Turistas disfrutan de un almuerzo al aire libre el sábado 18 de marzo de 2017, en La Habana
CRUCEROS DAN OXÍGENO AL BOOM
DEL TURISMO EN CUBA QUE PARECÍA DESINFLARSE
SARA GÓMEZ ARMAS -- EFE -- LA HABANA
La moda de visitar Cuba ha vivido una época de esplendor en los dos últimos años con récords en la llegada de turistas, una burbuja que amenazaba con explotar después de que varias aerolíneas de EEUU decidieran reducir o suspender sus rutas a la isla, pero que encuentra en los cruceros un balón de oxígeno.
En 2016 Cuba superó por primera vez los 4 millones de turistas, de los que 112,000 llegaron en cruceros -las rutas desde EEUU, suspendidas desde 1961, se restablecieron el pasado mayo-, una cifra que se triplicará este año, con unos 370,000 cruceristas.
“En los próximos dos o tres años apuesto totalmente por los cruceros porque es la forma que tiene el turista de traer su propia habitación ante el problema de la escasez de plazas hoteleras”, afirmó a Efe el economista cubano José Luis Perelló, experto en el sector.
El crucero, explica Perelló, permite al viajero un “turismo exploratorio”, ya que no pasan en La Habana -algunos también visitan Cienfuegos y Santiago de Cuba- más de dos días, en los que conocen el país de una manera superficial sin sufrir los “inconvenientes” de unas instalaciones turísticas aún en desarrollo.
El boom del turismo de los últimos años, desatado al calor del deshielo con EEUU, puso en evidencia las deficiencias de la isla: escasez de plazas hoteleras, servicio mediocre y precarias infraestructuras.
No obstante, la alta demanda provocó un alza de los precios de los hoteles de un 50 % de media en toda la isla, aunque en el caso de algunos hoteles de La Habana las tarifas se triplicaron y cuadruplicaron sin una mejora de la calidad, estrategia que copiaron también muchos restaurantes.
Mientras Cuba subsana esas deficiencias, el crucero garantiza al visitante una atención adecuada para sus estándares de calidad: una habitación confortable, comidas incluidas y comodidades como piscina o conexión wifi, no disponibles en todos los hoteles de Cuba.
“Es un barco cómodo, el servicio brillante y venimos muy a gusto”, contó a Efe Joy, una londinense que llegó a Cuba con su marido en el crucero de la británica Thomas Cook, que hace una escala de dos días en La Habana.
Esa breve estancia permite un turismo de postal: “Es todo tan de los años cuarenta y cincuenta. Es lindo y exótico”, contaba en su primera impresión tras bajar del barco.
“Vamos a dar una vuelta en un carro americano antiguo, un paseo por La Habana Vieja y por la noche visitaremos el cabaret Tropicana”, contaba a Efe Ian.
Se trata del recorrido típico que los cruceristas hacen en la capital cubana, un cliché que no permite ahondar en la realidad de la isla pero sí llevarse una buena impresión.
Otros turistas, como el alemán Gregory, se quejaban de la mala atención que recibió en el restaurante del hotel en el que se aloja: “tardaron mucho en servirnos y la comida estaba fría cuando llegó”, aunque está contento de conocer un lugar tan “exótico” como Cuba.
En lo que va de año, Cuba ya ha superado el millón de turistas, lo que indica una buena tendencia para cumplir su objetivo de llegar a los 4,2 millones de visitantes en 2017.
Estados Unidos, que todavía no permite a sus ciudadanos viajar como turistas aunque sí en viajes culturales o académicos, se ha convertido ya en el segundo emisor de visitantes, detrás de Canadá, después de que casi 285,000 estadounidenses viajaran a Cuba en 2016, un 75 % más que un año antes, una tendencia que se mantiene en el primer trimestre de este año.
Esa euforia por visitar a Cuba contrasta con la reciente decisión de aerolíneas estadounidenses de bajo coste como Silver o Frontier de suspender sus trayectos a la isla; mientras que otras más grandes como American Airlines o Jet Blue, han reducido sus frecuencias y envían aviones de menor tamaño.
Esa decisión no se debe tanto a que los estadounidenses hayan perdido el interés por visitar la otrora “isla prohibida”, sino por un exceso de oferta por parte de las aerolíneas de ese país, que restablecieron vuelos comerciales a Cuba en verano de 2016 tras casi medio siglo suspendidos.
“Al adjudicar 110 vuelos diarios, no hicieron ningún análisis de mercado porque eso significaba más de tres millones de pasajeros estadounidenses al año, una cifra que no recibe ni Cancún”, aclaró Perelló.
En un momento de crisis económica y conscientes de que tienen en el turismo su fuente de ingresos más estable, las autoridades cubanas trabajan en la mejora de las infraestructuras aeroportuarias del país y la construcción de nuevos hoteles.
En abril se inaugurará el primer hotel cinco estrellas plus en La Habana, La Manzana Kempinski, con 246 habitaciones y gestionado por esa cadena suiza en asociación con la estatal Gaviota, que se ha unido también a la española Iberostar y la francesa Accor para construir otros dos hoteles de lujo en la capital cubana.
Las obras para esos hoteles -Prado y Malecón y el Packard- ya se han iniciado y forman parte del plan de Cuba de sumar 4,020 plazas hoteleras este año a las 67,000 que dispone en todo el país y alcanzar un total de 104,000 para 2030.