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General: La Navidad en Cuba antes y después del año 1959
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Respuesta  Mensaje 1 de 6 en el tema 
De: CUBA ETERNA  (Mensaje original) Enviado: 23/12/2016 07:56
LA NAVIDAD ANTES DE 1959
La cena solía consistir en arroz blanco, frijoles negros, puerco asado, fricasé
de guanajo, ensalada de tomate, lechuga y rabanitos, yuca con mojo y tostones de plátano verde
 
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El cerdo asado, junto al arroz con frijoles y la yuca con mojo constituyen la comida tradicional cubana de fin de año
             Por Tania Quintero
Antes de Fidel Castro y los barbudos tomar el poder, el 1 de enero de 1959, la llegada de la Navidad era un acontecimiento en todos los hogares, al margen del presupuesto doméstico y la categoría social. Nunca se dejaba de celebrar.
 
Las familias numerosas y de modestos recursos, como la mía, el 23 de diciembre llevaban un puerco, ya adobado, a la panadería más cercana para que se lo asaran. Los que vivían en las afueras, preparaban condiciones para asarlo en el patio.
 
En esa época, la década 1940-50, no se cenaba el 24 con bistec o una pierna de cerdo, como ahora se estila en Cuba, sino con un puerco asado completo, como el de la foto. Además, había la posibilidad de comprar las partes del animal que uno prefería, ya asadas, en los quioscos y timbiriches esparcidos por toda la ciudad, y que la inundaban con un sabroso olor a lechón asado.
 
También vendían pan con lechón, a 0.20 centavos. El pan de flauta era fresco, y luego de servidas las masas con sus correspondientes gorditos y pellejitos crujientes, el vendedor lo rociaba con un mojo de naranja agria, ajo y cebolla. Si a uno le gustaba el picante, le echaba un aliñado de vinagre con ají guaguao y pimienta de guinea.
 
El 23 era el día de los preparativos, de revisar si no faltaba nada o si había que comprar más. Entonces mandaban a los muchachos a la bodega de la esquina, a comprar más turrones, de jijona, alicante, yema o mazapán; nueces, avellanas, dátiles, higos...
 
Mis padres y yo siempre cenábamos el 24 en la casa de mi abuela Matilde, en Luyanó, barrio obrero en las inmediaciones de La Habana. Nos íbamos temprano, para ayudar en lo que hiciera falta. Como vivíamos cerca de Frutas Rivas, un almacén importador de frutas de California, frente al Mercado de Cuatro Caminos, llevábamos un cartucho grande con manzanas, peras y melocotones, que se ponían en una fuente en la mesa. En Nochebuena no se comían uvas: éstas se dejaban para despedir el año, el 31 de diciembre, a razón de doce por persona.
 
La cena solía consistir en arroz blanco, frijoles negros, puerco asado, fricasé de guanajo, ensalada de tomate, lechuga y rabanitos, yuca con mojo y tostones de plátano verde. Para beber, vino blanco o tinto para los adultos y refresco para los niños. De postre, dulce casero: coco rayado, mermelada de guayaba o cascos de toronja con queso blanco. Los turrones, nueces, avellanas, higos y dátiles se comían en la sobremesa. Al final, la imprescindible tacita de café.
 
El arbolito ocupaba un lugar especial en las salas de las casas. A veces les ponían algodón, para imitar la nieve. Debajo, más grande o más pequeño, el nacimiento o belén. En las tiendas vendían adornos navideños, importados de Estados Unidos o Europa, pero a la gente le gustaba decorar con flores de pascuas, común en los jardines cubanos en estos meses del año. Otra costumbre era el envío de tarjetas por correo y los intercambios de regalos.
 
Mis tres tías eran modistas; los dos tíos, carpinteros, y mi padre, barbero ambulante. Si a alguno se le presentaba un compromiso y no podía ir a cenar, tenía que pasar y disculparse con la abuela Matilde, una mulata que medía 6 pies y pesaba 100 kilos. Era la matriarca. Y para ella, Navidad, Nochebuena y Fin de Año eran citas obligadas para toda la familia.
 
Este post, de la periodista Tania Quintero, fue
publicado el 24 de diciembre, 2012 en El blog de Iván García y sus amigos.


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Respuesta  Mensaje 2 de 6 en el tema 
De: CUBA ETERNA Enviado: 23/12/2016 07:59
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Costumbres  y Curiosidades de la Navidad en Cuba
                                 Por Jaime Leygonier - La Habana
El pueblo cubano es amante de fiestas; sus costumbres de la celebración de la Navidad y fin de año acusan una ruptura generacional por décadas de prohibición y escasez, aunque muchos las conservan y retoman o adoptan elementos aprendidos de las películas extranjeras.

Las principales celebraciones son el 24 de diciembre, la Nochebuena, concebida como fiesta de reunión familiar con una comida copiosa -más bien que cena- y el 31, la despedida del año viejo y la celebración del año nuevo.

El árbol navideño, "el arbolito", llegó desde EE.UU en los años del 1920, los primeros eran de alambre y papel pintado y en los años 50 abundaban de ese tipo pero predominaban arbolitos naturales de casuarina a $3, $5 y $10 pesos, según tamaño, y vendían abetos importados de Canadá, más costosos.

Anteriormente sólo se decoraba, según la tradición católica española, con "el nacimiento": Las figuras de yeso que representan al niño Jesús en el pesebre con María, José, el ángel, animales, pastores y reyes magos; luego ambos adornos se unieron y el nacimiento se monta al pie o junto al arbolito.

Durante la prohibición de la Navidad, a partir de 1967, muchas familias guardaron sus nacimientos y bolas del árbol de Navidad, a veces heredados de sus padres y, si no se rompieron en mudadas, volvieron a emplearlos a mediados de los años 80.

Época en que muchos funcionarios y militares que viajaron trajeron árboles de Navidad plásticos desde la URSS y otros países del campo socialista. Y el Estado autorizó las visitas de los cubanos emigrados a EE. U U y las primeras tiendas dolarizadas.

A fines de los 90 el Estado empezó a vender por dólares arboles plásticos y adornos navideños, pero aun está vigente la prohibición de decorar con ellos las escuelas "porque es un símbolo religioso".

A fines de los 80 y durante los 90 empezó a resurgir la celebración, pero la ignorancia de la costumbre por los más jóvenes hace que celebren más el 31 de diciembre que el 24 y el 25. El reciente feriado del 25 no aumentó la asistencia a los templos en ese día.

La Noche Buena, incluso antes del régimen actual, era concebida por muchos sin la asistencia a la Misa del Gallo, excepto por los católicos practicantes. Hoy asisten a esa misa más personas, muchos jóvenes van por curiosidad y se conducen con incorrección en el templo.

La cocina cubana, muy heredera de la española, con elementos africanos, gusta de mezclar sabores y platillos, y de lo frito. El plato central de Nochebuena lo constituye el cerdo asado y no el pavo o el pollo como en otros países. -presentados a veces como platos secundarios o sustitutos por falta del puerco.

A diferencia de Europa, no sirven pescado en las Nochebuenas cubanas porque, rodeada Cuba del mar, el pescado de primera era comida frecuente y barata. Hoy es un lujo.

La carne de cerdo, antes barata y hoy carísima y la única disponible por ausencia y costo de la carne de res, la preparan especialmente para ese dia adobándola desde el anterior con "el mojo", solución de naranja agria, cebolla picada y ajo machacado.

En el campo o en un patio -La Habana tiene muchas casas con patio central o trasero- asan el puerco al pincho o a la parrilla sobre un fuego de carbón vegetal con ramas y hojas de guayabo que al ahumarlo le dan gusto, mientras lo rocían con "el mojo".

Las amas de casa se afanan preparando comida, pues además del puerco es -o era- costumbre servir ensaladas de lechuga y rábanos, yuca (mandioca) con mojo, arroz blanco rociado con frijoles negros, ruedas de plátanos (bananas) fritas y postres típicos como los buñuelos de harina de yuca con almíbar.

Suele ser tarea de los hombres asar el puerco -"el macho" lo llaman en regiones del campo- hasta que su pellejo se raje de tostado. Y algunos tienen secretos: Cierta hierba como hisopo para untar el mojo, determinar si está listo por el color o calándolo con el cuchillo, o ya asado el puerco, enterrarlo envuelto en hojas de plátano (bananero) sobre los rescoldos apagados.

Pedazos del pellejo son fritos en su manteca, los crocantes chicharrones que comen mientras beben.

Hoy, los menos tienen dinero para un cerdo entero o un pernil, otros unos pedazos al horno o en sartén, y muchos carecen de comida. En diciembre sube especulativamente el precio de la carne de cerdo pero desde diciembre del 2011 no bajó y en diciembre del 2012 esta especulación topó con falta de poder adquisitivo.

Precios disparados sin aumento de ingresos, las familias del extranjero enviaron menos dinero, fue visible en estas Pascuas la disminución de los compradores, escasez y falta de dinero se dieron la mano y - casos extraordinarios - vi dos hombres que llevaban en carretilla puercos vivos, pregonándolos por la calle, y a otro que con su cerdo atado como un perrito trataba de venderlo en la céntrica esquina de Toyo.

Era típico de las fiestas de Pascuas el consumo de vinos y otros productos españoles, como turrones, castañas, nueces, avellanas, uvas, e, importadas de EE.UU, manzanas. Tras la independencia los barceloneses conservaron en Cuba, como en toda Latinoamérica, la red de abastecimientos de alimentos al por mayor y al por menor, hasta su confiscación por Castro.

El Estado, que por la cartilla de racionamiento abasteció algunos de estos productos hasta 1967 (llegó a entregar unas 12 uvas por cabeza) vende algunos en sus tiendas dolarizadas, pero este diciembre hubo menos compras. La botella de tinto equivale al salario mensual y una manzana raquítica cuesta 60 centavos de dólar.

Beber vino tinto en la comida de Nochebuena se conserva pero muchos por economía y pérdida de la costumbre consumen cerveza y ron.

El 31 de diciembre ordenan y limpian bien las casas para "botar el año viejo", no hacerlo traerá mala suerte en el nuevo año, baldean la casa desde la habitación más interior hasta la puerta de la calle, algunos echan flores al agua con que limpian.

Esperan las 12 de la noche bebiendo, bailando, viendo TV, es costumbre consumir vino, turrones y a las 12 tragar 12 uvas. A las 12 se felicitan y brindan con sidra.

El Estado interrumpe la programación televisiva con un comunicado de felicitación por el nuevo aniversario del triunfo de la revolución, con fondo de escenas con Fidel Castro, la bandera nacional, campesinos, obreros, y exhorta a nuevos triunfos económicos en el año.

Antes todos, hoy algunos arrojan a las 12 baldes de agua a la calle, en su origen la costumbre era renovar toda el agua recogida y propiciar con agua al año nuevo.

Existe la superstición de que lo que se haga a las 12 se hará durante todo el año nuevo, de ahí que a esa hora eviten discutir, algunos cuenten dinero y, desde hace algunos años, parejas y hasta familias completas den la vuelta a la manzana cargando valijas en operación mágica para emigrar al extranjero. El pasado año desfilaron alegres, éste cansinos, sin alegría.

Desde los 90, por auge de las religiones de origen africano, se hacen notar en diciembre sus "toques de santo", ceremonias con tambores, para propiciar la suerte y que sus deidades profeticen lo que depara el próximo año.

El Día de Reyes -Epifanía, 6 de enero- se rescata entre quienes pueden comprar juguetes a sus niños. Los tres reyes magos, Melchor, Gaspar y Baltasar, les traerán regalos mientras duermen; los niños escriben cartas a los reyes magos con sus peticiones y las colocan en su zapato junto a la cama o bajo el arbolito.

Algunos alientan a sus niños a colocar para los reyes una merienda y para sus camellos un poco de hierba y agua, al día siguiente los pequeños ven con asombro que desaparecieron esos sus dones para los magos.

Los reyes dejan regalos al pie del arbolito de Navidad y a veces alguno dentro de los zapatos.

El anglosajón Sancti Claus apareció a fines de los años 50, con la ventaja de regalar el 25 de diciembre, pero no llegó a echar raíces antes de la prohibición de las fiestas. Hoy reaparece por influencia del cine extranjero y de parientes en EE. UU

Desorientado, regala el 31 de diciembre y lo explican como "otro rey mago". Desde los años 90, en los hoteles para extranjeros se pasea algún Sancta avergonzado, empleado que parece castigan con ese disfraz. Los extranjeros tienen en sus burbujas para turistas una imitación de sus Pascuas.

Antaño el 24 y el 31 había fiesta en cada apartamento o casa, gente alegre en cada portal y balcón, en el 2012, en mi barrio de Santos Suárez, hubo pocas fiestas por Nochebuena, más el 31, pero una o dos por cada manzana, personas pudientes, más que fiestas fueron reuniones de media docena de familiares oyendo música alta.

La música de esas fiestas era de los años 70 u 80, lo que hace presumir la madurez de edad de los festejantes.

Pesó la falta de motivos y de recursos para festejar y el miedo a asaltos en la calle, con rumor de que en diciembre aparecieron letreros que amenazaban con que: "12 madres llorarán a sus hijos antes del 2013".

Solamente vi entusiasmo y griterío juvenil en una casa, en medio de calles enteras a oscuras y en silencio.
 
Curiosidades de Navidad
Algunas curiosidades de Navidad y fin de año en Cuba, según tradiciones de familia y testimonios de viejos:
Antes de los años 20, no usaban en Cuba el árbol de Navidad (costumbre anglo-sajona) sino que decoraban, según la tradición católica española, con "el nacimiento" (“Belén” en España).
 
Las figuras de yeso que representan al niño Jesús en el pesebre, van junto a María, José, el ángel, animales, pastores y reyes magos; luego ambos adornos se une y el nacimiento se monta al pie o cerca del árbol.
 
El árbol navideño llegó en los años 20 desde EE.UU. Eran de alambre y papel pintado. En los años 50 abundaban de ese tipo, pero predominaban los naturales de casuarina a 3, 5 y 10 dolares, según su tamaño. También importaban costosos abetos desde Canadá.
 
Nadie en Cuba dice: Árbol de Navidad, sino “el arbolito de Navidad”.
Es el único país del campo socialista en que la tradición de la Navidad se perdió para la nueva generación por prohibición estatal. Al igual que otras, como la noche de San Juan.
 
El ataque a la Iglesia católica comenzó en 1959, se recrudeció en 1960 con turbas que saboteaban las misas dominicales e insultaban a los fieles durante su trayecto al templo; antecedente de los actuales “mítines de repudio”.
 
“Católico” era sinónimo de “contrarrevolucionario”; el catolicismo de la mayoría era superficial, pero la Navidad tenía arraigo y Fidel Castro se aplicó a despojarla de su carácter religioso.
 
Entre los años 1961-1966, las denominó “Navidades socialistas” y junto a postales de Pascuas vendieron otras con mensajes de “Felices Pascuas Socialistas” y “Feliz Aniversario de la Revolución”, que mezclaban símbolos navideños con paisajes cubanos y dibujos de milicianos y militares barbudos.
 
Durante una de estas “Navidades socialistas” (creo que la de 1965-66) Castro, en un discurso, se extendió sobre el carácter extranjero, ajeno a nuestra cultura, del árbol de Navidad y dijo que debería ser la Palma Real, árbol nacional.
 
Y en las tiendas vendieron palmas reales "navideñas" de papier mache, que por el tronco liso y sin ramas, resultaron feos sustitutos del tradicional árbol navideño y muy pocos compraron.
 
En 1967, Castro anunció que no celebraríamos las Pascuas, el fin de año y los carnavales, en luto por la muerte de Ernesto Guevara, el Che.
 
En 1969 anunció que continuaría la suspensión de estas fiestas debido a la necesidad de no tener días feriados para esforzarse durante diciembre y enero, meses de zafra azucarera, para convertir a Cuba en el mayor productor de azúcar del mundo.
 
Trasladó la fiesta para el 26 de julio, aniversario de su asalto al cuartel Moncada: “Cuando nos hayamos desarrollado, podremos celebrar mejores Navidades”. También creó un “Día de los Niños”, para sustituir al Día de Reyes o Epifanía.
 
A partir de la prohibición, muchas familias guardaron sus nacimientos y adornos del árbol de Navidad, a veces heredados de sus padres, y volvieron a emplearlos después del 1998 cuando el Papa visitó la Isla. Otros los botaron como basura, por desesperanza.
 
Hubo familias que, a ventanas cerradas y en silencio, hacían su Nochebuena. Una de ellas, mi vecina Zoraida Roché, fallecida en 2015, vivió orgullosa de su fidelidad a la Navidad. Cierta vez guardó durante meses un paquete de frijoles negros, reservándolos para la fiesta.
 
En los 80, muchos funcionarios y militares que viajaron a la URSS y otros países de Europa Oriental, trajeron árboles de Navidad plásticos.
A fines de los 90, el Estado empezó a vender por dólares árboles plásticos y adornos navideños, pero sigue en vigor la prohibición de decorar con ellos las escuelas "porque es un símbolo religioso", según una resolución del Ministerio de Educación.
 
La pérdida de la tradición entre las nuevas generaciones hizo que celebrasen el 31 de diciembre más que el 24 y el 25.
 
Al hacer feriado el día 25, no aumentó la asistencia a los templos católicos, sino que tendió a disminuir, mientras crecieron en número la religión afrocubana de la Santería o Regla de Ocha y, algo menos, el pentecostalismo, con público que asistía antes a la iglesia católica.
 
En Nochebuena, antes de Castro, muchos festejaban sin asistir a la Misa del Gallo, excepto católicos practicantes.
 
Era tradicional comer 12 uvas a las 12 de la noche del 31 de diciembre (hace décadas que nadie las consigue y hoy son raras y costosas). Raúl Castro, que ama los cañonazos, cambió las uvas por los proyectiles al decretar, en 2009, el disparo de 21 cañonazos a las 12 de la noche del 31 de diciembre, en honor a su toma del poder en 1959 desde la fortaleza colonial de La Cabaña.
 
El 30 de diciembre de 2009 los ensayaron con 6 o 7 zambombazos y el periódico previno a la ciudadanía para que no se alarmara.
 
También le colgó la ceremonia de los 21 cañonazos al 28 de enero, natalicio del muy civilista y antidictatorial José Martí, apóstol de la independencia de Cuba.

A las 12 de la noche del 31 de diciembre, pocas personas arrojan agua a la calle desde sus balcones, como se usaba antes. Y, desde hace varios años, muchas familias dan la vuelta a la manzana cargando valijas, como magia imitativa para conseguir marcharse del país en el nuevo año.
 
Jaime Leygonier 

Respuesta  Mensaje 3 de 6 en el tema 
De: CUBA ETERNA Enviado: 23/12/2016 08:06
LA NOCHEBUENA QUE CELEBRÁBAMOS LOS CUBANOS
 
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En la cena, puerco, guineo y pavo, turrones.
Después de 1959, cenábamos a escondidas, con lo que podíamos encontrar
 
Gladys Linares  | La Habana  | Cubanet
Desde el pasado colonial, la Nochebuena y la Navidad son las fiestas tradicionales de la familia cubana, a pesar de las infructuosas artimañas creadas por la dictadura de los Castro para acabar con ella. Estas festividades de diciembre unen a la familia, pues son la ocasión perfecta para manifestar nuestro cariño hacia familiares y amigos.
 
Jorge Fernández Hevia (68 años) es uno de los miles de cubanos que no ha dejado perder la tradición. Él opina que, aunque no lo parezca, los más viejos transmiten la costumbre a los más jóvenes. Me cuenta que nació y creció en Párraga, un barrio marginal. Su familia era pobre, pero su abuela materna, que era cocinera en una casa de Miami, venía todos los años a pasar la Navidad con la familia y les traía regalos. Hasta que en 1960, los de Inmigración le advirtieron que si volvía a salir no la dejarían regresar, y ella decidió no alejarse definitivamente de su familia.
 
“En Nochebuena nos reuníamos 17 o 18 parientes, entre abuelos, padres, tíos y primos. Se asaba un puerquito en el patio, con carbón y en púas”. Jorge recuerda la calzada de Bejucal adornada con guirnaldas de colores, y a pesar de que era estrecha y con árboles a todo lo largo, se llenaba de quioscos de chucherías como nueces, avellanas, uvas, manzanas, peras, turrones. “Una familia de por allí hacía unos buñuelos muy sabrosos que mi mamá compraba para la cena. Cenábamos sobre las 12 de la noche. El 25 nos ponían ropa nueva, comíamos la montería (la comida de la noche anterior) y por la tarde nos llevaban a ver vidrieras.
 
“Se comía con vino, incluso los niños. Como era una fiesta familiar, los adultos se cuidaban mucho de emborracharse. Siempre había un plato dispuesto para quienes pasaban a saludar, que por lo general picaban algo y se iban a hacer otras visitas. Ahora la comida es casi racionada, no podemos invitar a nadie ni queda nada para la montería. Muchas veces hemos guardado el pollo de la cuota para ese día, aunque siempre he tratado de comprar un pedacito de puerco para comerlo con arroz, frijoles, yuca con mojo y ensalada. Pero este año no sé: esperé mucho y ya la libra de pernil está a 35 pesos”.
 
Rafaela León Padrón (68 años), por su parte, me cuenta que nació en San Nicolás de Bari, en Güines, en la finca La Guadalupe, donde su familia tenía una pequeña parcela para el autoconsumo que les había dado el tío abuelo, dueño de la finca.
 
Hasta en el monte, celebrábamos la Nochebuena
 
“Aunque estábamos en medio del monte, celebrábamos la Nochebuena. Las aves, el puerco, las viandas, los dulces criollos como buñuelos, dulce de naranja y de coco, todo salía de la finca, y los tíos de La Habana, que iban a pasarla allá con nosotros, llevaban todo tipos de chucherías como turrones, avellanas, nueces, castañas, uvas, manzanas, dátiles, higos. Y para mi abuela, turrón de yema, su preferido. Mis tíos tenían un negocio de pescadería en La Habana, y llevaban pescado para asar. Llevaban también vino dulce y vino tinto. Siempre sobraba comida. Antes se ponía, además del puerco, guineo y pavo. Algunas familias –como la nuestra- incluso un buen pargo. Hoy solo hay dos opciones: o el pollo de la cuota o un pedacito de puerco.
 
“En mi casa se criaban dos tipos de puerco: para asar, alimentados con palmiche, porque no tenían grasa y la masa era más sabrosa, y los de ceba. Estos se criaban con un sancocho de viandas, la leche que sobraba, y además caña y miel.
 
Nancy Martínez Valdés (77 años) nació en Pedroso e Infanta, en el Cerro. Su padre era trabajador de la construcción (granitero de la compañía Luis Mion). “En mi casa se compraba el lechón asado. Pero además, se asaban 4 o 5 guineos que ponían alrededor del lechón. Luis Mion era italiano, y daba un aguinaldo generoso, con el que hacíamos una buena cena: arroz, frijoles negros, congrí, una ensalada de tomates con lechuga americana y rabanitos, turrones de todo tipo (Alicante, Gijona, yema), membrillo con guayaba, dátiles, higos, vino tinto, vino dulce para los niños. Las manzanas se asaban y se acaramelaban. Al día siguiente, la montería. No había 25 sin ropa nueva, y vestidos de estreno nos llevaban a ver vidrieras.
 
“El puerco se vendía a 25 centavos la libra en pie en Diez de Octubre y Dolores (ya entonces nos habíamos mudado para Lawton). La calzada se llenaba de quioscos y se vendía de todo. La última vez que comí dátiles e higos fue en Alemania, porque aquí hace rato que no hay. Nuestros nietos no los conocen, ni a los albaricoques”.
 
Después de 1959, cenábamos a escondidas
 
Otra de mis entrevistadas, una señora que pidió no ser identificada, me contó: “Antes, los jefes te daban el aguinaldo, que desapareció con las intervenciones. Después del 59 cenábamos a escondidas, hasta que vino el papa. Como a partir de entonces el gobierno dio el 25 feriado, nosotros nos cogimos el 24, porque aunque la Nochebuena no estaba prohibida por ley, sí lo estuvo tácitamente. Recuerdo que en 1960 yo tenía un bello arbolito de los EEUU, pero el gobierno comenzó una campaña por el arbolito hecho de matas cubanas, y los que ponían los norteamericanos eran mal vistos. Por lo tanto, tuve que comprar el cubano, que no me duró dos años, y luego ya no me atreví a poner el otro”.
Al pedirles que hicieran un cálculo del costo aproximado de una cena de Nochebuena en la actualidad, todos coincidieron en que hoy en día lo más importante es comprarlo todo con bastante tiempo de antelación, porque a medida que se acerca el 24 los precios se disparan, y no bajan sino hasta enero. A diferencia de como ocurría en el capitalismo, dicen algunos, cuando los comerciantes hacían rebajas para las festividades.
 
Por solo poner un ejemplo, para 4 personas sería: Libra y media de frijoles negros (a 18 pesos) más tres de arroz (a 5), equivalen a 27 más 15, 42 pesos. 6 libras de yuca (a 3 pesos) son 18 pesos. Para condimentos (ajo, cebolla, ají pimiento, comino, naranja agria) se necesitan unos 50 pesos. Un pernil pequeño, de unas 10 libras, puede costar 350 pesos (a 35 pesos la libra de carne para asar), y si es mayor, más caro (hay una carnicería estatal en 15 y Dolores donde el pernil está a 21 pesos la libra, pero según varios de mis entrevistados la realidad es que nunca hay. Algunos dicen que ya traen nombre y apellidos). Una ensalada de tomate (12 pesos) y lechuga (10 pesos por mazo) requiere 34 pesos. En total, alrededor de los 500 pesos, bastante más que el sueldo de un mes.
 
Hoy, una familia tiene tantos gastos que para Nochebuena compra si acaso lo imprescindible. Delicias como vinos, sidras o turrones son ahora meros recuerdos para muchos, o desconocidas para otros tantos. Solo en un turrón de cada tipo (Gijona, Alicante, yema y nata de nueces, por ejemplo) se gastarían más de 10 CUC. El vino de mesa más barato cuesta más de 4 CUC, con excepción de los dulces y moscatel de fabricación artesanal, que pueden costar entre 35 y 60 pesos cubanos. “No es que nos gusten mucho, pero al menos comemos con vino”, me dice un vecino.
 
En resumen, opinan mis entrevistados, antes la mesa de Nochebuena era alegre y bien provista. Gracias también a la ayuda de la Iglesia y el gobierno, que daban golosinas para los niños y cenas para los menos favorecidos (sin distinción de ideología o credo). Hoy, en cambio, muchos que ni siquiera se consideran pobres en comparación con la realidad actual, tienen que ajustarse a un presupuesto para poder cenar ese día.

Respuesta  Mensaje 4 de 6 en el tema 
De: CUBA ETERNA Enviado: 23/12/2016 08:14
Aquellas Navidades que nos robaron
¿Se le debería perdonar ese crimen a Fidel Castro?
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Revista Bohemia del año 1951
                                  Por Eugenio Yáñez -
Era 1969, “Año del Esfuerzo Decisivo”. El 2 de enero, el Amargado en Jefe dijo a los cubanos que de Navidades nada. Ni Nochebuena. Ni Año Nuevo. Ni Día de Reyes. Nada que les alegrara. Nada.
 
Le molestaba que los cubanos pudieran sentirse felices en esas fechas, siendo él, a fin de cuentas, un infeliz. Amargado, frustrado, acomplejado. Petimetre con delirio de grandeza. Napoleón de pacotilla. Alejandro de bolsillo.

Creyéndose Dios, eliminó el 6 de enero como Día de Los Reyes Magos porque para los niños cubanos la felicidad había nacido el 26 de julio. Un día de fracaso total y absoluto para quienes asaltaron el Cuartel Moncada, y de bochornosa cobardía para su cabecilla, incapaz de entrar al campamento militar o mostrar valor al ser capturado sin disparar un solo tiro mientras huía en las inmediaciones de la Sierra Maestra.

Prohibió las fiestas no solamente por megalomanía, sino porque después de su delirante “Ofensiva Revolucionaria” en 1968 el régimen no podía garantizar a los niños cubanos, una vez al año, ni siquiera un juguete “básico”, uno “adicional” y uno “dirigido”, todos de mala calidad, que era a lo que podían aspirar los niños en la Isla desde que el “socialismo científico” determinaba la comida que cada cubano comería, la ropa que vestiría o los juguetes que cada niño recibiría una vez al año.

¿”Fidelito” Castro Díaz-Balart o los cinco hijos del Aberrado en Jefe con Dalia Soto del Valle tendrían también que limitarse a esos tres juguetes una vez al año, o disfrutaron privilegios que no tuvieron nunca los niños cubanos de a pie?

Las fiestas navideñas en Cuba nunca tuvieron, ni antes de Fidel Castro, ni con él, ni tendrán tampoco cuando él y su hermano estén en el infierno, el fervor religioso que se observa en Venezuela, México, Colombia, Perú, Paraguay, Bolivia, y todos los países centro y suramericanos.

Para los cubanos, las fiestas navideñas giraban alrededor de la Nochebuena el 24 de diciembre, y el fin de año, con “lechónasao”, congrí o arroz y frijoles negros, yuca con mojo, ensalada, turrón y dulces. Quienes tenían más posibilidades asaban también guineos o “guanajos” (pavos). A La Misa del Gallo, si se iba, no era a medianoche ni antes de cenar, sino al caer la tarde o en la noche después de cenar, pero tampoco tan tarde como para no poder irse a bailar.

Los más pobres, con menos recursos, si no alcanzaba para cerdo se las ingeniaban para asar un pollo, aunque no hubiera turrón, buñuelos o empanadas: lo importante no era tanto la carne o la yuca como de reunirse en familia y disfrutar juntos y felices, olvidando discordias o enfrentamientos políticos, agravios pasajeros o malentendidos, donde todos se deseaban de corazón lo mejor durante esas fechas y para el año que comenzaría.

¿Qué tenía eso de malo, peligroso, o improcedente? ¿Por qué prohibir a los cubanos celebrar entre familia y amigos los días más alegres del año? El esfuerzo para la zafra de los diez millones fue un pretexto: tras el fracaso, todos supieron que nunca se producirían diez millones de toneladas de azúcar, y muchos pensaron que todo regresaría a “la normalidad” y las fiestas navideñas volverían.

Ingenuidad. No habría diez millones de toneladas de azúcar, pero Fidel Castro no aceptaba cubanos felices. Inventó lo de tradiciones impuestas por los conquistadores y la Iglesia, y la necesidad de enterrar costumbres arcaicas para crear otras revolucionarias.

Absurdo: las tradiciones no se arman o desarman como una maquinaria, pero comenzaron los aduladores a gastar recursos para convencer que era posible lo que pedía el Jefe, aunque lo más “profundo” que se logró con aquella campaña antipopular fue un titulito de “la tradición se rompe, pero cuesta trabajo”.

Pasaron treinta años desde la prohibición, con los cubanos haciendo malabares para celebrar las fiestas que el régimen odiaba, hasta que el Papa Juan Pablo II visitó Cuba y pidió al régimen celebrar la Navidad. Castro cedió a regañadientes, más que todo para formalizar el reconocimiento de una celebración que los cubanos realizaban como pudieran aunque el gobierno pretendiera ignorarlo.

Las extraordinarias limitaciones materiales y económicas en que están sumidos muchos cubanos desde hace años, con salarios que en ocasiones no alcanzan ni para sobrevivir, hacen muy difícil celebrar Nochebuena en Cuba en estos momentos. Pero sea porque algunos tienen ingresos superiores legales, reciben remesas del exterior, “resuelven” como puedan, o por esa fraternidad entre cubanos que a pesar de las dificultades permite compartir algo en tiempos festivos, cada 24 de diciembre, mejor o peor, los cubanos en la Isla demuestran que la Nochebuena no ha muerto, y que no morirá.

En esa cena de Nochebuena, lujosa o humilde, con familiares y amigos reunidos para celebrar, un silencioso pero gigantesco y potente grito a todo el mundo y a nosotros mismos resonará más que nunca:
 
¡Los cubanos queremos ser felices, y nadie nos podrá quitar ese derecho!

             Feliz Navidad a todos los cubanos, dondequiera que estén.
      ...¿Tú te acuerdas cómo eran las Fiestas de Navidad en Cuba?...
Seria interesante nos contaras a todos lo que queda en tú recuerdo de la Navidad...
  

Respuesta  Mensaje 5 de 6 en el tema 
De: CUBA ETERNA Enviado: 23/12/2016 08:16
NAVIDADES A LA HABANERA
UN MODO DESIGUAL DE CELEBRAR LA NOCHE BUENA
  
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Para la mayoría de los cubanos, que apenas tienen dinero para sobrevivir
el día a día, es más fácil que en la Isla nieve que cenar pavo o puerco asado en Nochebuena
                                   Por Iván García - Diciembre del 2015
En Tercera y 70, el otrora Diplomercado, en Miramar, al oeste de La Habana, los carritos atestados de compras circulan raudos, conducidos por clientes de bolsillos amplios que revisan en los estantes la procedencia y fecha de caducidad de los alimentos.
 
Los artículos Made in USA son los más apreciados. Tipos como Ernesto, que desde hace tres años se dedica a trasegar pacotillas en grandes volúmenes desde Ecuador, la Zona Franca de Colón en Panamá o Puerto Callao, en Perú, se pueden dar el lujo de comprar alimentos, aliños y confituras sin mirar el precio de las etiquetas.
 
“Mira a ver si ese pavo congelado es 'yuma'. Coge un 'paq' de Sprite y otro de Fanta, que a los niños les encanta. Echa pa’ca esas salchichas, que son de Baviera”, le dice a su esposa, quien antes de echar las cosas en el carrito, mira la fecha de vencimiento, examina las calorías y si han utilizado preservante químico en la elaboración del producto.
 
Tienen la pinta de una pareja de portada de una revista de la farándula. Con estilizadas figuras, visten a la moda y parecen felices. Y portan suficiente moneda dura como para pagar 179 pesos convertibles (alrededor de 200 dólares), el salario de ocho meses de un profesional, en alimentos y dulces destinados a las fiestas navideñas.
 
Luego de dejar tres cuc de propina a la cajera, en la confitería adquieren turrones españoles y chocolates suizos. “Ya compré vinos, cervezas y ron para celebrar la Navidad y el fin de año”, dice Ernesto.
 
A la salida del mercado, alquilan un auto, que por diez pesos convertibles los lleva hasta la puerta de su casa. Su caso pudiera parecer una excepción. Pero me temo que no.
 
Por estas fechas, los supermercados habaneros de alto estándar, con precios al nivel de Nueva York, están repletos de usuarios despreocupados que festinadamente se van de compras.
 
En la Isla se ha ido consolidando una clase media al margen del Estado. Cubanos que destinan más de 1.000 dólares al mes en adquirir comida, darse masajes a 50 cuc la hora en hoteles cinco estrellas y a cada rato cenan en paladares como Starbien, La Fontana o Café Laurent.
 
No son los típicos amanuenses que trabajan para el régimen, pero se pueden dar ciertos lujos con las migajas y regalías ofrecidos por el Estado verde olivo. Tampoco son artistas o deportistas de éxito.
 
Son personas que hacen dinero 'pinchando' duro 14 horas diarias en pequeños negocios privados en el portal de su casa. O 'mulas' que transportan mercancías por debajo de la mesa en el mercado negro.
 
Las navidades en Cuba tienen varios rostros
 
También una parte de la fauna marginal y los ladrones estatales de cuello blanco festejan la Navidad por todo lo alto. Jineteras de alcurnia, expendedores de drogas y policías corruptos, en Nochebuena cenan cerdo o pavo asado y beben cerveza de marca o ron añejo.
 
En el interior del país, la realidad es diferente: se nota el ajetreo navideño, pero a menor escala. En la capital, gigantescos árboles repletos de luces se ven por la Habana Vieja, el Vedado y Miramar, tres de las zonas más turísticas.
 
Si usted se da una vuelta por el bar Sloppy Joe’s, muy cerca del hotel Sevilla, el Parque Central y el Paseo del Prado, notará que después de la cinco de la tarde no hay mesas desocupadas.
 
Y en la extensa barra de 18 metros de caoba negra no encuentra una banqueta libre. En el Sloppy, una cerveza local cuesta dos dólares y cincuenta centavos y el plato típico de la casa, un emparedado de 'ropa vieja' (hilachas de carne de res sazonada con tomate), ronda los cinco.
 
Es difícil reservar una mesa para cenar el 24 de diciembre en restaurantes como Los Nardos, frente al Capitolio, o paladares como La Guarida, San Cristóbal, Doña Eutimia y Havana Gourmet.
 
O en la paladar Villa Hernández, situada en una casona de principios del siglo XX, en la barriada de La Víbora, a un costado del Parque Córdoba, un parque en honor a Emilia de Córdoba y Rubio (1853-1920), considerada la primera mujer mambisa.
 
“Ya tenemos todas las mesas reservadas desde el 23 y hasta el 31 de diciembre”, dice con orgullo el propietario de Villa Hernández.
 
Mientras unos cuantos cubanos pueden comprar en el antiguo Diplomercado, reservar en restaurantes y paladares de primera, celebrar la Nochebuena y esperar el 2016 como Dios manda, por miles se cuentan los que ni siquiera pueden hacer planes para esos días.
 
Lidia es una de esos miles. “Cuando me paguen en el trabajo veré si me alcanza para comprar una ración de puerco en un restaurante estatal y una botella de vino barato. Lo que compre, lo compartiré con mi esposo el 24. Después veremos alguna novela o película alquilada del Paquete”.
 
Según la prensa oficial, decenas de restaurantes ofertarán pollo, pavo y cerdo asado el 24 y 31 de diciembre. Aunque para José Manuel, jubilado de 75 años, la calidad deja mucho que desear.
 
“Pero es la única opción para los que tenemos poco dinero. El año pasado compré dos raciones de cerdo que daban asco, era pellejo y grasa na'má. Los viejos y los obreros somos los más jodidos. Nosotros no percibimos las reformas y los cambios económicos”, acota.
 
Otros, como Antonio, padre de cinco hijos, están peor. Reside en una choza con piso de cemento y sin servicio sanitario en un barrio marginal de San Miguel del Padrón, municipio al sureste de La Habana.
 
“Navidades para mí es tener cuatro pesos en el bolsillo. Eso de hacer comelatas y tomar cerveza de la buena, es cosa de gente rica o con suerte”, expresa con una sonrisa triste.
 
Para cubanos como Antonio, es más fácil que en la Isla nieve que cenar pavo asado en Nochebuena.
 
Fuente Diario Las Américas - 2015
 

Respuesta  Mensaje 6 de 6 en el tema 
De: CUBA ETERNA Enviado: 24/12/2016 19:34



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