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General: Crónicas de La Habana: La pararrealidad cubana
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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: cubanet201  (Mensaje original) Enviado: 30/04/2017 14:36
cubahabanavistahabanalibre (640×479)
Desde el ventanal de cristal del hotel Tryp Meliá Habana Libre, en forma panorámica, con el arco de su Malecón desde el Nacional hasta el Castillo del Morro
Crónicas de La Habana: la pararrealidad cubana
          Olga Connor -Especial, El Nuevo Herald
La Habana se me muestra, desde el ventanal de cristal del hotel, en forma panorámica, con el arco de su Malecón desde el Nacional hasta el Castillo del Morro. La misma vista típica y turística de inusitada belleza de siempre, de cuando la abandoné en 1960, y que luego visité en 1998, incluso con los mismos automóviles de los años 1940 y 1950 rodando por las avenidas, los codiciados almendrones.

Es un gran contraste. En 1998, cuando la visita del papa Juan Pablo II, gocé de una experiencia espiritual y moral, en el 2017 ha sido una vivencia cultural y material.

Es la capital de Cuba, pero también es mi ciudad, la que encierra muchos sentimientos para mí. Está en decadencia, pero se ve que quiere renacer de las ruinas. Y por eso ha sido un intenso reto volver a verla, aunque muy bien acompañada, y con la recepción de amigos queridos y familiares. Pero aun así, enfrentándome a todas las nostalgias y a todos los sufrimientos, por ver cuánto se han ensañado los años y el descuido con ella y, sobre todo, el abandono oficial.

Y es que en la distancia, desde muy arriba y de muy lejos, la ciudad parece estar físicamente igual, pero cuando me acerco a la verdadera realidad de la calle, caminando por la acera de La Rampa, desde 23 y L hasta el Malecón, en el mes de abril, cuando la acera está desfigurada por una serie de huecos y tropiezos, se ve lo que queda del cine La Rampa, y se recuerda simbólicamente el desbarajuste en que vive hoy toda la ciudad. Esa es la imagen de una realidad ideal y una realidad subyacente, la verdadera que viven los cubanos de a pie hoy, en la que era antes la París del Caribe.

LA VIVIENDA
La vivienda es un punto álgido en Cuba, que ahora está en gran auge por el hecho de que se permiten las compraventas entre cubanos, aunque también siguen las permutas. Si hace 19 años estaban despintadas y derrumbadas muchas casas, ahora requerirán muchas manos de pintura y de una amplia reconstrucción muchas de ellas. Y por cierto, influye que hay muchos cubanos de afuera haciendo compras y negocios, y repatriándose.

Describo esto con un dolor amoroso, por lo que antes consideré mis predios y ya no son más: mi vieja Habana, y la nueva Habana que uno ansía que se restaure de modo completo, porque es una ciudad monumental, señorial, que ha perdido sus tafetanes y añora sus encajes. Aunque el visitante que la ve por primera vez piensa que sigue siendo bella. Y es que tiene una belleza antigua.

Pero si voy por algunas calles del casco viejo, así como las de los barrios que bordean la Calzada de 10 de Octubre, Luyanó, Santos Suárez, la Víbora, o la calle Monte, en Centro Habana, las paredes renegridas, las columnas quebradas, cubiertos algunos balcones y puertas con rejas oxidadas, y hasta por algunas partes del Vedado, La Habana no es igual. La famosa calle Galiano es otro ejemplo de suciedad y desastre, aunque antes era la vía fundamental de la moda.

Mi casa en Luyanó, construida por el reconocido arquitecto Max Borges padre, está sin color. La casa de mi niñez frente al Museo de Artes Decorativas, remozada aparentemente con la discoteca Sarao, pero dejando por detrás y arriba todo el compendio del destruido pasado; el querido Cine Gris, al lado, por la Calle E, antes Baños, mi “Cinema Paradiso” en la memoria, convertido en viviendas apañadas. (La mayoría de los cines de La Habana están cerrados por falta de aire acondicionado). A pesar de que enfrente está el famoso palacete de la Condesa de Revilla Camargo, ahora sede del Museo de Artes Decorativas, con pinturas de Hubert Robert, del siglo XVIII, dignas del Louvre, y alfombras Savonnerie renegridas, por la ignorancia de algunos custodios en el pasado, que no supieron cuidarlas de los pasos de los visitantes, pero con señoriales muebles franceses y una colección de abanicos de la poeta Dulce María Loynaz en exhibición.

Alrededor de la última casa en que viví, la del Nuevo Vedado, diseñada y construida por Beatriz Masó de Moreno Fraginals, aunque pintada y cuidada, tiene rejas que cierran el “carport”, desfigurando el estilo modernista de los años 1950. Pero es en todo el recorrido por el Malecón, en que solo unos cuantos frentes de casas parecen restauradas y otras, al parecer, a punto de derrumbarse que uno siente mayor pesar. La de las cariátides que usó el Centro Cultural Español por mucho tiempo está ocupada ahora por otras dependencias del estado, y esa aún se alza menos mal, con eventos artísticos en sus salones.

Sin embargo, hay un renacer de algunas mansiones para el turismo, ya sea para alojar a los clientes en forma de “bed and breakfast” o para paladares. Hay hoteles nuevos o recién remozados, como la Manzana de Gómez, ahora llamado Hotel Manzana Kempinski, la “joya” de la cadena Gaviota S.A., un hotel cinco estrellas plus, y empresa estatal; el llamado Parque Central, que maneja la cadena Iberostar, ambos alrededor del Parque Central junto con el Hotel Inglaterra y el Centro Gallego, donde se ubica el Gran Teatro Nacional Alicia Alonso, también remozado. Y tantos otros que se construyen, como el de Prado y Malecón, en este caso por franceses.

Son todos edificios palaciegos como si fueran de maharajás, pero muy cerca están los barrios pobres, como los de un Mumbay caribeño. Se ve la diferencia entre las clases sociales: los que tienen posibilidades, y los que están abandonados a la fortuna de los extranjeros. La realidad ideal es una historia, la de la calle es otra. Es la pararrealidad cubana en La Habana, un universo alternativo, que viven todos los habitantes día a día. ¿Cómo lo resisten? “No es fácil”. Un profesional me dice que hace tiempo que lo único en que piensa el cubano es en cómo sobrevivir.

Alguien sugiere que forme un grupo de apoyo en Miami para limpiar la ciudad. Pero el dinero de las remesas que se envían de aquí se usa para comer. Eso es lo que más importa, y además, me dicen que se supone sea el estado el que proporcione la pintura exterior. Aunque hay de todo prácticamente en Cuba, como pude ver en la esquina de 19 y B, un mercado agropecuario excelente, al que le llaman la boutique de los mercados.

EL TRANSPORTE
La movilidad dentro de la ciudad es una prioridad para cualquier visitante. Es tan obvio ver la diferencia entre los autos-taxis de “boteros”, que cobran en pesos nacionales, CUP, y llevan a varios clientes a diferentes sitios, y la de los taxis amarillos para extranjeros de mejor factura, con aire acondicionado algunos, que cobran en pesos convertibles cubanos, o CUC, que son más o menos equivalentes a dólares o euros. Estos taxis que salen del hotel o del aeropuerto son los únicos que pueden cobrar en dólares directamente. Aunque ya no es pecado tener el dólar, no se acepta directamente de los habitantes ni de los visitantes para hacer compras. Es una manera cierta de mantener el desbarajuste monetario en control del gobierno.

Los taxistas son los más instruidos de cualquier nación, ingenieros, contadores públicos, profesores, médicos, personas cultas que tienen que aprender a ejercer un servicio que no les agrada pero que los está haciendo ricos en contraste con el resto de la población. Es de lo que se quejan todos.

Una profesora extranjera que ejerce en la Universidad comenta, “es el comienzo del capitalismo con una fuerza brutal”. Y sin embargo, en términos de Estados Unidos son muy baratos. Pero si se compara con la moneda nacional con que viven los taxistas, pues entonces sí son muy caros. Treinta dólares del aeropuerto al Vedado, que son 21 minutos, unos 18 o 19 kilómetros, vía Autopista Este-Oeste. Diez CUC por salir de un hotel del Vedado a cualquier lugar, el centro de La Habana, tanto como si es a ocho cuadras. Pero es que se están guiando por la norma de un país del primer mundo.

Cincuenta CUC el día entero por un taxi privado sin aire acondicionado es un regalo, aparentemente, pero eso son dos meses de salario cubano en un día, a 25 pesos nacionales por cada CUC. Es todo en precios comparativos. Lo que da la versión de que en Cuba hay dos niveles sociales desde hace mucho tiempo, los nacionales son los dominados y los extranjeros --por virtud de las reglas-- los atracados; pero a la vez dominadores, porque portan euros o dólares.

La honestidad es relativa entre los taxistas. Uno nos recoge en el hotel al tiempo que tiene a otra turista oriental con maletas y todo, ya sentada en el auto. Le digo que nos cobrará seguramente la mitad a cada uno, como un “botero”, y me contesta que de ningún modo, cada uno paga la carrera completa, porque él tiene que reunir mucho dinero para pagar la renta del auto. Sin embargo, se me queda el bolso de la cámara de fotos y espejuelos y algunas notas en otro taxi, de un hombre más joven, Norge, y me lo viene a devolver al hotel. “Todavía hay gente honesta en Cuba”, me comenta, cuando le quiero dar una propina, pero de todos modos la recibe al final, porque todos están maravillados de este comportamiento. Y yo aliviadísima de mis fotos y mis espejuelos graduados devueltos.

LA CONVERSACIÓN
En La Habana sí se habla de política, pero no de la del gobierno de Cuba, que es innombrable, sino de la de Trump. Esencialmente, porque hay hoy una sola opción, volver al principio, al ayer. Alguien que vive en La Habana comenta: “Tanto nadar para virar a la orilla” (en el dicho original es “morir en la orilla”). Ya que la idea revolucionaria era rechazar el imperialismo norteamericano. Pero ahora los “Ex” como llaman a los ex militares en control de las grandes empresas, reclaman ayuda del vecino norteño antes tan deprecado.

Esta noticia aparece el viernes 21 de abril en este diario en el artículo “Ex militares piden seguir la normalización”, de Nora Gámez Torres, donde la referencia a ex militares se refiere a estadounidenses, seis de los cuales se reunieron en Cuba con funcionarios cubanos, y como consecuencia de su análisis escribieron una carta al general H. R. McMaster, asesor de Seguridad Nacional del Presidente.

Cito a Néstor Díaz de Villegas en uno de sus artículos después de visitar Cuba recientemente: “Queda una única regla, que es más bien un atavismo: no meterse con Fidel; jamás poner en duda la historia (el cuento) del Líder. La diversidad de puntos de vista que impone el ‘capitalismo feroz’ [la frase que oí en La Habana a menudo] barrerá también con esa regla en un tiempo no muy largo”.

Todos están esperando a ver cómo reaccionará Trump. Piensan que como es un presidente negociante, no deshará sino que mejorará las relaciones comerciales. La frase “hay que resolver” sigue vigente. No hay otro remedio. Mientras, en el Puerto de La Habana descienden otros tantos turistas de un inmenso crucero, el Marina, de la cadena Oceania Cruises, que ofrece viajes a Cuba.
 
        OLGA CONNOR
 
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La Manzana de Gómez, ahora llamado Hotel Manzana Kempinski, la “joya” de la cadena Gaviota S.A., empresa estatal, acabado de inaugurar
 
cubarevilla (640×480)
Palacete de la Condesa de Revilla Camargo ahora sede del Palacio de las Artes Decorativas
 
cubacoladepato (640×480)
Un codiciado almendrón, “cola de pato” Cadillac de los 50 a la entrada del Hotel Nacional
   Todas las fotos: Olga Connor
Fuente 
El Nuevo Herald


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