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General: New York Times: El presidente Trump pone en riesgo al planeta
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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: CUBA ETERNA  (Mensaje original) Enviado: 30/03/2017 19:10
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                                                                                                                                                                                                              Grafica Harry Campbell
President Trump Risks the Planet
El presidente Trump pone en riesgo al planeta
            El Comité Editorial The New York Times              
No tardó mucho tiempo.
Tan solo diez semanas después del inicio de su presidencia, y con un gran riesgo para las generaciones futuras, Donald Trump ha ordenado que se eliminen gran parte de las políticas del presidente Barack Obama para combatir el cambio climático mediante la reducción de las emisiones de combustibles fósiles.
 
El asalto comenzó el 15 de marzo en Detroit, cuando Trump prometió revertir los estándares de eficiencia de combustible para automóviles y camiones. Continuó con un mezquino plan presupuestal que acabaría con la financiación de programas científicos relacionados con el clima y alcanzó su punto máximo el 28 de marzo con una orden ejecutiva que, entre otras cosas, rescindirá la pieza central de la estrategia de energías limpias de Obama, una norma que cerraría cientos de viejas centrales de carbón y frenaría la construcción de otras nuevas.
 
Nada de esto fue inesperado, al venir de un hombre que ha descrito el cambio climático como un engaño inventado por los chinos para destruir la industria estadounidense, y que se ha rodeado de funcionarios de gabinete y asistentes que saben o se preocupan poco por el calentamiento global y sus consecuencias. En muchos casos, le deben su éxito político a la generosidad de las empresas de petróleo, gas y carbón.
 
Aun así, la reunión del martes en la Agencia de Protección Ambiental (EPA por su sigla en inglés) fue profundamente desalentadora… y no solo por las trilladas quejas de Trump sobre regulaciones que reducen la cantidad de empleos ni por sus falsas promesas de más empleos para los trabajadores de la industria del carbón, en declive irreversible debido al bajo precio del gas natural y a la triplicación en la capacidad, desde 2008, de fuentes de energía limpias, como el viento y la energía solar.
 
Fue desalentadora porque repudió el sólido consenso científico de que, sin una acción rápida, las consecuencias del cambio climático —el aumento del nivel del mar, sequías más devastadoras y la extinción generalizada de las especies— probablemente empeorarán. Fue desalentadora porque reafirmó el apoyo del gobierno a fuentes de energía más viejas y sucias, cuando todo el impulso económico y las inversiones están enfocadas hacia nuevas formas más limpias de energía. Fue desalentadora porque se llevó a cabo a pesar del apoyo generalizado a la protección del medio ambiente, incluyendo las súplicas de los ejecutivos de cientos de grandes corporaciones estadounidenses que temen que, sin la innovación energética, sus costos aumenten y pierdan su ventaja competitiva frente a empresas extranjeras.
 
Quizá lo más importante es que la ignorancia de Trump le ha quitado a Estados Unidos ese papel, tan difícil de conseguir, de líder mundial en asuntos climáticos. Hubo cierto alivio de que Trump no aprovechara la ocasión para retirar a Estados Unidos del Acuerdo de París concluido en diciembre de 2015, cuando 195 naciones se reunieron por primera vez en un esfuerzo colectivo por reducir los gases de efecto invernadero, en gran parte gracias a los esfuerzos incansables de Obama y su secretario de Estado, John Kerry, para incluir a China e India.
 
Sin embargo, lo cierto es que Trump ha repudiado lo firmado en París de manera práctica. Las iniciativas que amenaza con desmantelar son las mismas que respaldan la vasta promesa de Obama en París de reducir en más de un cuarto las emisiones de gases de efecto invernadero provenientes de Estados Unidos para 2025, por debajo de los niveles de 2005. Sin ellos, Estados Unidos no tendrá ni las herramientas ni la credibilidad para liderar al mundo en la reducción de emisiones, y seguramente los líderes de China, India y el resto del mundo tienen la inteligencia suficiente para ver esto.
 
Esto plantea dos peligros muy reales: que otros países también se retiren del acuerdo o que decidan aprovechar la iniciativa de fuentes de energías limpias, lo cual sería bueno para el clima, pero malo para la industria estadounidense.
 
¿Acaso hay alguna manera de evitar esta locura? Sí. Las órdenes de Trump no surtirán efecto de inmediato. La EPA necesitará un año o más para desarrollar un remplazo para el Plan de Energía Limpia. Estados progresistas como California y Nueva York casi seguramente procederán con sus propias iniciativas para reducir los gases de efecto invernadero. Además, está la opinión pública, la cual castigó severamente a los republicanos en 1994 cuando Newt Gingrich y sus aliados intentaron revertir las leyes ambientales. Los castigó de nuevo en 2008 después de ocho años de negación y evasivas sobre el cambio climático bajo el mando de George W. Bush y su acólito de combustibles fósiles, Dick Cheney.
 
Hay tiempo suficiente para que el público haga sentir su oposición a esta agenda contraria a la ciencia antes de que la ignorancia de Trump se traduzca en una política real.
 
      Read in English — President Trump Risks the Planet
That didn’t take long.
Only 10 weeks into his presidency, and at great risk to future generations, Donald Trump has ordered the demolition of most of President Barack Obama’s policies to combat climate change by reducing emissions from fossil fuels.
 
The assault began with Mr. Trump’s pledge in Detroit to roll back fuel efficiency standards for cars and trucks, continued with a stingy budget plan that would end funding for climate-related scientific programs and reached an unhappy apex Tuesday with an executive order that, among things, would rescind the centerpiece of Mr. Obama’s clean power strategy, a rule that would shut down hundreds of old coal-fired power plants and freeze the construction of new ones.
 
None of this was unexpected from a man who has described climate change as a hoax invented by the Chinese to destroy American industry and who has surrounded himself with cabinet officers and assistants who know or care little about the issue of global warming and its consequences — and who, in many cases, owe their political success to the largess of the oil, gas and coal companies.
 
Still, the gathering at the Environmental Protection Agency on Tuesday was deeply dismaying — and not only because of Mr. Trump’s tired complaints about job-killing regulations. Or his false promises of more jobs for coal workers whose industry is in irreversible decline because of cheaper natural gas and the tripling in capacity since 2008 of cleaner energy sources like wind and solar.
 
It was dismaying also because it repudiated the rock-solid scientific consensus that without swift action the consequences of climate change — rising seas, more devastating droughts, widespread species extinction — are likely to get steadily worse. It was dismaying because it reaffirmed the administration’s support for older, dirtier energy sources when all the economic momentum and new investment lies with newer, cleaner forms of energy. It was dismaying because it flew in the face of widespread public support for environmental protection — including the pleas of the executives of hundreds of major American corporations who fear that without energy innovation their costs will rise and their competitive edge over foreign companies will be lost.
 
Perhaps most important, Mr. Trump’s ignorance has stripped America of its hard-won role as a global leader on climate issues. There was some relief that Mr. Trump did not use the occasion to withdraw the United States from the Paris agreement concluded in December 2015, when 195 nations came together for the first time in a collective effort to reduce greenhouse gases, in large part because of the tireless efforts of Mr. Obama and his secretary of state, John Kerry, to bring the Chinese and India along.
 
But the truth is that Mr. Trump has, for all practical purposes, repudiated Paris. The initiatives that he threatens to dismantle are the very ones that support Mr. Obama’s expansive pledge in Paris to reduce America’s greenhouse gas emissions by more than one quarter below 2005 levels by 2025. Without them, the United States will have neither the tools nor the credibility to lead the world on emissions reduction, and surely the leaders of China and India and the rest of the world are smart enough to see this.
 
This raises two very real dangers. Either other big countries also pull out of the agreement. Or they decide to seize the initiative on clean energy sources, which would be good for the climate but bad for American industry.
 
Are there ways to avert this madness? Yes. Mr. Trump’s orders will not take effect right away. The E.P.A. will need a year or longer to develop a replacement for the Clean Power Plan. Progressive states like California and New York will almost surely proceed with their own initiatives to reduce greenhouse gases. And then there is public opinion. It punished the Republicans severely in 1994 when Newt Gingrich and his allies tried to roll back environmental laws. It punished them again in 2008 after eight years of denialism and prevarication on climate change under George W. Bush and his fossil fuel acolyte, Dick Cheney. There is time enough before Mr. Trump’s ignorance translates into actual policy for the public to make its opposition to this anti-science agenda felt again.
 


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