¿Dónde dejaron los rabiosos
Fidelistas de ocasión su apego al concepto de revolución acuñado por Castro?
Esperando afuera del comedor a que sirvan el almuerzo, Centro Habana
¿Yo también soy Fidel?
Víctor Manuel Domínguez | La Habana | Cubanet
Alrededor de cincuenta y nueve años, once meses y unos días después, otro cubano que no fuera Fidel Castro Ruz, tiene una iniciativa en el país. Según la sección cultural del Noticiero Nacional de la Televisión Cubana del sábado pasado, la idea de crear brigadas artísticas integrales para actuar en las zonas más intrincadas de los macizos montañosos de Cuba, fue del actual mandatario Raúl Castro Ruz. Es decir, que payasos, magos, maromeros, cantantes y escritores deambulan desde hace más de treinta años por la serranía gracias a la visión cultural de Raúl.
El hecho resulta insólito en un país de un solo Pensador en Jefe. Que se conozca de forma pública, en más de medio siglo de “revolución”, sólo un argentino rebautizado cubano por las balas, Ernesto “Che” Guevara, había tenido la polémica e ineficiente iniciativa de crear el obligatorio trabajo voluntario en la nación. El resto de las iniciativas eran de Fidel.
Al parecer, en todo ese período hasta el fallecimiento del líder de la revolución el pasado 25 de noviembre, sólo un cubano pensaba y tenía iniciativas en el país: Fidel. Vaquerías, planes porcinos, hospitales, granjas avícolas, escuelas de barberos, cine, medicinas, deportivas y de todo lo que se deba aprender, nacieron de la iniciativa de Fidel. Ningún científico, educador, veterinario, fígaro, realizador cinematográfico, médico, deportista o educador, tuvo siquiera una neurona que le permitiera generar una iniciativa ni para crear una fábrica de prú o un centro de elaboración de perros sin tripas, croquetas estructuradas o fricandel. El mérito de cuanto se ha hecho de “bueno” en Cuba, tiene un solo nombre: Fidel; lo “malo”, es del montón.
Si esto no es culto a la personalidad y poder absoluto: apaga y vámonos. Que en un país cuyas autoridades aseguran existe el material humano más culto del universo, a nadie se le haya ocurrido otra cosa que inventar el bistec de frazada de trapear, el picadillo de cáscara de toronja, la balsa Odiseo para escapar por vía marítima del país, y las mil y una formas de sobrevivir a tantas iniciativas e inventos, no tiene parangón en la historia universal.
Yo también soy Fidel
Muerto y enterrado el máximo líder, politizadas e ideologizadas sus exequias hasta el cansancio de nueve días a tiempo completo con Fidel, y una seguidilla con su imagen y méritos por todos los medios de comunicación cubanos a toda hora del día y de la noche, todos se declaran herederos de su legado histórico y comprometidos con su concepto de revolución.
Sin embargo, de los millones de cubanos que firmaron durante los días de duelo el compromiso de ser fieles al ideario de Fidel, cientos han sido devueltos a la isla por guardacostas norteamericanos al intentar abandonar el país hacia esa nación, o hacen planes para escapar por cualquier vía a su alcance, legal o ilegal, no obstante a que entre lágrimas de cocodrilos, gritos de reafirmación , y sollozos de actores extras de la industria de Bollywood, desfilaron frente a los restos de Fidel, caras compungidas y cámara de teléfono móvil en mano.
¿Dónde dejaron estos rabiosos fidelistas de ocasión y pasarelas ideológicas su apego al concepto acuñado por Fidel en que señala entre otras cosas: Revolución es convicción profunda de que no existe fuerza en el mundo capaz de aplastar la fuerza de la verdad y las ideas? ¿De qué verdad hablaban estos cubanos mientras firmaban el compromiso, desfilaban frente a la urna con los restos de Fidel, fotografiaban el cortejo fúnebre o decían ante las cámaras de la televisión que apenas conciliaban el sueño por el dolor que les ocasionaba la pérdida del líder de la revolución? ¿La fuerza de un Hog dog y una Coca Cola aplasta las ideas?
¿Dónde están el altruismo y la solidaridad de un Fidel Morales que vende el derecho a residir en la capital en 150 dólares y un autorizo de empleo en 100? ¿Qué modestia o desinterés muestra el dirigente Fidel López que por la importancia de su cargo quiere llevar a la cama a quien necesite de sus servicios o esté bajo su cargo sea hombre o mujer? ¿Cuál es el heroísmo de una Fidel Rosales que, por sacrificarse en doce horas de trabajo, se cree autorizada a maltratar al público durante diez? ¿Con estos hipócritas, oportunistas, cobardes y carnavalescos Fideles bufones se puede creer que Revolución es decir siempre la verdad?
Por otra parte, si todos dicen “Soy Fidel”, ¿puede Fidel Pérez cambiar todo lo que debe ser cambiado, siquiera la fachada de su casa, los productos de la libreta de racionamiento, el sistema eleccionario del país o el monto de su bajo salario? ¿Podrá Fidel Urquiza decir toda su verdad sin recibir amenazas de perder el “estímulo” en CUC o de ir a prisión por expresiones subversivas o desacato? ¿Acaso la joven Fidel Almanza puede impedir no ser dejada sin empleo en una paladar del Vedado por no tener la dirección de La Habana, la capital de todos los cubanos? ¿Es esto igualdad y libertad plenas, como reza el concepto Revolución?
Ante la avalancha de Fidel en cualquier parte, cuerpo, situación y actividad de la Cuba de hoy, un señor que hurgaba en los tambuchos de basura, y vendía periódicos mientras esperaba que abrieran el comedor para personas sin recursos, cerrado por un acto de reafirmación de sus trabajadores del concepto Revolución, tapándose un bostezo expresó: Yo también soy Fidel.