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De: CUBA ETERNA (Mensaje original) |
Enviado: 03/03/2017 18:21 |
La prensa oficialista habla con orgullo del
envejecimiento poblacional que hoy abarca un 18% de la población cubana
José Vargas (foto del autor) Envejecer en Cuba, ¿suerte o desgracia?
Por Ana León | La Habana | CubanetJosé Vargas tiene 85 años y es músico jubilado. Vive solo en un cuarto de solar, en la Habana Vieja, dependiendo de una chequera de 240 pesos mensuales (8 USD) y la ayuda que buenamente puedan ofrecerle sus vecinos.
Durante dos años este anciano ha esperado que le operen la catarata en ambos ojos. Fue “peloteado” sin miramientos en la “Liga contra la Ceguera”; en el hospital “La Dependiente” se desplomó el techo del quirófano, provocando el aplazamiento indefinido de la cirugía; y en el “Calixto García” no había médicos disponibles.
A pesar del via crucis de Vargas, la prensa oficialista habla con orgullo del envejecimiento poblacional que hoy abarca un 18% de la población cubana. Argumenta que es un logro del sistema socialista y con optimismo lo describe como un “desafío” para el futuro cercano. Pero en la actual coyuntura no se perciben los beneficios de la salud gratuita que tanto preconizan los altos funcionarios de la Isla ante organismos internacionales. ¿De qué manera se piensa hacer frente al “desafío”, si un viejo desvalido debe esperar dos años por una operación de cataratas?
Incapacitado por la ceguera parcial y la diabetes, Vargas comenzó a pasar hambre. En más de una ocasión sufrió hipoglicemia por permanecer sin comer durante largas horas. Rosa, de 68 años, es la única vecina que se ha ocupado, según sus posibilidades, de alimentarlo y lavarle su ropa. “Me daba lástima verlo tan sucio y con hambre (…) lo he visto comiendo cosas que no son buenas para un anciano diabético”, comentó a CubaNet la señora.
Sin embargo, Rosa no podía asumir esa responsabilidad por un tiempo prolongado, puesto que ella misma es jubilada y tiene problemas de salud; así que trató de buscar ayuda.
Confiando en la caridad cristiana, acudió a la iglesia evangélica “Los Pinos Nuevos” —muy próxima al solar donde vive Vargas—, que distribuye una comida diaria para algunos viejitos solos. Pero cuál no sería su sorpresa cuando una mujer le respondió, sin el menor asomo de compasión: “eso no es problema nuestro. Vaya a ver a la delegada, al Partido y al Gobierno”.
Rosa explicó el caso de Vargas al Gobierno Municipal de Habana Vieja y solicitó una cuota de alimentos en los Centros de Atención a la Familia, además de los servicios de una trabajadora social. De mala gana le dieron por escrito la autorización que permitiría a Vargas llevarse a casa, dos veces al día, un pozuelo con arroz, chícharo, revoltillo y mermelada; todo mal elaborado y sin el aporte calórico necesario.
Como si no bastara lo mísero del rancho, Vargas debía caminar un kilómetro diario, o pagar 30 pesos a un bicitaxi (la quinta parte de su pensión), para buscarlo. La trabajadora social que debía ocuparse de esa tarea, nunca apareció.
Tras el infortunio de un anciano desamparado hay tanta corrupción administrativa y sordidez humana, que ahora mismo la perspectiva de envejecer en Cuba es aterradora. El Estado no cuenta con instituciones ni especialistas capacitados para enfrentar la oleada de envejecimiento que se avecina. Los asilos —salvo un par de excepciones— son pésimos y no aceptan ancianos con demencia, mal de Alzheimer u otra enfermedad que necesite cuidados de tiempo completo.
A inicios de siglo Fidel Castro destinó numerosos recursos para graduar a miles de trabajadores sociales, que solo sirvieron para despilfarrar el erario público en aquel descabellado “Verano sobre ruedas”, donde los mismos jóvenes encargados de regular el consumo de combustible para proteger los bienes del Estado, acabaron robándoselo. El gobierno gastó millones de pesos, licenció en Educación Superior a una caterva de delincuentes, y hoy ni siquiera puede recoger el fruto humanitario de aquella inversión planeada sobre la base del voluntarismo político y la falta de sentido común.
En el presente Cuba no cuenta con suficientes asistentes sociales, suficientes geriatras, alimentación adecuada, o medicinas. Muchos ancianos desamparados habitan viviendas en lamentable estado constructivo. El propio Vargas vive en riesgo permanente de resbalar en el moho provocado por la filtración de la cisterna del solar; o que lo mate un trozo de ladrillo, desprendido de los aleros y balcones de un edificio cuya estructura centenaria se encuentra en un avanzado estado de deterioro.
Ante la indiferencia del Estado, personas que no tienen donde vivir se meten “a la cañona” en casa de ancianos solitarios, para “cuidarlos” a cambio de quedarse con la vivienda una vez fallecidos. Mientras llega la muerte, ¿quién denuncia cualquier maltrato? ¿Quién puede decir si el viejito acepta su nueva situación o está siendo amenazado?
Un país que no se ocupa de sus adultos mayores, los deja a merced de gente vil. Ese es el futuro que le espera a Cuba, puesto que el Estado quiere subsidiarlo todo y no es posible. Las familias se han fragmentado por los exilios y ni siquiera con la Iglesia se puede contar. No es de extrañar que haya aumentado la cifra de suicidios en personas ancianas, aunque el gobierno oculte las estadísticas.
Ana León, Licenciada en Historia del Arte
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Una odisea donde una buena parte de los desafortunados termina por ingresar ya no a la tercera edad sino a la última clase - Cubanet
La crudeza de la vejez en Cuba, el país más longevo del continente
Por Mario J. Pentón y Luz Escobar | El Nuevo HeraldA los 67 años, golpeada por la vejez y una pensión miserable, Raquel, una ingeniera “formada por la revolución”, busca entre la basura el sustento de cada día. Sus manos, que alguna vez trazaron mapas y midieron espacios donde crecerían prometedores cultivos, hoy se dedican a recoger cartones, latas y envases vacíos.
"¿Mi apellido? ¿Para qué? Tampoco quiero fotos. Tengo hijos y tuve una vida. No quiero que la gente hable de mí”, dice mientras accede a contar su historia con cierto aire de nostalgia y desengaño. Nunca pensó que llegaría a convertirse en un buzó, de esos que escarban los latones en las esquinas y son objeto de burlas.
Cuba se ha convertido en el país más envejecido de América, según datos oficiales. Este ha sido un proceso acelerado, que sorprendió incluso a los especialistas que esperaban que el fenómeno se manifestara a partir del año 2025.
Con un sistema de pensiones insostenible a mediano plazo, recesión económica y un previsible impacto en los servicios sociales producto del envejecimiento poblacional, el país enfrenta uno de los mayores desafíos de su historia.
“Recibo de pensión 240 pesos al mes (menos de $10). De ese dinero tengo que gastar 50 pesos al pago del refrigerador Haier que el Gobierno me cambió y separar 100 pesos para la compra de medicamentos”, relata Raquel.
Aunque es una jubilada, la farmacia no le subvenciona las medicinas que necesita para su diabetes e hipertensión. El programa estatal de asistencia social no incluye a aquellos ancianos que viven con familiares bajo el mismo techo.
“El envejecimiento poblacional que afecta al país tiene como consecuencia un incremento importante del gasto público y la disminución de la población en edad fértil, lo que genera un decrecimiento en la tasa de fertilidad”, explica el sociólogo radicado en la Isla y autor de diversos libros sobre el tema, Juan Valdés Paz.
En 1999 los gastos reales por habitante en salud pública todavía eran un 21% por debajo de 1989, según el economista Carmelo Mesa-Lago. De acuerdo con el Anuario Estadístico de Cuba, el gasto en salud cayó del 11.3% del PIB en 2009 al 8% en 2012.
Casi un 20% de la población cubana es mayor de 60 años, y la tasa de fecundidad del país es de 1.7 hijos por mujer. Para compensar el descenso poblacional sería necesario elevar esa cifra a 2.4 hijos por cada fémina en edad fértil. En 2015 por primera vez comenzó a disminuir la población económicamente activa del país en 126,000 personas.
Para Valdés ninguna sociedad está preparada para dificultades demográficas como las que enfrenta el país.
“Si no hay una armonía entre evolución demográfica y proyección del desarrollo este se afecta”, dice. Una solución podría ser elevar la producción o que los emigrados regresaran, según el especialista. Hasta el momento ambas cosas parecen muy lejanas.
En el país existen casi unas 300 Casas de Abuelos (para atención diurna y socialización) y 144 Hogares de Ancianos, con una capacidad conjunta de alrededor de unas 20.000 capacidades. Las autoridades han reconocido la pésima situación higiénica y constructiva de muchos de estos locales. Muchos ancianos prefieren ingresar en los escasos 11 asilos llevados por órdenes religiosas que sobreviven gracias a la ayuda internacional, como es el caso del ancianato de Santovenia, en el Cerro.
El pago por utilizar las instalaciones de las Casas de Abuelos es de 180 pesos mensuales y en los Hogares de Ancianos unos 400 pesos. Cuando se demuestra, después de una investigación realizada por los trabajadores sociales, que los ancianos no pueden pagar esa suma, la Seguridad Social se encarga de subsidiarla.
Cuba tuvo uno de los sistemas de seguridad social más generosos y de mayor cobertura en América Latina. Fue posible, en gran medida, por el enorme subsidio que recibía de la Unión Soviética, calculado por Mesa-Lago en unos $65,000 millones en 30 años.
“Aunque las pensiones nunca fueron elevadas, existía un elaborado sistema provisto por el Estado para facilitar el acceso a productos industriales y a la alimentación a precios subsidiados”, explica el economista.
“Me molesto cuando escucho hablar de la buena atención al adulto mayor. No me dan subsidios porque vivo con mi hijo, mi nuera y mis dos nietos, pero ellos tienen sus propios gastos y no se pueden hacerse cargo de mí”, asegura Raquel.
“Necesito una dentadura postiza y si no le llevas un regalo al dentista o te la hacen mal o demora meses”, agrega.
Con el fin de la Unión Soviética y del subsidio ruso las pensiones se mantuvieron pero su valor real cayó brutalmente. En 1993, un jubilado promedio apenas podía obtener con su pensión el 16% de lo que compraba en 1989. A finales de 2015 el poder adquisitivo de los pensionados era apenas la mitad de lo que tenían antes del inicio del Período Especial, según ha calculado Mesa-Lago.
Bajo el concepto de “eliminación de gratuidades”, la administración de Raúl Castro redujo drásticamente la cantidad de personas beneficiarias de la asistencia social: de 582.060 beneficiarios, un 5,3% de la población en 2006, bajaron a unos 175.106 personas, un 1,5% en 2015.
También eliminó varios productos de la ya disminuida libreta de racionamiento como el jabón, la pasta dental y los fósforos.
El Gobierno ha habilitado algunos programas de ayuda al adulto mayor. El Sistema de Atención a la Familia permite que más de 76,000 ancianos de bajos ingresos puedan comer a precios subsidiados, aunque es una cifra pequeña si se tiene en cuenta que en Cuba hay más de dos millones de ancianos.
Algunos ancianos reciben ayuda de las iglesias y organizaciones no gubernamentales.
“La gente me ve por ahí recogiendo latas pero no saben que fui una ingeniera vanguardia y que hasta a la Unión Soviética viajé en 1983, en la época de Andropov”, explica Raquel.
Cuando se jubiló no tuvo más remedio que dedicarse a tareas informales para ganarse la vida. Limpiaba las áreas comunes de edificios habitados por militares y sus familias en Plaza de la Revolución hasta que las exigencias y su edad se hicieron incompatibles.
“Me pedían que fregara las ventanas de cristal de un pasillo en el noveno piso. Era peligroso y como tenía miedo a caerme, preferí dejarlo, aunque pagaban bien”, dice.
Por cada semana de trabajo le pagaban 125 pesos, (unos $5) casi la mitad de su pensión.
Raquel recoge materia prima para venderla en locales estatales aunque confiesa que desea “como loca” conseguir un contrato con una una pequeña empresa privada de fabricación de conservas para venderle las botellas vacías y evitar la empresa estatal y sus retrasos.
En el patio de su casa ha creado una herramienta para escachar las latas que recoge por las calles.
“En enero hice 3,900 pesos con botellas de cervezas. Claro, a eso tienes que descontarle los 500 pesos que pagué por el turno en la cola porque no puedo dormir ahí tirada en un portal. El aluminio es lo otro que pagan bien. Cada saco de latas vale cuarenta pesos. Es a ocho pesos el kilogramo de latas”.
En Cuba no existen estadísticas oficiales sobre pobreza. En 1996 un estudio concluyó que sólo en La Habana el 20,1% de la población estaba “en riesgo de no cubrir alguna necesidad esencial”. Una encuesta en el año 2000 arrojó que el 78% de los ancianos consideraba insuficiente su ingreso para cubrir sus gastos de vida.
La mayoría de los adultos mayores encuestados dijeron que las fuentes de sus ingresos eran en su mayoría la pensión, la ayuda de familiares dentro del país, una parte de su trabajo y de remesas desde el exterior.
Muchos ancianos se dedican a vender productos elaborados con maní o caramelos en las calles para complementar sus ingresos. Otros revenden el periódico o buscan en la basura objetos que puedan comercializar.. Se ha documentado un significativo aumento de los mendigos en las calles de las principales ciudades del país.
“No me preocupa andar con la ropa vieja recogiendo latas. Quien tiene que verse bien es mi nieto, que comenzó la secundaria”, dice Raquel.
“Los muchachos de la escuela a veces se burlan de él pero mi nieto es muy bueno y no se avergüenza de mí, al menos no lo demuestra. Siempre sale y me defiende de las burlas”, cuenta con orgullo.
Mario J. Pentón y Luz Escobar , desde La Habana, Cuba
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