Ejercer el periodismo libre en
Cuba es como cometer un delito de Estado
Cuando alguien se enrola en la disidencia o ejerce la profesión de reportero, la Seguridad del Estado se encarga de cobrar el costo de informar.
Por Iván García|Diario Las AméricasEl miedo suele tocar primero a la puerta. Una tarde cualquiera, en el centro de trabajo o en la casa, un oficial de la Seguridad del Estado con mirada intimidatoria le extiende una citación oficial a un ciudadano.
Puede ser tu hermana, un pariente cercano, amigo de la infancia o un vecino. La estrategia siempre es la misma. El asesinato de la reputación del periodista disidente conjugando medias verdades con arteras mentiras.
Juegan todas las cartas. Desde el compromiso con la revolución al chantaje y el aislamiento ciudadano.
Desde que inicié relaciones con mi esposa, ingeniera en telecomunicaciones, su carrera profesional se ha visto estancada. Bajo lupa controlan su correo electrónico y el contenido de su trabajo. Sucede igual con amistades que colaboran en mis notas periodísticas. Es un acoso insolente y arbitrario.
Los oficiales de la policía política en Cuba se saben con poderes omnímodos. Actúan violando olímpicamente las propias leyes de la autocracia.
Un oficial de la PNR (Policía Nacional Revolucionaria) me contaba del descontento que causan entre los instructores de ese cuerpo las improcedencias de los agentes del Departamento de Seguridad del Estado (DSE).
"Se consideran que están por encima del bien y el mal. Llegan a la unidad y movilizan personal y recursos para detener o reprimir a un opositor. O te ocupan la oficina sin siquiera pedirte permiso. Son unos desfachatados”.
Si se quieren conocer los métodos para crear tensiones entre familiares y amigos y causar problemas conyugales, les recomiendo ver el documental Prisioneros políticos en Cuba. Avatares de la familia, realizado por Palenque Visión y recientemente estrenado en Miami.
Cuando una persona se enrola en la disidencia pacífica o ejerce el periodismo independiente, la familia suele pagar la patente. Por si no bastara la inquietud cuando la madre, el padre, el esposo o el hijo no van a dormir esa noche a su casa, pérfidamente la Seguridad del Estado intenta dinamitar las relaciones íntimas con acusaciones de infidelidad conyugal.
El régimen se lava las manos como Poncio Pilato cuando en foros internacionales declara que en la isla no se asesinan opositores o periodistas libres. Es cierto. Pero la fabricación de expedientes con pruebas falsas también es un delito punible.
Las golpizas en la vía pública a mujeres disidentes o delante de sus hijos han aumentado. La ocupación de equipos de trabajo y el acoso a periodistas independientes se ha convertido en una práctica habitual de la policía política.
No importa el credo, religión o ideología. Se reprime por igual a blogueros neo comunistas como Harold Cárdenas, corresponsales extranjeros como Fernando Rasvberg o reporteras de raza como Elaine Díaz, fundadora de un periódico digital que da cobertura a las comunidades vulnerables en el país.
Para el Gobierno de Raúl Castro la discrepancia es un síntoma de insubordinación y el primer escalón hacia la disidencia. En pleno siglo XXI, el Estado verde olivo se abroga el derecho de otorgar un permiso sobre lo que se debe escribir u opinar. El que no cumpla ese precepto es un delincuente y está al margen de la ley. Desde luego, para los periodistas abiertamente anticastristas la represión es más feroz.
En la primavera de 2003, hace catorce años, Fidel Castro mandó a encarcelar a 75 opositores pacíficos, 27 de los cuales eran periodistas libres, entre ellos el poeta Raúl Rivero, quien por 'armamento' tenía un reguero de bolígrafos, una máquina de escribir Olivetti Lettera y una colección de literatura de escritores universales.
Algunos colegas que escriben sin el permiso estatal, con doctrinas diferentes, creen que por no hacer visible el tema de la disidencia en Cuba, cargada de problemas, dividida, pero real, se concede un peaje de status quo con la policía cultural, ideológica y del pensamiento en la isla.
Los hechos recientes demuestran que el manto de la intolerancia, que a ratos comulga con el comportamiento fascista, no tiene fronteras. Igual insultan a Rasvberg con groserías barrioteras que detienen a Elaine y varios de sus colegas de Periodismo de Barrio, cuando intentaban hacer reportajes en Baracoa a raíz del huracán Matthew, que hostigan sistemáticamente al periodista independiente camagüeyano Henry Constantín Ferreiro, desde hace unos meses vicepresidente regional de la Sociedad Interamericana de Prensa
Conozco personalmente a Henry. Un tipo sosegado, campechano y creativo al que ahora mismo, las autoridades intentan acusarlo de "usurpación de capacidad legal". Su ‘delito’ es ejercer el periodismo libre y dirigir una revista sin el patrocinio del Estado.
Los periodistas cubanos debemos ser solidarios entre nosotros cuando el rodillo estatal intente acallarnos. No importa cómo piense cada cual. Todos tenemos el libre derecho a expresar nuestros criterios.
Parafraseando a Martin Luther King, yo no quiero que me amen, solo pido que no me linchen.
Editorial Diario Las Américas - El delito de informar en Cuba
Hay quien se adelantó a decir que, tras el llamado a la prensa oficial del propio gobernante cubano Raúl Castro a ser más crítica, se percibía un proceso de "apertura" que comenzaba a dejar atrás el modelo de la propaganda
Hace apenas seis meses el Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ) publicaba el informe titulado Conectar a Cuba, en el que calificaba de positivo el nuevo panorama de la prensa independiente en la isla, desde la perspectiva de reporteros y blogueros que mencionaban estar probando oportunidades que cinco años atrás eran simplemente “inconcebibles”.
Hay quien se adelantó a decir que, tras el llamado a la prensa oficial del propio gobernante cubano Raúl Castro a ser más crítica, se percibía un proceso de “apertura” que comenzaba a dejar atrás el modelo de la propaganda.
No obstante, los recientes informes procedentes de Cuba dictan lo contrario: insultos, negación de acceso a la información, arrestos y encarcelamientos confirman que la supuesta apertura periodística no está sucediendo y que la abnegada profesión de recogida, clasificación y elaboración de la información sigue siendo tan vigilada como antes.
La nación caribeña no logra dejar atrás la condición de fidelidad política y el oficialismo como únicas vías seguras para practicar la profesión, aunque esto signifique claudicar, dejar atrás el pensamiento para sobrevivir, como si se tratara de un régimen feudal o fascista.
Atrás quedaron las reformas mínimas prometidas. Ni el llamado deshielo con EEUU, plagado de propuestas y concesiones, ha sido capaz de suavizar el totalitarismo político de los Castro y su equipo de seguidores comprometidos con la supervivencia.
Raúl Castro, que se mantuvo a la sombra de su hermano Fidel por más de 50 años, asumió el mando del castrismo sin modificar el eslogan “aquí ordeno y mando”.
Los dictadores no acostumbran a cambiar si no son presionados a hacerlo. Y por ello es necesario convocar a la solidaridad internacional para conseguir la libre práctica de la profesión del periodismo que sólo quiere proveer información.