Los cubanos
¿Traidores? que apuestan por que Cuba vuelva a ser española
El movimiento que desde el exilio lidera Fernando "Ferrán" Núñez aboga por la reunificación entre la antigua colonia y la metrópoli. La propuesta es casi desconocida, pero la idea no es mal recibida
Ferrán Núñez, de 53 años, cubano exiliado en París, donde ejerce como profesor de Lengua española y incansable defensor de la españolidad de Cuba
Por Ignacio Isla - La Habana - El Confidencial A ojos de muchos, Fernando (Ferrán) Núñez puede considerarse un traidor. Y decir traición en Cuba no es lo mismo que hacerlo en Europa. Pero aun así persiste en defender su propuesta, la misma que para tantos lo convierte en un paria, pero que de ser más conocida encontraría no pocos adeptos dentro de su país de nacimiento y quién sabe si hasta en la “Madre Patria”, a cuyo seno pretende regresar.
En pocas palabras, el asunto puede resumirse como sigue: Núñez y sus seguidores apuestan por que Cuba vuelva a formar parte de España. “Las bases culturales están presentes en la lengua, en los nombres, en los apellidos, en la idiosincrasia del cubano”, dice en una entrevista para El Confidencial desde su lejano exilio de París. Llegó hasta allí en 1992, cuando la mediación de Danielle Mitterand –la esposa del entonces presidente francés– consiguió que el gobierno de La Habana le otorgara un permiso de salida por razones humanitarias. Era el último capítulo “cubano” en la vida de un hombre que 29 años antes había nacido en la capital rumana, se había graduado como oficial de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y servido de asesor en la Nicaragua sandinista de los años años ochentas.
Pero a finales de la misma década decidió distanciarse de los “principios de la Revolución”, un proceso que más tarde lo hizo cuestionarse incluso las bases fundacionales de la república surgida a comienzos del siglo XX en una de las últimas posesiones coloniales de España en América.
Todo comenzó el día de 2008 en que Núñez “descubrió” cuán cercanos eran ambos países, a pesar de los más de cien años transcurridos desde su separación. “La idea me vino de repente, como una revelación”, contaba a finales del año pasado al sitio La Cuarta Columna. “Pensaba en su padre, que estaba haciendo gestiones para obtener la nacionalidad española como nieto de españoles, gracias a la Ley de Memoria Histórica votada durante el mandato del presidente Zapatero. 'En ese preciso momento se me ocurrió lo fácil que resultaría solucionar todos sus problemas personales, y de paso, los de todos los cubanos, si Cuba volvía a ser española'”.
Pocos meses después, amplía su idea armado de una premisa que obliga a pensar. “Desde el punto de vista legal, hay dos puntos esenciales. El primero se maneja en Cuba bastante bien: es el de la nulidad o ilegalidad del Tratado de París que puso fin a la dominación hispana sobre la isla. Allí se utiliza para desestimar los derechos de los Estados Unidos sobre la base de Guantánamo. Pero, además, en el artículo IX de ese tratado se desposeía a todos los naturales de Cuba de su condición de españoles, o sea que no pudieron escoger, como era la costumbre de la época, en el caso de la ocupación de territorios por las potencias europeas. Ese es el punto flaco del tratado, que ya fuera señalado en su época por los comisionados españoles en París, y por el cual nunca fue aprobado en las Cortes”.
Como resultado, la nacionalidad española se mantuvo “por defecto” para todos los nacidos en Isla antes de 1940, los cuales debían “optar” por la ciudadanía cubana si aspiraban a ocupar cargos públicos. La vía para retornar a aquel status quo –en un primer momento– y lograr una condición de “autonomía concertada para Cuba” -más adelante- transita por un largo camino que conduce hasta el Tribunal de Justicia Europeo. “Si se logra demostrar que un cubano, incluso un negro bien retinto, tiene el derecho a recuperar la nacionalidad, se abriría una brecha legal que el gobierno de Madrid tendría que aceptar, dado el carácter vinculante de este tribunal”, piensa Núñez.
Más españoles que en La Rioja Con cerca de 300.000 de sus nacionales portando pasaporte de España, Cuba es uno de los países del mundo con mayor presencia española. Pero esa realidad podría ser solo el comienzo. De salir adelante proyectos como el de la llamada Ley de los Bisnietos, una propuesta conjunta de la mayor parte de la izquierda con representación parlamentaria, hasta un millón de isleños verían las puertas abiertas para regresar al seno de la “Madre Patria”. Se trata de una cifra notable para una nación con once millones justos de habitantes; mucho más cuando un porcentaje significativo de los posibles beneficiados serían jóvenes.
El hecho de no contar ya con los privilegios migratorios que hasta hace algunos meses les brindaban los Estados Unidos –el presidente Obamaderogó la política de “pies secos” el pasado 12 de enero– lleva a muchos cubanos volver la vista hacia el país del que un día partieron sus ancestros. “Estaríamos hablando de una verdadera avalancha de personas”, opina Horacio Rivera, un abogado habanero especializado en asuntos migratorios. “Pese a haberse independizado de España en 1898, Cuba siguió siendo por décadas uno de los principales puntos de destino para aquellos que partían a buscar fortuna desde regiones como Galicia o las Islas Canarias. Los propios historiadores cubanos estiman que entre 1900 y 1930 más de 300.000 españoles tomaron ese camino, la mayoría para quedarse aquí. Es difícil calcular cuántos descendientes suyos clasificarían en una hipotética ampliación de los términos para otorgar la ciudadanía, pero sin dudas resultaría una circunstancia con profundas implicaciones en el futuro político de ambos países”.
Sería el escenario esperado por Ferrán Núñez y sus seguidores para poder hacer válida su propuesta dentro de la Isla. A diferencia de Puerto Rico, donde actúa libremente el Movimiento de Reunificación con España, en Cuba cualquier posibilidad de acción por parte de la Asociación de Autonomía Concertada resulta una utopía. En primer lugar por el propio sistema político de La Habana, cuya constitución establece como principio la existencia de un único partido (el Comunista) y proscribe cualquier acuerdo que ponga en peligro la “integridad territorial o independencia del país”.
La defensa del carácter “inalienable” de la soberanía de la isla se remonta a los tiempos de las guerras contra el poder colonial de Madrid, cuando uno de los presidentes de la República en Armas, Juan Bautista Spotorno, firmó un decreto que llevaba su nombre y penaba con la muerte cualquier propuesta que desconociera o mediatizara la libertad de la isla, apunta un profesor universitario. “Curiosamente, años después el propio Spotorno terminó convirtiéndose en uno de los más fervientes defensores de la causa autonomista, que propugnaba un sistema de gobierno muy similar al que rige actualmente en las comunidades dentro de España”.
Para el catedrático Enrique Vercher Garacía, de la Universidad de Málaga, los beneficios de una unión entre ambos países trascenderían el ámbito bilateral. “Cuba tendría un estatus de autogobierno, pero también contaría con los beneficios de estar vinculada a la Unión Europea”, explica. Sus ideas de cómo podría transcurrir el proceso se detallan en una Carta Abierta a los puertorriqueños publicada en septiembre pasado por El Nuevo Día, el principal diario local. “Un estatus de Autonomía recogería las virtudes de las diferentes posturas existentes en Puerto Rico minimizando los aspectos negativos. Como Autonomía, los puertorriqueños tendrían su propio parlamento y gobierno, su propio poder legislativo y ejecutivo, amén de las numerosas competencias que la Constitución española concede a las comunidades autónomas”. A su juicio, Cuba podría seguir un camino propio, pero el punto de destino no tendría razones por no ser similar.
Pese a ser desconocida por la inmensa mayoría de los habitantes de la isla, la posibilidad de un hipotético escenario de vínculos “particulares” entre La Habana y Madrid no sería mal vista por buena parte de la población. Una indagación realizada por entre un centenar de residentes en la capital cubana –43 de ellos menores de 35 años años– dio por resultado que casi un tercio del total aprobaría algún tratado de asociación entre ambos países -sobre todo en cuanto “a asuntos migratorios y de intercambio económico”-; entre los jóvenes esa proporción se eleva hasta prácticamente la mitad de los encuestados. Sin embargo, como nota significativa, menos de una décima parte se inclinó por la integración plena.
“Con la independencia [de Cuba] se separaron voluntariamente las dos historias”, insiste Ferrán Núñez. “Fue un proceso querido por la inteligencia de ambos territorios, por intereses diferentes, pero con un mismo objetivo. En el caso de Cuba se trataba de fabricar una nación y en el de España, de olvidar 'El Desastre', que no fue tal. Por eso no nos gusta hablar de integración de un país dentro del otro, sino de reunificación, un proceso que demostró su viabilidad en Alemania. Es una lucha que tiene más de un siglo y que comenzó cuando en 1908 los habaneros salieron a recibir la corbeta Nautilus con vivas a España y gritos de '¡Con España estábamos mejor!' Ver una incompatibilidad entre el amor a Cuba y el amor a España es una falsa dicotomía”.
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