En varias ocasiones, le preguntaron a varias personalidades de la historia cubana cómo era José Martí.
Enrique Collazo, Gonzalo de Quesada Miranda, Jorge Mañach y Cintio Vitier, fueron los indicados para esa tarea. Coincidieron en que el Apóstol fue un hombre singular, tan singular, como un cubano de ayer, un cubano típico puesto que era pequeño de cuerpo, —apenas 5 pies y seis pulgadas— de cabellos y ojos negros, delgado, de vestir modesto y pulcro. Hablaba en voz baja, de registro medio, entre la viola y el oboe, de finos modales.
Mostraba sus sentimientos abiertamente, aunque no era muy propenso a reír, y aristócrata por sus gustos, hábitos y costumbres, llevó la democracia hasta el límite.
“Hombre ardilla”, lo llamó Collazo, por nervioso, por su andar de prisa, como su pensamiento, y, según Gonzalo de Quesada y Miranda, se destacaba por su altísima moral, por ser un trabajador infatigable.
Pero su excepcionalidad recaía en un cerebro que alcanzaba mucho. Según Cintio Vitier, quien lo estudió durante años, José Martí poseía el misterio del genio, “…un genio apostólico que explica cómo pudo cultivar tan tremenda grandeza como ser humano, habiendo nacido en los estratos populares de La Habana, de condición humilde”.
También hay otros que lo ven de otra forma. La dictadura comunista de Fidel y Raúl Castro lo usa de escudo y bandera, de cómplice, de autor de hechos en los que Martí no hubiera participado.
¿Concebimos a Martí dirigiendo un ataque a un cuartel militar, de madrugada, disfrazado, atacando por sorpresa y quedando fuera, sin ocupar la vanguardia y encima de eso, acusando de torturar a los que entraron a matar y cayeron heridos, asesinados según los métodos de entonces?
¿Concebimos a nuestro Martí ordenando fusilar a los enemigos derrotados, a asesinar a tres jóvenes negros “para dar un escarmiento”, según el General Castro, jóvenes que no habían cometido delitos graves?
¿Concebimos a Martí permitiendo violaciones de los derechos civiles, él que dijo: “…de derechos y opiniones de sus hijos todos está hecho un pueblo y no de derechos y opiniones de una sola clase de sus hijos”?
Por mucho que la dictadura cubana quiera vestir de socialista a nuestro Apóstol, no lo ha logrado.
José Martí sigue vestido de traje y corbata negra, en símbolo de luto por la Patria esclava y puesto su anillo de hierro, donde grabó la palabra Cuba, hecho de un pedazo de cadena que llevó cuando era el preso 113, en honor de todos los presos políticos de la Cuba de Fidel, plantados hasta lograr la verdadera libertad de Cuba.
Nuestro querido José Martí no se habría apoderado de Cuba, porque para él, “es rica una nación que cuenta con muchos pequeños propietarios”, porque “el pueblo que quiera ser libre, sea libre en negocios”, porque “va por buen camino el país que piensa más en la agricultura que en la política”, porque “la tiranía es la misma en sus varias formas, aunque se vista algunas de ellas de nombres hermosos y de hechos grandes”, porque “la larga posesión del poder, quita el sentido”, porque “en un régimen totalitario todos los ciudadanos deben ser soldados en cumplimiento de la prescripción constitucional de armarse en defensa de la patria: característica del fascismo”.
Ese es nuestro José Martí, liberal y demócrata.
ACERCA DEL AUTOR
Tania Díaz Castro nació en Camajuaní, Villaclara, en 1939. Estudió en una escuela de monjas. Sus primeros cuatro libros de poesía fueron publicados por la Unión de Escritores y Artistas de Cuba y dos por Linden Ediciones Line Press y ZV Lunaticas. A partir de 1964 trabajó como reportera en revistas y periódicos de Cuba y escribió durante ocho años guiones de radio en el ICRT entre 1977 y 1983 y en 1992 y 1993, cronicas sobre la historia de China en el periódico Kwong Wah Po, del Barrio Chino de La Habana. En 1989 y 1990 sufrió prisión por pedir un Plebiscito a Fidel Castro. Comenzó a trabajar en CubaNet en 1998 y vive con sus perros y gatos en Santa Fe, comunidad habanera.