Sacrificios, sexo salvaje y depravación en la Antigua Roma: el atroz origen de San Valentín
Las celebraciones en las que se basa esta jornada son las Lupercales («la fiesta de la licencia sexual») y el día en honor de la diosa Juno Februata
MANUEL P. VILLATORO Ni amor, ni pequeños angelitos capaces de volar y de lanzar flechas para entrelazar el destino de dos tortolitos. El origen del Día de San Valentín poco tiene que ver con lo que, a día de hoy, se celebra el 14 de febrero. Por el contrario, esta fiesta en honor a los enamorados se basa en las Lupercales, un festival de depravación y sexo salvaje que se llevaba a cabo en la Antigua Roma con varios objetivos. Entre ellos, lograr que los jóvenes se iniciaran en la sexualidad y perdieran el miedo a mantener relaciones entre sí. La celebración era tan bárbara e imposible de erradicar que la Iglesia se vio obligada a sustituirla por el actual día de los enamorados en el siglo V.
Con todo, esta es solo una de las teorías existentes sobre el origen de San Valentín. Algunas fuentes creen que también se basa en otra fiesta pagana que se quería «cristianizar»: la que se hacía en honor de Juno Februata. El autor John M. Flader afirma en su obra «Tiempos de preguntar. 150 cuestiones sobre la Fe Católica» que, en la Antigua Roma, existía la costumbre de honrar a esta deidad introduciendo los nombres de las jóvenes de la ciudad en una caja. Cada uno de ellos era extraído por un chico y la pareja resultante quedaba unida a nivel sexual. Nuevamente, lo pecaminoso de la celebración hizo que fuera modificada. «Al final, se sustituyeron los nombres de las chicas por los de los santos», afirma el autor.
Lupercales: barbarie y golpes en Roma Las Lupercales, según la mayoría de los expertos, eran unas fiestas celebradas en la Antigua Roma que incluían varios ritos para que los adolescentes se iniciaran en las relaciones sexuales. Con todo, y según explica el autor Jean-Noël Robert en su obra «Eros romano: sexo y moral en la antigua Roma», el origen de esta celebración ya se consideraba entonces mitológico. «Se trataba de una de las ceremonias más arcaicas, ya que numerosos especialistas coinciden en decir que se remontaba a los tiempos del caos, mucho antes de la fundación de Roma, en la que sin duda se hacían sacrificios humanos», señala.
Oficialmente, la fiesta se celebraba en la misma gruta (la Lupercal) en la que se creía que una loba había amamantado a los fundadores de Roma (Rómulo y Remo) después de que estos hubieran sido abandonados en el río por su familia.
El escritor Carlos Goñi relata en «Una de romanos: un paseo por la historia de Roma», este curioso episodio: «Marte, el flagrante dios de la guerra, amó en secreto a [una joven], quien concibió dos mellizos. Cuando naciero, [el tio de la chica, Atulio] introdujo a los pequeños en una cesta y los expulsó al Tíber, convencido de que morirían. Sin embargo, la cesta vino a parar a un remanso del río. Los niños empezaron a llorar y la loba los descubrió. El animal los amamantó en una gruta al sur del Palatino, llamada Lupercal».
Desde aquella gruta se iniciaban las Lupercales de manos de un sacerdote. Este era el encargado en primer lugar de sacrificar un carnero en honor a Fauno (el dios de la naturaleza). Lo hacía con el mismo cuchillo con el que, posteriormente, embadurnaba la cara de dos «lupercos» o «luperci» (los jóvenes que debían pasar por aquel ritual).
«Después, secaba los restos de sangre con vellón de lana mojado en leche; en este punto los dos muchachos debían prorrumpir en risas», explica el autor de «Eros romano». ¿Por qué esta reacción? Al parecer, porque de esta forma emulaban la victoria de la vida sobre la muerte. La «resurrección» por la que, en definitiva, habían pasado los fundadores de la ciudad tras verse abandonados y haber sido recogidos por el animal.
Una vez que habían sido ungidos por el sacerdote, estos dos jóvenes (que casi siempre iban desnudos, o ataviados únicamente con taparrabos fabricados con la piel de los animales sacrificados) salían de la gruta. El ritual no acababa en este punto, sino que iniciaban una carrera desquiciada a través de Roma por un itinerario previamente planeado. Un trayecto que llevaban a cabo mientras proferían obscenidades. Mientras corrían, los «lupercos» iban dando latigazos -con una correa fabricada también con los restos del carnero- a todo aquel que, voluntariamente, se ubicaba frente a ellos.
El principal objetivo eran, no obstante, las mujeres en edad de ser madres. «La opinión en que estaban las mujeres era que estos latigazos contribuían a su fecundidad, o a su feliz libertad», se explica en el «Diccionario Universal de Mitología». Las chicas, de hecho, consideraban todo un honor que los «lupercos» les diesen un correazo, pues era una forma de que los dioses les asegurasen un retoño. Los hombres zurrados, por el contrario, entendían que aquellos golpes les purificaban y les permitían entrar «limpios» en el nuevo año (que comenzaba entonces en marzo). Es decir, que llevarse una marca a casa era símbolo de buena suerte.
A pesar de todo, los autores le atribuyen varios significados a esta fiesta. Robert señala, por ejemplo, que mediante aquella carrera la «ciudad revivía sus primeros momentos, aquellos en que había pasado de la barbarie y el caos a la civilización, a una nueva vida». Otros tantos son partidarios, por el contrario, de que la ceremonia era principalmente un rito de iniciación entre los más jóvenes. El autor Pierre Jacomet es uno de ellos. El escritor afirma en una de sus obras que aquellas eran «ceremonias destinadas a alejar el miedo a la sexualidad, el temor de ser incapaz, el terror a no poder cumplir con el ritual de la fertilidad, que es la cópula, a perder la calidad de ciudadano del mundo».
¿Qué sucedía después de la carrera? Las teorías son varias. Algunos autores como Jon Juaristi explican en «El bosque originario» que las Lupercales podrían incluir «ritos orgiásticos como la prostitución propiciatoria de las pastoras». Robert, por su parte, añade que ese día también se celebraban otros tantos rituales como «el sacrificio de un perro», una invocación a Juno, o un banquete».
La confusión con Juno Februata Pero San Valentín no solo podría tener su origen en las Lupercales. Como ya se ha señalado anteriormente, también sería posible que se basara en la fiesta que los romanos celebraban en honor de Juno Februata (la diosa de las purificaciones, según se explica en «Panlexico, vocabulario de la fabula»). No obstante, existe cierta controversia en torno a esta festividad. Algunos autores afirman que era una celebración situada el día 14, mientras que otros la ubican el 15 y, algunos más, llegan a señalar que se celebraba entre el 13 y el 15.
La controversia en torno a esta ella es total. Determinados historiadores señalan que realmente se correspondían con las «februales», unas celebraciones que duraban casi medio mes y que se llevaban a cabo en febrero. Las mismas en las que se detenía el culto al resto de divinidades (pues sus templos se cerraban) y, curiosamente, los matrimonios estaban prohibidos.
Las teorías sobre cómo se celebraban las fiestas en honor de Juno Februata son también varias. Algunos autores afirman que en ellas se llevaban a cabo sacrificios mientras los presentes portaban antorchas. Otros escritores como Flaver son partidarios de que, en base a las fuentes clásicas, se festejaban de una forma mucho más romántica: «Existía la antigua costumbre de que el 15 de febrero los chicos escribieran los nombres de las chicas en honor de la diosa Juno Februata».
También se cree que, posteriormente, las «papeletas» (por así llamarlas) eran guardadas en una caja y cada joven extraía una. Esa sería su pareja sexual, y con ella llevaría a cabo sus fantasías más perversas. «Para cristianizar dicha costumbre, se sustituyeron los nombres de las chicas por los de los santos», completa el experto. El historiador del XVIII Alban Butler es en quien se basa principalmente este experto, el cual es secundado por otros posteriores como Jack Oruch.
Cristianización La brutalidad de las Lupercales, así como la necesidad de cristianizar la fiesta ante la imposibilidad de que la olvidasen los ciudadanos, provocó que -allá por el siglo V- la Iglesia tomara cartas en el asunto. Así lo afirma el periodista e historiador Jesús Hernández (autor del blog «¡Es la guerra!») en su obra homónima: «La fiesta de San Valentín fue instaurada en el año 498 por el papa Gelasio I, probablemente en un intento de eliminar la efeméride pagana de las Lupercales, que se celebraban el 15 de febrero. Un festejo relacionado con el amor y la reproducción».
En palabras de este autor, se eligió sustituirla por San Valentín en base a que este religioso desafió a Roma en el siglo III en nombre del amor. Por entonces, el emperador romano Claudio II Gótico (214-270 d.C.) consideraba que «los soldados que estaban casados pecaban de conservadores en el campo de batalla, en unos momentos en los que las fronteras se veían acosadas por alamanes y vándalos».
El político, que de tonto no tenía un pelo, decidió que lo mejor para que sus legionarios se dejasen la vida y derrochasen valor en el frente era prohibirles contraer matrimonio. Si nadie les esperaba en su hogar, no tendrían reparos en batirse a pilum y gladius. «San Valentín era entonces el obispo de la ciudad de Iteramna (hoy Terni, en Italia), y se avenía a celebrar en secreto las bodas de aquellos soldados que no querían cumplir esa orden del emperador», añade Hernández.
Como era de esperar, al ser descubierto fue apresado por el líder, quien le decapitó el 14 de febrero del año 269. «Se cree que fue enterrado en la Vía Flaminia, a las afueras de Roma, lo que hizo que durante la Edad Media la Puerta Flamina fuese conocida como Puerta de San Valentín», completa el historiador y periodista. En todo caso, la veracidad sobre la biografía del santo hizo que la Iglesia Católica eliminara esta festividad del calendario en el año 1969.
Con todo, existe otra versión sobre esta historia. Según desvela el dossier «El día de San Valentín» (editado por la Consejería de educación en el Reino Unido e Irlanda), Valentino era, allá por el siglo III, un cristiano que continuó practicando su religión a pesar de la prohibición romana. Sus principios le llevaron a la cárcel, donde uno de los guardias le pidió que diese clases a su hija ciega. Tras varias jornadas a su lado, la pequeña recuperó la vista y se convirtió al cristianismo al entender que era la fe verdadera.
«Añade la leyenda que la víspera de la ejecución, Valentino envió una última nota a la niña pidiéndole que se mantuviera en la fe. La nota iba firmada: “de tu Valentino”. Al día siguiente, 14 de febrero, Valentino fue ejecutado. Sus restos se conservan en la Basílica de su mismo nombre, en Terni, donde cada año, el 14 de febrero, las parejas que van a casarse celebran un acto en honor del Santo», se señala en el informe.
Las Lupercales, la fiesta pagana y obscena que precedió a San Valentín La fiesta romana era demasiado lasciva para el cristianismo emergente,
que en el año 494 prohibió la festividad y la antepusó por la del 14 de febrero
CÉSAR CERVERA En la Antigua Roma se celebraba el 15 de febrero una de sus festividades sexuales más importantes, los Lupercales, que lanzaba a las calles a los «lupercos», jóvenes desnudos que iban azotando a las mujeres que encontraban por el camino con unas correas de piel de cabra, a modo de miembro viril. Una fiesta demasiado lasciva para el cristianismo emergente, que en el año 494 sustituyó la festividad por la del 14 de febrero, fecha en la cual murió martirizado un cristiano llamado Valentín en el año 270.
Rómulo y Remo y su relación con las lobas El nombre de los Lupercales deriva de lupus (lobo, animal que representa a Fauno Luperco, romanización del griego Pan, dios de la fertilidad y de la sexualidad masculina), un animal clave en la fundación mítica de la ciudad. Según la leyenda, el legítimo rey de Alba Longa (la ciudad fundada por el hijo del troyano Eneas) fue destituido por su hermano Amulio, que acabó con todos los hijos varones de éste y convirtió a su única hija, Rea Silvia, en una virgen vestal para que así, al tener un voto de castidad, no tuviera descendientes. Pera la intervención divina salvó a la estirpe. El dios de la guerra, Marte, se enamoró de la bella muchacha y engendró con ella a dos gemelos, Rómulo y Remo. Temeroso de tener en el futuro dos posibles rivales, el malvado Amulio ordenó su asesinato a un hombre que, sin asegurarse de que los niños hubieran muerto, los abandonó a su suerte en el río Tíber. Una suerte de hermanos Blancanieves perdidos en el bosque.
En Cermalus fueron cuidados y alimentados por una loba llamada Luperca y un pájaro carpintero, los animales sagrados de Marte. Tras crecer junto a un pastor local, Rómulo y Remo regresaron para matar a Amulio y liberar de su encierro a su abuelo, que fue repuesto en su trono.
Más adelante en su reinado, los hermanos preguntaron al oráculo de la diosa Juno qué hacer cuando todas las mujeres romanas se hicieron estériles. El oráculo respondió: «Madres del Lacio, que os fecunde un macho cabrío velludo». Desde entonces un cuerpo especial de sacerdotes, los Luperci (amigos del lobo) empezaron a ser elegidos anualmente entre los adolescentes más ilustres de la ciudad (originalmente los cazadores). La reunión anual de los Luperci acontencía el 15 de febrero en la gruta del Lupercal, en torno al monte Palatino. Según la tradición fue en este lugar donde la loba (Luperca) había amamantado a los gemelos Rómulo y Remo, en cuyo honor se hacía la fiesta. Allí los sacerdotes celebraban el sacrificio de un perro y de un macho cabrío –animales que eran considerados impuros– y marcaban con la sangre del sacrificio la frente de los luperci.
A continuación, los luperci cortaban la piel de los animales sacrificados en tiras, las llamadas «februa» (posiblemente el origen de febrero). Desnudos o tapados solo por unas tiras de cuero, salían alrededor del monte Palatino a golpear a todos los que encontraban a su paso. El ser azotado por las tiras de cuero de los luperci equivalía a un acto depurificación, y era llamado februatio.
Para las mujeres este rito aumentaba su fertilidad poniéndole las carnes de color púrpura. Un color que representaba a las prostitutas de la época, en particular las que ejercían la prostitución sagrada con los lupercos en el Ara Máxima.
La incierta historia de San Valentín La fuerte carga sexual de las Lupercales hizo que el Papa Gelasio I condenara esta festividad en el año 494. Esta fiesta pagana fue sustituida progresivamente por la conmemoración del martirio y muerte de San Valentín el 14 de febrero del año 270, hoy el Día de los enamorados. Según la leyenda, San Valentín era un sacerdote cristiano, anteriormente médico, que se opuso a ley que prohibía a los soldados casarse. El sacerdote desafió al Emperador Claudio II celebrando en secreto matrimonios para jóvenes enamorados. En consecuencia, el emperador Claudio ordenó encarcelar y matar a Valentín.
Valentín fue martirizaran y ejecutaran el 14 de febrero del año 270. En su tumba Julia, la hija de un oficial romano al que había devuelto la vista Valentín, plantó un almendro de flores rosadas. De ahí que el almendro sea símbolo de amor y amistad duraderos.
La festividad religiosa se estuvo celebrando hasta 1969, año en el que bajo el pontificado de Pablo VI la Iglesia Católica decidió eliminar San Valentín como festividad del calendario postconciliar (acordado en el Concilio Vaticano II), pasando a ser esta una fecha con santo pero sin celebración. Esto se debió sobre todo a la dificultad para encontrar detalles probables sobre la vida de este santo.