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General: CUBA, POLÍTICA Y HOMOSEXUALIDAD
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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: SOY LIBRE  (Mensaje original) Enviado: 01/04/2017 16:48
En su barrio es el marido ideal. Un padre y abuelo de primera
'No me apena decirlo: me enamoré locamente de ese tipo grande y barbudo'
  
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Confesiones de un gay que sigue dentro del armario
Pocos saben que desde los 15 años, es un gay puro y duro
           Iván García|La Habana| El Mundo
Ha sido muy difícil para este hombre enjuto y tímido llevar una vida que no es la suya. Se los presento. Se llama Pedro y tiene 54 años. En su barrio es el marido ideal. Un padre y abuelo de primera. Y un revolucionario de vanguardia. Sólo en apariencias. Pocos saben que desde los 15 años, es un gay puro y duro. Ni siquiera su familia. Sentado en un parque, entre niños descalzos que juegan fútbol con un balón repleto de parches y una brisa fresca con olor a lluvia de verano, Pedro me cuenta parte de su vida.
 
“Ahora todo es más fácil. Ser maricón se ha convertido en un hobby. Pero mi adolescencia y juventud transcurrió en la década de los 60 y 70. Como muchos cubanos, adoré a Fidel Castro. Era mi Dios. El sentido de mi vida. No me apena decirlo: me enamoré locamente de ese tipo grande y barbudo. De sus poses, gestos y discursos. No entendía de ideologías. Pero me daba igual. Fidel fue una ola poderosa que me arrastró”, confiesa.
 
Se hizo miliciano y se graduó de historia del arte. “Mi primera relación homosexual fue en un campamento militar. Era el primero en ir a bañarme, para poder ver a tantos negros y mulatos desnudos. Esas vergas de una cuarta constituían un espectáculo que no me perdía por nada del mundo. Aquellos años aún forman parte de mis fantasías sexuales”, relata este homosexual que no ha salido del armario.
 
“Una noche cerrada, un negro descomunal me pidió que lo acompañara en su turno de guardia. ¿Para qué?, le pregunté. Quiero hablar algo contigo, me respondió. Era el mes de julio y hacía un calor del carajo. Se escuchaba el chirriar de los grillos. El tipo se sacó la pinga y me dijo 'chupa, que yo se que tú estás loco por metértela'. Me quedé estupefacto, pero obedecí”, recuerda Pedro con los ojos entrecerrados.
 
Desde esa noche, Pedro supo que deseaba a los hombres. Y mucho. Pero vivía en la vorágine de la Cuba de verde olivo, donde un homosexual era considerado un contrarrevolucionario. Su familia, además, era comunista y homofóbica.
 
“Ya en la universidad, una tarde mi padre me preguntó por qué no tenía novia. Estás en edad de preñar me dijo. Creo que él sospechaba que era pájaro (marica). Como lo respetaba muchísimo, me casé con una mujer a la que nunca he amado, pero que admiro. El día que el viejo murió pensé contarle la verdad a mi esposa y a mi madre. No tuve valor. Ya tenía dos hijos, el carnet del partido y era un profesional respetado. Preferí tener una doble vida”, dice en voz baja.
 
La tarde va cayendo sobre la ciudad. Pedro apura su relato. “Soy feliz con mis hijos. Y adoro a mis tres nietos. Pero soy un tipo frustrado. Si hubiese nacido en estos tiempos, fuera una gay sin complejos. Quizás un travesti. Los envidio cuando paso en mi coche y los veo en el malecón, vestidos de mujer. Hubiera querido ser como ellos. La familia y la revolución fueron un freno para mí. Creía que si dejaba ver las plumas, traicionaba a mi ídolo, Fidel Castro. Ahora en esa entrevista al diario mexicano La Jornada leí que se arrepiente de la actitud asumida contra los homosexuales cubanos. Creo que es un poco tarde”, señala Pedro mientras se despide.
 
Para este gay solapado, sus preferencias sexuales es su secreto mejor guardado. Es un hombre de otros tiempos. Un hijo de la revolución. De una época donde lo que se pedía era ser macho y odiar a los yanquis. Pedro no podía ser de otra manera.
 
Fuente El Mundo                     


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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: SOY LIBRE Enviado: 01/04/2017 16:57
EL HOMOSEXUAL “RESPETADO” EJERCIO UNA
DOBLE FUNCIÓN: SU IMPUNIDAD ERA A LA VEZ UN PRIVILEGIO Y UNA BURLA
 
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                                                                                                                                                                                                                                                                                Foto Kevin Slack
    'CUBA, POLÍTICA Y HOMOSEXUALES'
                      Por Alejandro Armengol  — Cuba Encuentro
Asumir la identidad desde el punto de vista de la preferencia sexual se convirtió en una causa de disidencia en Cuba. Pero no siempre fue necesario aparentar lo contrario —también desde el punto de vista sexual—, sino convencer de que se era revolucionario. Aunque a nadie se le permitió gritar a los cuatro vientos que era homosexual, a un grupo privilegiado se le permitió serlo sin problema.
 
Mientras abundan los relatos de los que sufrieron persecuciones y fueron marginados , merece también una novela la descripción de las complejidades y los temores de quienes disfrutaron de los beneficios del poder, pero al mismo tiempo sabían que su “defecto” podría ser esgrimido en cualquier momento, para ponerlos en apuro o arrancarles sus privilegios.
 
No me refiero simplemente al escritor, artista o funcionario que en determinado momento cayó en desgracia por sus preferencias sexuales para luego ser “reivindicado”. Hablo del recuento de lo ocurrido al que nunca molestaron, que vivió de forma escurridiza aceptando una dualidad más o menos desafiante. Quien fue, al mismo tiempo, vencedor de las circunstancias y cautivo de no poder expresar a las claras su orientación sexual.
 
 
La represión a los homosexuales en Cuba tiene dos características que con frecuencia se confunden. Una es la más conocida: la persecución al ciudadano por sus preferencias sexuales. En esto el gobierno de la Isla no se diferenció de otros regímenes totalitarios. Hitler, por ejemplo, mandó a los campos de concentración a la mayoría de los homosexuales alemanes, quienes anteriormente habían conocido una época de abierta libertad sexual durante la República de Weimar. La creación de las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP) representó el ejemplo clásico, pero no el único: las condenas a prisión, las redadas, las vejaciones y las expulsiones se extendieron por un período que abarca antes y después de la existencia de las UMAP.
 
Durante los años de persecución declarada, predominaron dos actitudes ante los homosexuales: la línea dura consideraba que eran depravados; la vertiente liberal argumentaba que eran enfermos. En ambos casos, el Estado se consideraba en la obligación de actuar contra la “anormalidad”. El cambio vino no por voluntad gubernamental, fue impuesto por las circunstancias. En la crisis del Mariel, declararse homosexual —fuera verdad o mentira— equivalía a ser expulsado del país. Fue en ese momento que los verdaderos homosexuales le ganaron la batalla a Fidel Castro. Hasta entonces el gobierno había intentado “curarlos” o “reformarlos”. En el Mariel la “pajarería” adquirió la categoría de patente de corso, carta de salida, pasaporte a la fama. De ahí en adelante, el régimen se declaró vencido.
 
Al igual que en otros sistemas totalitarios, la persecución homofóbica en Cuba tuvo su origen en un objetivo unificador —el afán en acabar con lo diferente—, pero también fue guiada por esa evaluación machista que caracteriza al homosexual como un “enfermito”, alguien fácil de aniquilar o doblegar. Resultó todo lo contrario. La victoria implicó un cambio en la escala de valores de los cubanos.
 
En una sociedad tradicionalmente machista, muchos fingieron “partirse” con tal de abandonar la Isla. Ser “afeminado” pasó de ser un estigma a convertirse en un privilegio. A Castro no le quedó más remedio que pactar. Pero el cambio de actitud que implicó ese pacto dejó fuera el segundo aspecto de la represión homofóbica.
 
La segunda característica de esta represión es que no fue hacia todos los homosexuales, sino entre los homosexuales. En este caso, la fidelidad o vinculación con el régimen fue utilizada como patente de corso. Parodiando una frase muy repetida, “todos los homosexuales eran iguales, pero habían algunos más iguales que otros”. Así existieron determinados refugios, sobre todo en los organismos culturales, como la Casa de las Américas, el ICAIC y el Ballet Nacional. Se consideraban “nidos de locas”, pero también sitios vedados.
 
El homosexual “respetado” ejerció una doble función: su impunidad era a la vez un privilegio y una burla.
 
Despertaba el desprecio, pero también la envidia a los ojos del militante de esquina, machista y resentido. Simbolizaba una esperanza torcida para el otro, el que compartía con él igual orientación sexual pero se veía excluido por criterios políticos.
 
Para muchos homosexuales, la disyuntiva no fue entre ser “macho” o ser “loca”, sino entre ser un revolucionario “pasivo” o “activo”. Fue por ello que la homosexualidad actuó como un intensificador de las actitudes revolucionarias y contrarrevolucionarias.
 
No es la primera vez que me refiero a este tema, y trato de ampliar el concepto del “closet” mucho más allá de la preferencia sexual. Me llama la atención el relativo éxito que ha tenido el gobierno cubano, sobre todo en la esfera internacional, en su intento de reducir la represión —y en especial en el caso de los escritores— a los homosexuales.
 
Sin embargo, en algunas esferas del campo cultural —a diferencia de lo que ocurría en la educación y el ejército, por ejemplo— la orientación política expresada en la fidelidad absoluta al responsable del organismo, y no la sexual, fue el criterio definitorio.
 
Pero al tiempo que la firmeza homosexual impidió su eliminación, en algunos casos posibilitó ser utilizada. Durante muchos años —en Cuba y en otras partes del mundo— la sociedad obligó al homosexual al juego de las apariencias. Algunos lo convirtieron en un arte, otros en un medio para escalar posiciones. El gobierno cubano —al igual que muchos otros— se ha servido de las preferencias sexuales como una forma de chantaje. Al igual que el homosexualismo rebelde no puede ser contado por un protagonista único, la escala de los asimilados va del colaborador al sumiso. Es por eso que falta por leer la historia de quienes sufrieron o disfrutaron de ese chantaje.
 
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Publicado originalmente en Cuba Encuentro


 
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