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General: El cubano Pérez Prado, está vivo y presente después de 100 años
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Respuesta  Mensaje 1 de 4 en el tema 
De: cubanet201  (Mensaje original) Enviado: 15/12/2016 21:44
Dámaso Pérez Prado El Rey del Mambo
Cien años del señor del mambo
 
Perez-Prado-LJN.jpg (640×372)
Dámaso Pérez Prado
 Un chaparrito con cara de foca
 Nació en Matanza, Cuba, un lunes 11 de diciembre de 1916
Muere en Ciudad de México, un jueves 14 de septiembre del año 1989
 
                 POR RAÚL RIVERO | MADRID |  EL MUNDO
Gif de CubaDámaso Pérez Prado está vivo y presente en la música Dámaso Pérez Prado (Matanzas, Cuba, 1916), que cumple sus primeros 100 años, está vivo y presente en la música porque inventó una manera delirante y sensual de hacer bailar a los hombres y las mujeres. Sí, él descubrió el mambo enmascarado en lo hondo del danzón clásico de su país y lo puso en su piano y en sus orquestas para que se alcanzara una forma especial de felicidad.
 
Hijo de un periodista y una maestra, el niño matancero aprendió piano enseguida y ya en ese universo artístico comenzó a desarrollarse también como arreglista, apareció el compositor y el director.
 
Hacia 1940, Pérez Prado se mudó para La Habana y comenzó a trabajar con grupos musicales que actuaban en los principales clubes de la ciudad ubicados en las cercanías de la playa habanera de Marianao o en las peligrosas y atractivas esquinas que rodean el puerto.
 
La historia rigurosa suele decir que Pérez Prado, a partir de un ritmo que habían comenzado a ensayar y a popularizar los hermanos Cachao y Orestes López, configuró la estructura del mambo tal y como se conoció después y se hizo mundialmente famoso. Pérez Prado le añadió los cambios que quiso y lo comenzó a montar en la programación de la orquesta Casino de la Playa de la que era director y arreglista, hasta que luego, en 1945, fundara su conjunto.
 
La polémica sobre la paternidad del mambo nunca se ha terminado, pero lo que nadie duda es que Pérez Prado contribuyó a hacerlo más bailable y lo difundió por el mundo entero.
 
En México, su segunda patria donde murió en 1989, por estos días volverán con más frecuencia a los salones y a las reuniones de amigos nostálgicos algunas de las piezas clásicas de Pérez Prado como Cerezo rosa, Patricia, Mambo número 5, El ruletero, Norma, La de Guadalajara, La chula linda y Mambo en trompeta.
 
También en Cuba lo recordarán algunos conocedores y amantes de su música, porque el hombre del mambo fue tratado con distancia siempre por los burócratas de su país porque aunque se había ido a ese país vecino en 1948, mucho antes de la llegada de Fidel Castro a La Habana, nunca volvió.
 
Algunos amigos aseguran que en los últimos años de su vida, ya retirado y encerrado, quizás, en los recuerdos de sus días de gloria, Pérez Prado leía (o veía) fotonovelas. Sus preferencias literarias, como puede entenderse, eran bastante elementales, pero algunos de los grandes escritores de América Latina sí eran fanáticos de su música y así lo escribieron.
 
En 1951, un Gabriel García Márquez muy joven le dedicaba este párrafo: «Cuando el serio y bien vestido compositor cubano Dámaso Pérez Prado descubrió la manera de ensartar todos los ruidos urbanos en un hilo de saxofón, se dio un golpe de Estado contra la soberanía de los ritmos conocidos».
 
El pianista de Matanzas no había leído al colombiano que, al igual que él, halló refugio para trabajar y crear en Ciudad de México. A lo mejor lo había visto en los diarios y no podía saber lo que pensaba de su música el autor de Cien años de soledad.
 
También es seguro que Pérez Prado no leyó una página de su compatriota Alejo Carpentier, pero el novelista, ensayista y musicólogo habanero sabía mucho sobre el matancero. «Hay mambos detestables», escribió, «pero los hay de una invención extraordinaria, tanto desde el punto de vista instrumental como desde el punto de vista melódico. Pérez Prado, como pianista de baile, tiene un raro sentido de la variación, rompiendo con esto el aburrido mecanismo de repeticiones y estribillos que tanto contribuyó a encartonar ciertos géneros bailables antillanos».
 
Ahora sí, el que lo dejó clavado con un sobrenombre que lo acompaña en estos cien años fue su amigo el cantante Benny Moré, el Bárbaro del Ritmo. Moré era conocido por su capacidad de improvisación y en una actuación en Ciudad de México, en la década del 40, entró en el controvertido asunto de la paternidad del mambo y se preguntó: «¿Quién inventó el mambo que me sofoca?/ ¿Quién inventó el mambo que a las mujeres las vuelve locas?/ ¿Quién inventó esa cosa loca?/ Un chaparrito con cara de foca».
 
Eternidad y memoria para ese chaparro lleno de música.
Fuente Cubanet


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Respuesta  Mensaje 2 de 4 en el tema 
De: cubanet201 Enviado: 15/12/2016 21:49


Respuesta  Mensaje 3 de 4 en el tema 
De: enri pas Enviado: 15/12/2016 22:37

 

Respuesta  Mensaje 4 de 4 en el tema 
De: CUBA ETERNA Enviado: 16/12/2016 23:04
Pérez-Prado.jpg (1200×630)
El centenario de Dámaso Pérez Prado
Las piezas de mambo de Pérez Prado son conocidas en todo el mundo, pero
las obras del compositor de ambiciosas piezas instrumentales han sido poco difundidas
          Por Carlos Olivares Baró | México | Cuba Encuentro
¿Fue el pianista y director de orquesta Dámaso Pérez Prado (Matanzas, Cuba, 11 de diciembre de 1916 – Ciudad de México, 14 de septiembre de 1989) el inventor del mambo? Vaya polémica que se ha suscitado a través de los años. Puntualicemos. El auge de la charanga de Arcaño y Sus Maravillas, una de las danzoneras más populares de Cuba en los años 30/40, introduce el “danzón de nuevo ritmo” a partir de la pieza “Mambo” (1938), del contrabajista, pianista, chelista y compositor Orestes Macho López (1908 – 1991) en colaboración con su hermano, el contrabajista y compositor Israel Cachao López (1918 – 2008). Montuno tomado de la síncopa de los treseros guantanameros: quebrantamiento de la regularidad del ritmo, por medio de la acentuación de una nota que interpretaban los violines, mientras el bajo mantenía la melodía y el ritmo.
  
Declara Macho López: “La primera parte del danzón era la del clarinete, la segunda la del violín, y, por último, la del mambo. Introduje ese empalme rítmico con el propósito de enriquecer la sonoridad de la charanga, porque antiguamente tocaban la parte final muy cortica, y no daban oportunidad a que ningún instrumento se luciera, ni a que los bailadores disfrutaran. Con la existencia del mambo ya comenzó un estado de ánimo diferente entre los bailadores: esperaban esa parte contentos de que fuera largo y hacían galas de coreografía muy animadas”.
 
Qué papel juega el pianista, compositor, otrora arreglista de la Orquesta Casino de la Playa, radicado en México a finales de los 40: toma los elementos innovadores de Orestes López y lo lleva al formato de la big bang bajo el modelo de la orquesta del estadounidense Stan Kenton. Bebo Valdés, hace lo mismo con la creación del Batanga, y Rene Hernández con los arreglos para Machito y Tito Rodríguez. “Mambo No. 5”, “¡Qué rico el mambo!”, “Rabo y oreja”, “Anabacoa” y “Rico y sabroso” (con Beny Moré) son sus primeros éxitos en tierra azteca. La disquera RCA Victor se encarga de difundirlo por todo el mundo. “Pero qué bonito y sabroso / bailan el mambo las mexicana”.
 
El cine mexicano se convierte en escenario para la música del cubano. El bailarín Resorte inventa pasillos disparatados que se convierten en coreografías mamberas. María Antonieta Pons, Lilia Prado y Ninón Sevilla son las rumberas que dilucidan los fragores de los metales y las percusiones de un ritmo que le ha dado nuevo brío a la vida nocturna de la Ciudad de México. Tongolele y Tin-Tan lo trasladan al universo de los pachucos. “Que le pasa a Lupita: no sé / Qué es lo que quiere: bailar / Por qué ella no baila: su papá / Qué dice su papi: que no / Qué dice su mami: que sí / Que baile Lupita: sí, sí, sí / Mambo, mambo, mambo: sí, sí, sí / ¡Uuugh diiloo!”. La sensual Jane Russell baila “Cerezo Rosas” en la cinta ¡Submarino! (1955), de John Sturges, y la sueca Anita Ekberk nos erotiza a todos bogando sus caderas con “Patricia” enLa dolce vita (1960), de Fellini.
 
Las conformaciones del jazz latino fundan sus concordias en el ánimo del autor de “Mambo in Sax”. Chico O’Farril (1921 – 2001) se apoya en sus conformidades para su Afro-Cuban Jazz Suite (1950). Mario Bauzá (1911 – 1993) asienta el segundo movimiento de Tanga (versión definitiva de 1949/50, dada a conocer en 1992 en el fonograma Mario Bauza And His Afro-Cuban Jazz Orchestra, Messidor, 1992) bajo los parámetros del mambo. José Luis Cortés, líder de la timba habanera al frente de NG, La Banda, centra su prosodia de la sección brass en el legado de Pérez Prado (“Échale limón”, “Santa palabra”, “Murakami Mambo”, La cachimba”….
 
Sin embargo, el Pérez Prado compositor de ambiciosas piezas instrumentales ha sido poco difundido: Voodo Suite, Mosaico Cubano, Exotic Suite of Americas y Concierto para Bongo develan a un músico de rico imaginario melódico-armónico-rítmico y dominio de las estructuras filarmónicas. “Viva Prado”, es la desenfrenada beat/swing que Stan Kenton le regala. Él corresponde con “Mambo a la Kenton”.
 
“Quién invento el mambo que me sofoca / Quién inventó el mambo / Que a las mujeres las vuelve locas / Ay mira mamá me las sofocas / Quién invento esa cosa loca / Un Chaparrito con cara de foca”, cantaba Beny More en los años de apogeo de Dámaso. México sucumbía a su algazara cadenciosa. Finales de los 50: decadencia. Ritmos como el pau-pau, el suby, la chunga, el mambo-twist y el dengue son intentos del pianista matancero por duplicar inútilmente el éxito del mambo: el Cara’e foca ya no gruñe. Su glorioso ¡Uugh diiloo! ya no asombra a nadie. Aparece en los 70 en la televisión mexicana, cansado y ceñido en un frac como pieza de museo.
 
Murió en 1989, en la colonia Santa María la Ribera, Ciudad de México: un piano desafinado adornaba el centro de la sala de su casa. La partitura de “La virgen de la Macarena” estaba emborronada con una observación de la entrada del primer tiempo del saxofón alto y la primera trompeta.



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