La presencia de la ausencia: el obituario LGBT mexicano
Miguel Ángel Teposteco Rodríguez ––– VICE
Alonso Hernández lleva un registro de todas las muertes de personas LGBT en México, para recordarlos a ellos y a muchos muertos más, famosos y no famosos.
El 2 de octubre de 2016 ocurrieron dos muertes para el obituario: la del escritor Luis González de Alba y la de la trabajadora sexual Paola Ledezma González. La primera ocurrió en Guadalajara. De Alba estaba en casa, tomó un arma, acomodó el cañón en la superficie de su tórax y disparó. Murió dejando un casquillo calibre .25 en su cuerpo. La segunda ocurrió a varios kilómetros, en la Ciudad de México. Ledezma subió al auto de un cliente, Arturo Felipe Delgadillo, exmilitar y guardia privado. El hombre se dio cuenta de que ella era trans. Enfureció. Sacó un arma, jaló el gatillo, el plomo penetró la carne, la atención médica llegó tarde y Paola terminó desangrada en los brazos de sus amigas. Luis tenía 72. Paola estaba en sus veintes.
Enmarcadas en un contexto violento, las dos muertes se difundieron en los medios de comunicación. Fue así como el historiador Alonso Hernández puso manos a la obra. Reunió fechas, causas de muerte y datos sobre la identidad de los difuntos. Entró al obituario en Facebook y subió las biografías. Para De Alba eligió una foto de cuando el novelista era joven, con un bigote a la Freddy Mercury, una gorra de motociclista y una mirada opuesta a un mar extenso que le guardaba las espaldas. Para Ledezma colocó una selfie donde ella está seria y maquillada, usando unos pendientes largos y dorados.
Dos historias nacionales lgbttti: De Alba y su lucha por los derechos homosexuales, y Ledezma y los crímenes de odio, delitos que incluyen una larga cadena de asesinatos de personas trans en México en años recientes: al menos 50 en 2016 y más de 300 en la última década (sin contar los casos no denunciados), según diversas organizaciones, como el Centro de Apoyo a Identidades Trans.
Para eso fue hecho el obituario, para recordarlos a ellos y a muchos muertos más, famosos y no famosos. "E imagina de los que no sabemos", me comenta Hernández, un hombre moreno y de estatura baja, con un tono de voz amable y amanerado. Fundado por él en 2009 como parte del Archivo de Memorias Diversas, el obituario ya rebasa el millar de historias, más de 900 fotografías y miles de mensajes de "descanse en paz" en comentarios de los usuarios, debajo de las imágenes de los difuntos.
Y es que el destino funesto sigue llegando: "en 2016 fallecieron otros dos amigos de toda la vida: Javier Sijé (actor) y Xabier Piastro (dramaturgo)", me dice Hernández, recordando la reacción de pesar de él y de su amigo, el antropólogo y sexólogo Xavier Lizárraga, al enterarse de la muerte de González de Alba. Conmocionado, Lizárraga escribió: "Me duele el ánimo y ningún retrato de Luis me es posible hacer; las palabras se me estrellan sin belleza ni profundidad". Alonso compartió este escrito en el grupo, previo al obituario que tenía que redactar.
"Sobre la muerte se escribe con respeto y con amor", me cuenta Hernández. Reflexiona que "es la constante de toda nuestra vida", y sentencia que la muerte "da caricias hasta que nos rendimos ante ella". Sobre la labor del obituario, Lizárraga comenta: "No es una tarea grata, de hecho es bastante ingrata, pero sumamente necesaria". Desde su fundación, el antropólogo ha aportado información para la identidad de los muertos, intentando construir un documento siempre apegado a la verdad.
"Los requisitos es que sea mexicano (por nacimiento, nacionalización o adopción) y que su preferencia u orientación sexual se enmarque en el proceso y evolución de las identidades lgbttti", me explica Alonso, como criterio de selección para el obituario.
La primera etapa del proyecto inició a principios de los 2000. Alonso había decidido no un obituario, sino varios artículos para revistas gays. Ahí escribió sobre activistas lgbttti como José María Covarrubias, editor que se suicidó en un hotel de la capital, consumido por un shock que golpeó su cuerpo tras una sobredosis de insulina; o el dramaturgo José Antonio Alcaraz, muerto de diabetes. Otros intelectuales pasaron por estas columnas, en un proceso que llevó a Alonso a rechazar la idea de convertirse en "el muertero oficial", me explica, por lo que dejó el asunto en 2006.
La etapa más prolífica inició el diciembre de 2009, cuando Alonso fue convencido por Lizárraga y el escritor Braulio Peralta para revivir la idea del obituario, "a quienes dije que sí siempre y cuando me dieran su bendición", me cuenta Hernández. Se abrió un grupo en Facebook y a éste se unieron intelectuales como el historiador Antonio Marquet, el activista Juan Jacobo Hernández, el hispanista Ernesto Reséndiz Oikión, director del seminario de literatura gay de la UNAM, o el escritor Gonzalo Valdés Medellín, así como académicos, historiadores, periodistas y personas lgbttti de distintas profesiones y oficios.
"Ha generado apoyo a personas que no tenían un lugar dónde llorar o recordar a sus muertos, ha permitido que investigadores lo utilicen como fuente para trabajos académicos", me explica Alonso. Personas que habían buscado a conocidos y amigos pueden ahora brindarles un último adiós.
Desde entonces, Hernández publica nombres casi todas las semanas. La muerte llega de múltiples formas: en el desayuno, durante el trabajo, en un hospital o en forma de asesinato, con distintos métodos por parte de los perpetradores. De 1,310 casos de crímenes de odio por homofobia registrados por la organización Letra S de 1995 a 2016, 510 fueron con arma blanca, 218 por golpes, 175 por armas de fuego, 219 por asfixia y 63 por golpes contundentes.
Hay más casos. En una foto aparece Faustino Ramos Reyes, una muxe, tercer género zapoteca para los varones que asumen roles femeninos. Él aparece en silla de ruedas, maquillado, vestido con una larga falda rosa, una blusa azul floreada y una corona de princesa. No hay causa de muerte, tan sólo la explicación de una salud que fue "mermando, adquiriéndole una discapacidad", impulsada por una depresión.
También hay íconos lgbttti, como Mauricio Garcés: una foto en blanco y negro y su sonrisa pícara y bigote corto, acompañado por el nombre de dos de sus parejas: Silvia Pinal y el actor español Enrique Rambal, "quien murió en su cama", se lee. Y se suma al obituario Sara García, quien compartió cámara con Pedro Infante y Canfinflas. La foto la muestra con la barbilla alzada, delante de una pared de madera con relieves, apoyando las manos en su bastón y sosteniendo entre los labios un puro.
Y aparecen más razones para las muertes, el SIDA una de las más recurrentes, tratada como "Fiebre amarilla" durante parte del siglo 20. Según datos del INEGI, se registraron 4,763 muertes por enfermedades relacionadas con el SIDA de 1993 a 2014. Una historia más fue la de Emilio González y "Daniel", dos chicos que escondieron su amor durante años, en tanto la enfermedad consumía a Emilio hasta postrarlo en un hospital. Emilio decayó y su familia alejó a Daniel, quien fue expulsado del departamento de su pareja. Alonso escribió que, "en un acto mezquino se deshicieron de todo aquello que eran recuerdos y objetos que hablaban de la relación". Emilio murió sin despedirse de su amor.
Otra víctima de esta pandemia fueron el escritor Nelson Oxman, redactor en el suplemento Sábado; o Milton Hernán Guio, director que acompañó con sus bailarines a Luis Miguel y Yuri; o José Octavio Torres-Muga, administrador de profesión que luchó contra la homofobia hasta que la enfermedad acabó con él, impulsando a su madre, la escritora Rosa Feijoo, a eliminar su homofobia y volverse activista: "Me quedó claro que era un pendejada mi actitud", refiriéndose a su esfuerzo de heterosexualizar a su hijo de manera post-mortem.
Una constante más del obituario es el crimen de odio, donde México es el segundo lugar según Letra S, por encima de países como Arabia Saudita e Irán. El activista chiapaneco Darwin "Petate" Pereyra me cuenta esa parte de él que se relaciona con este tipo de violencia y con el obituario. Petate se inició en el activismo luego de muerte de su pareja, Sergio Altamirano de los Santos, quien según la versión judicial falleció por muerte cerebral. Una mentira: "Fue el primer caso que documenté", me dice Darwin. El crimen ocurrió en Chiapas, uno de los seis estados con más crímenes de este tipo, según la Red por los Mismos Derechos y con los Mismos Nombres, ONG presidida por Darwin.
Checo, como le decían a Altamirano, fue tiroteado y encontrado con el cráneo destrozado sobre el pavimento: los asesinos le habían dejado caer un block de cemento sobre la cabeza. "Su familia trató de ocultarlo todo. Nunca denunciaron, sobornaron a los policías, a los médicos, para que no se iniciara la averiguación previa, para que todo quedara en el olvido", me narra Petate. "Por eso, mi vida se la dedico a él. Mi labor es por él".
Así es como Checo llegó al obituario. Alonso publicó la imagen de una calaverita hecha con lentejuelas blancas y púrpuras, para recopilar en comentarios los nombres y datos de difuntos con poca información. Sergio está ahí, sin causas de muerte o foto, sólo acompañado por su edad, día de nacimiento y muerte. Un nombre que se apila junto a otros en un largo panteón de fallecidos sin rostro.
"Hemos tenido problemas con familiares que han querido heterosexualizar a sus muertos", me describe Hernández como un problema de intento de censura que aqueja al obituario, cuatro veces tan sólo en 2016.
Asimismo, la polémica ha surgido por agregar a personas no gratas para la comunidad lgbttti, como Gumaro de Dios Arias, "El Caníbal de Playa del Carmen", quien mató a su pareja para más tarde colgarla de un techo, despedazarla y comérsela a trozos. Lizárraga me comenta la justificación para este criterio: "La historia se compone de verdades, no de ficciones, la historia no deben ser nada más los bonitos, una historia 'oficial' como suele hacerse".
Alonso añade que también ha sido foco de debate el subir fotos de homicidios: "Sobre las trans que murieron de manera violenta se llegó al consenso con algunas activistas de que se mostraría sus rostros en ese último retrato, a menos que hubiese otro que las retratara en vida".
"Hay unos que no he querido que se suban, porque aún no consolidaban su sexualidad. Aparentemente eran heterosexuales, habían vivido momentos homoeróticos, pero ellos mismos no tenían precisado qué sexualidad tenían; en esa medida he pedido que no se pongan", me explica Lizárraga.
Existe un ejemplo famoso. El sexólogo me platica sobre su primer amor, Jan Poniatowski, cuya foto sonriente aún guarda en su estudio. Jan tenía 21 años cuando murió en un accidente de auto, el diciembre de 1968. González de Alba retomó esta historia en su última columna, Podemos adivinar el futuro…, donde reveló los contactos homoeróticos que tuvo el chico y su posible homosexualidad. Afirmaciones que causaron el enojo de personas cercanas a Jan, como su hermana, Elena Poniatowska, quien defendió que su hermano era heterosexual. Para esta polémica, Lizárraga me explica que la decisión sobre una identidad sexual es compleja y que en su opinión Jan no llegó a integrarse a la comunidad lgbttti: "Hubo caricias, hubo abrazos, pero nunca se reveló como homosexual, experimentaba su sexualidad, y tenía novias formales, ¡yo tenía novias formales!"
Alonso interpreta este caso como uno más donde familiares intentan heterosexualizar a un pariente, aunque aclara que el caso tiene diferentes aristas: "Hablo de la comezón que ha dejado De Alba al reconocer que Jan no era un heterosexual patriarcalizado, que más bien su intención erótica rayaba en lo heteroflexible u homoflexible. Lo lamentable es ver la homofobia introyectada disfrazada en la frase 'respeto a la memoria del muerto', frase que ha sido repetida hasta la náusea, y esto va más allá del caso de Jan".
Para Hernández hay otros casos de heterosexualización de muertos lgbttti, como el ejercido sobre Juan Gabriel. Según el historiador, este tipo de censura se agrava por huecos legales que podrían ser aprobados en México: "La iniciativa de Ley de Archivos Generales (2016) hace imposible hacer investigación histórica de aquellas personas lgbttti fallecidas a partir de la segunda mitad del siglo 20, ya que con la restricción del permiso de los familiares, muchos de ellos se negarán a que escudriñemos en los archivos del CISEN (Centro de Investigación de Seguridad Nacional) sobre 'los parientes incómodos' por 'respeto a la familia'. La historia lgbttti corre peligro y también el Obituario pues esta ley penaliza datos personales, muchos de ellos exhibidos en internet y que han nutrido al obituario".
En cuanto a los usuarios del obituario, hay diferentes perspectivas sobre el valor de lo publicado.César Cañedo, coencargado del Seminario de Literatura Gay de la UNAM, opina que el grupo es una fuente de información útil, aunque no libre de polémica: "He encontrado información de activistas y personajes literarios, es decir, lo he podido aprovechar. Aunque no sé si en todos los casos sea un lugar 'correcto' (para usarse como fuente)". El periodista Antonio Bertrán Rodríguez, recurrente en las investigaciones lgbttti, opina además sobre el valor como registro periodístico: "Respeto la nota necrológica porque es un género periodístico. El último texto que quizá se escriba sobre una persona. La calidad de las entradas del obituario es dispar, supongo que no por falta de interés de su administrados sino de información (disponible) sobre el difunto".
El codirector del seminario, Ernesto Reséndiz, opina que el obituario es útil como un registro para la identidad colectiva lgbttti de nuestro país: "No sólo se trata de un escaparate de figuras conocidas de la cultura y la vida pública, sino también es una plataforma de la memoria con los perfiles biográficos de personas menos conocidas".
En suma, Lizárraga me explica que el obituario sirve para defender las identidades lgbttti, y con ellas, sus libertades: "Si nosotros queremos ser ciudadanos como cualquier otro, tenemos por un lado que conocernos, visibilizarnos unos a otros y dejar huella. Yo no veo que se haga ningún aspaviento por obituarios de heterosexuales, que se hacen desde hace siglos. Uno antes de saber qué es la misoginia, qué es la homofobia, las aprende".
Homofobia y misoginia: dos conceptos incluidos en los crímenes de odio contra la comunidad lgbttti. En relación, Alonso publicó el obituario de Paola Ledezma,chica tras que murió a manos de un asesino que salió libre horas después del homicidio. Así el 4 de octubre de 2016 ella recorrió las calles donde fue asesinada, cargada en su ataúd por sus amigas trabajadoras sexuales, en protesta por las acciones de las autoridades.
En cuanto al suicidio de De Alba, el obituario habló del cansancio del escritor que desde hacía años vivía con VIH, aunado a un vértigo que lo recluyó en su casa en Jalisco. Después de morir fue despedido y homenajeado por sus amigos, familiares y lectores. Alonso escribió que esa muerte fue parte de un plan donde De Alba dio a conocer: "Su último acto, político y libertario".
Días más tarde, Lizárraga me cuenta que el asunto del registro de mortandades tiene un antecedente en su propia vida: "Antes no tenía celular para guardar mi contactos", me dice. En vez de eso, tenía una agenda donde escribía los nombres de sus conocidos y amigos de la comunidad lgbttti. "Pero dejé de usarla", me explica, pues conforme pasaban los años crucesitas aparecían delante de los nombres, una tras otra, una tras otra, hasta que las marcas cayeron sobre casi todas las personas registradas. Lizárraga se dio cuenta que aquellas páginas, por sí solas, ya eran un obituario.