Mientras el mundo avanzaba en colores, la vida y los sueños de varias
generaciones de cubanos transcurrieron frente a una pantalla en blanco y negro.
Interior de una casa en Cuba EN BLANCO Y NEGRO
Camilo Ernesto Olivera — La Habana — Diario de CubaA mediados de los cincuenta, un televisor Zenith era todo un lujo en las salas de los hogares cubanos. Aquí estaban Unión Radio, captable por el canal 4, CMQ por el canal 6, Telemundo por el canal 2 y el primer intento de televisión a color se gestaba en canal 12, conocido como Escuela de Televisión. Cuba, junto a México y Brasil, inauguraba la era de la televisión en Latinoamérica. En mayo de 1962, la caricatura de un gorila verde olivo con barba, posesionado del edificio CMQ, circuló en forma de volante. La radio y la televisión pasaban a ser propiedad del régimen. El tenebroso C.O.R (Centro de Orientación Revolucionaria) trazaría con mano de hierro la política de transmisiones. Los medios de difusión masiva serían, a partir de ese momento, herramienta ideológica del naciente PURSC (Partido Unido de la Revolución Socialista). Hay quien recuerda la primera aparición de Los Zafiros en el programa Música y Estrellas. Otros más chicos, miraban la larga saga de Los Vikingos o Los Mambises en el espacio Aventuras. En aquella época eran dos series, una a las 7pm y otra a las 7y 30pm. En algún momento entre los 60 y los 70 llegaron de la lejana URSS los televisores Ogoniock. Escaseaban las piezas de repuesto para los televisores americanos, que se iban extinguiendo. Detrás de los Ogoniock arribaron los modelos Rubín y Electrón. Los dos últimos, llegaban a manos de la población con el selector de canales para alta frecuencia (UHF) extirpado. Aquellos televisores rusos, "de bombillos", soportaron estoicos el calor y la humedad. Cuando se desestabilizaban, los contundentes golpes sobre su cubierta de madera los regresaban a la normalidad. En 1978, los cubanos de Miami regresaron de visita. Las tiendas Cubalse se abrieron a su disposición y los televisores japoneses a color formaron parte de la oferta. La Televisión Cubana había transmitido en colores el desfile militar ocurrido en la Plaza Roja de Moscú, por el 60 Aniversario del octubre rojo. La entonces flamante estación terrena Caribe captaba la señal satelital. Un año antes, en el verano, la TV se sacudía un poco la monotonía en pantalla y ampliaba las horas de transmisión. El video tape de factura extranjera llegaba por fin. La mayoría de los programas de factura nacional, incluidas las series dramáticas, eran en vivo. El indigesto realismo socialista permeaba los seriales: La peña del león, El viejo espigón, Oro verde. Una aventura titulada Los incapturables, terminaba su ultimo capitulo con los protagonistas parados en firme frente a cámara, cantando el himno de La internacional. Mientras tanto, en disolvencia rodaban imágenes, en telecine, de la "victoriosa y pujante URSS". EN esos años, Carlos Gili protagonizaba una vez más la versión televisiva de la novela de aventuras El corsario negro, de Salgari. Enrique Almirante reinventaba al personaje de Robín Hood. El director estrella de aquellas series era un delirante Erick Kaupp. También había debutado la actriz Susana Pérez, en una teleserie titulada Primavera en Budapest. En 1979 Pérez protagonizó una adaptación televisiva de la novela de Cirilo Villaverde La joven de la flecha de oro. Luego se convirtió en el definitivo primer amor de muchos cubanos, al personificar a la hermosa pero infeliz Martine de Rosas a crédito, versión para la televisión del original de la escritora francesa de la segunda posguerra Elsa Triolet. En el verano de 1978, a las 2 pm salió al aire el programa competitivo Para Bailar. En 1979, uno de los premios para la pareja ganadora del concurso anual fue un televisor Caribe. Ese televisor, en blanco y negro, era transistorizado. Ganó la pareja de Rebeca Martínez y Miguel Ángel Masjuan. Esa tarde de domingo, el programa fue sacado del aire abruptamente casi diez minutos antes de lo habitual. Cuando anunciaron el premio, se notaba la atmosfera caldeada. La pareja ganadora del tercer puesto comenzó a protestar y varios amigos y familiares de estos invadieron el set. Lo que no se vio al aire fue la bronca que se armó. El televisor Caribe terminó reventado contra el piso del estudio 19 del FOCSA, en donde se hacía el programa. Una noche del mes de abril de 1980, la TV nacional mostró en el noticiero el video tomado a un grupo de cubanos asaltando la Oficina Consular de Estados Unidos en La Habana. Aquella crisis fue vista por muchos en blanco y negro. Otros, desde la televisión, decidieron fugarse al mundo en colores. Se fueron diluyendo, desde entonces y a través de estos años, Evelio Taillac, Severino Puente, Salvador Blanco, Caridad Ravelo, Ana Lilian Rentería… A inicios de la década del noventa, las piezas de los televisores rusos comenzaron a escasear. Algunas piezas del Krim 218 y el Caribe se podían conseguir de trasmano en más de 200 pesos cubanos (de los de antes de la devaluación). La mayoría de los cubanos vio el juicio contra Arnaldo Ochoa a través de un televisor en blanco y negro. Se cayó el muro de Berlín y la URSS se diluyó. La crisis aumentaba. El primer tema de conversación, frente a la pantalla del televisor ruso roto, era la fuga. En las noches, batía record de audiencia aquella telenovela titulada Pasión y Prejuicio. Mientras tanto, llegaron los apagones y, en agosto de 1994, "el maleconazo". Los cubanos de la isla hemos recordado, vivido y soñado, encerrados en blanco y negro, mientras el mundo avanza en colores. Entre las largas peroratas de Fidel Castro y los dibujos animados rusos, se nos fue la vida frente a una TV analógica y monofónica. Ahora, tal parece que tendremos televisión digital con el uso de la norma tecnológica china. Cuba será el único país en toda el área que empleara esa norma. Con el "apagón analógico", el régimen quiere retardar su definitivo e inevitable apagón político.
OPINIÓN
Lo único que le daba un poco de color a mi vida en Cuba, eran los espectaculos fabulosos de Rosita Fornés, Martha Strada y Leonora Rega entre otros.. y por supuesto que el amor de mi madre, hermana, mi amigo especial y los otros amigos que me acompañaron en todos los momentos... Jamás podre olvidar que al regresar del trabajo, el barrio donde vivia estaba a oscura, me tocaba bañarme a oscura y comer bajo la poca luz de una chismosa.. Si queria salir, tenia que torrear las guaguas (omnibus) que nunca paraban donde debian, habia que correr detrás de ellos para poder montar, si lograbas un espacio en el .. Era terrible.. es la verdad..
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