Habría sido una momia hermosa,
según las más modernas y costosas técnicas actuales
¿Por qué ceniza y no momia?
Tania Díaz Castro | Desde La Habana | Cubanet
Que yo recuerde, jamás el Comandante Fidel Castro preguntó a los simpatizantes de su dictadura, presentes en sus mítines políticos, qué hacer con su cuerpo en la hora de la muerte.
Él, que consultó al pueblo varias veces, por ejemplo, cuando recibió las manos del Che, si se embalsamaban o no, se le olvidó el detalle de preguntar qué opciones preferían para su cuerpo, si momia, o hecho polvo.
Ahora, los comentarios, las hipótesis y las preguntas pululan por cualquier parte del mapa cubano.
¿Por qué no se le consultó a sus partidarios para que, en vez de verlo pasar por la carretera convertido en ceniza, lo contemplaran hecho momia, casi tal como se les fue al otro mundo?
¿Por qué no fue embalsamado, según la tradición de los líderes comunistas? Recordemos a Lenin, Stalin, Mao Zedong, Ho Chi Ming, Kim Il Sum…
De esa forma Fidel Castro se habría convertido en la primera momia del siglo XXI, e igual que los cadáveres de Blanca Nieves o de La Bella Durmiente del bosque encantado, en una espléndida y llamativa urna de cristal, su figura sobreviviría al paso del tiempo y sus fan podrían contemplarlo cuantas veces quisieran.
Habría sido una momia hermosa, según las más modernas y costosas técnicas actuales.
Pero, en toda esta historia surgió un problema: ¿Estaba de acuerdo su hermano Raúl, el nuevo jefe de Estado, en que la momia de Fidel resultara demasiado vieja y fea, sin barba ni pelos en la cabeza? En aquellos momentos, aún con todo el oro del mundo, ¿dónde podría encontrarse barba y peluca adecuada, que no parecieran falsas, maquillistas especializados que lo rejuvenecieran y, sobre todo, el mejor embalsamador del mundo?
Dicen algunos por ahí, que por esa razón, a Fidel le aplicaron un programa espiritista al pie de la letra: incineración rápida, sin previa consulta; si fallecía de noche, debía ser incinerado al amanecer según lo estipulado. Y así fue. De demorarse más se corría el riesgo de que su espíritu o fantasma no pudiera trascender y se quedara aferrado a su cuerpo.
Para que la coreografía de las honras fúnebres continuara a tono con los cánones espiritistas, la, o el más allegado del occiso, debía de lucir prendas de vestir hasta las muñecas, por aquello de que el color negro, según la más vieja tradición, ahuyenta al espíritu del muerto y no se posesiona de su víctima.
Otros, los que gustan de las religiones afrocubanas, no se sienten a gusto con lo ocurrido, porque según los dioses de más prestigio, eso de hacer polvo a una persona es una ofensa y mucho más encerrar ese puñado de polvo entre paredes de cemento, el mismo día de Changó.
Por último, fue el yanqui Oliver Stone quien, tal vez sin darse cuenta, puso el dedo en la llaga, al recordarnos que Fidel era un adivino.
Seguramente como adivino, fue que exclamó aquella noche del 25 de noviembre, exactamente a las 10:29:
“De momia nada, señores, me darían una segunda y definitiva muerte, sobre todo si me descubren una expresión maléfica y burlona. Como verdadero dictador que soy, no lo olviden, estoy muy por encima de la Muerte y descanso en paz, si lo decido o no.”