Dos José que son Vanguardias Nacionales
Frank Correa | La Habana | Diario de Cuba Un dependiente de una tienda en divisas llamado José lleva cuatro años consecutivos resultando Vanguardia Nacional y dice que lo único que ha conseguido es "más trabajo".
"Desde que comencé en un Fotoservice hace 15 años", comenta, "hasta hoy que soy jefe de turno de una tienda grande, siempre me he esmerado por destacarme en la pincha y cumplir con lo establecido en el reglamento laboral. En poner mucho ahínco en brindarle el mejor trato al público, no caer en irregularidades y trabajar en equipo. Así han venido los reconocimientos… y los aplausos. Entonces cuando alguien no viene a trabajar, ahí está José el Vanguardia para tapar el hueco… Si hace falta que se quede un cuadro el domingo para apoyar en el inventario del almacén, ese soy yo, el Vanguardia".
Y continúa: "¿Estímulos? Sí, muchos, pero todos morales. ¿Beneficios? Seguro, ya no tengo que pintar la pared de mi casa: está llena de diplomas y certificados. En el último Primero de Mayo me eligieron junto a otros trabajadores vanguardias para llevar la bandera del Ministerio de Comercio en el desfile. El mes pasado, ¡al fin!, me dieron un estímulo material, una cena en un restaurante de lujo con todos los gastos pagos… excepto las bebidas alcohólicas, que debían correr por mi cuenta. Un día antes de la cena fui al cajero a sacar mi salario del mes, porque no festejaría mi condición de Vanguardia con agua, ¿verdad? ¡Y el cajero invalidó mi tarjeta! ¡Por error…! Corrí al banco a quejarme y me explicaron que los cajeros automáticos últimamente estaban cometiendo ese tipo de error y había muchas quejas. Pero no debía preocuparme, en siete días el banco me daría una tarjeta nueva... Me disgusté tanto que no fui a la cena".
Otro trabajador Vanguardia Nacional que también se llama José, es dependiente de la tienda Caracol, de Santa Fe, y lleva el día entero atendiendo una cola larguísima que llega a la calle. Ese día habían sacado varios equipos electrodomésticos de alta demanda y parecía que media Habana había corrido allí a comprar ventiladores de mesa, de pared y de pie, microwaves, batidoras y cajitas descodificadoras de televisor.
La cantidad de personas dentro de la tienda era asfixiante para las di mensiones del local y, para colmo, el aire acondicionado estaba roto. José tenía el ventilador de muestra encendido a todo dar, pero no refrescaba. Desde las 9:00 am estaba atendiendo gente y eran las 2:00 pm y aún no había probado bocado. Le dio dinero a uno de la cola para que saliera y le comprara un refresco, pues ya casi no tenía fuerzas para desembalar los equipos, probarlos y explicarle al cliente el modo de funcionamiento, además de llenarle las planillas del certificado de propiedad y la garantía.
"La gerencia aún nos debe la merienda del mes pasado", dice José mientras arma un ventilador de pared para probarlo en la corriente. "A cada empleado de la tienda le corresponde diariamente una lata de refresco y un paquete de galleticas dulce, pero el mes pasado y en lo que va de este mes, hemos tenido que comprar nuestras meriendas con el dinero de nuestros bolsillos. Argumentan que hay atraso. El pago en divisas también está atrasado. La gerencia y el sindicato nos tienen dormidos con que nos van a entregar una prima por sobrecumplimiento, pero ni siquiera una cuñada se ha aparecido… Yo no puedo protestar, soy Vanguardia Nacional y debo dar el ejemplo, pero tampoco protestan los trabajadores simples, prefieren el invento para resolver… ¡Pero yo no puedo caer en eso!".
Muchos trabajadores como estos dos José llegaron a sus títulos y a sus reconocimientos laborales tras una preparación ética y revolucionaria que los condujo a un sometimiento de los que ya no pueden zafarse. La emulación socialista fue el puntal en el que varias generaciones de cubanos se afirmaron, para cargar sobre sus hombros durante un largo camino un barco, que salió una noche de Tuxpan tras un ideal, pero como dice el primero de estos dos José, "ahora parece navegar a la deriva".
FRANK CORREA
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