Desde su portal de noticias de extrema derecha Milo Yiannopoulos se convirtió en uno de los principales valedores del presidente de EEUU. Ahora toca fondo tras frivolizar con la pederastia.
Milo Yiannopoulos
La caída del mediático gay de extrema derecha que llamaba 'Papi' a Trump
Con un traje azul y corbata roja, parapetado detrás de unas gafas de concha, Milo Yiannopoulos anunció que renunciaba a su puesto en Breitbart News, un portal de noticias de extrema derecha. ¿El motivo? El 20 de febrero, en una tertulia de Internet, hizo unos comentarios en los que explicaba, tras contar una experiencia personal con un cura en su pubertad, que "había adolescentes de 13 años sexualmente maduros que podían sacar algo positivo de tener sexo y relaciones con hombres mayores". ¿La relevancia? Breitbart News es el origen de Steve Bannon, el asesor de Donald Trump que se autocompara con Darth Vader, y uno de los medios de comunicación que apoyan incondicionalmente al nuevo presidente de EE UU.
“Soy homosexual y entre los 13 y los 16 años dos hombres mayores me tocaron de una manera que se suponía no debían hacer no voy a pedir disculpas por lidiar con mis experiencias vitales de la forma que yo escojo, que es con humor y provocación, pero quiero pedir perdón a otras víctimas si se han sentido ofendidas y volver a reiterar mi horror por el abuso de menores y la pedofilia”, comenzó su comparecencia tratando de explicar su comentario, “quiero agradecer a Breitbart News por su apoyo pero estaría mal que por mi error mis colegas no pudieran seguir con su trabajo, así que dimito de mi puesto”.
Yiannopoulos, hasta su dimisión, era redactor jefe de tecnología en Breitbart News y uno de los representantes de la Alternative Right. Este movimiento ultraconservador, descrito en una nota de John Daniszewski de Associated Press como “una mezcla de racismo, nacionalismo blanco y populismo, que critica el multiculturalismo y que los no blancos, las mujeres, los judíos, los musulmanes, los gays y otras minorías tengan más derechos”, fue condenado por Trump justo después de ganar la presidencia de EE UU pese a ser un puntal mediático durante la carrera electoral.
El ya presidente Trump apoyó a Yiannopoulos hace pocas semanas, cuando se suspendió una charla que iba a dar en la universidad de Berkeley, una de las más prestigiosas de Estados Unidos y cuna de decenas de premios Nobel y movimientos izquierdistas, por las violentas protestas de los estudiantes. Estos bloquearon el acceso al campus y se pegaron con la policía. Trump declaró en Twitter que era un ataque a la libertad de expresión y planteó la posibilidad de retirarle los fondos federales al centro universitario. Quizá le devolvía el favor por todas las veces que Yiannopoulos le había alabado.
Para muestra, un botón: “Donald Trump se ha ganado el apodo de Papi por emerger como la mejor esperanza de EE UU para navegar el peligroso camino que tiene por delante en los próximos ocho años”, escribió en su columnaHappy Father's Day, Daddy Donaldde junio de 2016, “el construirá un muro, prevendrá cualquier influencia posterior de migrantes musulmanes y liberará al FBI y demás agencias para que investiguen y prevengan los crímenes sin preocuparse por la corrección política”.
Británico de evidente origen griego, Yiannopoulos tiene 33 años. Creció en el condado de Kent, en una familia bien, y tras abandonar dos carreras en las universidades de Manchester y Cambridge, se lanzó al mundo del periodismo dedicándose al sector tecnológico en The Daily Telegraph, un diario conservador británico de gran formato. Tras pasar más de diez años en ese medio, fundó la publicación online de tecnología The Kernel. The Guardian lo llamó entonces el Pitbull de los medios de tecnología.
De ahí saltó a EE UU y Breitbait, donde a Yiannopoulos le llegó a la fama durante el GamerGate de 2014. Esta polémica comenzó cuando un desarrollador, Eron Gjoni, publicó un texto donde acusaba a su exnovia, la también desarrolladora Zoe Quinn, de haberle puesto los cuernos varias veces y con gente de la industria, incluidos periodistas, a cambio de buenas calificaciones para un juego. La cosa creció en los foros de Reddit y 4Chan y acabó siendo un guirigay el que se mezclaba un debate sobre la integridad del periodismo de videojuegos con los ataques machistas y misógino a algunas mujeres de la industria. Adivinen que lado le interesaba.
Aunque previamente había insultado a los jugadores de videojuegos en su faceta de periodista tecnológico, se posicionó claramente junto a los misóginos. Una columna en Breitbart, titulada originalmente “Mentirosas, ambiciosas y promiscuas abusonas feministas están destrozando la industria del videojuego”, es un buen ejemplo de su estilo:“Zoe Quinn ha publicado hace poco una novela online llamada Depression Quest, descrita como una ficción interactiva en la que juegas como alguien que vive con depresión puedes probarla aquí si te sientes masoquista Quinn comenzó a promocionar agresivamente su juego justo después de la muerte de Robin Willians, algo sin gusto y oportunista pero muchos le dieron el beneficio de la duda gracias a las confesiones de su exnovio podemos ver como es de manipuladora Quinn no está sola esas mujeres buscan que los hombres videojugadores tengan reacciones agresivas y luego las usan para llamar la atención”.
Incluso la red social Twitter, poco dada a la censura, suspendió su cuenta a Yiannopoulos. Tras varios amagos y advertencias-una de ellas por comentarios islamófobos tras la masacre en julio de 2016 al club gay Pulse de Orlando-, la definitiva llegó con el reinicio de la película Ghostbusters y la campaña racista de los trolls de Twitter contra Leslie Jones, la actriz afroamericana que interpreta a una de las protagonistas. Él fue considerado uno de los instigadores.
Según publica Charlie Warzel en Buzfeed, Yiannopoulos había usado Twitter durante años no solo como altavoz de sus controvertidas opiniones, sino para dirigir a su legión de seguidores, que rozaban los 400.000, contra oponentes y objetivos. En el caso de Jones, le dedicó tres tweets en los que se refería a ella como “black dude” y decía que era prácticamente iletrada. Tras ser suspendido, publicó una declaración en la que calificaba a Twitter como un “espacio seguro para los terroristas islámicos y los extremistas del movimiento Black Lives Matter, pero una zona prohibida para los conservadores” y salió al estrado de un mitin de apoyo a Trump vestido con chaleco antibalas.
Podría decirse que profesionalizó ese comportamiento, el de provocador cómodo en el discurso del odio, al que los conservadores estadounidenses le consistieron todo. En Braitnwes-recordemos que es uno de los medios de apoyo a Trump- ha escrito otros textos como “El control de la natalidad ha hecho que las mujeres se vuelvan locas y poco atractivas”, “¿Preferirías que tu hijo fuera feminista o tuviera cáncer?”, “No hay sesgo en las contrataciones de mujeres en las empresas tecnológicas, simplemente son muy malas en las entrevistas” o “Los derechos de los homosexuales nos han hecho más tontos y debemos volver al armario”.
Se ve que su Rubicón particular no era el cáncer infantil ni en el machismo ni la homofobia ni el racismo, sino que lo cruzó al llegar a la pedofilía y la edad de consentimiento sexual. “Nunca me he disculpado antes y creo que nunca lo volveré a hacer”, dijo durante su comparecencia. Tras la controversia, la influyente Conferencia de Acción Política Conservadora, en la que participa el presidente y otros líderes republicanos, le retiró su invitación. También la editorial Simon & Schuster canceló su autobiografía, titulada 'Dangerous', por la que iba a cobrar 250.000 dólares. Donald Trump, a veces tan locuaz a través de su Twitter, no ha dicho está boca es mía.
Al niño bonito de la alt-right le han rescindido un contrato tras unas declaraciones en las que defendía las relaciones entre hombres mayores y chicos jóvenes
Tras una enorme polémica, Yiannopoulous ha dimitido del medio en el que trabajaba, Breitbart News
Lo cierto es que su intolerancia ha sido un lucrativo negocio para muchos y lo hemos permitido durante demasiado tiempo
Por Owen Jones A ellos ya les iba bien su intolerancia, su agresividad y su manifiesta transfobia, islamofobia y misogonia. No fue hasta que defendió las relaciones entre “hombres mayores” y “chicos jóvenes” que se les removieron las tripas. El caso de Milo Yiannopoulos es una parábola del momento actual. ¿A quién me refiero cuando hablo de “ellos”? A los que piensan como él, sus compinches, pero también a los que, piensen o no como él, le han dado cancha porque su discurso era bueno para su negocio.
Los movimientos racistas y neofascistas en alza son sus compinches. Yiannopoulos les ha servido para presentar como alternativo, moderno y genial un mensaje de odio hacia ciertos grupos. Lo podríamos llamar fascismo teatral. Es por este motivo que se consideran la derecha alternativa (alt-right). Al fin y al cabo no se presentan como el resultado de una nueva ola de los mismos movimientos fascistas que en sus anteriores encarnaciones causaron muchas muertes y sufrimiento, sino como una opción atractiva y una subcultura de la que quieren formar parte los chicos más populares.
Esperábamos este comportamiento por parte de sus compinches; los racistas y los fascistas cuya derrota en el pasado ha costado decenas de millones de vidas. Sin embargo, ¿qué papel han jugado los que han contribuido a difundir su discurso? Mientras sus compinches se merecen el fracaso más absoluto, los que le incitaron se merecen nuestro desprecio. El hecho de que compartan o no compartan su intolerancia es irrelevante; lo más probable es que no lo hagan. Sin embargo, ya les va bien, de hecho, les va muy bien, porque les da dinero.
Los medios de comunicación que han difundido sus mensajes y también la editorial Simon & Schuster, que en el último momento anunció que cancelaba la publicación de un libro de Yiannopoulos que les iba a dar muchos beneficios, vieron sus mensajes de odio como una oportunidad comercial; una forma de hacer mucho dinero. No tuvieron ningún tipo de reparo en proporcionarle una plataforma desde la que podía lanzar sus amenazas e incitar al odio contra minorías asediadas. Siempre te contestaban, con un destello en la mirada, que el chico era “polémico”, un “provocador”. Los mismos medios que lo encumbraron también sirvieron de plataforma para que sus colaboradores hipócritas y mojigatos se preguntaran por qué estaba en alza este fenómeno y quién tenía la culpa.
Sin embargo, ahora que circula un vídeo en el que Yiannopoulos aprueba las relaciones entre hombres mayores y chicos jóvenes, algunos de sus colaboradores (aunque no todos) y los que dieron alas a su discurso han decidido distanciarse de él. En cambio, parece ser que las declaraciones que hizo en el pasado eran admisibles.
Utilizó plataformas públicas para ridiculizar a los transexuales y describirlos como “hombres gay que les gusta vestirse como mujeres para llamar la atención” o como “un travesti mutilado”. Provocó a su audiencia con mensajes como: “Nunca os sintáis mal por burlaros de una persona transgénero”. En la universidad de Wisconsin, en Milwaukee, Yiannopoulos mostró la fotografía y el nombre de un estudiante transexual con el único propósito de burlarse de él. “¿Cómo te sentirías si estuvieras en un auditorio lleno de personas que se ríen de ti y te miran como si fueras un bicho raro y un pervertido? –preguntó el estudiante tras el incidente–. “¿Sabes de qué tipo de terror estamos hablando? No, no lo sabes”.
Yiannopoulos incitó al odio hacia un grupo que sufre un elevado nivel de ansiedad, en gran parte por discursos como el suyo, que en muchos casos termina en suicidio, y que son perseguidos y asesinados.
Estamos hablando de un hombre que incita al odio contra los musulmanes que sufren el mismo tipo de intolerancia generalizada y aceptada públicamente que sufrieron los judíos en el siglo pasado. “Miren lo que está pasando en Suecia”, indicó: “Miren lo que está pasando en Alemania, que ha recibido un gran flujo de inmigrantes musulmanes a lo largo y ancho del país”. Las cosas tampoco pintan bien para las mujeres y los homosexuales. No importa que el índice de criminalidad de Suecia no haya subido desde hace muchos años o que Malmö, una ciudad multicultural pero donde los racistas de derechas están muy arraigados, tenga un índice de criminalidad ligeramente inferior al de hace una década. Lo único que quiere es incitar al odio.
El feminismo es un cáncer. Así lo afirma en un artículo publicado en Breitbart, y que se titula “¿El feminismo afea a las mujeres?”. Tras acosar por internet a la actriz negra Leslie Jones le bloquearon la cuenta de Twitter. Lo cierto es que no necesitas Twitter para comportarte como un troll .
Tras perder la posibilidad de tuitear, Yiannopoulos empezó a ganar más dinero. Le propusieron colaborar en el programa de tertulias Real Time, con Bill Maher . El periodista estadounidense Jeremy Scahill optó por dejar el programa. “Los posicionamientos de Milo Yiannopoulos se encuentran a años luz de los míos”, escribió. “Debatir con él no aporta nada. Participar en Real Time le proporcionará una plataforma amplia y relevante para defender abiertamente su causa racista y contra los inmigrantes. Yiannopoulos utilizará esta plataforma para dar legitimidad a su agenda de odio”. Con estas declaraciones, el periodista mostró una integridad que otros medios que han dado cancha a Yiannopoulos nunca han tenido.
Los comentaristas transexuales y feministas, también los activistas, hace años que se percataron del peligro que esconden sus mensajes cargados de bilis. Nadie escuchó sus advertencias. Tenían razón. Los colaboradores y aquellos que han dado cancha a Yiannopoulos no tienen excusa. Con independencia de que Yiannopoulos caiga en desgracia y desaparezca o no —sospecho que no—, aparecerán otros personajes que intentarán presentar la intolerancia de forma atractiva para lucrarse.
Lo cierto es que el racismo y el fascismo no tienen ningún atractivo. Representan una amenaza contra la que hay que luchar. Para vencerla es necesario plantar cara a sus simpatizantes pero también a aquellos que les dan cancha solo porque beneficia a su negocio.