En la iglesia no me quitaron lo gay
Nací en un hogar cristiano evangélico y nunca he dejado de practicar mi fe. Por más de veinte años fui un gay célibe, así se les denomina a las personas que tiene atracción por su mismo sexo, pero debido a sus creencias religiosas se abstienen de tener contacto sexual. Además, fui miembro de distintas iglesias, en muchas de ellas fui líder.
Hasta donde recuerdo, desde que era niño me han gustado los hombres. Sin embargo, debido a la creencia que la homosexualidad es un pecado, traté de reprimir mis deseos por otros hombres e incluso intenté de muchas maneras dejar de sentir atracción por ellos, pero eso nunca ocurrió.
Hice todo lo que las distintas iglesias enseñan para curarse de la homosexualidad: desde las disciplinas espirituales como el ayuno frecuente, oración continúa en la que reprendía el espíritu de homosexualidad, vigilias casi cada semana y memorización de versículos de las sagradas Escrituras.
Al no ver resultados en los métodos tradicionales empecé a someterme a diferentes formas de exorcismo y terapias como la “sanidad interior”. En mi afán por buscar mi libertad, intentaba hablar con predicadores que ofreciera una salida a mi “problema”, también contactaba a gente con supuestos testimonios de curación.
Por otro lado, por más de cinco años fui parte de un grupo de apoyo que ofrecía sanidad para la homosexualidad, este grupo lo dirigía un hombre que decía haber superado su atracción por el mismo sexo. Inicialmente nos prometieron que podíamos curarnos, pero con el tiempo nos dijeron que teníamos que aprender a vivir con esto, como si fuera una enfermedad.
Mientras era líder en este grupo tuve un encuentro sexual con un miembro de este y me removieron de mi posición, no sin antes hacerme un escarnio público donde me exigieron pedir perdón a esta persona delante de los otros líderes. Sin embargo esta experiencia fue la que me ayudó a darme cuenta que era hora de reconciliarme con lo que soy.
Así que hace más de tres años decidí aceptarme como gay. Hoy me siento completamente realizado al salir del closet, puedo ser yo mismo ante los demás sin tener que avergonzarme de nada y con la ayuda de mi Padre Celestial seguiré adelante en el camino hacia la felicidad, la cual es un derecho inalienable para todos los seres humanos.
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