En Cuba se viola el derecho a la libertad
de movimiento y a elegir el lugar de residencia dentro de una nación
Deportados en su propio país
Víctor Manuel Domínguez | La Habana | CubanetYanela Toranzo no fue violada por un traficante de personas mientras atravesaba la selva del Darién, o al saltar por cualquier punto el muro que separa México de los Estados Unidos de Norteamérica. Tampoco cayó al agua desde una patera que transportaba sirios, iraquíes o libaneses que huían de la guerra, mucho menos escapaba de la hambruna junto a senegaleses, nigerianos o ugandeses: ella huyó de la “felicidad” en su natal Cacocum hacia la capital cubana.
Yanela no habla otro idioma, pertenece a otra etnia ni el color de su piel, orientación sexual ni práctica religiosa difieren del cubano común; su estigma es no ser oriunda de la Habana, sino del “interior” del país, de donde han procedido casi todos los mandatarios cubanos desde el siglo XIX hasta el día de hoy, se han iniciado todas las guerras, y son traídos los policías, maestros y constructores, para cubrir el éxodo de sus pares capitalinos hacia el exterior o en busca de mejores salarios y condiciones de empleo en cada oficio o profesión en el interior.
Cansada de tanta orfandad económica, falsa unanimidad política y pobreza cultural disfrazadas de esplendor por la algarabía ideológica y el tentempié social, atravesó hacinada en un camión los cerca de 800 kilómetros que separan su terruño oriental de La Habana. Con 24 años, una escolaridad de Nivel Superior, y una licencia para trabajar por cuenta propia, se decidió a venir.
Entre fronteras Proposiciones deshonestas, extorsión, y de no acceder, arresto y deportación hacia el lugar de origen dentro del país, esperan a quienes se atreven a cruzar la frontera imaginaria que separa La Habana de las restantes provincias de la isla, sin autorización o trámite oficial. Si es joven y mujer, peor. De ahí que Yanela y tantas más se sientan parias en su país, al margen de las leyes que les garantizan la igualdad en la constitución y otros mamotretos que dictan y regulan las leyes del país, como si fueran escritas por fantasmas con tinta ilegible y sobre papel mojado.
La mafia burocrática cubana, amparada en el absoluto control de la ciudadanía nacional, cobra víctimas de todos los lugares del país. El tráfico de influencias, la venta de licencias de tránsito o permisos de residencia transitoria o permanente y trabajo en la capital, son algunas de las zanahorias delante del garrote migratorio que en Cuba violan el derecho nacional e internacional a la libertad de movimiento y a elegir el lugar de residencia dentro de una nación.
Yanela, quien paga 84 pesos al mes por una licencia como Empleada del hogar (de alcance nacional) a la Oficina Nacional Tributaria (ONAT), está imposibilitada de trabajar en La Habana por no tener la dirección de su residencia en la ciudad, y como única opción, debe pagar 100 CUC por un permiso de residencia transitoria en la capital, 150 al arquitecto de la familia para que autorice pueda vivir en casa de su abuelo radicado aquí, prostituirse o retornar a Cacocum.
Mientras Cuba se llena de Yanelas a quienes, sin que suene un tiro, haya un conflicto religioso o racial, se desate una epidemia, ocurra un desastre natural o reine la hambruna, se les violan sus derechos y se les impide buscar la realización personal o prosperidad dentro de la nación, el canal Tele Sur y su par Cubavisión, en sendos resúmenes anuales sobre el tema migratorio, no dejan de citar las cifras de miles de africanos que mueren en el mar durante la evasión.
Según estas telebasuras alineadas en una sola voz sepulcral, todos los seres humanos tienen el derecho a emigrar y radicarse en el país de su elección. Los muros y las regulaciones migratorias son aberraciones mientras no impliquen a ciudadanos de Venezuela y Cuba. ¿Acaso estos papagayos bolivarianos y revolucionarios de pacotilla, estos oportunistas ciegos, sordos y mudos por miedo a ser expulsados de Cubavisión o Tele sur, o ir presos, no ven a los cubanos morir en medio de la selva, o el Estrecho de la Florida por similar razón de huir?
Entiendo que muchos de estas cotorras y papagayos amaestrados no hayan visto los cientos de miles de cubanos que -cual yibutienses, etíopes o afganos que hoy abandonan sus países de origen en busca de una mejor vida-, dejaron Cuba por Camarioca y se lanzaron por cientos de miles y en precarias embarcaciones desde el Mariel hacia Miami, o por la misma vía hacia Guantánamo, travesía en la que han muerto ahogados o en la boca de los tiburones miles de sus compatriotas de todos los sexos, color de la piel, extracción social y supuesta ideología.
Entre las espeluznantes imágenes de pateras que, cargadas de niños, mujeres y ancianos, zozobran en el Mediterráneo, ¿no hay cabida para una de las tantas balsas rústicas que con la misma composición de viajeros corren igual suerte, pero en el Estrecho de la Florida? ¿Entre los atribulados y demacrados rostros que publicitan parados frente a un muro, atravesando una selva, flotando sus cadáveres sobre el agua, encarcelados, o deportados, estos espurios y manipuladores medios, jamás aparecerá uno de los miles de cubanos que corren igual suerte?
Quién sabe si algún día estos patanes arribistas de los medios revolucionarios escriban la verdad sobre las interminable huidas y víctimas cubanas que salen de la isla, y apunten sus cámaras fidelistas y bolivarianas hacia una balsa, el tren de aterrizaje de un avión, un guacal, una tabla de surf, de planchar y cualquier otro artilugio en que escapan los cubanos
O tal vez estos adalides de la desinformación mediática o el linchamiento político de los que no coincidan con su versión, filmen y realicen, dentro de 20 años, un reportaje fiel sobre los miles de Yanelas que, como matriuskas tropicales se alinean y arriesgan a cruzar la selva de papeles, los mares de tinta y las fauces de los burócratas cancerberos que lucran con la necesidad de cientos de cubanos que intentan atravesar las fronteras imaginarias de la nación.
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