LAS UMAP FUERON UN EXPERIMENTO EN EL QUE SE ANULÓ LA VOLUNTAD Y
LA DIGNIDAD HUMANA, EN UN MOMENTO EN QUE CUBA SE CONVIRTIÓ EN UN GRAN LABORATORIO
Abel Sierra Madero destapa ‘caja de Pandora’ sobre UMAP
Con la reciente publicación en la revista Letras Libres de su artículo Academia para producir machos en Cuba, el investigador cubano Abel Sierra Madero ha destapado como caja de Pandora el ominoso tema de las Unidades Militares de Apoyo a la Producción (UMAP), ubicándolo en su contexto histórico, con testimonios no solo de víctimas, sino también de profesionales que participaron del lado del gobierno cubano.
Sierra Madero es graduado de Historia de la Universidad de la Habana y actualmente realiza un doctorado en Literatura en la Universidad de Nueva York, (NYU). Desde el 2012 reside entre la ciudad de Nueva York y Miami. Una versión ampliada de su texto sobre las UMAP, en la revista académica Cuban Studies, número 44, se presenta en la librería Books & Books de Coral Gables, el viernes 5 de febrero a las 8 p.m.
¿Qué te motivó a investigar este período histórico de Cuba que, por tu edad, no coincidiste en tiempo? “Soy historiador de formación y los sesenta siempre tuvieron para mí un especial interés. Mis últimos textos y motivaciones intelectuales han estado encaminados a desmontar con un enfoque historiográfico el proyecto político conocido como ‘revolución cubana’, y específicamente de una de sus nociones fundamentales, la del ‘hombre nuevo’. En ese sentido me interesan las políticas de rehabilitación y reeducación que el gobierno cubano ensayó durante los sesenta, que se articularon a partir de los discursos de la higiene social y la enfermedad”.
Cuando entrevistaste a psicólogos que participaron en dicho experimento, como la Dra. María Elena Solé, ¿te transmitieron algún tipo de vergüenza o arrepentimiento por su papel en las UMAP? “La doctora María Elena Solé estaba enferma de cáncer y sabía que le quedaba poco tiempo de vida en el momento de nuestro encuentro. Creo que esa fue una de las razones por las que consintió ser entrevistada. Me pareció una persona honesta; pero sobre todo una profesional muy fiel a sus herramientas analíticas. En la entrevista que le hice reconoció que los métodos empleados por los psicólogos en Cuba con respecto a los homosexuales fueron disparatados; pero que estaban en consonancia con las aproximaciones que se tenían sobre el tema en Occidente en aquel momento. María Elena Solé murió un tiempo después de que me concediera la entrevista. El material que resultó de ese encuentro sale en la revista académica Cuban Studies, una versión mucho más larga de mi texto sobre las UMAP publicado en Letras Libres recientemente también aparece ahí”.
¿Hay posibilidades, o ya se trabaja en ello, en dar nombre a las 30 mil víctimas de los campos forzados de las UMAP? “Cada víctima de la represión, de la censura, no sólo en Cuba sino en el mundo tiene un nombre. Una de las zonas en que regímenes como el cubano basan su poder y despliegan todos sus recursos, es el de borrar la memoria, de que las víctimas sean sólo números. Por eso creo en la política de la memoria como un espacio en que el que habrá que trabajar para que Cuba pueda reconstruirse como nación una vez que la transición pueda avanzar a otra fase. Hay mucha gente, no sólo historiadores, empeñados en rescatar esos nombres y para eso existen dos herramientas fundamentales, la memoria y el archivo, que estoy seguro que van a ser factores del cambio a tener en cuenta en un futuro próximo.
El gobierno cubano sigue intentando distorsionar el carácter de estos campos de trabajo forzado y se niega a pedir perdón a la nación por la implementación no sólo de las UMAP, sino también de otras granjas y campamentos al que eran obligados a trabajar miles de ciudadanos. Por ejemplo, los que querían abandonar el país eran enviados a permanecer en granjas y realizar labores onerosas hasta que les llegara la salida. Recuerdo por ejemplo las granjas de las ‘Jaquelines’ y los campamentos para apátridas de los que habla Julia Miranda en Diario para Uchiram”.
De acuerdo a tus investigaciones, ¿hubo víctimas mortales producto de los castigos dentro de los campamentos de las UMAP? “Las UMAP fueron un experimento en el que se anuló la voluntad y la dignidad humana, en un momento en que Cuba se convirtió en un gran laboratorio. Ese experimento que recuperó toda una concepción y métodos de la tradición de trabajo forzado, tuvo altos costos simbólicos y físicos para todos los involucrados, incluso para los carceleros, me refiero a los cabos y demás oficiales. Hubo muertos, no sabría decirte cuántos, por la falta de transparencia del gobierno cubano y del terror que le tiene al archivo, que para este tipo de regímenes resulta muy peligroso. Pero hubo muertos víctimas de los guardias y del ambiente carcelario en el que se basaron las unidades. Algunos se auto flagelaban con machetes y mochas para resistir al régimen de trabajo. Hubo otros, en cambio, como el joven Benjamín de la Torre, que se suicidaron poco tiempo después de que salieron de las UMAP. Eso hay que estudiarlo más para saber a ciencia cierta el número de muertos”.
¿Qué planes tienes para toda la información que has podido obtener hasta ahora sobre este tema? ¿Un libro? “Por lo pronto he escrito un capítulo sobre las UMAP que forma parte de un libro en el que estoy trabajando sobre la construcción del ‘hombre nuevo’ en Cuba y sobre las políticas de rehabilitación y reeducación política durante los sesenta y setenta. En ese libro conjugo las UMAP con otros experimentos e instituciones encaminadas al control social y político y a la apropiación de la fuerza de trabajo de miles de ciudadanos bajo la retórica de la utopía socialista, para no tener que compensarlos económicamente”.
¿Visitas Cuba con frecuencia? Después de publicar el texto Academias para producir machos en Cuba, ¿no te da miedo que se ensañen contigo en un viaje? “He ido a Cuba en plan familiar. Hasta ahora no he sentido miedo, ni he tenido problemas; pero sí la pesadilla que afecta a casi todos los cubanos que vivimos fuera de la Isla. Consiste en que estamos en la Isla y por alguna u otra razón no podemos salir nuevamente. En La Habana he soñado que no puedo salir, que no puedo tomar mi vuelo de regreso y te confieso me despierto con pánico, con ansiedad”.
¿Qué opinas sobre las concesiones que la administración del presidente Barack Obama le está otorgando al régimen de la Habana sin que los Castro hagan ningún tipo de concesión? “Creo que la administración Obama no vio como concesiones la nueva aproximación de su gobierno cuando se anunció el cambio de políticas hacia Cuba aquel 17 de diciembre del 2014. Aunque ha pasado un año del anuncio y en Cuba se ha intensificado la represión y los arrestos contra activistas y miembros de la oposición, las diferencias sociales y la pobreza son más marcadas que nunca, la administración no lo ve como concesiones en la medida que forma parte de una política a largo plazo. Lo que ha pasado es que los asesores de este cambio de política tienen un conocimiento muy limitado de la isla y de cómo funciona el régimen cubano y sus instituciones.
Hace unos días, el ministro de comunicaciones confesó a el Nuevo Herald que su viaje a Cuba tenía como objetivo ‘aprender’ entre otras cosas el funcionamiento del país. Eso deja mucho que desear y hemos visto cómo la administración opera con unas ecuaciones y unos esquemas que no se adecuan en lo absoluto al caso cubano. Tal es así, que este proceso está teniendo efectos no esperados como el aumento de la emigración masiva y el modo en que el gobierno cubano ha respondido y ha hecho quedar en ridículo en muchos sentidos al presidente Obama.
A mí el cambio de política me parece interesante en la medida que construye nuevos escenarios y ofrece posibilidades para la aparición de nuevos sujetos políticos. Ha desmantelado la noción de ‘plaza sitiada’ sobre la que se articulaba el gobierno cubano con un discurso de guerra fría; aunque al final la nueva política ha terminado por legitimar al régimen y la administración Obama en función de crear un ‘legado’, ha ‘deshistorizado’ un conflicto político que lleva más de cincuenta años”.