenta de “genocidio blanco” con la foto del fundador del Partido Nazi Estadounidense? Trump ha empoderado con valor incluso a uno de los grupos más marginados en Estados Unidos hoy en día: el Ku Klux Klan, que tiene un periódico que la semana pasada le dio un cálido abrazo.
 
Puede ser catártico expresar rabia y Trump da licencia para hacer que Estados Unidos odie otra vez. Deja que los estadounidenses hagan a un lado lo políticamente correcto, algo también conocido como el “respeto mutuo” o “estructura social” y, en vez de eso, aceptemos nuestro soldado de asalto interior. Finalmente, un político suficientemente inclusivo o valiente para acercarse a los grupos de odio.
 
5) Donald Trump entiende que nuestros cerebros modernos nos frenan.
En lo profundo de nuestras cabezas, ubicado en la médula espinal, está lo que los científicos a veces llaman nuestro “cerebro reptil”. En términos evolutivos, esta es la parte más antigua de nuestros cerebros y domina los instintos primitivos como el hambre, el sexo y el miedo; ayuda a activar la respuesta de pelear o escapar.
 
Este cerebro reptil se ha actualizado con una corteza cerebral y otras estructuras cerebrales modernas que son la base de la razón… pero Trump las está esquivando. Los neurocientíficos han señalado que Trump predica directamente al reptil en nuestros cerebros.
 
“Experimentamos una aprehensión primitiva que surge de nuestros ‘cerebros reptiles’”, me dice Steven Pinker, el profesor de psicología de Harvard, pero aún lo interpretamos a la luz de nuestro sistema de creencias. El mundo moderno ha desarrollado la ciencia, el periodismo, un poder judicial e instituciones similares para frenar nuestros impulsos primitivos… pero Trump rechaza todo eso.
 
Nuestros cerebros reptiles evolucionaron para estar hiperalertas a los peligros, lo cual salvaba vidas en una época de pterodáctilos. Trump activa estos instintos alertas, dice Pinker, y los canaliza en los circuitos más primitivos de nuestra corteza, los que están arraigados en el tribalismo. Quiere que nos unamos al hacer que los musulmanes, refugiados, mexicanos “violadores” y negros “criminales” sean chivos expiatorios.
 
Por lo tanto, esta elección histórica nos brinda una opción: para decidir por quién votar, ¿dependemos de nuestros cerebros reptiles o de nuestros cerebros humanos? En otras palabras: ¿somos reptiles temerosos e instintivos? ¿O humanos matizados y racionales?
 
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Respuesta  Mensaje 4 de 4 en el tema 
De: ciudadano del mundo Enviado: 07/11/2016 19:35
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