La desgracia de vivir bajo regímenes autocráticos
es algo que compartimos los nacionales de Cuba y Venezuela
Manifestantes venezolanos queman bandera cubana, marzo 2014 (CNN) Los peligros del odio
Miriam Celaya | Cubanet La noticia, poco después desmentida, de una supuesta quema de banderas cubanas en días recientes por parte de manifestantes venezolanos que se oponen al gobierno de Nicolás Maduro, provocó diversas reacciones en las redes sociales y en algunas webs cubanas. De inmediato muchos isleños, mayoritariamente residentes en el extranjero, expresaron su indignación contra los venezolanos ante lo que interpretan como una afrenta a un símbolo nacional que consideran sagrado y que no representa en lo absoluto al poder dictatorial que rige en la Isla desde hace casi seis década, en definitiva el corresponsable de la profunda crisis política, social y económica que atraviesa actualmente Venezuela.
El equívoco, sin embargo, no resultaba completamente infundado teniendo en cuenta que pocos años atrás sí se había producido la quema de banderas cubanas en relación con protestas estudiantiles en Venezuela.
Ahora bien, dejando de lado cualquier resabio nacionalista, justificado o no, el apócrifo mensaje piromántico de los venezolanos contra el pabellón cubano en varias ciudades importantes de su país habría dejado claro el rechazo a la grosera injerencia cubana en Venezuela, habida cuenta que el Palacio de la Revolución, en La Habana, no solo es el tabernáculo perverso donde se ha cocido durante años la devastación de su nación, sino que hasta la actualidad es el recinto desde el cual se dirigen los hilos del chavo-madurismo, ahora decadente pero por eso mismo, más peligroso.
Así, pues, en todo caso sería ese poder maligno y no la enseña nacional cubana lo que habrían quemado los venezolanos en sus revueltas de días recientes. De hecho, las imágenes de 2014 que provocaron la confusión no dejan lugar a dudas cuando vemos que varias de las banderas quemadas entonces portan la imagen de Fidel Castro sobre un fajo de dólares desplegados bajo el rostro, así como en otras se leen letreros de Fuera los Castro, Fuera de Venezuela. También en aquel momento se hicieron quemas de muñecos que remedaban al ahora difunto hacedor de la más larga dictadura que haya existido en esta región.
Pero no es menos cierto que uno de los peligros del momento actual es que en medio de la violencia aplicada por los cuerpos represivos y las pandillas, azuzada desde el gobierno central contra los manifestantes, la respuesta de éstos se vaya tornando a su vez más violenta. La crisis venezolana ofrece un escenario mucho más convulso y sumamente volátil e inestable a consecuencia del hambre generalizada, las necesidades y carencias de la población, la frustración social, el desgobierno del régimen, de manera que cualquier coyuntura puede desembocar en un caos incontrolable por ninguna de las partes.
En ese contexto la indignación popular no estaría en condiciones de discriminar entre Cuba y los cubanos, por una parte, y el castrismo por otra, soslayando el irrefutable hecho de que la desgracia de vivir bajo regímenes autocráticos es algo que compartimos los nacionales de ambos países.
A este tenor, y sin ánimo de resultar apocalíptica, no se puede negar que los miles de civiles cubanos que actualmente colaboran en los programas populistas (dizque “misiones”) de la alianza castrochavista constituyen eslabones muy frágiles en medio de la batahola venezolana, no solo porque fácilmente ante una eventual situación incontrolable pudieran resultar víctimas de los odios acumulados por muchos años de un proyecto político dirigido por una pandilla de ladrones y corruptos, y que terminó revelándose como una estafa, sino porque la naturaleza perversa de la alianza entre los jerarcas de La Habana y Caracas no dudaría ni un segundo en sacrificarlos motu proprio y atribuir a la oposición la pérdida de vidas o la violencia contra los civiles cubanos.
La gerontocracia cubana sabe que la pérdida de vidas cubanas les permitiría desatar todo un aquelarre a través de su monopolio de prensa y constituiría una oportunidad dorada para agitar los ánimos patrioteros de las masas al interior de la hacienda en ruinas, especialmente en estos tiempos, cuando la difunta revolución no cuenta con ningún capital de fe entre los cubanos y cuando la definitiva caída del “socialismo del siglo XXI” anuncia tiempos (más) difíciles también para los cubanos de la Isla.
El hecho de que se trate de profesionales cubanos, mayoritariamente de la salud, que llevan adelante una misión humanitaria de atención médica a poblaciones muy pobres, añadiría un toque dramático sumamente propicio a los efectos propagandísticos del Palacio de la Revolución. ¿Quién podría resistirse a la tragedia de quizás decenas de familias cubanas?
De momento, la prensa oficial cubana mantiene un sospechoso silencio, casi sepulcral, sobre cuanto acontece en Venezuela. O –en su defecto– ha mentido cínicamente, como se constata en la versión impresa del principal periódico oficial, Granma, que en una breve nota del pasado lunes, 24 de abril afirmó que en ese país “reina la normalidad” a pesar del llamado al plantón por parte de los opositores a Maduro, de las multitudinarias movilizaciones que han inundado las calles de numerosas ciudades de Venezuela desde inicios de abril y de las decenas de muertes que se han estado produciendo, principalmente por parte de manifestantes, a manos de los delincuentes agrupados en los tenebrosos “colectivos”, esa variedad de terroristas motorizados al servicio del gobierno que asesinan impunemente a sus compatriotas por el solo hecho de ejercer su derecho a la protesta.
Esperemos que los mejores hijos de Venezuela no permitan que las justas aspiraciones de libertad, justicia y democracia de su pueblo se contaminen con actos criminales contra los colaboradores civiles cubanos. Es preciso que no sucumban al odio sembrado por los poderes. Pero en cualquier caso, los males que se produzcan en Venezuela serán responsabilidad directa de la cúpula cubana y de sus títeres al frente del gobierno venezolano.
Municipio Chacao, Venezuela
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